La historia de los Moretti es una de pasión, drama y romance. Alessandro Moretti, el patriarca de la familia, siempre ha sido conocido por su carisma y su capacidad para atraer a las mujeres. Sin embargo, su verdadero karma no fue encontrar a una fiera indomable, sino tener dos hijos que heredaron sus genes promiscuos y su belleza innata.
Emilio Moretti, el hijo mayor de Alessandro, es el actual CEO de la compañía automotriz Moretti. A pesar de su éxito y su atractivo, Emilio ha estado huyendo de las relaciones estables y los compromisos serios con mujeres. Al igual que su padre, disfruta de aprovechar cada oportunidad que se le presenta de disfrutar de una guapa mujer.
Pero todo cambia cuando conoce a una colombiana llamada Susana. Susana es una mujer indiferente, rebelde e ingobernable que atrapa a Emilio con su personalidad única. A pesar de sus intentos de resistir, Emilio se encuentra cada vez más atraído por Susana y su forma de ser.
¿Podrá Emilio atrapar a la bella caleña?.
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Discusión...
El restaurante del hotel, sobrio y elegante, rebosaba clase. Los manteles blancos perfectamente planchados, la tenue iluminación dorada y las copas de cristal reluciendo bajo las lámparas colgantes creaban una atmósfera exclusiva y refinada. Sobre una de las mesas junto al amplio ventanal que ofrecía una vista panorámica de la ciudad, esperaba un hombre alto, de porte galante y sonrisa impecable: Asdrúbal Balestra.
Emilio se detuvo en seco al verlo, como si una ráfaga de aire helado le hubiera recorrido la espalda.
—¿Asdrúbal? —murmuró entre dientes, frunciendo el ceño—. Pero la cita era con Domenico...
No lo esperaba. Ver al nieto del patriarca de los Balestra sentado allí no podía ser una simple coincidencia. Asdrúbal no solo era un viejo rival de negocios, sino también un hombre con reputación de encantador empedernido, especialmente con las mujeres hermosas… y justo ahora tenía a Susana, radiante y elegante, frente a él.
Emilio respiró hondo y ocultó su incomodidad detrás de su mejor máscara diplomática. Dio un paso al frente.
—Buenos días, señor Balestra —saludó, tendiéndole la mano con formalidad.
—Moretti —respondió Asdrúbal con una sonrisa divertida, estrechándole la mano con firmeza—. Y usted debe ser la señorita Montero. Encantado.
—Un placer, señor Balestra —dijo Susana con una sonrisa segura, estrechándole la mano con confianza.
Asdrúbal, siempre en su papel de seductor refinado, se inclinó con naturalidad y depositó un beso en el dorso de su mano. Emilio apretó los dientes con fuerza al ver el gesto, que le pareció innecesario.
—Vaya, vaya… —comentó Asdrúbal, manteniendo su mirada fija en Susana—. Me sorprende que esta vez no hayas traído a uno de tus asesores acartonados, Emilio. Ella tiene un porte muy diferente. Fresco. Sorprendente.
El comentario, aunque disfrazado de elogio, tenía una carga evidente. Emilio se tensó, contuvo la réplica que pugnaba por salir y respondió con tono neutral.
—Montero es una parte importante del proyecto, por eso está aquí —dijo, mirando de reojo a Susana, quien mantenía la compostura sin perder la elegancia.
—Entonces estoy ansioso por escuchar la famosa propuesta —dijo Asdrúbal, reclinándose en la silla con gesto relajado, aunque sin apartar la vista de la colombiana, como si ya hubiera decidido que ese desayuno iba a ser mucho más interesante de lo previsto.
—Pero antes, desayunaremos —anunció Asdrúbal con una sonrisa encantadora—. Creo que la licenciada Montero tiene hambre, y un caballero como yo jamás deja pasar un detalle como ese.
El empresario pidió la carta y, cuando el mesero regresó, depositó una directamente en las manos de la guapa caleña.
Cuando llegó el momento de ordenar, dejó que ella pidiera primero. Estaba claro: era un cazador con mucha experiencia. Y entre cazadores, se conocían bien.
Emilio apretó la mandíbula. Estaba más que molesto con la actitud abiertamente galante de Asdrúbal.
—Su acento italiano tiene un toque inconfundible... es latina, ¿de Colombia, tal vez? —preguntó Asdrúbal con interés, sin apartar la mirada de Susana, que sorbía su jugo de naranja con elegancia.
A pesar de no haber nacido en cuna de oro, Susana tenía un dominio impecable de las reglas de etiqueta. Su porte natural no pasaba desapercibido.
—Así es, señor Balestra. Soy colombiana. De una bella ciudad llamada Cali —respondió ella con una sonrisa cordial.
—Vaya... entonces ese acento tan sexy es por su natalidad —comentó él, con mirada cómplice.
Susana rió con soltura, y su risa fue como un puñal en el interior de Emilio. Le revolvió las entrañas.
—Sexy, no lo creo... mi atropellado italiano es todo menos sexy, de eso estoy segura —respondió ella divertida.
—Mmm... qué mujer —murmuró Asdrúbal para sí mismo, fascinado, mientras daba un sorbo a su café.
Emilio no soportó más.
—Balestra, vinimos a negociar, no a socializar. ¿Por qué no vamos directo al punto?
