Después de sufrir una traición, Sofía va a un bar con la intención de ahogar sus penas. Allí encuentra a un hombre desagradable que usa métodos sucios para llevarse a una mujer a la cama, drogándola. Pero por suerte, y sin saber que en realidad la mujer que terminó en sus brazos está drogada, Henrique Guzmán, un CEO respetado por todos, termina pasando una noche de amor con ella. Pero como no todo en la vida es color de rosa, Sofía despierta al día siguiente sin recordar mucho de la noche anterior, y se va. Un año y tres meses después, él la encuentra. Y con el paso del tiempo, Henrique descubrirá que aquella noche abrumadora, resultó en una hermosa niña.
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Capítulo 10
Retiré mis sandalias y las coloqué en un rincón. Mi bolso, las llaves del auto. Las puse encima de la pequeña mesita. Me acerqué a Ângela, como suelo hacer siempre. Le di un beso en la mejilla a mi querida prima. Siempre sonríe cuando hago eso.
Qué se le va a hacer. Somos unidas, ¿no? Ella es mi hermana, mi única familia. Mi brazo derecho, e incluso el izquierdo también. Ângela es mi puerto seguro. Porque ella me ayudó en el momento más difícil. No me señaló con el dedo. No me echó fuera.
Simplemente me ayudó, y sigue ayudándome hasta hoy.
— Ve a darte un baño. La cena estará lista en breve.
Ângela siempre se preocupa por mí, como una madre preocupada por su hijo. Y amo esa atención.
— Sí, iré. Pero antes quiero ver cómo está ella.
— ¡Durmiendo! Ve a tomar tu baño primero, Sofía. Después la ves a ella.
Bueno. Como toda madre. Ângela es mandona. Y yo, como buena hija, siempre obedezco. Aunque en este momento sea en contra de mi voluntad.
Fui al baño. Tomé una ducha rápida. Y, solo con un batín, me dirigí a mi habitación.
Abrí la puerta. Y ese olor que me hace feliz cada vez que lo siento. Invade mis fosas nasales. Y siempre me hace sonreír. Miro en mi cama. Una sonrisa me invade, algo gratificante.
Sus manitas son pequeñitas, sus piececitos regordetes. Sus mejillas, aún más gorditas. Mi pequeña. Mi mayor tesoro. Mi bien más preciado.
Está completamente extendida en mi cama. Durmiendo sin preocuparse por el mundo exterior.
Así es. Mi bebé. Mi pequeña Ana María.
Pueden imaginarse lo difícil que fue para mí. Después de un mes viviendo el peor día, despertando en la cama de un desconocido. Descubriendo que me habían drogado.
¡Así es! Fue difícil darme cuenta de que estaba embarazada.
Pero lo peor. O tal vez lo mejor, no lo sé... Mi mente a veces me da vagos recuerdos de esa noche. Y algo de lo que estoy segura es que el hombre con el que pasé esa noche no fue el miserable que me drogó.
Son recuerdos difusos, no recuerdo su cara. Pero recuerdo vagamente sus ojos. La forma en que hicimos el amor, de manera loca y salvaje.
A veces cierro los ojos y siento como si estuviera siendo acariciada por manos grandes.
Lo sé. Es una locura. Recordar la noche que pasé con un desconocido. Y sentir que fue especial.
Pero no tan locura. Porque sé que para ese hombre, quien quiera que sea, esa noche fue solo una mujer más en su cama. Como todos los hombres piensan.
Despierto sintiendo las pequeñas manos de María sobre mi rostro. Y su boquita en mi mejilla. Me quedo quieta, todavía con los ojos cerrados. Notando cómo actúa.
El sonido de sus besos repetidos en mi mejilla suena como pequeños besos. No hay mejor manera de despertar todos los días.
Como sigo fingiendo que estoy dormida, siento que insiste en el beso. Pero luego se frustra y aprieta las mandíbulas en mi mejilla. Siento algo que me rasca. Abro los ojos asustada y miro a mi pequeña. Que sonríe al ver que la miro.
— ¿Mi pequeña está saliendo dientito? ¡Ay, Dios mío!
Grito emocionada, ya acostándola en la cama e intentando abrir su boca. Ella aprieta las mandíbulas. Pero con insistencia y curiosidad, pongo mi dedo índice dentro de su boca y siento el pequeño indicio de su primer dientito allí.
Es algo increíble. Me emociono y la cojo en brazos, empezando una pequeña fiesta allí con ella. La giro, la beso y la abrazo. Estoy tan emocionada con ella en mis brazos que no puedo contener mi voz. Y María comienza con sus risas y grititos deliciosos. Haciéndome la madre más feliz del mundo.
Nuestro alboroto en la habitación resultó en que Ângela entrara preocupada a mi cuarto y nos mirara curiosa.
— Te has vuelto loco. ¿Y estás enseñando a mi pequeña a ser loca también?
— Tía, quiero comer canina.
Hablo entusiasmada a Ângela, deteniéndome frente a ella con María mirándola y sonriendo. Y ella entiende enseguida lo que estoy diciendo.
— Mi pequeñita, ¿está saliendo su primer dientito?
Listo. Ahora sí, el equipo está completo. Los tres, haciendo el mayor desorden en esa habitación. Y así fue una pequeña parte de mi mañana.
Chego en la empresa junto a Ángela, a las 7:50 am, como todos los días. Mi pequeña se queda en casa bajo el cuidado de su niñera, una señora de 47 años. Ella es excelente con mi hija.
Pero para poder confiar en ella, tuve que hacer algo que considero correcto. Coloqué cámaras por toda la casa. De esta manera, pude ver lo bien cuidada que está mi hija por ella.
Llego al área donde trabajo, con numerosas tareas por hacer. Enciendo la computadora y comienzo mi trabajo.
Como todos los días, Lui llega a las 8:00 am y se acerca a mi escritorio, todo presumido.
- ¡Buenos días\, preciosa! ¿Cómo fue tu noche? No respondas... ya sé. ¡Fue genial porque soñaste conmigo!
- ¿Esa tontería tuya funciona con todas las mujeres que conquistas? - le pregunto\, mirándolo con la ceja levantada. Él sonríe como si no le importara mi pregunta.
- ¡Eres la única con la que coqueteo así!
