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Salvando Otro Mundo Sin Ser Un Heroe

Salvando Otro Mundo Sin Ser Un Heroe

Status: En proceso
Genre:Reencarnación / Fantasía épica / Héroes / Salvando al mundo / Mundo mágico / Espadas y magia
Popularitas:559
Nilai: 5
nombre de autor: YRON HNR

Ayanos jamas aspiro a ser un heroe.
trasportado por error a un mundo donde la hechicería y la fantasía son moneda corriente, solo quiere tener una vivir plena y a su propio ritmo. Con la bendición de Fildi, la diosa de paso, aprovechara para embarcarse en las aventuras, con las que todo fan del isekai sueña.

Pero la oscuridad no descansa.
Cuando el Rey Oscuro despierta y los "heroes" invocados para salvar ese mundo resultan mas problemáticos que utiles, Ayanos se enfrenta a una crucial decicion: intervenir o ver a su nuevo hogar caer junto a sus deseos de una vida plena y satisfactoria. Sin fama, ni profecías se alza como la unica esperanza.

porque a veces, solo quien no busca ser un heroe...termina siendolo.

NovelToon tiene autorización de YRON HNR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAP 9

EL MERCADER Y SU FAMILA

Luego de ese efusivo abrazo, el mercader —y padre de Carolain— interrumpió con voz seria:

—Será mejor que nos vayamos antes de que otra bestia intente atacarnos. Aunque el muchacho sea poderoso, no hay que tentar al destino.

Sin perder más tiempo, el carruaje arrancó a toda prisa rumbo a su destino: la ciudad de Nilsen.

Dentro del vehículo, que se mecía sobre el camino de tierra, Carolain, fascinada por el gran espadachín de la espada rota, no soltaba su abrazo ni borraba su expresión sonriente y sonrojada, como si tuviera todo a su alcance para ser feliz en ese instante. Ayano, resignado, se mantenía tranquilo, aceptando que el resto del viaje sería así. Herald, por su parte, ignoraba la actitud de su hija; no la veía como algo malo, y en su mente pensó:

"No sería un mal yerno después de todo..."

En ese ambiente relajado, Ayano, con tono respetuoso pero sereno, como quien se dispone a pedir un favor importante, dijo:

—Oigan... ¿podría pedirles un favor? ¿Podrían mantener en secreto lo que pasó con el gigante?

Los dos reaccionaron de forma distinta.

Carolain, sin soltarlo ni cambiar su expresión alegre, respondió de inmediato:

—No te preocupes.

Herald, en cambio, frunció el ceño con gesto pensativo y preguntó:

—¿Eres aventurero?

La pregunta tomó desprevenido a Ayano, quien, tras un breve titubeo, contestó:

—No.

El mercader, comprendiendo mejor la situación, pensó que tendría sentido: sería problemático para su joven salvador que se corriera la voz de su hazaña sin ser oficialmente un aventurero. Además, ahora entendía por qué Ayano no había recogido pruebas de su victoria, dejando los cuerpos del gigante y de los goblins donde cayeron.

Finalmente, con una sonrisa comprensiva, Herald dijo:

—Está bien. Guardaré tu secreto. Y no te preocupes, Mauricio sabe mantener la boca cerrada.

Ayano, con el rostro más relajado, sonrió de verdad por primera vez en mucho rato y agradeció sinceramente el buen gesto de ambos.

Al dia siguiente

Un movimiento brusco del carruaje, como si el terreno hubiera cambiado, despertó al muchacho que dormía sentado. La luz matutina que entraba por el elegante carruaje iluminaba su expresión de confusión, como quien despierta en una casa ajena.

Frente a él, el mercader hablaba con un hombre que parecía pedirle unos papeles a través de una de las ventanas.

Al bajar la mirada, Ayano notó que la joven de cabello gris dormía con la cabeza en su regazo, en una postura desordenada y algo incómoda a la vista común, pero que para ella parecía ser la más adecuada.

