Nuevo comienzo

A sus veinte años era una mujer increíblemente

bella, tanto por dentro como por fuera. Tenía muchos admiradores, pero de esta

vez quería que todo fuera distinto y solo se dejaría llevar en el momento en

que encontrara el amor. Amor de verdad.

En una famosa discoteca de la zona conoció a

Julián. Le pareció el chico más guapo que había conocido hasta entonces. Era

moreno con el pelo castaño, ojos de un marrón intenso un cuerpo fornido, no muy

alto, pero era guapísimo. Llevaba puesto un Vaquero, unos náuticos y un jersey

negro de cuello cisne con una cadena plateada colgando en su pechera.

Clara estaba bailando en la pista, cuando

entre el medio de la gente lo vio. Allí estaba apoyado en la barandilla con los

brazos cruzados y viendo en su dirección. Fue como un flechazo que hizo que sus

miradas se cruzaran y no dejaran de verse.

Él se apoyó en el pasamanos de la escalera y

Clara decidió salir de la pista para pedir algo de beber en la barra que estaba

justo detrás de donde se encontraba Julián.

Intentaba abrirse camino entre la gente ya que

la discoteca estaba abarrotada, que justo al pasar por detrás de él, fue

empujada por la multitud y con tal torpeza tropezó y cayó encima de Julián.

Que oportuno, pensó. No había sido

intencionado. Pero aquella torpeza fue el despliegue para conocerse.

Clara estaba muy animada hablando con Julián. No

se había dado cuenta de que Mario la estaba observando y que se dirigía hacia

ella por detrás.

Cuando llego a ella, se acercó por la espalda

y la rodeo con sus brazos por la cintura y la beso el cuello susurrándole al

oído:

- “luego te invito a un café”.

Aquello la pillo por sorpresa. Hacía dos meses

desde la última vez que lo vio y pensó que no la molestaría más. Con

inseguridad se deshizo del abrazo en que la tenía sujeta, ante la atenta mirada

de Julián que no sabía de qué iba aquello.

Clara lo apartó y le dijo con mirada

suplicante que se había acabado, que había conocido una persona y que quería

tener una relación normal. No quería seguir siendo suya. Mario la miro con ojos

de incredulidad; de nuevo lo estaba rechazando y con toda la ironía del mundo

le dice:

- “no me dejas tú\, el que te deja soy yo\, tal

vez hayas hecho una buena elección, te deseo mucha suerte” Y se fue.

 Clara

respiro hondo y retomo la conversación con Julián. Quizás esta vez seria la

definitiva.

Con el paso de los días, Julián y Clara se

iban conociendo más. Sabía que se estaba enamorado de él y esta vez sintió que

era amor. Amor verdadero.

Julián tenía veintidós años y trabajaba como

cerrajero en la empresa que tenía su padre.

La relación con su padre no era muy buena y

siempre andaban en broncas continuas. Pero Clara estaba tan enamorada e

ilusionada que se lo presentó a sus padres.

A los padres de Clara no les gustaba Julián. Decían

que era inmaduro, un mujeriego, y un badana, un niño en el cuerpo de un hombre.

Así lo catalogaron el día que lo conocieron.

Clara no se lo podía creer, por fin había

encontrado el amor y no era aceptado en su familia, pero ella lo quería y

lucharía por ese amor, les gustara o no.

Durante el primer año de novios, Julián se

había comportado como el novio que ella había soñado. Atento, cuidadoso,

cariñoso.

Cuando hacían el amor, Julián le decía lo

mucho que la quería y se besaban con mucha pasión. Era el hombre de su vida.

Aunque ella era incapaz de sentir

completamente placer en sus relaciones, fingía sentirse satisfecha sexualmente,

no quería herir su hombría y le mentía por amor.

Aquella relación era distinta, había pasión en

sus besos y dulzura en sus abrazos.

Cuando la penetraba era una sensación

esponjosa y suave. Clara lo quería tanto que haría todo lo que él le pidiese. Lo

complacería en cualquier deseo sexual que quisiese, cualquier postura,

penetración o felación. Se entregó en cuerpo y alma.

Quería ser suya para siempre, para que él no

la abandonase nunca.

Una noche que salió de marcha, este le comento

a Clara que tenía la necesidad de meterse en una pelea.  Le apetecía darle golpes a alguien.

En aquel momento Clara estaba bailando en la

pista y él le pidió que sedujera a alguien, quería ver como se le acercaba

algún chico. Clara sabía que aquello podría traer problemas, pero lo quería con

todo su ser y con todos sus defectos; estaba tan cegada de amor, que cedió a su

capricho.

Con sus movimientos coquetos fue atrayendo

hacia ella a un conocido del local. Ella ya se había fijado que él la estaba

mirando, pues ya se conocían de vista de verse otras veces en la pista y no le

costó nada, que este se acercara a ella para hablarle a la oreja, ya que la

música estaba muy alta.

Aquel gesto era el que Julián estaba

esperando, dio un salto a la pista y se fue a empujones contra él. Reprochándole

que se apartara de su chica. Forcejearon y Julián acabo cayendo de espaldas,

rompiendo una mesita de cristal y el otro chico que se llamaba Alex cayo

también al suelo golpeándose la cara.

Entraron los porteros y los echaron a la

calle.

Clara estaba avergonzada, se arrepintió al momento,

pero ya era demasiado tarde. El mal ya estaba echo.

 Se

acercó junto a Alex para pedirle disculpas, pero este solo la miro y le dijo

que se apartara de él, que lo había decepcionado y la dejo con la palabra en la

boca, mientras que otro amigo se dirigió a ella para decirle que nunca se había

imaginado como pudo caer tan bajo y desde entonces nunca más le dirigieron la

palabra y cuando se cruzaban por la calle le torcían la cara. Aquel suceso la

preocupó una temporada.

¿Tendrían razón sus padres, de que Julián

era un lobo con piel de oveja?

No. Se negaba a aceptar que sus padres

tuvieran razón. Ella lo amaba y el a ella también, solo había sido una

gamberrada.

No debería darle tantas vueltas. Eso sí, le

pidió a Julián que no le volviese a pedir nada parecido, ya que se había

sentido muy mal y no entendía porque le pidió hacer eso.

Él lo único que le respondió fue, porque

quería que todos supieran que él era su hombre y que nadie se la podía acercar.

Clara se sintió conmovida. Ingenuamente lo

tomo como un acto de amor.

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