– He vivido tantas vidas que me resultan absurdas las personas que matan por poder y avaricia, o aquellas que quieren ser jóvenes eternamente. De nada sirve vivir sin un propósito o amor verdadero.
— Soy Gustavo Chevalier, el emperador del vasto imperio Terra Nova, pero durante muchos años fui el paladin de mi hermano. Fui testigo de cómo amó a su ahora esposa con todo el corazón en sus diferentes facetas.
— Han pasado siglos, pero yo sigo añorando su olor, su dulzura, su reconfortante presencia y su preciosa sonrisa, que iluminaba mis días.
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Solo es una máscara
— Mi señor, la presa va directo a la madriguera.
— Vamos, esta es la oportunidad que estábamos esperando; no hay que dejar que escape. — Mientras los hombres se preparaban para emprender su camino, en el ducado Mesellanas, Mónica se despedía de su padre.
— ¿Llevas todos los brebajes? — preguntó el duque a su hija.
— Sí, también llevo algunos de repuesto, además de plantas y flores, por si tenemos alguna emergencia extra. Tendré que hospedarme en la posada del pueblo por una semana para atender mejor la demanda. Terminaré con todo, lo antes posible tampoco puedo pasar demasiado tiempo en el pueblo, puedo ser descubierta.
— Bien, ve con cuidado. Esa zona se ha vuelto peligrosa para las mujeres. Que no descubran tu verdadera apariencia. Si ves algún movimiento extraño, retírate de inmediato. Mañana enviaré más guardias que estarán ocultos para que te cuiden mejor —dijo el duque a su hija, quien iba disfrazada de hombre para no ser un blanco fácil. Esto era arriesgado, pero confiaba en que todo saldría bien.
— Tendré cuidado. — Mónica subió al viejo carruaje; esta vez no era conveniente ir con su doncella. En su lugar, iba un guardia disfrazado de un aldeano común, pero no debía confiarse. Ese pueblo quedaba lejos del ducado y pertenecía al conde Leyer, pero su mala gestión había dejado mucho que desear. Las personas estaban muy enfermas y necesitaban doctores, pero el conde no atendía la demanda y el emperador aún no había intervenido. Por lo tanto, el ducado Mesellanas debe de intervenir, ya que ellos son la casa formadora de doctores. Por lo cual, el duque tiene el puesto de ser el ministro de salud y tiene autoridad para moverse en los diversos territorios para atender las emergencias de la población con respecto a salud.
Esta no era la primera misión encubierta que realizaba Mónica, pero ese territorio se había vuelto un tanto peligroso e inestable, sobre todo para las señoritas, ya que se reportaron varios casos de desaparición.
Aunque Mónica estuviera acostumbrada a estos viajes largos, su cuerpo estaba agotado. Aún así, se adentró en el pueblo y comenzó a chequear a los aldeanos. Ella no hablaba, solo escribía, y su acompañante hablaba por ella. Una cosa que no podía fingir era su voz, y eso la podría meter en grandes aprietos. Además, no era bien visto que las mujeres hicieran ese tipo de labores; algunos hombres se resistían a ser atendidos por creerlas inexpertas. Así que, para ahorrarse inconvenientes, era mejor ir disfrazada de hombre. Tuvo que prepararse durante días para que su rostro no luciera como el de una mujer, con métodos no muy comunes.
— Tiene que guardar reposo por al menos un día. Aquí están los medicamentos para que trate su dolencia —le dijo el joven que acompañaba a Mónica al hombre que estaban atendiendo . Era el último paciente, ya que la noche había caído y no les permitía hacer más.
— ¿Por qué él no habla? —preguntó el paciente señalando a Mónica, con duda.
— Mi compañero nunca pronunció palabra alguna. Tengo entendido que desde pequeño es así —dijo el caballero tranquilamente, a lo que el hombre asintió. Era extraño estar cerca de personas mudas.
Terminaron de atender al hombre y se dispusieron a ir a la posada.
— Los aldeanos preguntan mucho; su hermano debería estar aquí, no usted. Esto es peligroso —le dijo el guardia en susurros, con miedo de ser escuchado. Mónica solo negó con la cabeza; su hermano era un cobarde que no se atrevía a salir de los muros del ducado. Fue por eso que ella rogó a su padre que le permitiera hacer el trabajo de visitar los pueblos, su padre ya era muy viejo para hacer ese tipo de trabajo. Lo bueno es que su hermano nunca tomará el puesto de duque; para eso están entrenando en secreto a su pequeño sobrino, que está en otro pueblo atendiendo otra emergencia.
Para llegar a la posada, tuvieron que pasar por una vereda que estaba desolada, pero eso era lo de menos; ellos iban vestidos como hombres, así que no corrían ningún peligro.
Lograron llegar al pueblo que estaba a unos metros de la posada sin contratiempos.