En ese momento, el comerciante, habiendo terminado su conversación, dijo con una sonrisa:

—Buenos días, joven Ayano... Espero que Caro no te haya inoportunado. Una vez que se duerme, la poca sutileza que tiene se le escapa por completo.

Sonriendo, Ayano respondió:

—Para nada, no se preocupe. Si me molestara, no habría dudado en quitarla —rió suavemente. Mientras pensaba por qué dejo que su hija durmiera en el regazo de un desconocido.

El mercader soltó una carcajada ante el comentario, mientras por las ventanas del carruaje entraban el bullicio de una ciudad abarrotada por el gentío y los olores de especias, hierbas, comida y más.

—Bienvenido a Nilsen, joven Ayano —dijo con orgullo—. El segundo centro mercantil más grande de Luzelgo.

Con un lento parpadeo, Carolain se despertó, aún recostada sobre el regazo de Ayanos. Lo primero que vio fue su rostro: Ayanos la miraba, con una cálida sonrisa y los ojos iluminados por la luz del sol.

—Buenos días... —susurró él.

Ella se quedó hechizada ante esa vista. A su parecer, el chico apuesto, la sonrisa cálida y el simple y sincero saludo fueron demasiado para su corazón; se sonrojó intensamente y, de un salto, se incorporó, como si las emociones la hubieran rebazado.

Herald observaba la escena en silencio, sonriendo con nostalgia al recordar cómo había conocido a su esposa, la madre de la joven.

A medida que se adentraban en la ciudad, el entorno dejaba ver una planificación impecable: calles anchas y empedradas, lo suficientemente espaciosas para que mercados, peatones y carruajes coexistieran sin mayores molestias. De vez en cuando se formaba algún embotellamiento, pero nunca llegaba a ser preocupante. Nilsen era, sin lugar a dudas, una ciudad preparada para cualquier situación, priorizando el orden y la comodidad de sus habitantes.

Ayano, mirando por la ventana como un pueblerino recién llegado —que, en verdad, prácticamente lo era—, no podía evitar el asombro. Durante meses había recorrido interminables extensiones de praderas, bosques y desiertos; las aldeas en los que se había detenido no podían siquiera compararse a esta gigantesca metrópolis.

En un momento, el carruaje se detuvo. Mauricio, con la discreción de quien ha repetido esa acción cientos de veces, abrió la puerta.

Habían llegado.

Frente a ellos se alzaba un edificio de varios pisos; en su planta baja, destacaba una tienda pintada de un verde intenso, muy similar al color de los ojos de Carolain y su padre. La vidriera, amplia y bien pulida, dejaba ver el interior lleno de vida: telas de todos los colores, ropas finas, calzado de calidad y un sinfín de accesorios colmaban las estanterías. Sobre la gran puerta de entrada, un letrero elegante, con letras doradas, proclamaba el nombre "Marson", el apellido del mercader.

El negocio era un hervidero de actividad. La variedad, la calidad de los productos y los precios razonables aseguraban un flujo constante de clientes. Empleados corrían de un lado a otro, atendiendo con eficiencia, logrando que el frenesí del ambiente se mantuviera dentro de un orden casi coreografiado.

«Vamos, entra», se escuchó decir dulcemente a la joven de cabello gris, quien, sin soltarlo de la mano, siguió a Herald, que avanzaba por la tienda dejando claro a cada paso que su presencia allí era la de un jefe amable pero perfeccionista. Iba revisando minuciosamente los estantes, perchas y personas, atento a cualquier discrepancia, como si fuera un detective tras una pista. El «buenos días, señor» gentil de cada empleado que lo veía pasar armonizaba el viaje de los tres hasta el mostrador principal.

Detrás de él, a disposición de cualquier cliente, se erguía una figura elegante, delgada y muy bella, de cabello idéntico al de Carolain y rasgos similares, solo diferenciados por el color de los ojos y la edad.

«Buenos días, cariño», dijo Herald, antes de besar dulcemente a la mujer, dejando claro para Ayano que ella era la señora de la tienda.

Una vez frente a ella, Herald habló:

—Cariño, te presento a Ayano. Gracias a él, Carolain y yo pudimos regresar.

