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Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Omegaverse / ABO
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: GEMINI_K

Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.

Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse

NovelToon tiene autorización de GEMINI_K para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

###**Capitulo 8: Déjate Querer **

Jay agarró a Gio del brazo y, sin darle oportunidad de resistirse, lo arrastró hacia la habitación.

—Ven acá, pesado.

Gio se dejó llevar con una sonrisa divertida.

—¿Tan desesperado estás por darme mi recompensa?

Jay lo miró con fastidio y señaló la cama.

—No, idiota. Primero, te pruebas el traje.

Gio parpadeó y, por primera vez, notó la caja elegante sobre la cama.

—¿Tan pronto lo terminaste?

Jay chascó la lengua.

—Por supuesto. Soy un genio.

Gio se acercó y abrió la caja, sacando el traje con cuidado.

Era un diseño impecable, perfectamente ajustado a su talla, con detalles sutiles pero sofisticados. Sin duda, una obra maestra de Jay.

—Demonios… esto es increíble —murmuró, pasando los dedos por la tela.

Jay cruzó los brazos, orgulloso.

—Obvio. Ahora pruébatelo.

Gio lo miró con picardía.

—¿Quieres verme desnudo, amorcito?

Jay bufó, pero su cara se calentó un poco.

—Dije que te lo pruebes, no que hables.

Gio se rió y empezó a desvestirse lentamente, disfrutando de cómo los ojos de Jay lo seguían de reojo.

Cuando estuvo en ropa interior, Jay desvió la mirada de inmediato.

—D-Deja de tardarte.

Gio sonrió, divertido, y comenzó a ponerse el traje con calma.

Mientras tanto, Jay se recargó en la pared, fingiendo que no le importaba, pero en realidad estaba… bastante entretenido con la vista.

Cuando Gio terminó de ajustarse la chaqueta, se giró hacia Jay con una sonrisa confiada.

—Listo. ¿Qué tal?

Jay lo recorrió con la mirada, su lado profesional analizando cada detalle.

El traje le quedaba perfecto.

Demasiado perfecto.

Gio dejó que Jay lo guiara hasta la plataforma frente al espejo.

Jay tomó las últimas medidas, ajustó el cuello, las mangas, los botones…

Gio lo miraba a través del reflejo.

Jay estaba concentrado.

Demasiado.

Tan metido en su mundo, que ni siquiera se daba cuenta de lo adorable que se veía frunciendo el ceño.

El alfa sonrió.

Y, como siempre, decidió molestarlo un poco.

—¿Sabes? Me gusta verte así.

Jay ni se inmutó.

—¿Así cómo?

—Concentrado. Serio. Profesional.

Jay sus ojos seguían fijos en el dobladillo.

—No es novedad. Siempre soy profesional.

Gio bajó la voz.

—Sí, pero así te ves sexy.

Jay se paralizó.

Por un segundo.

Luego, lo fulminó con la mirada.

—Cállate y quédate quieto.

Gio sonrió con satisfacción.

Jay se estremecío, maldita sea, Gio se veía jodidamente atractivo con ese traje.

Jay se aclaró la garganta y asintió con aprobación.

—Te ves… bien.

Gio arqueó una ceja, claramente esperando más.

—¿Solo "bien"?

Jay desvió la mirada y se cruzó de brazos.

—No voy a inflar más tu ego.

Gio sonrió con burla y se acercó lentamente.

—Pero me prometiste una recompensa.

Jay sintió que el aire se le atascaba en la garganta cuando Gio lo acorraló contra la pared.

—E-Esperemos a que termine de ajustarlo.

—Jay.

—Gio.

El alfa se inclinó peligrosamente.

—Quiero mi recompensa.

Jay maldijo.

—¡Gio, retrocede! —gruñó, forcejeando.

Pero el alfa ya lo tenía atrapado, sujetándolo con facilidad.

—Primero dices que me lo pruebe… —Gio sonrió con esa expresión arrogante que Jay odiaba tanto (y que, en secreto, le encantaba).— …y ahora te enojas porque lo hice demasiado bien.

—¡No es por eso, idiota! —Jay le pegó en el pecho con ambas manos.— ¡El traje se va a arrugar!

Gio se congeló.

