Elizabeth Handford vive en la casa del frente, es una mujer amable, elegante, pero sobre todo muy hermosa.
La señora Handford ha estado casada dos veces, pero sus dos esposos ahora están muertos.
Sé que oculta algo, y tengo que descubrir qué es, especialmente ahora que está a punto de casarse de nuevo.
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10: Doctora Catlett
Dos días después del funeral de la hija de Joe Perlman, tuve mi siguiente visita con la doctora Catlett. Nuestras sesiones habían disminuido los últimos meses, pero luego del peligroso incidente en el techo de mi casa, me vi a mí misma obligada a solicitarle un aumento en las sesiones. Además, ella y Henry son las únicas personas a las que les he contado mis sospechas sobre la señora Handford, y debo mantenerla informada en cuanto a lo que he descubierto. Siento que, sin saberlo, deseo que alguien me diga que estoy loca y que todo es producto de mi imaginación. Quiero creer que estoy exagerando las cosas, y que yo soy la verdadera villana de la historia.
–Dices que… –comienza a hablar la mujer de bata blanca sentada frente a mí–. La señora Handford compró un pastel de fresas sabiendo que su novio no iba a comerlo, y ella tampoco. Lo que deja a su hija como única víctima.
–Así podría deshacerse de ella haciendo que parezca un accidente. Mi amigo Henry investigó un poco, y al parecer la policía descubrió un frasco de pastillas vacío bajo su cama. Ella debió ponerlo ahí.
–¿Por qué no fuiste con la policía, Grace?
–¿Sin pruebas?
–El pastel era una prueba. Si le hubieras advertido a ese hombre sobre tus sospechas, podrían haber llevado los restos del pastel a un lugar donde pudieran hacerle estudios.
Su comentario me hace darme cuenta de algo que, en su momento, no se me había ocurrido. La oportunidad de desenmascarar a esa mujer había escapado de mis manos sin darme cuenta.
–Soy una maldita imbécil.
–Grace, no voy a decir que estás exagerando, porque… Según lo que me dices, hay algo muy extraño en todo esto, pero mi consejo sigue siendo el mismo que te di el primer día que viniste a contarme esa historia. Aléjate de la señora Handford. Deja que la policía se encargue.
–¿Y permitir que un hombre inocente muera?
–Si tus sospechas son ciertas, estás planeando arruinar los planes de una mujer muy peligrosa. Una mujer que podría haber evadido la justicia incontables veces. Lo que me contaste sobre la mujer asesinada en el jardín, la persona oculta en ese sótano, tus sospechas sobre el pastel… Todo esto me deja un mal sabor de boca, Grace. Creo que es momento de que hablemos con la policía.
–Usted me dijo que nada de lo que dijera aquí saldría de este consultorio.
–Estuviste a punto de saltar del techo de tu casa. Esta situación te está afectando demasiado y ya tienes que darle fin. No es profesionalmente correcto, Grace, pero tendré que darte un ultimátum. O te alejas de la señora Handford y te enfocas en tu salud mental, o tendré que decirle a la policía todo lo que me has contado sobre ella.
–Doctora Catlett, no puede…
–Sí puedo, y lo haré si no me dejas otra opción. Me preocupo por ti, Grace. No tienes padres, ni una familia que se preocupe. Soy tu psicóloga y es mi deber buscar que estés segura, especialmente sabiendo que nadie más te cuidará del mundo en el que te estás metiendo.
La repentina amenaza de la doctora Catlett me toma completamente desprevenida. Supuse que, por confidencialidad, nada de lo que dijera dentro de esta oficina podía llegar a oídos de alguien más. Nunca antes tuve sesiones con otra psicóloga, por lo que no estoy muy bien informada en cuanto a la manera en que manejan la información que les brindan sus pacientes. Ahora, debo aceptar el hecho de que he cometido un error al ser tan sincera con esta mujer. Después de todo, ella sólo me escucha a cambio del dinero que obtiene con cada una de nuestras sesiones. Su preocupación por mí no es completamente sincera, y fue ingenuo de mi parte creer que si le contaba todo esto, ella iba a entenderme.
–Con todo respeto, doctora Catlett… No sea una hipócrita –me levanto del sofá, intentando contener mi molestia. Sujeto el bolso que traje conmigo y lo cuelgo sobre mi hombro, para después comenzar a caminar hacia la salida.
–Nuestra sesión no ha terminado.
–Si de verdad quiere ayudarme, le pido que me recete la medicación que necesito para dormir sin levantarme en las noches como un maldito fantasma –pongo mi mano sobre la perilla y después me giro para verla–. Tiene mi dirección, espero su respuesta.
–Grace…
–No finja que le interesa mi bienestar, porque si no le estuviera pagando por cada sesión le daría igual cualquier cosa que se relacione conmigo –abro la puerta y doy media vuelta para salir–. Y no me gustan las amenazas, así que ésta fue nuestra última sesión.
Y después de cerrar de un portazo empecé a caminar hacia el elevador, dejando atrás a la única persona que realmente podía evitar lo que vendría luego.
...***...
