Maltrato Infantil

Clara nació en Francia, siendo la menor de dos hermanos e

hija de padres emigrantes. Su concepción había sido el resultado inesperado de

una reconciliación. Sus padres al enterarse del embarazo tenían la intención de

interrumpir la gestación, porque apenas su otra hija había cumplido el año, y

la situación era difícil, pero al final y después de meditarlo a conciencia su

madre no fue capaz.

Estando su madre de ocho meses, llevaba a su otra hija en los

brazos cuando tropezó y se cayó contra unas piedras golpeándose el lateral del

vientre.

Al nacer Clara, esta nació de color morado debido al golpe.

Era una bebe larguirucha, con mucho pelo negro en la cabeza y unos ojos tan

negros como sus pupilas.

A su padre le pareció la bebe más fea del planeta y tardaron

quince días en presentársela a la familia. Clara era una bebe muy buena. Apenas

lloraba y crecía rápido y con los meses su aspecto era el de una linda muñeca.

 A los nueve meses

comenzó a caminar y al año ya no usaba pañales y a los dos añitos su

vocabulario era casi perfecto. Conjugaba frases y hablaba muy rápido. Cantaba

canciones y cuando ella quería contar un cuento, siempre lo hacía en versión

resumida. “Había una vez caperucita, que fue a casa de la abuelita y era el

lobo disfrazado. ¿Qué ojos más grandes tienes?, para verte mejor, ¿Qué orejas

más grandes tienes? para oírte mejor, ¿Qué boca más grande tienes? para comerte

mejor aaaaargggg y vino el cazador, lo mato, le abrió la barriga y salió la

abuelita Y colorín colorado este cuento se ha acabado.” Era su cuento

preferido.

Sus padres la calificaban como una niña extrovertida, alegre,

revoltosa, traviesa, muy parlanchina, gentil, siempre dispuesta a querer ayudar

a todo el mundo y un poco cabezota; todo lo contrario, a su hermana mayor que

era más introvertida, muy inteligente y tranquila.

Con el tiempo sus padres tomarían una difícil decisión, para

poder trabajar los dos, ya que querían comprarse una casa y no querían pedir

una hipoteca.

Cuando Clara cumplió los tres añitos, ella y su hermana mayor

regresaron a Italia y fueron dejadas a cargo de sus abuelos maternos. Vivian en

la ciudad y Clara empezó a ir al jardín de infancia. Recuerda estar con más

niños pequeños como ella. Había dibujos colgados de un cordel que atravesaba

toda la aula, muchos colores y juguetes.  Solo acudió ese verano porque en breves comenzaría parvulario.

Cuando comenzaron las clases, sus tíos que tenían once años,

la llevaban al colegio. Iban por atajos, atravesando fincas y terrenos para

llegar más rápido y no ir todo por la carretera ya que era más lejos y tambien

más peligroso.

Su primer día de parvulario fue un día que nunca olvidaría;

ya que, aunque fue algo para ella de lo más normal, pudo haber tenido

consecuencias fatales.

 Estaba en clase con

los demás niños, pintando con ceras sobre unos folios. La profesora quería que

dibujasen su casa y a sus familiares con los que convivían.

Clara fue rápida en hacer el dibujo. Y de color rojo hizo el

esquema de una casita con dos ventanas, una puerta, una tejado en pico y una

chimenea por la que salía humo. Luego al lado con marrón y verde pinto un árbol

y con el rojo le hizo manzanas.

Delante de la casa dibujo a su papá con bigote y a su mamá

con vestido azul y pelo largo de color amarillo. A su hermana no la dibujo por

que como se peleaban mucho estaba enfadada con ella.

Cuando entrego el folio la profesora le dijo que estaba muy

bien hecho y muy bonito; y pudo comprobar que había escrito su nombre en

mayúsculas. Le pregunto quién la enseño a hacer las letras y ella le dijo, que

había sido su mamá.

Al rato sonó el timbre para salir al recreo y Clara salió con

los demás niños, pero creyó que era la hora de marcharse, ya que nadie le había

explicado que significaba “salir al recreo”.