Jay lo miró con frustración.

—¿Qué? ¿Creíste que iba a dejar que destroces horas de trabajo en menos de dos segundos?

Gio parpadeó y luego dejó escapar una carcajada.

—Eres increíble.

—¡Quítatelo, carajo!

Gio sonrió con picardía y se incorporó apenas lo suficiente para empezar a quitarse la chaqueta.

—Si querías que me desnude, solo tenías que decirlo.

Jay se cubrió la cara con ambas manos, exasperado.

—Dios, dame paciencia.

Pero en cuanto Gio se quitó la chaqueta y la dejó a un lado con todo el cuidado del mundo, Jay sintió su propio cuerpo traicionarlo.

Porque Gio se veía demasiado bien así, con la camisa medio desabrochada, el cabello algo revuelto y esa maldita sonrisa peligrosa.

Y Jay ya sabía que estaba perdido.

Jay sabía perfectamente lo que hacía cuando, en lugar de apartarse, se quedó pasmado y dejó que sus dedos vagaran lentamente sobre los botones de la camisa de Gio.

—Dijiste que me la quitara, ¿no? —Gio murmuró con una sonrisa ladeada, mirándolo con esos ojos oscuros llenos de intención.

—Ajá. —Jay deslizó los dedos con lentitud deliberada, desabrochando un botón, luego otro, rozando apenas la piel caliente debajo.

Sintió cómo el pecho de Gio se expandía bajo sus manos, su respiración volviéndose apenas más profunda.

Jay sonrió con picardía.

—No te tensas tanto cuando te la quitas solo, ¿o sí?

Gio se rió por lo bajo, la vibración de su pecho resonando contra las yemas de los dedos de Jay.

—Sabes muy bien lo que estás haciendo.

—Por supuesto. —Jay se inclinó apenas, su aliento rozando el cuello del alfa mientras sus dedos seguían explorando.— Y tú no estás haciendo nada para detenerme.

Gio chistó, pero no se movió.

Jay sabía que tenía el control en ese momento. Y estaba decidido a disfrutarlo.

Desabrochó el último botón, deslizando la camisa de los hombros de Gio con movimientos pausados.

Pero en lugar de dejarlo terminar, inclinó la cabeza y dejó un mordisco travieso en la clavícula del alfa.

—Jay.

El tono de Gio cambió.

Más grave.

Más oscuro.

Más hambriento.

Jay sonrió contra su piel.

—¿Qué pasa, amor? ¿Te pones nervioso cuando tomo la iniciativa?

Gio se movió en un parpadeo, atrapando la muñeca de Jay con una mano firme, inclinándose sobre él, acorralándolo entre su cuerpo y la cama.

—Me pongo impaciente.

Los ojos de Jay brillaron con desafío.

—Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto?

Y en el segundo siguiente, Gio respondió sin palabras.

El aire a su alrededor cambió.

Denso. Cálido. Abrumador.

Jay sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando la fragancia de Gio se intensificó de golpe, envolviéndolo como una ola implacable. Maderas cálidas, especias suaves y algo más profundo, más oscuro, que hacía que su piel se erizara y sus pensamientos se volvieran peligrosamente difusos.

Gio lo estaba rodeando con sus feromonas, enterrándolo en su esencia de alfa como una condena silenciosa.

Jay apretó los dientes.

Maldito.

Dos podían jugar ese juego.

Y sin darse cuenta, su propio aroma estalló en el aire, deslizándose como una corriente dulce y afilada al mismo tiempo. Algo que prometía resistencia, pero que también tentaba con una calidez que se filtraba sin permiso.

Los ojos de Gio brillaron con algo oscuro y satisfecho.

Jay tragó saliva.

La sonrisa de Gio se torció en algo oscuro.

Jay sabía lo que hacía cuando lo provocaba así. Sabía lo que encendía en su alfa cuando lo miraba con ese descaro, con ese aire de desafío juguetón que solo él podía sostener sin consecuencias inmediatas.

Pero eso era justo lo que lo hacía divertido.

Gio soltó una risa baja, su aliento chocando contra la piel de Jay mientras su agarre en su muñeca se afianzaba.

—Dices esas cosas y luego te arrepientes, cariño.