Faltando menos de cinco días para iniciar el próximo semestre, Henry decidió visitarme para estudiar los temas que aún no le habían quedado del todo claros. Me sorprendía la manera en que no comprendía las cosas más sencillas de nuestra carrera. Algunos temas eran totalmente básicos para avanzar en los primeros semestres, pero él no los entendía en lo absoluto. Ni siquiera logro entender cómo es que ha llegado tan lejos sin saber nada de lo que está estudiando.
He decidido que debo ponerlo a prueba.
–¿Tuviste que hacer esa tarea del primer semestre… –comienzo a preguntar, mientras él escribe en un cuaderno la solución a un ejercicio matemático que acabo de hacer para él–... donde te enseñaban a programar una aplicación para gestionar empleados de una empresa?
–Ah… Sí, lo recuerdo. Fue muy estresante –responde a secas, mientras continúa escribiendo.
–¿En serio? ¿El señor Hills te dio esa clase?
–Sí, fue él.
Sus respuestas cortantes continúan dejándolo en evidencia. Desde que nuestras clases privadas iniciaron, me pareció extraña la manera en que sus conocimientos parecían ser tan escasos, incluso cuando ya estaba a punto de llegar a la mitad de su carrera universitaria. Ahora, comienzo a confirmar que hay algo extraño en todo esto.
–El señor Hills era agradable… Me daba lástima cómo todos se reían de él por su enfermedad. Él no podía controlarlo.
–Sí, a mí igual. Algunos chicos siguen siendo muy inmaduros, incluso estando en la universidad. Pero él era un buen profesor a pesar de todo.
Acerco mi mano a la suya y le quito el lápiz bruscamente, tomándolo por sorpresa. Veo cómo se aleja de la mesa y después se acerca a mí, confundido.
–¿Qué pasa?
–¿Qué mierda estás haciendo, Henry?
El chico se queda inmóvil frente a mí, con la boca entreabierta.
–No hay ningún profesor de apellido Hills que esté enfermo. Y en nuestra carrera enseñan a programar a partir del tercer semestre.
–¿Y tú qué sabes? Adelanté cursos, y… Tuve un profesor que sufría una enfermedad, pensé que te referías a ése.
–¿Y qué enfermedad era?
Intenta pensar en una respuesta, pero mi sonrisa de triunfo provoca que se quede en silencio.
–Sólo dime qué es lo que está pasando y no te sacaré de mi casa a patadas.
–Mierda –susurra con frustración, poniendo ambas manos sobre la mesa. Me acerco al cuaderno, y noto que todo lo que ha escrito es completamente erróneo. Este chico no tiene ni idea de nada relacionado con cálculo, o con matemáticas en general.
–Será mejor que hables.
–No estoy en la misma carrera que tú, Grace –murmura, mientras su rostro comienza a sonrojarse–. Ni siquiera estoy en la universidad.
–¿Es un chiste?
–Ojalá lo fuera.
Henry camina hacia la mochila que se encuentra sobre uno de los sofás de la sala principal, y comienza a guardar las cosas que había sacado antes. Planea irse, sin darme ningún tipo de explicación. Me acerco rápidamente y le quito la mochila con brusquedad, poniéndola detrás de mi espalda.
–Dijiste que querías que me fuera –susurra con frustración.
–Al menos necesito saber por qué mierda has estado viniendo a mi casa todos los días fingiendo que estabas estudiando.
–Por la misma razón por la que siempre estás parada junto a esa ventana –dice, señalando la ventana junto a mí que brinda una vista completa de la casa de la señora Handford–. Por ella.
–¿Ella? –al principio no logro entenderlo, pero después todo comienza a cobrar sentido–. ¿Viniste a… espiar a la señora Handford?
–No puedes juzgarme cuando tú haces exactamente lo mismo.
–Sí, pero yo vivo al frente. No invento una historia completamente falsa para acercarme a alguien y mirar por su ventana. ¿Estás loco?
–Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo por mi padre.
–¿El oficial Cowan?
–Está obsesionado con esa mujer desde que llegó al pueblo. Tiene una buena cantidad de archivos y documentos guardados en un baúl, y estoy seguro de que todos son sobre ella. Los que te traje a ti son algunas copias que encontré en su oficina, pero sé que hay más. Debo descubrir por qué le interesa tanto esa mujer. La estuve espiando durante algunos días, y entonces te vi a ti, Grace. Te vi un día cuando salías de esta casa y te dirigías a la universidad. Tú eras la persona que necesitaba para acercarme a ella, y creo que acerté con mi elección… Tú eres su mejor amiga ahora. ¿Quién mejor que tú para ayudarme a descubrir qué es lo que ella esconde?
Sus palabras me toman completamente por sorpresa. Nuestro encuentro aquel día en la cafetería ahora se siente demasiado distinto. Él estuvo espiándome. Estuvo esperando el momento indicado para acercarse a mí y lograr su objetivo, sólo para desenmascarar a la señora Handford; algo que yo también he querido hacer los últimos meses. Aunque me molestan sus mentiras, debo reconocer que es un chico dedicado a cumplir lo que se propone.
