Sacha, buscando una lectura emocionante, se topa con "Emperador, ¿por qué mataste a mi hermano?", una novela BL donde el emperador, obsesionado con Leo, lo mata accidentalmente al proteger a su hermana adoptiva.
Al terminar la novela, Sacha se ve transportada al mundo ficticio, convirtiéndose en la hermana adoptiva de Leo. Ahora, con el conocimiento del futuro, debe proteger a su hermano del emperador, un hombre que, aunque lo amaba, lo mató por un error trágico.
Sacha se enfrenta a un dilema: ¿puede cambiar el destino de Leo sin sacrificar su propia felicidad? ¿O se verá atrapada en un romance peligroso con el emperador, un hombre que, a pesar de su amor, es capaz de cometer actos terribles?
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Redes de intriga
El día amaneció cubierto de una neblina espesa, como si el bosque conspirara para ocultar los secretos que los nobles llevaban consigo. El campamento estaba más agitado que nunca; las conversaciones eran susurros tensos, y las miradas parecían esconder sospechas.
Sacha, envuelta en un manto ligero, intentaba encontrar algo de tranquilidad mientras paseaba cerca del arroyo donde el día anterior había tenido aquella incómoda conversación con el emperador. No podía evitar sentir que algo estaba fuera de lugar, una sensación que se intensificaba con cada mirada furtiva que recibía.
Leo apareció detrás de ella, como siempre, con su semblante protector.
—Te dije que no deberías estar sola.
Sacha rodó los ojos y sonrió levemente.
—No estoy sola si tú siempre estás siguiéndome.
Leo frunció el ceño, ignorando la broma.
—Algo no me gusta de este lugar. La llegada de Adrien no es una coincidencia.
Sacha asintió. Ella también lo sospechaba, pero no quería admitirlo en voz alta.
Mientras regresaban al campamento, un hombre joven y esbelto, con cabellos rubios y rizos que caían sobre sus hombros, apareció frente a ellos. Su porte era elegante, pero su ropa sencilla sugería que no era un noble.
—Mis disculpas por interrumpir —dijo, inclinándose ligeramente—. Mi nombre es Cassian, y soy ayudante de Lord Duval. Él me ha enviado para entregarle esto a Lady Sacha.
De su bolsillo sacó una pequeña caja de madera, decorada con intrincados grabados que representaban hojas de laurel.
—¿Qué es esto? —preguntó Leo, interponiéndose entre Sacha y el hombre.
Cassian sonrió con calma, pero sus ojos brillaban con astucia.
—Solo un obsequio de mi señor. Él pensó que sería de su agrado.
Sacha, aunque intrigada, dudó en tomar la caja.
—Por favor, transmítale a Lord Duval mis agradecimientos, pero no puedo aceptar esto sin saber qué contiene.
Cassian se encogió de hombros.
—Como desee, milady. Pero le aseguro que no es más que un gesto de cortesía.
Dejó la caja en una roca cercana y se retiró con una reverencia. Cuando estuvo lo suficientemente lejos, Leo tomó la caja con cuidado y la abrió. En su interior había un medallón de plata con un diseño elegante: un árbol cuyas ramas se entrelazaban con raíces en espiral.
—Esto no es un simple obsequio —dijo Leo, examinándolo—. Es un símbolo de la casa Duval.
Sacha lo miró, confundida.
—¿Qué significa?
—Significa que Adrien está intentando algo. Y no me gusta.
Mientras tanto, en la tienda de Lord Duval, Cassian regresó con una sonrisa triunfante.
—¿Se lo diste? —preguntó Adrien, mientras afilaba un cuchillo con movimientos pausados.
—Sí, aunque parecía más intrigada que complacida.
Adrien rió suavemente.
—Perfecto. La curiosidad es la primera llave para abrir cualquier puerta.
Marianne, la consejera del emperador, apareció en ese momento, entrando sin anunciarse.
—¿Juegas a dos bandas, Adrien? —preguntó con tono mordaz.
Adrien levantó la vista y le dedicó una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Siempre, querida Marianne. Pero no te preocupes, mis intereses están alineados con los del emperador. Por ahora.
—Espero que sea así. Él no es alguien que tolere la deslealtad.
Adrien inclinó la cabeza en un gesto de aparente sumisión, pero cuando Marianne salió, su expresión cambió a una de calculadora frialdad.
—Por ahora —murmuró para sí mismo.
Esa tarde, el torneo de caza continuó. Esta vez, Sacha se unió a los nobles en los límites del bosque, acompañada de Leo, que no dejaba de vigilar cada movimiento a su alrededor.
—¿Ves algo extraño? —preguntó Sacha, tratando de aliviar la tensión.
—Todo me parece extraño —respondió él, con la mandíbula apretada.
Mientras avanzaban, un grito resonó a lo lejos, y los caballos de algunos nobles se alteraron. El grupo se dirigió rápidamente hacia el origen del sonido, donde encontraron a un joven noble tendido en el suelo, con una flecha atravesando su muslo.
—¡Ayuda! —gritó, retorciéndose de dolor.
Sacha desmontó de inmediato, sin dudarlo.
—Leo, necesito que me ayudes a detener el sangrado.
—Sacha, esto podría ser una trampa.
—Lo sé, pero no podemos dejarlo así.
Con manos firmes, Sacha arrancó un trozo de tela de su vestido y lo usó para presionar la herida, mientras Leo vigilaba los alrededores. Finalmente, llegaron más nobles, incluido el emperador, quien observó la escena con expresión calculadora.
—¿Quién disparó? —preguntó con voz autoritaria.
El joven, todavía temblando, negó con la cabeza.
—No lo sé, su majestad. No vi a nadie.
El emperador miró a Sacha, sus ojos oscuros estudiándola como si intentara leer su mente.
—Lady Sacha, parece que siempre estás en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Ella mantuvo la mirada firme, aunque su corazón latía con fuerza.
—Solo hice lo que cualquiera habría hecho, su majestad.
Más tarde esa noche, mientras el campamento se calmaba, Leo examinó la flecha que habían recuperado.
—Esto no es obra de un cazador cualquiera —dijo, mostrando el diseño intrincado del proyectil.
—¿Qué significa eso? —preguntó Sacha.
—Significa que alguien aquí tiene intenciones ocultas. Y estoy empezando a pensar que tú eres el objetivo.
Sacha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Mientras Leo colocaba la flecha junto al medallón que Adrien le había enviado, no pudo evitar preguntarse qué tan profundas eran las aguas en las que ahora nadaba.
En otro rincón del campamento, Adrien y Cassian brindaban en silencio, satisfechos de cómo se estaban desarrollando las cosas.
—Es solo el comienzo, Cassian. Solo el comienzo.