"He regresado de las profundidades del infierno, un viaje oscuro y tortuoso, para reclamar lo que me pertenece. Soy Lucía Casanova, la única heredera de una dinastía marcada por la traición y el secreto. Mis enemigos pensaron que podían arrebatarme mi legado, pero no conocen la furia que despierta en mí la injusticia. Ahora, con cada paso que doy, el eco de mi venganza resuena más fuerte. ¡El tiempo de la redención ha llegado!"
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Capitulo IX Amenazas
Punto de vista de Guillermo
“Esa mujer solo ha venido a alterar nuestra tranquilidad; debemos hacerle pagar por su osadía”, afirmé con firmeza a mi socio Alfredo Santos, sintiendo cómo la ira burbujeaba en mi interior.
Alfredo me miró con decepción, y su rostro reflejaba la frustración acumulada. Se suponía que debíamos terminar con toda la familia, pero por consideración a mi hijo, había vacilado. “En su momento te lo dije: esa joven iba a causarnos problemas. No entiendo cómo la dejaste escapar”, reprochó, su voz cargada de desdén.
“Sé que cometí un gran error, pero lo voy a solucionar. No te preocupes por eso”, respondí, maquinando en mi mente un plan para acabar con Lucía Casanova antes de que se convirtiera en una amenaza irreversible.
Alfredo no se detuvo ahí. “Otra cosa; dile a tu hijo que si hace sufrir a mi hija por andar detrás de esa mujer, yo mismo me encargaré de acabarlo. No me importará que sea tu mxxxxxx hijo”. Sus palabras resonaron como un eco siniestro en mi oficina mientras él salía, dejando una atmósfera cargada de tensión. Sabía que Alfredo no estaba jugando; era un hombre peligroso, capaz de acabar con su propia sangre si se sentía traicionado.
Tenía que hablar con Sebastián. Era mi único hijo y no quería que nada malo le pasara. Cuando finalmente entró en mi oficina tras recibir mi llamada, su actitud desafiante me irritó aún más.
“¿Ahora qué pasó? ¿Cuál es la urgencia de mandarme a llamar?”, dijo con desdén, cruzando los brazos.
Estaba molesto por su falta de respeto; no podía creer que tuviera un hijo tan insensato. “Siéntate y cierra la boca. ¿Sabes en el problema que nos estás metiendo por andar detrás de esa mujer? Tienes una esposa y está embarazada; deberías dejar el pasado atrás y hacerla feliz”, le solté, intentando mantener la calma mientras la frustración me consumía.
Sebastián hizo una mueca antes de enfrentarse a mí. “En primer lugar, ese matrimonio es un infierno para mí; ustedes fueron los que me obligaron a casarme con ella”. Sus palabras eran como dagas; sentí cómo el aire se volvía denso entre nosotros. Hice una pausa para respirar hondo, intentando procesar no solo su desafío, sino también el autoritarismo aplastante que había heredado.
Sebastián se dejó caer en la silla frente a mí, su mirada desafiante no se despegaba de la mía. “No tienes idea de lo que es vivir con alguien a quien no amas. No me digas que debo hacer feliz a alguien que solo me ve como un medio para un fin”, respondió, su voz cargada de resentimiento.
“¡Y tú no tienes idea de las consecuencias de tus actos! Lucía Casanova no es solo una distracción; es una amenaza para todo lo que hemos construido”, le grité, sintiendo cómo la rabia me invadía. “No puedo permitir que arruines el legado familiar por un capricho”.
“¿Legado familiar? ¿Te refieres a la misma familia que me ha hecho sentir como un prisionero? ¡No quiero eso!”, exclamó Sebastián, levantándose de la silla con furia. Estaba al borde de perder el control, y eso me alarmaba.
“Escúchame bien, Sebastián. Esta no es solo tu vida; esto afecta a todos nosotros. Alfredo no está bromeando y, si continúas viéndola, no sé qué podría suceder”, le advertí, tratando de hacerle ver la gravedad de la situación.
Un silencio pesado se instaló entre nosotros. La tensión en el aire era palpable. Finalmente, Sebastián bajó la mirada, y por un momento pensé que había logrado llegar a él. Pero cuando levantó la vista nuevamente, su expresión era desafiante.
“No voy a renunciar a Lucía. Ella es la mujer que amo y no pienso perderla”, dijo con firmeza.
Mi corazón se hundió al escuchar su determinación. “¿Y qué pasará cuando Alfredo decida actuar? ¿Vas a arriesgarlo todo por una ilusión?” le cuestioné, sintiendo que el tiempo se estaba agotando.
“Quizás sea el momento de dejar de protegerme y enfrentar lo que realmente está en juego. No siempre puedo seguir tus órdenes”, respondió Sebastián, dejando caer esas palabras como si fueran un golpe directo.
En ese instante, comprendí que había llegado el momento de hacer algo drástico. No podía permitir que mi hijo se adentrara más en este laberinto sin salida. “Si sigues con esta locura, te perderé para siempre”, le dije en voz baja, sintiendo la desesperación asomarse.
Con un gesto decidido, Sebastián salió de mi oficina y cerró la puerta detrás de él con un golpe sordo. Me quedé sentado en mi silla, sintiendo cómo el peso del mundo recaía sobre mis hombros. Sabía que tenía que actuar rápido para protegerlo y también protegerme a mí mismo.
Tomé mi teléfono y marqué el número de Alfredo. Tenía que enfrentar esta situación antes de que fuera demasiado tarde.
“Alfredo”, dije al contestar su voz fría al otro lado de la línea. “Necesitamos hablar”.
Punto de vista de Dimitri
Llevar el caso de Lucia no era fácil, pero estaba dispuesto a ayudarla aunque el mundo se opusiera a ello. El hielo que había estado en mi corazón por tanto tiempo, había empezado a derretirse y todo era gracias a ella, Lucia era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, esa actitud fría y distante solo era una fachada para protegerse de sus enemigos, ya que en el fondo Lucia era una mujer extraordinaria, una mujer con buenos sentimientos.
“Estás muy pensativo”. Dijo Miranda entrando a mi oficina. Ella era la única que se acercaba a mí sin ningún temor.
La miré con ojos afilados, pero a ella no le pareció importarle. “Vengo a invitarte a bailar”, dijo contoneando sus caderas hasta llegar a mi escritorio.
Ignore su presencia y dirigí mi mirada hacia unos documentos que tenía en la mesa. “Estoy muy ocupado, ve y busca a otro que te acompañe”. Respondí con frialdad.
“Eres tan aburrido, no todo puede ser trabajo”. Respondió con voz lastimera.
Estaba por contestarle cuando la puerta de mi oficina se abrió. Mis ojos se iluminaron al ver a la maravillosa mujer frente a mí, era Lucia quien caminaba con firmeza posando su mirada en Miranda.
“Siento interrumpirlo, abogado”. Dijo volteando a verme.
“No interrumpes nada, la señorita ya se iba”. Aclare mirando a Miranda.
“Ya veo en que estás ocupado, pero no me importa, mi invitación sigue en pie, cuando te desocupes, entonces me llamas”. Miranda salió de mi oficina caminando con mucha sensualidad.
lo mismo
intrigante
espero mantenga el nivel de interés en toda la trama