Ella con toda la naturalidad del mundo al ver que sus tíos,

ni su hermana estaban afuera, creyó que se habían ido sin esperarla. Entonces se

fue del colegio haciendo el recorrido que había hecho al ir. Clara tenía buena

orientación ya que se fue sobre sus pasos. Se había fijado en detalles, como

los colores de las casas, caminos estrechos con hierbas altas, caminar al lado

de un riachuelo. Iba dando saltitos y cantando sin miedo ninguno, hasta que se

encontró con una cabra atada por una pata en medio de su camino. Y ella tenía

que pasar por allí sí o sí. Era el único camino posible. Pero la cabra tenía

cuernitos y la miraba fijamente como si quisiera darle un golpe para tirarla al

rio. Ella la tanteo. Camino hacia la derecha y la cabra le bloqueaba el paso,

luego caminaba hacia la izquierda y la cabra tambien la bloqueaba. Ella le

hablaba a cabra y le decía. ¡Yo solo quiero pasar! ¿porque no me dejas? Y la

cabra le responde con un balido. ¡BEHH BEEEH!

Como la cabra no la estaba dejando pasar, agarro un piedra

mediana y se la lanzo y en ese momento que se apartó, ella paso corriendo por

el lado izquierdo y viendo de reojo como la cabrita volvía tras de ella. Pero

no la alcanzo por la cuerda que tenía atada a la pata.

¡Vaya Aventura! Se sintió satisfecha, aunque paso mucho

miedo.

Cuando llego a casa, vio que el portal estaba cerrado y

timbro, pero nadie le abría la puerta. Pensó que su abuela habría ido a comprar

y espero un ratito sentada delante del portal de casa. Hacia calor y ella tenía

sed; recordó que cerca de donde vivían había una fuente y se acercó hasta el

lugar.

Cuando volvió todo seguía igual y como nadie llegaba a casa

decidió ir al lugar de trabajo de su abuelo, ya que tambien estaba muy cerca de

allí y sabia del lugar porque se lo habían dicho cuando paseaban por la zona.

Y sin pensárselo mucho, y como estaba aburrida de estar sola,

fue a buscar a su abuelo a la fábrica donde él trabajaba.

Entro por la cancilla de atrás y camino por el recinto, como

pepito por su casa.

 Un señor mayor que la

vio, fue corriendo a donde estaba ella y le pregunto qué hacia allí. Ella muy

decidía y con sus bochechas coloradas le dijo que iba en busca de su abuelo que

se llamaba Eusebio Ríos. El señor la agarro de la mano y la llevo a donde

estaba su abuelo.

Ella cuando lo vio, este se encontraba de espaldas. Que

estaba soldando una pieza. Clara podía ver las chispas que saltaban a su

alrededor.

¡Abuelo, abuelo!… le decía alegre. Su abuelo se giró

confundido y el señor que iba con Clara le dice: ¡alguien pregunta por ti! Su

abuelo deja de hacer lo que está haciendo y la aúpa en sus brazos.

Cuando le preguntó sorprendido que hacia allí. Ella le

comento todo. Que saliera del cole y que no había nadie y que creyó que se

habían ido dejándola sola y se habían marchado sin ella. Y cuando llego a casa

su abuela tampoco estaba.

Ese día su abuelo ya no pudo seguir trabajando y se la llevo

a casa, hasta que llegara su abuela.

Cuando hicieron el recuento de niños para volver a clase se

enteraron de su escapada del colegio y estos estaban como locos buscándola por

todo el recinto. No sabían dónde podría estar y en qué momento se había ido.

Esto fue una señal para que a partir de entonces estuviera

más vigilada. Aunque ya sabía lo que significaba el recreo, pues su abuela le

diera unas nalgadas para que no lo volviera hacer. Porque le habían dado un

susto de muerte.

Después de unos meses su abuela sufrió un grave accidente que

la mantendría por meses ingresada, por lo que Clara y su hermana tendrían que

ser acogidas por sus otros abuelos paternos y era en un pueblito en la profunda

Italia. Donde aún no había cuarto de baño en casa, ni luz.

***

Sus abuelos no le prestaban mucha atención, tenían que

trabajar en el campo y eran un estorbo. Se habían quedado con ellas, porque llegaron

a un acuerdo con sus padres y les pagarían una manutención y con eso podrían

pagar tambien sus deudas.

Como aún estaban a mitad de curso comenzó a ir a la escuela

del pueblo. En esa aula había pocos niños y de todas las edades. Desde

parvulario a sexto de primaria.  La

profesora era una señora ya bastante mayor que aplicaba la ley de la barita

para enseñar.

