La Princesa Maxine Colette Benoit del Reino de las Brujas regresó en el tiempo justo cuando el Imperio destruyó por completo su amado reino, ahora sólo quiere dos cosas:
no repetir su tragedia y vengarse.
¿Podrá la princesa cumplir su objetivo?
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El Encuentro con el Emperador
Pensé que todos los humanos eran malvados, pero estuve equivocada. En medio de la multitud, mientras mis ojos se posan en el Emperador Donato con admiración, una sombría verdad se apodera de mis pensamientos. Las visiones del futuro se entrelazan con la realidad, y una certeza abrumadora se aferra a mi ser.
El destino del Emperador está marcado por una enfermedad implacable conocida como "simudis". Es una dolencia oscura y letal, que solo puede ser desencadenada por el consumo de una flor en particular. Sé, sin lugar a dudas, que esta enfermedad será la causante de su muerte en un año. Y en mi corazón, no puedo evitar señalar al principal y único responsable: su propio hijo, el heredero al trono.
Mi mente se sumerge en un torbellino de emociones. La admiración que siento por el Emperador Donato se mezcla con la angustia y la determinación de cambiar este trágico destino. ¿Cómo es posible que el futuro gobernante del imperio sea el arquitecto de la tragedia que se cierne sobre su propio padre y sobre una parte de su imperio? Es una paradoja que me desgarra por dentro.
Observo con atención al heredero al trono, oculto en las sombras, mientras mi corazón se llena de certezas. Él es el portador del veneno, el arquitecto de esta tragedia que se cierne sobre el imperio. Siento una mezcla de tristeza y furia, una urgencia incontrolable por proteger al Emperador Donato de su propio hijo y de las garras de la traición. Pero sé que no puedo permitir que estas sospechas y revelaciones se filtren al exterior. Debo actuar con cautela, tejer mis planes en la clandestinidad, sin levantar sospechas.
El Emperador Donato le ordena a su hijo Alessio que se presente y de inmediato siento un nudo en la garganta. Mi estómago se revuelve y un punzante dolor en el pecho me invade, recordando el momento en el que su espada se alzó en mi contra. Alessio es el heredero al trono, el desgraciado que en un futuro se convertirá en Emperador, el que matará a su propio padre y destruirá mi reino. No quiero verlo, no puedo soportar su presencia.
- ¿Por qué debería saludar a una invitada no deseada? - Alessio responde con desdén.
Sus palabras caen como afiladas dagas en mi corazón. El desprecio en su tono es evidente, como si mi mera existencia le resultara repugnante. Pero no puedo permitir que mi miedo y dolor sean visibles, debo mantener la compostura y actuar como una invitada respetuosa.
Respiro profundamente, esforzándome por ocultar el temblor en mi voz.
- Es un gusto estar frente a usted, Su Alteza.- Contesto con firmeza, intentando mantener la cabeza en alto a pesar del profundo miedo que siento.
El Emperador Donato interviene, intentando calmar la tensión que se ha generado.
- Alessio, recuerda tus modales. La princesa Maxine es una invitada de honor en nuestra corte y merece nuestro respeto. Salúdala adecuadamente y muestra la cortesía que se espera de ti. - Ordena con voz autoritaria.
Finalmente, Alessio deja de ocultarse en las sombres y con una expresión de disgusto, se acerca hacia mí. Hace una inclinación superficial y pronuncia un saludo frío y desinteresado. "Princesa Maxine", murmura con desgana, dejando en claro su falta de entusiasmo por mi presencia.
En el instante en que nuestras miradas se encuentran, todas las imágenes de la tragedia resurgen en mi mente. Un escalofrío recorre mi cuerpo, haciéndome sentir como si el aire se hubiera vuelto denso y pesado. La opresión en mi pecho aumenta, dificultando mi respiración. Temblores recorren mi cuerpo y una sensación de opresión amenaza con hacerme escupir sangre. La intensidad de mis emociones es abrumadora.
El Emperador Donato, alerta ante mi estado, se da cuenta de mi angustia y toma medidas inmediatas. Preocupado por mi bienestar, ordena a unos sirvientes cercanos que me brinden atención médica de urgencia. Pronto, me rodean con inquietud y me ayudan a salir de la multitud, guiándome hacia una estancia tranquila.
Mis emociones se encuentran en un estado de caos absoluto. El encuentro con Alessio, el heredero al trono, ha desencadenado un miedo y una tensión incontrolables en mi ser. El peso de sus acciones futuras y la certeza de la tragedia que se avecina han sobrepasado mis límites.
Mientras camino hacia la estancia apartada, mis piernas comienzan a flaquear y la visión se nubla a mi alrededor. Mi cuerpo, exhausto por la intensidad del momento, no puede soportar más la presión emocional. Un mareo me envuelve y, finalmente, mi consciencia se desvanece.
Al abrir los ojos, me encuentro sumida en un estado de desconcierto. El tiempo parece haber pasado rápidamente, y la realidad me golpea con la desilusión. Mi entrada, que esperaba ser triunfal, ha terminado de una manera vergonzosa con desmayo frente a todo mi público.
Inmediatamente, busco confirmar que mi cuerpo está ileso, pasando mis manos por cada parte de mí para comprobar que todo sigue en su lugar. Alivio y gratitud se apoderan de mí al constatar que no he sufrido daño alguno. Ahora, puedo centrar mi atención en el entorno que me rodea. Afortunadamente, no encuentro señales de daño físico evidente, lo cual me brinda mucho alivio
A medida que mi conciencia se aclara, me percato de que me encuentro en una habitación vasta y lujosa. Una cama imponente y mullida domina el espacio, y mi mente se llena de preguntas sin respuesta. ¿Dónde me encuentro exactamente? ¿Acaso es este el cuarto que el Rey ha dispuesto para mi estancia?
Con cautela, me deslizo fuera de la cama, deseosa de descubrir la verdad que se oculta tras estos acontecimientos. Sin embargo, mi emoción inicial se transforma rápidamente en una sensación de alarma al notar mi desnudez. El horror me embarga mientras me pregunto cómo es posible que me encuentre en esta situación. ¿Qué ha sucedido? ¿Es este el precio que he debido pagar por mi alojamiento?
Envuelta en una sábana, busco frenéticamente respuestas, sintiendo una mezcla de vulnerabilidad y temor. La incertidumbre se cierne sobre mí, y una sensación de impotencia me invade. No puedo aceptar que esto esté ocurriendo, que mi lucha por la venganza se haya transformado en una pesadilla de transgresiones no deseadas.
