Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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BRILLA
—¿Cómo te sientes? —Me atrevo a preguntarle.
Estamos caminando a la orilla del río, el sonido del agua es perfecto y la calma de este lugar me hace pensar en la belleza de la vida.
—¡Muy bien! La comida que preparó tu abuela estuvo muy deliciosa.
Nuestras manos están entrelazadas, la sombra de los árboles es refrescante y nuestros pulmones se llenan de oxígeno puro.
—¿Que opinas sobre mis otros primos? —Me da curiosidad saber, lo vi sonreír bastante a la hora de la comida, evidentemente no me senté junto a él—. ¿Cómo te trataron?
Se ríe, me mira y suspira.
—Son buena onda. Me trataron como si fuéramos amigos de mucho tiempo. ¡Me hicieron sentir en familia!
—Sí. Así somos nosotros —me detengo en la presa, una mojarra salta y eso me hace sonreír—. ¿Sabes nadar?
—Sí.
—¿Quieres nadar un poco? —Me atrevo a preguntarle.
—¿En el río?
—Sí. ¿Has nadado alguna vez en un río?
—No.
—Bueno, hoy es tu oportunidad.
—Pero no trajimos ropa para nadar —se preocupa él.
—No te preocupes. La ropa se seca.
Me mira con mucha curiosidad, como si mis palabras fuesen una broma.
—Cuando salgamos nos secamos con el viento. Si te da frío, te lo aguantas. ¡No puedo desaprovechar esta oportunidad! No vengo seguido al río —me quito los tenis, los calcetines, me bajo el pantalón, mis pies tocan la tierra, me mira a los ojos con curiosidad y entonces me levanto la playera para poder quitármela. ¡No me da pena! En mi inocencia no hay morbo—. Igual si no quieres no te sientas obligado, puedes esperarme debajo del árbol.
—Sí quiero nadar también —responde.
Intercambiamos miradas curiosas y entonces se quita la playera.
—Va. No es muy profundo pero tampoco es peligroso —le hago saber.
Me aviento en bomba. El agua me recibe con tranquilidad y me hundo hasta tocar el suelo. Abro los ojos, veo partículas de agua y al salir, respiro con normalidad. Él también se avienta un clavado, lo veo entrar al agua y segundos después veo su rostro salir a la superficie. ¡Increíble!
—¿Verdad que no está fría? —Le pregunto.
—No. No está fría. ¿Aquí aprendiste a nadar?
—Sí. Mis primos y yo veníamos seguido cuando éramos niños.
—¿Cuando fue que se mudaron a la ciudad?
—Fue después de graduarme de la primaria. Papá consiguió empleo en la ciudad y también construyó la casa donde vivimos actualmente.
—¿Tú si querías mudarte?
—La verdad no. Cuando era niña no entendía muchas cosas, pero ahora que he crecido, me alegro de habernos mudado.
—Este lugar es muy tranquilo. ¡Me gusta! —Su sonrisa mojada me causa alegría.
—Pues de este lugar es de donde soy. ¡Aquí están mis raíces!
Estamos cerca, su cuerpo y el mío. El agua nos permite estar unidos.
—Ojala mi familia fuese como la tuya, pero solo somos mamá y yo.
—Pues tú ya eres parte de mi familia. ¿Te agrada la idea?
—¡Gracias por ser tan buena conmigo! Yo... siento que estoy en deuda contigo —sus palabras me causan ternura.
—No me debes nada. Todo lo que hago y doy por ti, es porque me gustas —permito que mi boca exprese lo que mi alma siente.
—¿Te gusto?
—¡Me gustas!
Su sonrisa se amplía y sus dientes están más expuestos. Su barba me hipnotiza, hay gotas de agua en sus vellos faciales. Hago que mi mano izquierda salga y con mucha tranquilidad toco su rostro, sus cejas se mueven coquetas y él baja la mirada a mis labios. ¿Besarnos?
—¿Aún soy tu novio de apariencia?
—Aún eres mi novio de apariencia. ¿A qué te gano aguantando la respiración?
—¿Me estás retando?
—Sí.
—Acepto tu reto.
—A la tres nos hundimos y el que aguante más tiempo sin respirar, gana.
Busco sus manos, el agua me da nuevas sensaciones y el contacto visual es magnífico.