Ella descubrió que Clara escribía con la izquierda y eso era

algo malo según su criterio. Decía que todos los que nacían zurdos eran

retorcidos y cabezotas. Por lo que la ponía delante de la pizarra para que

escribiera las vocales con la derecha y cuando agarraba la tiza con la

izquierda, le daba con la barita en la mano para que la cambiase. Llego a un

punto que como no podía estar todo el rato pendiente de ella, quito un lazo

rojo de su cajón del escritorio, le ato una esquina en su pequeña muñeca

izquierda, le echo el brazo por detrás de la cintura y se lo anudo. Así tendría

que escribir con la derecha, hasta que le salieran bien las letras.

Sus abuelos no decían nada al respeto, ya que compartían la

misma opinión.

Otra de tantas anécdotas era que algunas veces, tanto Clara

como su hermana llegaban ebrias al colegio. Ya que en ese colegio había horario

partido e iban a comer a casa.

Estas bebían vino a la comida y tambien tomaban café negro.

Su abuelo decía que era sano y que fortalecía la sangre. Y lo que para él era

bueno, para sus nietas también lo era.

Sin embargo, la profesora después de un par de incidentes en

el aula, les tuvo que enviar una nota, diciéndoles que no les dieran vino a las

niñas, porque luego llegaban borrachitas, vomitaban y se quedaban dormidas en

su pupitre.

***

La primera vez que Clara fue consciente de una fuerte

tormenta de rayos y truenos, fue cuando otra niña de unos doce años le había hecho

creer que era dios que se había enfadado y era el fin del mundo. No sabe porque

asocio aquello tan mal, pero se aterro. Empezó a correr bajo la lluvia, se caía

en los charcos, se levantaba sin verse las heridas. Seguía corriendo por

aquellos caminos de piedras y barro. Cada vez que veía un relámpago seguido de

un trueno gritaba desesperada. Su hermana no era capaz de alcanzarla, quería

decirle que era solo una broma.

Corrió como un kilómetro y medio sin parar, hasta llegar a

casa de su abuela. Estaba tan aterrada que no era capaz de articular palabra.

Tan histérica estaba que su abuela le tuvo que dar una cachetada para que

reaccionara. Una vez que consiguió entre sollozos relajarse por miedo a ser

golpeada de nuevo, se lo contó. Y su abuela la llamo tonta. Luego su hermana se

reía de ella por crédula.

          ***

Al año siguiente llego otro profesor ya que la profesora

actual se había jubilado.

Este era un hombre de unos treinta años, alto, de pelo negro

y mal encarado. Clara y todos los demás le tenían miedo, ya que su ley era enseñar

a golpes.

 Ella aún no había

cumplido los seis años y comenzaba en primer curso.

Y así como a todos los demás, Clara no era la excepción y

ella tambien estaba marcada por el profesor.

 Tenía pequeños

chichones en la cabeza provocados por los golpes dados con la esquina de un

mechero o con los nudillos de sus dedos; tenía moratones en el cuello, de

fuertes pellizcos. Le dolían las patillas de los tirones que le daban. Un día

de la cachetada que le dio con la mano del revés le reventó los labios.

Y luego como sangraba mucho la acompaño a la fuente para

lavárselo y hacer presión con un pañuelo sobre ellos.

Esos castigos eran por todo. Si llevaban los deberes mal

hechos, si escribían con muchos tachones, algo que Clara no podía evitar, ya

que escribía muy mal con la derecha y hacia una letra muy fea.

Tambien los golpeaba si no se sabían la lección al pie de la

letra, o si suspendían en un examen. Siempre les golpeaba y los insultaba a

todos y por todo.

Tambien presencio cuando a otra niña de nueve años, le pego

con la regla de la pizarra y se la rompió en la cara, dejándole una fea marca.

Y a otro niño de siete años lo levanto por las orejas hasta

que le reventaron los tímpanos.

 En otra ocasión

tambien abofeteo a  su hermana por

saberse la lección, pero la que no era, y la castigo de rodillas con los brazos

en cruz con un libro en cada palma de la mano; y para que fuese más humillante

hizo salir a Clara al patio, para que cogiera un  puñado de gravilla en cada mano y se las

pusiera debajo de las rodillas de su hermana para que doliera más y la obligo a

que  estuviese pendiente de que si bajaba

algún brazo, que le tenía que dar una patada en el trasero y si no lo hacía, él

mismo se lo daría, pero a Clara.

 Era un maltrato

constante. Todos sin excepción tenían miedo en decir algo en casa por temor a

ser tambien castigados, porque por la década de los setenta algunos adultos

decían que era necesario aprender a base de golpes. ¡La letra con la sangre

entra! Ese era el lema.

