MoneDa

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HADES

CAPÍTULO 13

Moneda

Zeus observaba las estrellas desde su trono en el Olimpo, su mirada fija en el horizonte oscuro. Su expresión era impenetrable, pero en su interior una satisfacción fría se hacía cada vez más palpable. Todo se estaba desenvolviendo tal y como lo había planeado, y ahora solo restaba esperar a la noche siguiente. “Pronto,” pensó, “todo estará en su lugar.”

Mientras tanto, en un rincón apartado del mundo mortal, Hades descansaba en una pequeña cabaña, su cuerpo aún recuperándose de las heridas que lo habían llevado allí. Las cicatrices, aunque profundas, comenzaban a sanar, y con cada día que pasaba, sentía cómo la fuerza regresaba a su cuerpo.

“Mi herida mejora rápidamente,” reflexionó Hades, su voz un murmullo en la quietud de la noche. “Para pasado mañana, solo quedarán cicatrices. Debo regresar al Olimpo cuanto antes. No tengo idea de lo que Zeus estará tramando en mi ausencia, pero dudo que se haya quedado con los brazos cruzados desde que volví.”

La tranquilidad del momento fue interrumpida cuando Katalina, la joven que lo había cuidado durante su recuperación, entró en la habitación. Sus ojos reflejaban preocupación, pero también una determinación silenciosa.

—Hades, traje algo de comida —dijo, su voz suave y llena de cariño—. ¿Seguro que no quieres comer? No has tocado bocado desde que llegaste.

Hades negó con la cabeza, su mente aún enfocada en los acontecimientos que podrían estar desarrollándose en el Olimpo. Sin embargo, al ver la insistencia en los ojos de Katalina, se permitió un pequeño gesto de agradecimiento.

—Estoy bien, no te preocupes.

Katalina se acercó a la cama, sentándose suavemente a su lado. Sin decir una palabra, se inclinó hacia él, colocando su frente contra la de Hades, como si intentara tomarle la temperatura. La cercanía entre ambos era palpable, y por un instante, sus rostros quedaron a escasos milímetros uno del otro.

—Estás mucho mejor —murmuró Katalina, sus labios casi rozando los de Hades—. Pronto estarás como nuevo.

Hades asintió, aunque sus pensamientos seguían nublados por la preocupación.

—Sí, eso estaba pensando… pronto podré marcharme.

Katalina, notando la sombra de preocupación en el rostro de Hades, desvió la conversación.

—Tu cabello… está muy largo, como si no te lo hubieras cortado en años. ¿Te gustaría que lo hiciera yo?

Hades soltó una pequeña risa, un sonido casi olvidado en él.

—Creo que me vendría bien un cambio. Pero antes, necesito una ducha.

Katalina sonrió, aliviada de ver un atisbo de normalidad en Hades.

—El baño está a tu derecha. Tómate tu tiempo.

Después de la ducha, Hades se quedó un momento frente al espejo, observando su propio reflejo como si lo viera por primera vez en siglos. Su rostro había cambiado, endurecido por las experiencias vividas, pero seguía siendo reconocible como el dios que una vez fue. Tras unos minutos, se envolvió en una toalla y salió del baño, buscando algo que ponerse.

—¿Disculpa, tienes algo de ropa que me pueda servir? —preguntó con una mezcla de incomodidad y agradecimiento.

Katalina lo miró de arriba abajo, apreciando por primera vez la musculatura definida que el tiempo y las batallas habían esculpido en él.

—Vaya, tienes un buen cuerpo… Estás bien marcado. ¿Eres un soldado o algo parecido?

Hades le lanzó una mirada, sabiendo que su respuesta no captaría la verdadera extensión de quién era.

—Podrías decir que sí.

Katalina desapareció por un momento y regresó con un traje negro, elegante, aunque sencillo.

—Esto pertenecía a mi padre —explicó, su voz teñida de melancolía—. Era un mercader importante. Este traje fue un encargo de una familia noble, pero cancelaron el pedido, así que mi padre se lo quedó. Quizás te quede bien.

Hades tomó el traje con cuidado, notando la calidad del tejido.

—¿Y qué le pasó a tu padre? —preguntó, intuyendo que la historia no tendría un final feliz.

Katalina bajó la mirada, sus ojos nublados por los recuerdos.

—Lo mataron unos bandidos que intentaron robarle. Él intentó resistirse, pero… no tuvo suerte.

Hades apretó los puños, sintiendo una ira creciente en su interior.

—Si pudiera, les haría pagar por eso. Les enseñaría lo que significa el verdadero dolor y arrepentimiento.

Katalina forzó una sonrisa, agradecida por las palabras de Hades, aunque sabiendo que el pasado no podía cambiarse.

—Ve a vestirte, luego te cortaré el cabello.

Hades asintió y se dirigió al baño. Al salir, el traje le quedaba sorprendentemente bien, como si hubiera sido hecho a su medida. Katalina lo miró con aprobación.

—Te ves muy bien. Sin todo ese cabello, tu rostro… eres guapo, Hades. No hay mujer que pueda resistirse a ti. Podrías tener a quien quisieras.

