Las gorditas no tenemos derecho a enamorarse.
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Capítulo 10
Rosita me ha caído tan bien, que me agrada hablar mucho con ella, gracias a su presencia ya no me siento sola en esta casa tan grande. Durante el desayuno hablamos de su familia y parte de su vida, es una mujer muy noble y trabajadora.
Una vez termino de desayunar, subo de nuevo a mi habitación. Justo cuando voy entrando timbra mi celular, es un número desconocido, así que contesto — buenos días… del otro lado una señorita me dice — estamos hablando con la señorita Mariana del Castillo?… afirmó con un — si señora… ella dice devuelta — recibimos su hoja de vida y estamos interesadas en su historial laboral, ¿será posible que venga hoy a las 2 de la tarde a la empresa?… contestó emocionada — claro que si señora… ella responde — Perfecto, acá la esperamos, pregunta por la jefe Liliana… confirmo la información y luego cuelgo.
Me siento feliz, trabajar me vendrá muy bien, se que podré ahorrar lo suficiente para poder dejar esta carcel, aunque no se cuanto tiempo pueda aguantar.
Mientras estoy organizando unas cosas para la tarde, entra una de las colaboradoras de la casa y dice — señora, la señorita Isabel, está acá… extrañada le digo — ¿quien es Isabel?… ella sonríe y dice — la asistente del señor… hago un gesto de fastidio y la señorita sonríe diciendo — le digo, que ya baja?… afirmó con la cabeza.
Pues si, realmente mi look es muy simple, pantalones de mezclillas, camisas holgadas y tennis, además que siempre utilizo una cola de caballo y no me maquillo.
Cuando bajo a recibir a la señorita asistente, me doy cuenta que es la misma que nos recibió en la notaría el día del matrimonio, es una mujer muy hermosa.
Ella me saluda con desden diciendo — buenos días señora… le sonrío por cortesía pero me doy cuenta que no está aquí por gusto, así que le respondo el saludo de la misma manera en que ella lo hizo, con poco agrado.
Realmente esta situación me parece una estupidez, pero accedí porque Miguel no me dio opción, así que hice todo lo que la asistente me dijo.
Cuando terminamos si me veía diferente; y no puedo negarles que lo que veía me gustaba, pero no me sentía yo.
Cuando se suponía que ya íbamos para la casa, ella dice — señora, vamos para la oficina del señor… la miro extrañada y le digo — ¿por qué?… ella con indiferencia dice — solo me dio esa orden… veo que no le caigo nada bien a la señorita, por eso no cuestiono más.
Pienso que ojalá me pueda desocupar antes de las dos, no quiero llegar tarde a la entrevista de trabajo.
Después de unos cuantos minutos, llegamos a un enorme y lujoso edifico, el cual tiene el nombre de corporativo internacional Miguel Torres, yo aún no dimensionaba el poder y dinero que pudiera llegar a tener el demonio.
Para subir a la oficina de Miguel, se debe tomar un ascensor privado el cual solo utiliza él y su asistente. Mientras subimos ella hace una llama y dice —Jorge pasa las compras que están en mi carro al del señor… luego de decir eso cuelga.
Después de unos minutos llegamos a un piso intermedio, ahí ella dice —siga señora… la miro y hago una reverencia de gratitud. Caminamos por un salón hermoso, donde hay una recepción, la señora encargada de esa área saluda muy amablemente a Isabel, luego de unos cuantos pasos más, entramos por unas puertas gigantes, cuando ella las abre lo veo tan imponente, guapo pero a su vez frío y distante.
Levanta ligeramente la vista y dice — Mariana iremos a almorzar… lo miro extrañada y digo — ok… luego la asistente se acerca con sensualidad hacia donde él se encuentra y le dice unas palabras casi en el oído; a él no parece incomodarle al contrario parece corresponderle, volteo la vista y veo un sofá hacia la ventana, ese sofá me alejaba de esa escena grotesca que estaba presenciando, así que me acerqué a ese rincón de la gran oficina y me quede contemplando la vista que es hermosa, mientras ellos “hablaban”.