Como tenían mucho miedo del profesor y de lo que pudiera

pasar en casa, muchas veces se quedaban jugando por el camino o se iban a un

monte a pasar ese tiempo. Hasta que las vieron unos vecinos y se lo comunicaron

a sus abuelos. Estos las castigaron sin jugar. Pero ahí tambien se enteraron de

todos los moretones y heridas en sus cuerpos.

Cuando su abuela fue a hablar con el profesor, ya era la décima

persona que había ido a reclamarle. Solo estuvo una semana más y lo expulsaron.

Luego llego otra profesora joven, que era más tranquila y

todos se empezaron a relajar. Aunque Clara seguía teniéndole mucho miedo a los

profesores. Le decían que el miedo hace que aprendas a obedecer y a respetar a

tus mayores.

Pasaron dos años más y aunque los nuevos docentes que pasaban

por allí no eran tan malos como aquel profesor, Clara no quería ir a la

escuela. No le gustaba tener que estudiar ni hacer los deberes. Solo quería

dibujar, cantar, bailar y jugar.

***

Sus padres esas navidades pasaron sus vacaciones con ellas

allí en el pueblo. Hacía tres años que no los veía y estaba muy feliz. Ella

tambien tenía papas como los demás niños, que se burlaban de ella cuando veían

a su abuela y le decían que su mamá era un vieja. Ese año cumplió los siete

años y esa noche al dormirse tuvo una pesadilla.

Soñó que su querida y hermosa mamá se había muerto y estaba

en una caja. Se despertó sollozando a moco tendido creyendo que era real y en

silencio fue a la habitación donde dormían sus padres y desde el marco de la

puerta comprobó que estaba dormida y respirando al lado de su papá.

Se sintió aliviada. Al amanecer se metió en cama de su mama y

se lo conto. Tambien le comentaron tanto ella como su hermana el maltrato

recibido por aquel profesor. Ellos no sabían nada, ya que sus abuelo no se lo

habían dicho, por no preocuparlos. Además, les dijeron que eran unas

exageradas, que no fuera para tanto.  Y

no las creyeron.

 Ellos al terminar las

fiestas navideñas volvieron a irse para Francia. Clara sentía una tristeza

tremenda, les decía que por favor se las llevaran con ellos que no querían

estar allí.

Pero no podía ser. Les faltaba ya muy poco para conseguir el

dinero que necesitaban y ya podrían comprar una casa.

Una tarde que su hermana se quedó en casa porque tenía

fiebre, Clara acudido sola al colegio.

No llevaba ni hora y media y la clase fue interrumpida por su

abuelo materno que la venía a buscar ¡YA! Que tenía un poder notarial en las

manos que le daban el derecho de llevársela del pueblo. Él profesor, aunque

puso un poco de resistencia al comprobar la carta que llevaba en las manos la

dejo irse.

Al salir de allí fueron hasta la casita de sus otros abuelos

para llevarse a su hermana tambien. Aunque su abuela le pedía que las dejaran,

que esperara al día siguiente, su abuelo se negó. Tenía una orden directa de

sus padres de llevárselas para la ciudad en aquel momento. Y así sin llevarse

casi nada de sus pertenencias, su abuelo cargo a su hermana, la recostó en el

asiento del copiloto y Clara fue en el asiento de atrás.

Habían sido literalmente secuestradas de casa de sus abuelos

paternos.  Aunque sus abuelos paternos nunca

las trataron mal, tampoco había afecto ni mucho cariño. Parecía que siempre

estaban molestos con ellas.

El principal motivo por el que fueron llevadas de esa manera,

fue por una carta.

Sus padres habían invertido todos sus ahorros en la nueva

casa y les quedaba lo justo para el alquiler y poder comer ellos en ese mes. Y

como justo ese mes no les hicieron el giro para la manutención, pues estes se

lo reclamaron diciendo que primero era la manutención y no comprar una casa.

Los padres de Clara se lo tomaron muy mal, ya que ellos

estaban tambien sacrificándose sin poder tener a sus hijas con ellos y por un

mes que no les pudieron pasar nada de dinero, se sintieron ofendidos. Y como la

abuela materna de Clara ya se había recuperado del accidente, pudieron

llevárselas de nuevo con ellos. Fue todo un poco exagerado, pero así ocurrió.

Clara se sentía feliz. Por fin saldría de allí y estaba en la

ciudad.

Pero nada sería, como a ella se lo podría haber imaginado.

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