Hades se encogió de hombros, incómodo con los cumplidos.

—Supongo que soy apuesto, si tú lo dices.

De repente, Katalina lo abrazó por la espalda, con firmeza, su rostro escondido contra la nuca de Hades. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que no se atrevía a dejar caer.

—¿De verdad tienes que irte? —su voz apenas era un susurro—. ¿No puedes quedarte aquí conmigo?

Hades se giró lentamente, cogiendo el rostro de Katalina entre sus manos.

—No puedo quedarme, Katalina. Hay cosas que debo hacer, lugares a los que debo ir.

Katalina lo miró, sus ojos suplicantes.

—¿A dónde irás? Tú mismo dijiste que no tienes a dónde ir, que no tienes a nadie. Por favor, quédate.

La respuesta de Hades no llegó en palabras. En su lugar, la besó, un beso cargado de todo lo que no podía decir. Katalina respondió, llevándolo hasta la cama donde pasaron la noche juntos, buscando en el otro un refugio contra las inevitables despedidas.

Katalina lo miraba con una mezcla de ternura y tristeza, consciente de que su tiempo juntos estaba llegando a su fin. Cuando sus labios se encontraron, fue como si todo lo demás desapareciera. El beso comenzó suave, casi tímido, pero pronto se volvió más profundo, más urgente. Hades la sostuvo con firmeza, sintiendo cómo las emociones que había reprimido durante tanto tiempo comenzaban a desbordarse.

Katalina se dejó llevar por la intensidad del momento, sus dedos acariciando el cabello húmedo de Hades, mientras sus labios exploraban los suyos. La cercanía entre ellos se hizo más apremiante cuando Katalina comenzó a desabrochar el traje que él acababa de ponerse, sus manos temblando ligeramente por la mezcla de deseo y anticipación.

—Hades... —susurró ella entre besos, sus labios apenas separados de los de él—. No quiero que te vayas.

—Lo sé —respondió Hades, su voz ronca por la pasión contenida—. Pero esta noche… esta noche, estoy aquí contigo.

Katalina lo atrajo hacia sí, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo mientras él la recostaba con cuidado sobre la cama. Hades la miró a los ojos, buscando alguna señal de duda en su mirada, pero solo encontró aceptación y un deseo reflejado que igualaba al suyo. Lentamente, comenzó a despojarla de su ropa, sus manos recorriendo cada centímetro de su piel, como si quisiera memorizar cada curva, cada sensación.

Katalina arqueó la espalda, sus respiraciones entrecortadas mientras los dedos de Hades trazaban caminos de fuego a lo largo de su cuerpo. Sus labios, cada vez más demandantes, viajaban desde su cuello hasta su pecho, donde se detuvieron para saborear la dulzura de su piel. Un gemido suave escapó de sus labios, un sonido que encendió aún más la llama dentro de Hades.

Las manos de Katalina se deslizaron por la espalda de Hades, aferrándose a él como si quisiera asegurarse de que no desapareciera, que este momento fuera eterno. Cuando Hades finalmente se unió a ella, el mundo pareció detenerse por un instante, solo existiendo el calor, la conexión, y el latido compartido de sus corazones. Katalina lo rodeó con sus piernas, atrayéndolo más cerca, queriendo sentirlo más profundamente, mientras sus cuerpos se movían al unísono, siguiendo un ritmo tan antiguo como el tiempo mismo.

Los susurros de Katalina se mezclaron con los jadeos de Hades, palabras ininteligibles pero cargadas de emociones. La pasión que compartieron fue un refugio, una breve escapatoria del mundo que inevitablemente los esperaba al amanecer. Sus movimientos se hicieron más rápidos, más desesperados, como si cada uno intentara fundirse con el otro

El momento de intimidad se vio interrumpido por un golpe en la puerta. Hades se tensó y miró a Katalina con una expresión fría. "¿Esperas a alguien?"

Katalina se levantó y se acercó a la puerta. "No que yo sepa. Voy a ver."

Al abrir la puerta, un hombre de aspecto áspero y autoritario se presentó. "Buenas, Katalina. Hace tiempo que no nos vemos. Recuerda que hoy es el día de pagar la renta."

Katalina se tensó. "Lo sé, pero necesito más tiempo. Han ocurrido algunas cosas y no he conseguido el dinero."

El hombre frunció el ceño. "No me interesan tus razones. Solo quiero mi dinero."

"Te prometo que te pagaré," insistió Katalina, su voz temblando. "Pero dame más tiempo."

"¿No tienes dinero? Qué pena. Por cierto, noté que estás en ropa ligera y parecías muy sexy cuando estabas durmiendo. Estos días estoy generoso. Quizás podría perdonarte este mes de renta a cambio de algunos 'servicios'. ¿Qué te parece?"

Katalina frunció el ceño y lo enfrentó con determinación. "¿De qué estás hablando, cerdo?"

El hombre le dio una mano a la nalga. "Vamos, piénsalo. Si me haces pasar una buena noche, estoy dispuesto a perdonarte. Solo pido tu atención toda la noche."