La posada estaba en el centro de muchos callejones, pero de uno de ellos se escuchaban gritos horripilantes. Los pocos aldeanos que estaban afuera corrieron a esconderse; ellos, sin saber qué hacer, quedaron paralizados por un breve momento, hasta que finalmente comenzaron a avanzar. Sin embargo, sus piernas temblaban tanto que parecían borrachos. Al pasar cerca del callejón de donde se escuchaban los gritos, la luz de la luna iluminó a los que estaban dentro, dejando ver la atroz escena.
Un hombre estaba degollando a otro, pero el perfil del agresor era inconfundible. Mónica estaba segura de que era el emperador; ella lo había detallado a la perfección y no podía estar equivocada. De la impresión, terminó desmayada, por lo cual su compañero la sacó del lugar de inmediato, sin siquiera ver qué estaba pasando allí. No era bueno inmiscuirse en actos de bandidos; su deber era sacar a su señorita de allí.
— Mi señor, ¿quiere que vaya por ellos? —preguntó un hombre vestido totalmente de negro.
— Déjalos, solo eran un par de borrachos. Mañana no se acordarán de nada. ¿Las mujeres, dónde están?
— Están a salvo, ya las llevamos al refugio. Toda la familia está contaminada.
— Con la lamentable muerte del conde Leyer, tomaremos posesión del condado y arrestaremos a toda la familia —dijo el emperador mientras miraba la cabeza del conde Leyer, que estaba separada del cuerpo del hombre.
Ellos abandonaron el pueblo cuanto antes. Ante los ojos del pueblo, la muerte del conde quedaría como un asalto debido a la continua inseguridad, o como alguna venganza de parte de algún enemigo. Por su parte, Mónica recobró la conciencia a las pocas horas, pero estaba realmente aterrada; no dejaba de pensar en lo que había visto.
—Era el emperador; estoy segura de que era él. Nunca pensé que fuera un hombre con la sangre tan fría para matar a alguien de semejante manera. Una vida no debe ser arrebatada. —Mónica estaba creando en su cabeza una mala imagen del emperador solo por lo que vio, sin saber el trasfondo. Ella estaba en contra de las condenas que implicaban la pena de muerte; creía que las personas podrían arrepentirse tras los barrotes, pero, ¿qué podría saber una jovencita criada en el seno de una familia noble que no terminaba de conocer el mundo exterior y la maldad que en él habitaba?
El pueblo se había vuelto un caos; los habitantes estaban aterrados al encontrar la cabeza del conde colgada y, a poca distancia, partes de su cuerpo por todas partes. En la capital no era diferente; el emperador había mandado llamar a la familia del conde y ahora estaban siendo juzgados.
— Por los delitos de secuestro, tráfico de personas, explotación de índole sexual y laboral, serán condenados a la guillotina; todos sus bienes y propiedades serán confiscados, junto con su título de la nobleza —dijo el emperador, realmente molesto, habian demorado demasiado en actuar. Las pruebas para condenar al conde eran lo de menos; lo que aún no habían encontrado era dónde tenían a las mujeres y cuáles eran sus socios, por lo cual lo estuvo vigilando durante meses hasta que encontraron el lugar donde llevaban a las mujeres. Al encontrar al conde en el acto, en el lugar también hallaron documentos con nombres de diferentes nobles de la corte que desaparecerían en los siguientes días.
En la corte, algunos funcionarios estaban algo temerosos. El conde había muerto de una forma muy cruel y no se sabía quién era el responsable. A este paso, no sabían si era mejor morir a manos del hombre que mató al conde o que el emperador los mandara a la guillotina.
Por su parte, Mónica pudo presenciar el estado en que quedó el cuerpo del conde, lo que hizo que repudiara aún más al emperador. A los pocos días, llegaron guardias imperiales que recorrieron todo el condado buscando a los criminales y a sus cómplices.
Al cumplirse la semana, Mónica volvió al ducado, pero era evidente que algo en ella había cambiado. Ella pensaba que el emperador era alguien bueno, pero resulta que no era así y eso por una extraña razón, le dolió.
— Bienvenida, tu misión fue todo un éxito. Felicidades. En dos días asistiremos a un baile en el palacio; el emperador dará un anuncio importante. Descansa hasta ese día. — Mónica le hizo una reverencia a su padre y se retiró del despacho, encerrándose de inmediato en su habitación.
— Solo es una máscara; su falsa amabilidad es una fachada para ocultar lo que hay en su interior. — Mónica trató de pensar en otra cosa. Al final de cuentas, no sabía por qué se sentía tan decepcionada. Con ese sentimiento, terminó por quedarse dormida.
😅😅😅
Cambio de nombres: Margaret en lugar de Mónica
1- tendrá el testimonio en tiempo real de las víctimas del depravado conde.
2- despertará a la realidad de todo lo que el Emperador ha hecho por su pueblo, en especial las mujeres.
3- tendrá la posibilidad de ayudar a esas chicas con sus habilidades de sanadora.
Tal vez así entienda que el amor que el Emperador siente por ella es real, puro y sincero; desde siempre y para siempre.