En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capítulo 10 la confrontación
Cuando recibí el correo que confirmaba mi aceptación en el programa de intercambio cultural y la beca para estudiar medicina en Catar, sentí que todo mi mundo se tambaleaba. Estaba a punto de tomar una decisión que cambiaría mi vida, pero no podía evitar pensar en lo que dejaba atrás: mis padres, mi perrita Shary, mi hogar. El dolor de separarme de ellos me dolía más que cualquier otra cosa. Aún no sabía si estaba lista para hacer ese sacrificio.
Y aún más, la confusión que sentía por lo que había pasado con Markus me mantenía atrapada en un torbellino de emociones. El teléfono dañado por su furia, las palabras que me había dicho, el beso que nunca debí haber dejado que ocurriera. No había podido hablar con Emir desde que me fui de Afganistán, y lo peor de todo era que ni él ni Markus sabían que yo regresaría a Catar. ¿Sería mi regreso un error?
Mientras tanto, en Catar, Emir seguía atrapado en su dolor. Había recibido las palabras de Markus como si fueran una espada atravesando su corazón. La mentira que le había contado sobre mi relación con Markus lo consumía. No quería creerlo, pero las palabras de Markus lo habían marcado, y aunque algo dentro de él dudaba, también sentía la necesidad de hacerle frente. Después de todo, la idea de que yo estuviera con Markus lo devastaba.
Lo peor de todo es que Emir no sabía que yo estaba en Suecia, recuperándome de todo lo que había vivido. Y Markus, por supuesto, no tenía idea de que yo estaba a punto de regresar a Catar. Ambos creían que mi vida había seguido su curso, sin saber que el destino nos tenía algo preparado.
Giro inesperado:
Markus recibió una orden inesperada: sería transferido a Catar para unirse a la misión humanitaria. Su trabajo en Afganistán había llegado a su fin. Sin embargo, su mente aún estaba en Helena, la mujer que había capturado su corazón. La comunicación se había perdido después de su separación, pero sabía que ella había regresado a Suecia.
Con una mezcla de emociones, Markus aceptó su nuevo destino y firmó el contrato como médico en Catar. No podía imaginar que su llegada allí desencadenaría un enfrentamiento inevitable con Emir.
El sol comenzaba a esconderse tras las montañas de Catar cuando Emir, sentado en la oficina de la misión humanitaria, miró su teléfono en ese momento cuando recibe una llamada que lo sacude de sus pensamientos: Faisal, su amigo y compañero en la misión humanitaria.
—Emir dice Faisal con voz seria, al otro lado de la línea —Markus llega mañana a Catar para unirse a la misión. Lo han asignado como médico de apoyo. Quiero que sepas que no tenemos idea de lo que ocurrió entre él y Helena en Afganistán,
Emir frunció el ceño y colgó. Las palabras de Faisal resonaron en su mente como un eco. Markus, el hombre que él pensaba que era solo un colega, ahora tiene algo más que ver con Helena Algo que Emir no está dispuesto a aceptar.
Al día siguiente, el destino los reuniría de nuevo.
Markus llegó a la base con su habitual arrogancia. Había algo en su forma de caminar, en su actitud de superioridad, que hacía que Emir sintiera una presión en el pecho. No sabía si era por lo que Markus había hecho o por lo que pensaba que había sucedido, pero lo cierto es que la tensión entre ellos era incómoda
Cuando Markus entró en la oficina de Emir, un silencio pesado se extendió entre los dos hombres. El ambiente estaba cargado de una electricidad invisible, una energía que no necesitaba palabras para ser entendida.
—Así que eres el gran coordinador de la misión, —dijo Markus con una sonrisa tensa, mirando a Emir de arriba abajo
—Parece que el destino nos ha reunido de nuevo, Emir.
Emir lo miró fijamente, intentando controlar el impulso de golpearlo, pero la ira se apoderaba de él cada vez más…
–¿Qué haces aquí? –preguntó Emir.
–¿No es obvio? Trabajaré aquí. Parece que nuestro reencuentro era inevitable, ¿no te parece? –contestó Markus, con una sonrisa sarcástica.