—¿Ah, sí? —Jay inclinó la cabeza, sus labios rozando apenas la mandíbula del alfa mientras hablaba, casi en un susurro travieso.— ¿O será que te gusta demasiado pensar que tienes el control?

Gio tensó la mandíbula.

Jay podía ver el brillo peligroso en sus ojos. Podía sentir el calor irradiando de su cuerpo, la fuerza contenida en cada fibra de su ser.

Pero en lugar de ceder, Jay lo desafió más.

Movió la pierna lentamente, presionando justo donde sabía que haría efecto, y lo sintió—la exhalación brusca de Gio, la forma en que sus dedos se apretaron contra su muñeca, la batalla interna entre el autocontrol y la necesidad primitiva de reclamarlo allí mismo.

Jay sonrió.

—¿Nada que decir, doctor?

El título era un añadido deliberado.

Uno que sabía que lo empujaría más allá del límite.

Y funcionó.

Porque en el segundo siguiente, Gio gruñó, atrapando a Jay por la cintura y empujándolo de espaldas contra la cama.

Jay soltó una risa entrecortada, emocionado, expectante.

—Ah, entonces sí vas a hacer algo.

—Tú lo pediste, amor.

Y esta vez, no hubo espacio para más provocaciones.

Jay se mordió el labio cuando Gio lo empujó más contra el colchón, su cuerpo cubriéndolo como una sombra caliente y posesiva.

El alfa lo miraba desde arriba con esos ojos oscuros, peligrosamente intensos. Había algo en la forma en que su pecho subía y bajaba, en la forma en que su agarre alrededor de su cintura se tensaba como si estuviera conteniéndose.

Jay adoraba verlo así.

Adoraba encenderlo, provocarlo, jugar con esa delgada línea entre el dominio y la rendición.

Pero Gio no era un alfa común.

Y Jay lo descubrió en el segundo en que sintió sus labios descender hasta su cuello, atrapando su piel entre besos, mordiscos y susurros cargados de deseo.

—Eres un maldito tramposo —jadeó Jay, entrecerrando los ojos mientras Gio lo sujetaba con firmeza—. Ibas a medirte el traje, no a… hacer esto.

Gio soltó una risa ronca contra su piel.

—Tú fuiste quien prometió una recompensa. Yo solo la estoy reclamando.

Jay se estremeció cuando la lengua de Gio rozó el punto donde lo había marcado antes.

Maldito. Sabía exactamente qué hacer para volverlo loco.

Jay intentó contraatacar, deslizando las manos por su espalda, clavando apenas las uñas en su piel caliente.

—Si arrugas el traje, juro que te vas a arrepentir.

Gio se separó apenas para mirarlo, sus ojos brillando con travesura.

—¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer?

Jay lo fulminó con la mirada, respirando entrecortadamente.

—No lo sé, pero créeme, no te va a gustar.

Gio sonrió.

—Entonces tendré que quitármelo.

Y antes de que Jay pudiera replicar, Gio se incorporó lo suficiente para sacarse el traje con una facilidad insultante, dejándolo caer al suelo sin la menor preocupación.

Jay lo miró con la boca entreabierta.

—Hijo de—

Pero Gio lo atrapó de nuevo, silenciando cualquier protesta con un beso hambriento.

Jay se arqueó contra Gio cuando el alfa lo volvió a atrapar entre sus brazos, su cuerpo caliente y firme presionándolo contra el colchón.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? —susurró Gio, con una sonrisa perezosa, recorriendo el rostro de Jay con la mirada.

El omega aún intentaba recuperar el aliento, su piel brillando con un leve rubor y sus labios hinchados por los besos previos.

—¿Qué? —murmuró Jay con cierto recelo, entrecerrando los ojos.

Gio descendió, presionando un beso lento contra su clavícula antes de responder.

—Que fuiste tú quien me arrastró aquí.

Jay sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando la voz de Gio se volvió más grave, más densa.

—Fuiste tú quien me prometió una recompensa.

Los dedos del alfa se deslizaron sobre su cadera con una lentitud exasperante, marcando un rastro de calor por donde pasaban.

Jay se removió bajo él, inquieto, pero sin apartarlo.

Porque maldita sea, le gustaba esto.