La mujer mostró una expresión de sorpresa y preocupación ante las palabras de su esposo. Observó de arriba abajo a Herald, quien parecía tener uno de sus brazos vendado, y a su hija, que afortunadamente estaba en perfectas condiciones. Como si algo en su interior le gritara que debía hacerlo, la señora se precipitó hacia el joven y le dio un abrazo fuerte, lleno de agradecimiento.

Ayano correspondió el gesto, y entre susurros y algunas lágrimas, escuchó:

—Muchas gracias, de verdad. Trajiste sanos y salvos a lo más importante que tengo, y no me alcanzará la vida para agradecértelo.

El joven, sin romper el abrazo cálido y maternal, susurró con un tono gentil:

—Lo volvería a hacer sin dudarlo.

Al oírlo, la señora lo miró directamente a los ojos. Su mirada, dulce y decidida, acompañada de un tono de voz imposible de contradecir, le respondió:

—Ahora eres parte de la familia, ¿te queda claro?

Ayano, al escuchar esas palabras y ver el rostro sincero de quien las decía, no pudo evitar que su mente viajara a su pasado. Recordó cómo su progenitora lo había abandonado cuando apenas era un niño, dejándolo solo, luchando así prácticamente toda su vida. Jamás había sentido realmente lo que era formar parte de una familia.

También pensó en Ronan y Beatriz, quienes, en este nuevo mundo, lo habían cuidado y tratado con bondad. Aunque nunca lo admitía, en el fondo, haberse alejado de Beatriz le pesaba muchísimo.

Todos esos pensamientos, combinados con la calidez fraternal de ese momento, hicieron que una lágrima fugitiva se convirtiera en un llanto silencioso, un llanto que intentaba lavar las penas que Ayano había guardado durante años.

La mujer, notando la mirada preocupada de su hija, le cedió el lugar. Carolain, sin dudarlo, abrazó a Ayano con ternura, conteniéndolo sin interrumpir aquel necesario desahogo: el llanto de alguien que había soportado y callado demasiado.

Sin querer, pero sin poder evitarlo, Herald interrumpió aquella emotiva escena diciendo animadamente, como queriendo cambiar el ambiente:

—Bueno... ¿deberíamos comer algo, qué les parece?

En ese momento, mientras abrazaba a Ayano, el estómago de Carolain rugió sutilmente, provocando algunas sonrisas contenidas.

Ya en el comedor, sentados alrededor de una mesa de madera oscura, Ayano se mostró agradablemente sorprendido al enterarse de que esa bondadosa familia, que sin pensarlo dos veces lo había colmado de cariño, vivía en la parte superior de la tienda. Un hecho genial y muy práctico para mantener un negocio como aquel.

Mientras disfrutaban de un almuerzo de carne asada con verduras, la conversación surgió de manera espontánea cuando la señora de la casa, con una sonrisa cálida, dijo:

—Con todo lo que ha pasado, olvidé presentarme... Mi nombre es Serena Marson, mucho gusto, hijo.

Sonriendo aún más, añadió:

—Puedes decirme mamá. Y si algún día llegas a casarte con Caro, puedes seguir diciéndome mamá —agregó, con una sonrisa pícara.

El señor de la casa acompañó las palabras de su esposa con una sonrisa igualmente traviesa, como si todo ya estuviera planeado.

Carolain, por su parte, mostró un pudor que pocas veces se le veía: se encogió de hombros y se sonrojó intensamente mientras decía, a modo de reclamo:

—Mamá...

Para sorpresa de todos, Ayano, sonriendo, miró a Carolain y le dijo:

—Lo tendré muy en cuenta.

La muchacha, al oír aquello de labios del joven del que ya estaba prácticamente enamorada, sintió tal impresión que por poco se desmaya.

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run away.┲﹊
¡Me tienes enganchada!
YRON HNR: pronto seguire actualizando
total 1 replies
【Full】Fairy Tail
Gracias ¡necesitaba leer esto! 💖
YRON HNR: gracias a ti por tomarte tu tiempo de leerlo 😎😊
total 1 replies
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