–No entiendo por qué te transfirieron. Afganistán necesita médicos. Hablaré con los superiores; deberías volver allí –dijo Emir, con tono cortante.
–Emir, no pedí estar aquí. Solo sigo órdenes, Markus se encogió de hombros.
–Pues hablaré con el jefe. Afganistán es donde más falta haces –insistió Emir.
Markus se acercó, en un tono burlón.
–¿O será que te molesta que esté aquí porque Helena es mi novia?
La mención de Helena hizo que Emir perdiera la compostura por un instante. Respiró hondo, tratando de mantener la calma.
–No confundas el trabajo con algo personal, Markus. Eso no es profesional.
–¿Vas a darme lecciones de profesionalismo? Aunque seas el coordinador, no pienso tolerar que intentes manejarme.
–Soy el consejero del jeque y el coordinador de esta misión. No estás a mi nivel, y harías bien en recordar eso –replicó Emir, levantando la voz.
Markus soltó una risa irónica.
–¿Eso te hace sentir mejor? Ser el gran coordinador, consejero del jeque… Pero dime, ¿de qué sirve tu posición si no pudiste conquistar a una mujer?
La provocación de Markus alcanzó su punto más bajo cuando añadió en un susurro venenoso:
–Helena es mía Emir. La hice mía, Cada parte de su cuerpo me pertenece
Emir no respondió de inmediato. Cada palabra de Markus le atravesaba como una flecha. ¿Era verdad? ¿Realmente Helena había sido suya? A pesar de las dudas que podían surgir, Emir no pudo evitar creer en lo que Markus le había dicho.
—No sé por qué sigues diciendo esas cosas —respondió Emir, intentando calmarse, aunque su voz traicionaba su ira contenida —Pero no me vas a convencer. Helena… Helena no es tuya, Markus.
Markus sonrió de nuevo, disfrutando del sufrimiento de Emir.
—¿De verdad lo crees? —dijo Markus, acercándose más. —Yo sí la tuve, Emir. La toqué toda, cada rincón de su piel. La hice mía de una forma que tú jamás podrás entender. Eso es algo que tú nunca vas a lograr.
Esas palabras fueron como una bomba estallando en la mente de Emir. Aunque algo dentro de él intentaba resistirse a la idea, no podía evitar creerle. La certeza de que Helena había estado con Markus lo destrozó por dentro. El dolor y la ira lo envolvieron por completo. No pudo más.
En un arrebato de furia, Emir se lanzó contra Markus. Su puño impactó contra el rostro de Markus con tal fuerza que el sonido del golpe resonó en la sala. Markus cayó al suelo, atónito por la rapidez con la que Emir había actuado.
Markus se levantó rápidamente, pero no parecía preocupado. Solo había una sonrisa maliciosa en su rostro.
—¿Eso te hace sentir mejor, Emir
—preguntó Markus, limpiándose la sangre de la boca -¿Crees que eso va a cambiar lo que pasó entre Helena y yo?
Emir con ira, levantó el puño para golpearlo de nuevo, pero antes de que pudiera hacerlo, Faisal intervino, sujetándolo con fuerza.
—¡Basta, Emir! —gritó Faisal, con la voz grave. —Ya es suficiente. No te dejes llevar por este maldito No vale la pena.
Faisal, que había sido testigo del enfrentamiento, no pudo evitar intervenir. No solo por ser amigo de Emir, sino porque sabía que las palabras de Markus solo buscaban lastimarlo. Con una fuerza inesperada, Faisal empujó a Markus hacia atrás.
—Tú no eres más que un cobarde, Markus —dijo Faisal, con furia en su voz —No tienes idea de lo que es el respeto. No tienes poder aquí.
Markus, aunque furioso, sabía que no podía hacer nada en ese momento. Se levantó, con la mirada cargada de odio, y, mientras se alejaba, lanzó una última mirada desafiante a Emir.
—Lo que pasó entre Helena y yo es algo que nunca olvidarás, Emir. Nunca podrás borrarlo de tu mente. Pero tú te engañas a ti mismo si crees lo contrario.