Inocencia Robada

Solo tenía siete años…

Recordó estar con Él a solas en la casa nueva de sus padres.

Como niña que era, estaba saltando y correteando por todas las habitaciones. Sus

padres por aquella época aun seguían en Francia, por eso sus abuelos maternos

eran los que la cuidaban.

Tenía el alma tan limpia. Era tan inocente y vulnerable a lo

que iba a suceder en aquel momento; confiada lo siguió al dormitorio pequeño…

Aquella niña con su carita redonda, sus coletas rizadas, sus

ojitos negros brillantes como faroles y mirada coqueta, que acaramelaba quien

estuviera con ella. Era un ser tan inocente y tan alegre.

ÉL era un hombre alto, de constitución fuerte de unos 47 años,

con el pelo rubio, ojos grises y con rasgos muy marcados en su rostro. De

carácter dominante y posesivo.

 Clara confiaba en él,

pues ella lo quería y no había nada que temer.

Entraron en la habitación y le pidió que se sentara en la cama.

Ella obedeció; creyendo que irían a jugar. Luego se sentó a su lado y la

recostó hacia atrás.

Le acaricio el pelo y le susurró al oído:

- “vamos a tener un secreto\, pero no se lo puedes decir a

nadie, porque será solo nuestro secreto”

Clara no sabía a lo que se refería y por más que le

preguntaba que le estaba haciendo.

EL se arrodillo en el suelo y solo susurraba:

-” pssss, pssss, tranquila, no te voy hacer daño, será

nuestro secreto”.

Con una mano acariciaba sus partes íntimas por encima del pantalón

y a la vez con la otra mano, se tocaba así mismo por encima de su ropa.

Su infantil vida había cambiado por completo y no sabía por

qué. Aún era muy pequeña para entender lo que estaba sucediendo.

En aquel momento estaba incomoda, era como si supiera que “eso”

no estaba bien, pero se quedó en silencio. Ya que como era un secreto y los

secretos no se cuentan, pues solían traer problemas. Fue como una orden. No

podía llevarle la contraria y tendría que aceptarlo, sin pasársele por la

cabeza que pronto volvería a ocurrir.

En un principio todo seguía como siempre. Acudía al colegio;

jugaba con sus amigos; socializaba con todo el mundo con normalidad, todo

estaba bien. Era como si nunca hubiese ocurrido nada.

Un día que él estaba acostado en el sofá, le hizo una seña

para que se sentara a su lado; ella con algo de duda lo observo. Había más

gente en el salón ¿Qué podría pasar? y se sentó sin protestar.

Al cabo de unos minutos, sintió como disimuladamente dejaba

caer su mano por debajo de sus piernas, como quien quiere coger algo del suelo.

Muy despacio sintió como una mano se iba deslizando por

debajo de su falda hasta llegar a sus braguitas de algodón, sin que nadie se percatara.

Ella lo vio con cara de susto y él, le susurro un “pssss”

casi inadvertido. Bajo avergonzada la mirada al suelo, pero repentinamente

levantó la vista y busco desesperada la mirada de los que estaban también en la

sala, pero ninguno hacia contacto visual con ella. Parecía como si ella fuese

invisible para todos ellos al no darse cuenta de lo que le estaba pasando.

La estaba tocando, y esta vez sintió algo frio en su vagina. Eran

sus dedos que la estaban presionando.

Impulsada por la incomodidad que sentía en aquel momento, se levantó

tan deprisa que se marchó hacia otro lado de la casa sin mirar a atrás.

En ese momento supo que eso no estaba bien. Pero no dijo

nada, temía que “EL” la buscaría otra vez y ella tendría que obedecer.

No recordaba el tiempo que paso desde la última vez que la

toco, pudieron ser días o semanas, pero no tardo en buscarla de nuevo.

Esta vez, estaban nuevamente solos en casa y el aprovecho la

ocasión para arrinconarla en la camita donde ella dormía para volver a tocarla.

Introduciéndole los dedos por debajo de las bragas con corazones rosas,

mientras nuevamente él se acariciaba sus partes.

Aquella vez le decía:

-” Pórtate bien, sabes que es un secreto. Se buena niña y te

compro un regalo". Ella no dijo nada.

Unos días después recibió su regalo. Era un anillo de plata. Su

primer anillo de niña. Era tan bonito que no paraba de mirarlo. Entonces ahí

pensó que era mejor seguir callada, ya que le iba a seguir regalando cositas.

Quizás no sabía cómo encajar aquello, porque su pequeño

cerebro no entendía nada de lo que le estaba pasando.

Ya había llegado el verano y la niña tenía unas ganas locas

de ir a la playa. Sus tíos que eran unos adolescentes, pasaban olímpicamente de

ella y no se la querían llevar con ellos porque decían que no querían estar

pendiente de una mocosa.

Entonces no le quedó más remedio que convencerlo a ÉL para

que la llevase.

Una vez llegado a la playa, ella quería meterse en el agua,

pero no sabía nadar y tenía miedo que las olas la cubrieran y la arrastrasen

mar adentro.

Entonces “Él” la acompaño, se metieron en el agua y la fue llevando

de la mano hasta donde sus pies ya no tocaban fondo. La niña tenía miedo y a

muy pesar de ella se abrazó al cuello de este.

Ahí, ese Ser, aprovechó la situación para volver a meter su

mano por dentro del biquini rojo que llevaba puesto.