—¡Bah, qué aburrido! Dígame, licenciada, ¿cómo hace para tolerar a un jefe así? —se burló Asdrúbal con un guiño provocador.
Susana simplemente arqueó una ceja y no respondió. Pero ese gesto fue suficiente provocación para Emilio.
—Explíquese, Moretti —dijo Asdrúbal, cambiando súbitamente su tono—. ¿Por qué le interesa una alianza con nuestra exportadora y la compañía de modelaje?
Emilio tomó la palabra e inició la explicación de las razones estratégicas. Mientras tanto, Susana pasaba las diapositivas de la presentación, mostrando los diseños de los automóviles deportivos que planeaban lanzar y exhibir en la próxima feria internacional del sector.
Asdrúbal fingió prestar atención durante unos minutos. Pero claramente se aburría. En realidad, lo que buscaba era otra cosa. Quería sacar de casillas a Emilio. Había asuntos pendientes entre ellos, del pasado. Y creía que esta era la oportunidad perfecta para vengarse… de una forma divertida y retorcida.
—No me interesa la propuesta —declaró finalmente, poniéndose de pie—. No por el contenido, sino por la forma en la que fue presentada. Me parece, Moretti, poco caballeroso traer a una diseñadora tan bella como inteligente, y no dejarla hablar. Entiendo que pensaba negociar con mi abuelo, pero conmigo las reglas cambian. Yo sí creo que una dama debe tener las mismas oportunidades que un hombre.
Susana esbozó una sonrisa discreta, y miró a Emilio de reojo, como queriéndole decir "¿ves?, él sí entiende."
—No me interesa la propuesta por ahora —repitió Asdrúbal, y luego hizo una pausa, dirigiéndose exclusivamente a Susana—. Pero si la señorita Montero acepta acompañarme esta noche a un evento aquí en la Toscana, estaré encantado de escuchar su presentación directamente de sus labios. Así que, si quieren esta alianza… ahora depende de usted, señorita Montero.
Emilio apretó los puños debajo de la mesa. Quiso partirle la cara ahí mismo. Entre mujeriegos se reconocían, y sabía perfectamente qué pretendía Asdrúbal.
—Siendo en esos términos... —empezó Emilio, haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlarse.
—Siendo así, acepto —interrumpió Susana, segura—. Estoy convencida de que lograré que quiera aliarse con nosotros.
Emilio la miró boquiabierto, con el ceño fruncido y la rabia en el rostro. Quería gritarle, sacarla de ahí, pero no podía hacerlo frente a Balestra. Mientras tanto, Asdrúbal sonrió, satisfecho. La jugada había salido perfecta: Emilio estaba furioso, y la mujer que claramente lo desestabilizaba ahora iba a estar sola con él.
—A las siete en punto envío por usted, señorita Montero —dijo el empresario, guiñándole un ojo—. Recuerde, el futuro de esta alianza está en sus manos.
—Lo sé —respondió ella, sin titubear, mientras lo observaba salir con su porte de galán implacable. Susana apagó la laptop de Emilio guardo la USB y Apenas se pusieron de pie y se alejaron lo suficiente del restaurante, Emilio estalló.
—¿¡Qué demonios te pasa, Montero!? ¿Por qué rayos eres tan confiada? ¿A todos los imbéciles que te coquetean les sonríes y les aceptas invitaciones? ¿No te das cuenta del riesgo? Podrías encontrarte con un psicópata, un abusador... ¡cualquier cosa! No todos los hombres son confiables, y me sorprende que una mujer tan inteligente como tú no lo sepa.
Susana se detuvo en seco. Se giró y lo miró con los ojos encendidos.
—Mire, señor Moretti —comenzó con voz firme—, usted podrá ser mi jefe, y el maldito amo de Italia si así le da la gana. Pero que sea la primera y última vez que me grita de ese modo y me trata como si fuera una idiota.
—Susana, yo...
—¡No! —lo interrumpió—. Sé perfectamente que ese hombre me estaba coqueteando. No soy ilusa. Pero también sé que esta es la única oportunidad que tenemos de avanzar con el proyecto. Quizás usted no lo sabe, o no le interesa, pero este proyecto es mi más grande sueño. Y si para alcanzarlo tengo que aceptar una invitación de un tipo que se ve que quiere a todas las mujeres... no me voy a negar.
Emilio la miraba, con las venas del cuello tensas.
—Además —continuó ella con frialdad—, no entiendo por qué carajos se enoja. Usted mismo me dijo durante el viaje que no estaba dispuesto a perder esta alianza por mi culpa. Pues bien, entonces no me estorbe. Déjeme hacer lo que usted con su ego y su autosuficiencia no pudo.
Dicho esto, Susana giró sobre sus talones y se marchó con paso firme, perdiéndose entre los turistas del hotel.
Emilio la observó alejarse, con el corazón acelerado y un millar de pensamientos golpeándole la cabeza. Quería ir tras ella. Quería gritarle que no era el proyecto lo que lo enfurecía, sino la idea de verla en brazos de un depredador como Asdrúbal. Pero sabía que no tenía argumentos válidos.
Ella ya había tomado una decisión… y él, por ahora, no podía detenerla.
/CoolGuy/
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És más ni cita hago ahí mismo lo páro en seco y le digo hablémos de el negocio aquí mismo y ahora.
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