Katalina lo abofeteó con furia. "¡Deja de hablar como un cerdo! ¡Déjame en paz!"

El hombre se enfureció y le devolvió la bofetada. "Maldita perra, ¿cómo te atreves? Yo que te di posada cuando tu padre murió." La golpeó de nuevo. "Sabes algo, no sé ni por qué te pregunto. Eres mía. Tu padre me debía mucho dinero. Incluso después de matarlo y robarle, eso no bastó para cubrir su deuda. Así que te tomaré a ti como pago. ¿Entendido, maldita?"

Katalina estaba atónita y llena de dolor. "¿Entonces mi padre no fue asesinado por ladrones? ¿Eras tú? Mi padre te quería como un hermano."

El hombre se rió cruelmente. "¿Y qué vas a hacer al respecto? Vas a ser mía." La empujó al suelo.

Hades se levantó con una frialdad palpable, su mirada se convirtió en una fría tormenta de furia contenida. "¿Cómo te atreves a tocar a mi mujer, maldito bastardo?"

El hombre se giró hacia Hades, con un cuchillo en la mano. "¿Y tú quién eres? ¿Qué haces aquí? Ahora entiendo, zorra, te estabas revolcando con este tipo."

Hades avanzó con una calma glacial. "Le vuelves a gritar a mi mujer y te juro que te cortaré la lengua."

El hombre se rió, apuntando con el cuchillo. "Mejor vete si no quieres morir."

Hades, con un gesto frío, le respondió. "Déjame devolverte esas palabras, maldito cerdo."

Katalina, con pánico en la voz, exclamó. "¡Hades, por favor, vete! Él te matará si no te vas ahora."

El hombre se burla. "Escucha a esta perra si no quieres morir."

Hades se acercó lentamente al hombre, su mirada era un glaciar implacable. "Katalina, ¿con cuál mano te abofeteó este bastardo?"

Katalina, con ojos entrecerrados por el miedo y la ira, respondió. "Creo que con la derecha."

Hades, con una calma perturbadora, tomó el brazo derecho del hombre, le desarmó y lo derribó al suelo. "Te dejé claro que si le volvías a gritar, me las pagarías."

Con un movimiento preciso y sin emoción, Hades partió ambos brazos del hombre. "Escucha bien, si hay algo que odio en este mundo, son las traiciones y las mentiras. Tú has hecho las dos. Así que despídete de tus brazos."

El hombre, gritando de dolor, trató de levantarse. "¡Maldito loco!"

"Vete ahora," ordenó Hades con voz de hielo, "si no quieres que te corte la lengua."

El hombre salió tambaleándose, y en el silencio que siguió, un hada apareció frente a Hades.

"Señor Hades, se le comunica que se solicita su presencia esta noche, en dos horas, en el Olimpo para la coronación del nuevo rey y la repartición de las tierras."

Hades asintió con gravedad. "¿En dos horas? Tengo que partir ahora mismo, pero..-

"Espero que se presente," dijo el hada, antes de desaparecer en un destello de luz.

Katalina, aún atónita por la aparición del hada, preguntó con curiosidad y miedo. "¿Qué fue eso? ¿Qué era esa cosa que estaba volando?"

Hades se giró hacia ella, su expresión fría y resuelta. "Escucha, Katalina, tengo que irme ahora. Lo siento, pero quiero que sepas que eres la única persona con la que me he sentido a gusto. En serio, me gustaría poder quedarme contigo para siempre, pero no puedo."

Katalina, con ojos llenos de súplica, se acercó a él. "Espera, ¿te vas? ¿Por qué no te quedas? Por favor, quédate."

Hades, con una frialdad melancólica en su voz, dijo. "Lo lamento. Gracias por todo. ¿Podrías darme una moneda de oro, si tienes?"

Katalina, confusa pero dispuesta, le entregó una moneda de oro. "Sí, pero ¿para qué la necesitas?"

Sin previo aviso, Hades tomó la moneda y, con un movimiento calculado, se cortó la mano con ella. De inmediato, una lluvia de monedas de oro comenzó a caer de sus manos, cubriendo el suelo de la habitación con una brillante capa de riqueza.

"Espero que esto te ayude a empezar de nuevo y que encuentres la felicidad," dijo Hades mientras observaba cómo el oro se acumulaba alrededor de ellos.

Katalina, sorprendida y emocionada, tomó la moneda original de las manos de Hades. "Espera. Toma esta moneda como recuerdo, para que no me olvides."

Hades aceptó la moneda con una mirada fría pero agradecida. "Gracias." Con un gesto deliberado, partió la moneda en dos mitades. "En ese caso, quédate con la mitad para que me recuerdes también."

Katalina, con lágrimas en los ojos, respondió. "Jamás te olvidaré."

Hades, con un leve toque de melancolía en su expresión, se acercó a ella. "Adiós, espero poder volver. Lo prometo, así que espérame."

La besó con una intensidad fría y distante, antes de desvanecerse en un destello de luz.

Katalina, rodeada de oro y con el corazón roto, permaneció allí sola, sosteniendo la mitad de la moneda mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

Continuará...

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