Esta vez Clara no se quedó quieta. Como un relámpago empezó a

revolverse para que la soltara pidiéndole a gritos que quería salir del agua,

que tenía miedo y que parara de tocarla.

 - ¡cálmate! Si te

estás quieta y calladita te compro un helado. -dijo él. Ella dejo de

patalear y consintió que la tocara. Luego salieron del agua.

Cuando llegaron a las toallas, ella le pidió que le comprara

el helado que le había prometido. Entonces él le dijo:

- ¡Tienes que venir\, sola aquí no puedes quedarte y así de

paso escoges el helado que quieras!

Clara no desconfió y se fue con el ¡Le iba a comprar un

helado!

De camino a la heladería se desvió de la ruta diciendo que

tenían que ir al coche, porque se había dejado la cartera con el dinero.

De repente sintió que él tenía otra intención, lo intuía y

ella tendría que obedecer porque él mandaba.

 La hizo subir con él,

a la parte trasera del coche. La sentó sobre sus piernas, mirando hacia él y

recostándola hacia atrás entre los dos asientos delanteros. Nuevamente comenzó

a tocarle sus partes.

De aquel encuentro solo recuerda ver como al cabo de un rato

se limpiaba su mano derecha bajo el asiento donde estaba sentado. Luego fueron

al quiosco y le compro un helado de cucurucho.

Aquel día la marco más que ningún otro. Ya que, durante

muchos años, no quiso volver a ir a la playa.

Desde aquel día en la playa pasaron meses sin que el la

buscara nuevamente. Hasta que..

Ella estaba en el taller donde su abuelo solía hacer sus

inventos.

A ella le fascinaban todas aquellas herramientas y quería

ayudar y la verdad que estaba de pesadita por el medio entorpeciéndole.

Él, le decía que se fuera, que tenía que trabajar, pero Clara

estaba insistiendo en querer ayudarlo.

A raíz de su insistencia este se enfadó y la empujo contra un

baúl de madera donde solía guardar todas sus herramientas.

Se abalanzo sobre ella, le levanto la falda, le aparto la

braguita hacia un lado y al mismo tiempo que lo hacía se sacaba su miembro de

entre la funda gris que llevaba puesta y empezó a rozarlo contra los labios

vaginales de ella, jadeando. Ese momento la impacto y se quedó como en shock.

Cuando reacciono vio como su abuelo se giraba en una media

vuelta, para que no pudiera vérselo, pero a pesar de ese gesto la pequeña no

pudo evitar ver como caían unas gotas blanquecinas al suelo, que el rápidamente

piso con sus botas de goma.

Ella quiso salir de allí corriendo, pero ÉL la agarró del

brazo y le dijo:

- vamos a la cocina\, que te tengo que limpiar.

La levanto por debajo de los hombros y la sentó encima de la

mesa. En silencio, agarro un trapo y lo humedeció con un poco de agua para

limpiarle la falda.

Ella con su voz de niña le decía:

-”no quiero seguir con este secreto, no me gusta, déjeme

marchar”.

 En ese momento fueron

interrumpidos por su tía que había entrado por sorpresa y al ver aquella situación,

pregunto qué había pasado. Clara aprovechó para escurrírsele y echar a correr,

pero escucho como él le decía, que la estaba limpiando porque se había manchado

de grasa.

No sabe exactamente cuándo ocurrió, pero Clara tenía decidido

que nunca más la volvería a tocar.

Un día que el intento agarrarla, ella consiguió soltarse de

sus manos y fue corriendo a contárselo todo a su abuela.

 La pobre niña cuando

le contaba todo a ELLA, esta solo meneaba la cabeza y le decía que no dijera

esas cosas tan feas. Pero Clara insistía en que era verdad, que no estaba mintiendo.

La respuesta que obtuvo de su confesión no se la podía creer.

Según su abuela, Clara con sus ocho años recién cumplidos era la responsable de

lo que había pasado. Supuestamente ella lo había estado provocando con su

coquetería. Después de aguantar un año de tocamientos ella no la creyó. No se

lo podía creer. Se sintió hasta culpable por haber dicho la verdad.

Luego amablemente y con tranquilidad, ella le pidió que le

dijera a su abuelo:

-Cuando salgas dile que venga a la habitación que quiero

hablar con él.

Y ella con miedo asintió.  No sabía que castigo le darían por haber dicho

esas cosas tan feas.

Se sintió aliviada al ver que desde aquel día nunca más se quedó

a solas con ÉL.  Aunque tampoco era una

niña feliz.

Quería huir de

es hogar, que para ella se había convertido en un infierno.

Su idea era

escapar por la ventana de su habitación en la noche, cuando todos ya estuvieran

dormidos. Saltaría al tejado y bajaría por un árbol que había pegado contra la

casa.

Pero su

intento de huida fue frustrado cuando su abuela la descubrió escribiendo la

carta de despedida.

***

Seguía siendo

maltratada con castigos cuando se portaba mal o desobedecía y la encerraban en

el cuarto oscuro unos minutos, donde había ratones, aunque parecieran horas. De

tantas veces que quedo allí encerrada, se adaptó a ese castigo y era mejor eso

a que la tocara.

Durante mucho tiempo Clara se ha sentido, incomprendida, sola,

sucia y fea. Muchas noches lloraba en silencio. Solo deseaba que sus padres

vinieran a por ella y se la llevaran de allí.

 Y sin ser aun consciente

de ello; a raíz de eses sucesos vividos, crearía una dependencia que no eligió

y que ocultaría durante décadas, para que nadie la juzgara.

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