–Henry, si no hubiera enviado a la mierda a mi psicóloga, te diría que vayas a terapia conmigo, porque también la necesitas.
Su expresión tensa poco a poco comienza a suavizarse. Toma una bocanada de aire y después suspira con frustración.
–Perdón, Grace. Era la única manera.
–No voy a decir que te entiendo, pero creo que tampoco estoy molesta –extiendo la mochila hacia él, mientras le dirijo una sonrisa–. Espero que al menos nuestra amistad no haya sido falsa. Han sido muchas semanas.
–Te prometo que es bastante real –sujeta la mochila y después la cuelga sobre su espalda–. Y en cuanto a la terapia… Te recomiendo que te mantengas alejada de ese edificio de oficinas que está cerca del parque.
–¿Qué? ¿Por qué?
–Es todo un caos. Mi padre es el encargado de la investigación. Ayer en la noche sucedió algo muy malo ahí.
Siento cómo se forma un nudo en mi garganta.
–¿A qué te refieres?
–Una mujer cayó desde la ventana de su consultorio. Creo que era una psicóloga o algo así. Aún no saben si fue un accidente. Las cámaras de seguridad no almacenan sus grabaciones, así que no hay manera de saberlo.
–¿Tienen alguna teoría?
–Por ahora no, pero parece que su oficina estaba muy desordenada, especialmente los expedientes que guardaba en sus estantes. No me sorprendería que hayan desaparecido algunos.
Aunque Henry no me ha dicho el nombre de la mujer, sé perfectamente de quién se trata, pues hace dos días la convertí en una de las pocas personas que tenían información sobre Elizabeth Handford; información que ella iba a compartir con la policía.
No puedo saberlo con seguridad, pero tengo la certeza de que la mujer que ha sido asesinada es la doctora Catlett.
...***...
Luego de darme aquella noticia que arruinó completamente el resto de mi semana, Henry salió de mi casa, asegurando que a partir de ahora me hablaría con completa sinceridad, sin más mentiras. Honestamente, Henry es mi menor preocupación en este momento, pues parece ser un chico completamente tranquilo, que no lastimaría ni a una mosca. En este momento, lo único que atormenta mi mente es saber que una persona podría haber muerto por mi culpa.
Luego de que Henry se fuera, decidí buscar en internet información sobre aquel suceso. Teniendo en cuenta que sucedió la noche anterior, supuse que ya debería haber información actualizada en internet sobre el tema, y así fue. Tal como me temía, la persona fallecida era la doctora Catlett. Aparentemente el gran ventanal de su consultorio estaba abierto, y su cuerpo cayó al vacío aproximadamente a las diez de la noche. La policía ingresó a su oficina y encontró todos sus documentos y carpetas esparcidas por el suelo. Uno de los estantes había caído contra una de las paredes, y la computadora de la mujer estaba completamente destrozada. Algunos sospechaban que se trataba de algún delincuente, mientras que otros creían que, quizá, la doctora Catlett había enloquecido y había tomado la decisión de acabar con su vida. Cualquiera que fuera la respuesta, la policía no dejaría de investigar hasta encontrar algo que pudiera aclarar todas sus dudas.
Cuando llegó la medianoche decidí que ya era momento de descansar, aunque estaba completamente segura de que no podría dormir en toda la noche, ni en las próximas noches. No dejo de repetirme una y otra vez que, tal vez, si no le hubiese dicho nada a esa mujer, ella estaría viva. No puedo simplemente asumir que la señora Handford esté relacionada, pues ella ni siquiera sabía que yo asistía a terapia, pero es una posibilidad que no puedo descartar. Es extraño que muriera un par de días después de que yo narrara ante ella mis últimos descubrimientos. No quiero creer que sea posible, pero debo tener en cuenta que Elizabeth Handford podría haber sido la culpable de una muerte más en el pueblo.
Me acuesto sobre mi cama sintiendo un fuerte dolor de cabeza, probablemente producido por el estrés y por estar tantas horas frente a la computadora. Acomodo mi almohada, girándome en mi lugar, y es entonces cuando escucho un extraño sonido debajo de mí, que se ha producido en cuanto comencé a moverme. Giro mi cuerpo hacia el lado opuesto, notando que el ruido se repite, y que parece venir del colchón. Me muevo nuevamente, confirmando que el sonido se produce bajo mi peso y que además parece ser el ruido que producen varias hojas de papel al arrugarse.
Me levanto de mi cama, sujeto con fuerza el colchón y después lo levanto, dejando a la vista la superficie de la base de la cama. Al ver lo que hay debajo, siento mis brazos perder fuerza, dejando caer nuevamente el pesado objeto sobre la cama. Mis manos comienzan a temblar y mis pies me hacen retroceder hasta chocar con el muro a mi espalda. Sin darme cuenta, comienzo a llorar. La medicación para controlar mi sonambulismo nunca llegó, y algo me dice que la situación podría haber empeorado, pues bajo mi colchón se encuentran varias carpetas, documentos y sobres amarillos. Papeles que fueron robados de la oficina de la doctora Catlett.
Papeles que están cubiertos por frescas manchas de sangre.