es mi segunda novela espero y les guste ☺️❤️
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cap 19
La lluvia caía con suavidad sobre Aeloria.
No era una tormenta. Era una despedida silenciosa del cielo, como si incluso las nubes supieran que esa noche podía ser la última para muchos.
Kael se detuvo frente al balcón de su habitación. Llevaba la armadura oscura con detalles dorados. El manto real. Su espada descansaba a un lado, brillando con un tenue resplandor etéreo.
Detrás de él, Lyra entró en silencio.
—No puedo dormir —susurró ella.
Kael no se giró al principio. Solo cerró los ojos.
—Tampoco yo.
Lyra se acercó, despacio, hasta estar a su lado.
—Quiero preguntarte algo —dijo.
—Hazlo.
—Si no volvemos… si esto termina mal… ¿harías algo diferente?
Kael la miró por fin. Había en sus ojos una tristeza que no había mostrado frente a nadie más.
—Sí. Te habría besado antes. Te habría amado más… sin miedo.
Lyra le tocó el rostro con suavidad, acariciando la cicatriz que cruzaba su mejilla.
—¿Y ahora?
—Ahora no hay espacio para el miedo.
Ella lo besó, pero no como despedida.
Fue un beso lleno de promesas no dichas, de futuros que querían construir, aunque el mundo se cayera a pedazos.
Y después, sin decir nada más, se tomaron de las manos y caminaron juntos hacia el amanecer.
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El ejército partió con los primeros rayos de sol. Las armaduras brillaban como espejos rotos, los estandartes ondeaban con la insignia de Aeloria: un fénix emergiendo del fuego.
Kael cabalgaba al frente. A su lado, Lyra, envuelta en su capa escarlata, con el cabello danzando como llamas al viento. Detrás de ellos, miles de guerreros, guardianes, criaturas del bosque, y hasta sombras convocadas por antiguos pactos.
El reino se levantaba.
Y marchaba hacia el hielo.
--- por ella —dijo uno de sus sirvientes.
—No —respondió Rhaegar con una sonrisa torcida—. Ella viene por mí.
Y cuando esté frente a mí… recordará quién es en realidad.
Extendió su mano, y la nieve cayó al revés, como si el tiempo estuviera empezando a quebrarse.
—Preparen el campo.
Porque cuando fuego y hielo se encuentren…
Uno de los dos dejará de existir.
El cielo sobre Thariel estaba roto.
Fragmentos de nubes negras giraban como cuchillas. Los árboles, antes cubiertos de escarcha, ahora eran cenizas congeladas. Y el silencio… era absoluto.
Hasta que llegó el primer cuerno.
El ejército de Aeloria se detuvo en seco, frente a los restos de lo que una vez fue una aldea. Las casas, sepultadas bajo hielo, parecían esculturas de otro mundo. No había cuerpos. Solo sombras grabadas en las paredes, como si el frío las hubiera borrado del tiempo.
Kael desmontó, la mano en la empuñadura de su espada.
—¿Dónde están los Caminantes?
—No los vemos —dijo un soldado—. Pero los sentimos.
Lyra avanzó unos pasos, sus ojos brillando como brasas. El fuego se agitaba en su interior. Un presentimiento crecía dentro de ella.
Y entonces…
La tierra crujió.
Desde debajo del hielo, una explosión.
Un Caminante emergió de las entrañas heladas, su espada negra apuntando directo al pecho de Kael. Otro le siguió. Y otro. Y otro más.
El suelo se quebró en todas direcciones.
Una emboscada.
—¡Escudo, escudo! —gritó el general Vareth, pero ya era tarde.
Los soldados de Aeloria fueron atacados por debajo, por criaturas hechas de hielo y muerte, sin alma, sin miedo. El combate comenzó en medio del caos. Acero contra escarcha. Magia contra magia.
Lyra invocó una ola de fuego que barrió a tres enemigos a la vez. Su cabello flotaba, envuelto en llamas vivas. Era un torbellino de destrucción, pero por cada enemigo que caía… dos más aparecían.
Kael se abría paso con su espada encantada, cortando hielo como si fuera papel. Gritaba órdenes, protegía a sus hombres. Pero entonces, algo lo hizo detenerse.
Un rugido.
No humano.
Del centro del pueblo destruido, una figura se alzó.
Rhaegar.
Sus ojos eran cristales agrietados. Sus manos, extendidas como si dirigiera una sinfonía de muerte.
—Bienvenido, Kael —dijo, con una voz que resonó en todos los rincones—. Has traído el fuego. Justo como soñé.
Kael corrió hacia él, espada en mano.
—¡Por Aeloria!
Pero al dar el primer paso… el hielo lo atrapó.
Una trampa.
Kael cayó de rodillas, atrapado por cadenas heladas que surgieron del suelo.
—No tan rápido —dijo Rhaegar—. No sin verla primero.
Levantó la mano, y entonces… una jaula de hielo descendió del cielo.
Dentro estaba Lyra. Inconsciente.
Kael gritó su nombre, con furia y terror.
Pero Rhaegar solo sonrió.
—Ahora empieza el verdadero juego.
Y con un movimiento, todo Thariel tembló.
La batalla había sido solo el prólogo.
La guerra real… acababa de comenzar.