—Uno —el comienza con el conteo—. Dos. ¡Tres!
Respiramos a profundidad y nos hundimos. Abro los ojos y veo que él tiene cerrados los ojos. Su cabello baila adentro del agua y me parece muy atractivo verlo así.
...🫦🫦🫦...
—¿Fueron al río? —Mi abuelita me pregunta.
—Sí.
Estamos terminando de acomodar unos canastos con fruta, son las diez de la noche.
—¿Massimo está con Francisco?
—Fueron a cazar.
Ella sonríe.
—Tu madre me dijo que es un hombre rico —confiesa ella.
—Tiene dinero. Es jefe de una empresa importante.
—¿De verdad te gusta ese muchacho? —En su mirada percibo la curiosidad.
—Sí, me gusta.
—Parece muy sencillo.
—Ha sufrido mucho.
—¿Sus padres?
—Solo tiene a su mamá, su padre falleció.
—Igual que el tuyo.
—Sí.
Pongo unas naranjas debajo de un racimo de plátanos. Las uvas van cerca de las fresas y solo ella y yo envolvemos los presentes que llevaremos el día de mañana.
—Hacen buena pareja. Se nota que se saben entender.
—¿Cree que así sea?
Asiente y sonríe.
—Todas las parejas funcionan cuando hay comprensión, comunicación y amor. No un amor de palabra y mucho menos de apariencia, el verdadero amor es aquel que no busca sus propios intereses, no es egoísta y tampoco celoso. ¡Todo lo soporta! Eso dice la Biblia, la he estado leyendo.
—Suena bien.
—Te digo esto porque eres joven y tienes la oportunidad de ser feliz. Verte al lado de ese muchacho me recuerda a cuando yo conocí a tu abuelo. Fue repentino, nos tratábamos con inocencia y respeto.
—¿A qué edad se casó usted?
—Yo tenía dieciocho años y tu abuelo tenía veinte.
—¿Cuál cree que es la mejor edad para casarse?
—¡Eso no lo sé! Para cada persona es diferente. Algunos se casan jóvenes, otros un poco maduros y hay quienes se casan en su punto más maduro y eso está bien. Mientras ambos sean felices, la edad o lo que digan los demás no debe importar. Un matrimonio es de dos personas y si ambos están listos para casarse, adelante.
Sus palabras me hacen meditar un poco. ¿Cuál es el propósito de un noviazgo? ¿Para qué salir con alguien? ¿Para qué darle alas a un romance? ¡Yo creo en el amor eterno! Yo sí creo en la felicidad con una persona. Yo sí creo en el amor bonito.
—¿Fue fácil su matrimonio?
—No. Claro que tuvimos retos y problemas. Eso es normal. Ningún matrimonio está exento de imperfecciones. Recuerda que un matrimonio está formado por dos personas que son criadas de diferente forma. Cultura diferente, sentimientos diferentes, familias diferentes, pero sobre todo, corazones similares.
Corazones similares. ¡Eso me gustó!
—Massimo y yo hemos hablado de matrimonio.
—¿Se piensan casar?
—Quizá.
—Bueno, si es que deciden casarse, yo los apoyo. ¡Yo te ayudaré con el banquete!
...🫦🫦🫦...
—¿Qué haces? —Rubén me mira con atención.
—Termino de enjuagar la fruta.
—¿Quieres ayuda?
—¡Gracias! Pero…
Se acerca al lavadero y comienza a frotar las naranjas con un estropajo enjabonado.
—Así que tienes novio —dice él.
—Sí.
—¡Eres muy bonita!
—Gracias.
—¿Cómo lo conociste?
—Hablando, cuando hablas con alguien tienes la oportunidad de conocer.
Se ríe. Se gira a mirarme y percibo su aliento alcohólico.
—¿Te parezco atractivo?
—No.
—¿Por qué no?
—Estás borracho.
—¿Nunca has visto a Massimo borracho?
Su pregunta me causa curiosidad.
—Yo…
—Yo sí. ¡Se pone muy loco!
Me saca de onda su comentario.
—¿Qué dices? Tú…
Su celular comienza a timbrar.
—Tengo que irme. Es Antonio. ¡Ahorita regreso!
—No regreses, no necesito tu ayuda.