Tu Dulce Aroma

—¿Acaso no es esto lo que siempre deseaste? —Carter lo observaba con detenimiento, analizando cada gesto en su rostro.

Skylar guardó silencio. Aquello era cierto. Lo había deseado desesperadamente durante tanto tiempo que, incluso ahora, una parte de él aún lo anhelaba. Sin embargo, ya no sabía qué quería realmente.

—No lo sé —fue lo único que logró responder.

El rostro del alfa se tensó, su entrecejo se arrugó y las comisuras de su boca hicieron una mueca desagradable.

—¿Estás bromeando? ¡Tú eras quien insistía en que nos comprometiéramos antes de salir del instituto! Has hablado de eso durante años, y ahora que finalmente sucede, ¿me sales con que no estás seguro? ¿Qué, acaso hay algo que haya cambiado en ti? —El enojo era evidente en su voz.

—No me hables en ese tono. No me has respondido: ¿sientes algo por mí? ¿Me amas, acaso? ¿Qué sentido tiene casarnos si no hay amor de tu parte? —La voz del omega temblaba con cada palabra, rota por la inseguridad.

—Claro que siento algo por ti. Hemos estado juntos desde siempre. ¿Por qué dudas ahora? —Los ojos de Carter brillaban con sinceridad.

Skylar se sentía ahogado. Llevaba semanas tratando de decidir qué hacer con su vida y, ahora, frente al alfa con quien siempre había soñado, recibiendo exactamente lo que tanto había deseado... se sentía vacío. ¿Tenía sentido luchar contra el destino? No era bueno en nada más. Se había preparado para ser un buen esposo, y nada más. No sabía hacer otra cosa. Jamás pensó en una carrera. Solo le quedaba aferrarse a lo que conocía, aunque doliera.

—No dudo. Por supuesto que quiero este compromiso… ¿Cuándo será la fecha? —Skylar forzó una sonrisa, apenas sostenida por su fragilidad.

El alfa sonrió complacido y besó su frente. Al final, todo seguiría como siempre.

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Los meses siguientes pasaron rápidamente. El compromiso estaba a solo dos semanas de distancia. Carter volvió a alejarse después de anunciar la fecha. Se veían ocasionalmente, y aunque podían coincidir en el instituto, Skylar prefería no estar demasiado cerca.

Kelly había puesto el grito en el cielo cuando le contó sobre el compromiso. La omega estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para controlar su lengua y no iniciar otra discusión.

Las madres de la pareja estaban ocupadísimas organizando el evento. Sería el compromiso del año. El cuento de hadas perfecto que uniría a dos de las familias más influyentes del país. La historia que todos envidiaban.

Y aunque no quisiera, Skylar era el centro de atención. Tenía que escuchar comentarios en los pasillos, en los almuerzos, en los baños. Envidiado, odiado, admirado y despreciado al mismo tiempo.

¡Qué agotador era todo!

Una mañana despertó agitado. Había dormido mal, perseguido por pesadillas. Se levantó con pesadez: solo quedaba una semana para la tan anhelada fecha. Apenas estaba reuniendo sus pensamientos cuando su madre entró alegremente a la habitación, seguida de varias personas.

Skylar dio un respingo del susto y se cubrió con las mantas.

—Cariño, ven, quiero que veas esta hermosura —dijo su madre, radiante. Pero se detuvo al ver el rostro de su hijo—. Ay, no… tienes ojeras. Seguro los nervios te están jugando una mala pasada. Tranquilo, mamá solucionará todo y estarás perfecto ese día.

—¿Qué es todo esto? —preguntó aún confundido.

—Ellos son el equipo de vestuario y maquillaje. Hoy es la última prueba. El próximo sábado debes lucir perfecto. Serás el centro de atención y marcarás tendencia —dijo con entusiasmo, mientras los estilistas comenzaban a trabajar.

La prueba fue, según su madre, un éxito total. El traje, elegido por ella, era de un color crema elegante con detalles plateados que resaltaban su cabello y sus ojos. El maquillaje, suave y sutil, le daba un aspecto casi angelical.

Esa noche, ya solo, Skylar abrió el inmenso clóset para observar el traje.

La verdad era que sí, era hermoso. La tela, los bordados, todo… Pero nada había sido elegido por él.

¿Qué color habría elegido si lo dejaban decidir? Tal vez algo más oscuro. Tal vez algo que se sintiera suyo.

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Durante toda la semana, Carter había venido a cenar cada noche.

Skylar, en silencio, trataba de comer sin que le temblaran las manos. La conversación fluía entre Carter y sus padres.

—Entonces, ¿te irás apenas termines la graduación? Será un año largo mientras esperamos que Skylar cumpla la mayoría de edad —comentó su madre, emocionada.

—Un año pasará volando. Espero que Skylar esté tan emocionado como yo —dijo Carter con una sonrisa.

Skylar tragó con fuerza el bocado que tenía en la boca.

—P-por supuesto. Esto es lo que siempre soñé. Un año no es nada —dijo con una voz que intentaba sonar alegre.

—Así es, cariño —respondió su madre—. Me da gusto verte más seguido, Carter. Aunque estés tan ocupado… pronto ustedes estarán juntos para siempre.

Su padre, como siempre, asentía complacido. Solo pensaba en los beneficios de aquella unión. La familia. El legado. El estatus.

Más tarde, antes de que Carter se fuera, ambos estaban sentados en el jardín disfrutando el aire fresco. Hacía algo de frío, pero el clima era agradable.

—Toma —dijo Carter, cubriéndolo con su abrigo—. Está algo frío, no quiero que te enfermes.

Skylar se sonrojó. Eran estos gestos los que lo desarmaban. El alfa, aunque ausente, le enviaba flores, chocolates, joyas… Era algo nuevo. Detalles que antes no existían. ¿Había cambiado realmente? ¿Ahora que todo iba en serio, le estaba dando su lugar?

Se sintió culpable por haber dudado. Aunque una espina seguía allí, cada día se convencía más de que estaba tomando la decisión correcta.

Hablaron sobre el futuro, sobre la universidad, sobre la espera.

—Te escribiré todos los días para que no me extrañes tanto —susurró el alfa en su oído.

Skylar sintió que su corazón iba a estallar.

—Te pensaré todos los días… estaré esperando a que vuelvas —dijo con timidez, hundiendo el rostro en el pecho de Carter.

Todo parecía estar bien. Esa noche era perfecta. En pocas horas comenzaría la cuenta regresiva para alcanzar su tan anhelado destino.

Mientras besaba al omega entre sus brazos, Carter solo pensaba en lo que haría al salir de ahí. Había estado disfrutando mucho los últimos días en la ciudad. Esa noche estaba invitado a un exclusivo club, su "última noche" sin una argolla de compromiso, sin una cadena que no había elegido.

Agradeció mentalmente que su madre, siempre previsora, hubiese encargado un enorme arreglo floral que llegaría por la mañana. Así compensaría su ausencia con lujo. Ella entendía perfectamente la situación… y se encargaba de no hacer preguntas.