Le gustaba sentir las manos grandes de Gio recorriéndolo, le gustaba esa manera en la que lo miraba, como si no existiera nadie más en el mundo, como si cada parte de su cuerpo estuviera hecha para ser tocada solo por él.

Jay no se rendía tan fácil, sin embargo.

Con un brillo desafiante en la mirada, envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Gio y lo atrajo más cerca, haciéndolo maldecir por lo bajo.

—Dijiste que querías tu recompensa —susurró Jay contra su oído, sintiendo el temblor sutil en el cuerpo de Gio—. Pero no dijiste cómo la querías.

Gio cerró los ojos un segundo, exhalando con fuerza.

Jay sonrió con satisfacción.

Pero su victoria fue efímera.

Porque en un abrir y cerrar de ojos, Gio cambió las tornas, sujetándolo de la cintura con fuerza y haciéndolo rodar con él hasta quedar sobre su pecho.

Jay parpadeó, desconcertado, su cabello cayendo en desorden sobre su rostro.

Gio sonrió con diversión, con pura malicia.

—Oh, amor —susurró, deslizando sus manos hasta la espalda de Jay, inclinándose hasta que sus labios rozaron su oído—. Tú empezaste esto.

Su agarre se volvió más fuerte.

—Y ahora vas a asumir las consecuencias.

Jay sonrió con picardía cuando sintió a Gio tenso bajo él, su respiración entrecortada mientras sus manos firmes recorrían su cintura.

El omega se inclinó un poco, asegurándose de rozar apenas los labios del alfa, disfrutando de la forma en que su marido se mordía la lengua tratando de contenerse.

Estaba en control.

Justo cuando empezaba a desabrochar su camisa con lentitud, dejando que sus dedos rozaran su propia piel de manera sugestiva...

Su teléfono sonó.

Jay frunció el ceño, ignorándolo.

Gio aprovechó para presionar un beso en su clavícula, impaciente.

Pero entonces, Jay vio el nombre en la pantalla.

Se congeló.

"Papá Jongin."

El aire se volvió más denso en la habitación.

—No lo vas a contestar, ¿verdad? —murmuró Gio, su voz aún impregnada de deseo, pero con una pizca de nerviosismo.

Jay lo miró con el ceño fruncido, su mente recordándole que su padre alfa no era alguien a quien se le ignorara tan fácilmente.

El tono grave de la llamada seguía sonando.

Gio se removió inquieto debajo de él, como si el solo hecho de que Jongin estuviera en la línea pudiera materializarlo en la habitación.

Finalmente, Jay bufó con fastidio y deslizó el dedo para aceptar la llamada, llevándose el teléfono al oído.

—Papá.

Gio se quedó completamente inmóvil.

—Jay, ¿dónde estás? —la voz de Jongin era firme, inquebrantable. No parecía molesto, pero tenía esa autoridad natural que hacía que cualquiera quisiera cuadrarse al instante.

Jay se aclaró la garganta, forzando un tono despreocupado.

—En casa. ¿Ocurre algo?

Gio trató de moverse, pero Jay lo fulminó con la mirada y le tapó la boca con una mano.

—Voy en camino a verte. Quiero hablar contigo sobre la gala.

Jay se quedó rígido.

—¿Ahora?

—Sí. Llego en veinte minutos.

Y sin más, colgó.

El omega bajó el teléfono lentamente, con una expresión indescriptible.

Gio trató de quitarse la mano de la boca y carraspeó, mirando a su esposo con ojos ligeramente aterrorizados.

—¿Va a venir aquí?

Jay lo miró con una sonrisa malvada.

—Sí, cariño. Así que será mejor que corras a vestirte... y escondas cualquier evidencia de lo que íbamos a hacer.

Gio se levantó de golpe, casi tirando a Jay en el proceso.

—Mierda.

Jay soltó una carcajada al verlo apresurarse para vestirse mientras revisaba el estado de la habitación.

Oh, sí. Esto iba a ser divertido.

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Lucero Solorzano
hay me encanta espero más capítulos por favor me que de con expectativas que dirá GIO...aaaaaaa que emoción
Lucero Solorzano
hola espero con ansias más capítulos espero y no lo dejes a la mitad...
Lucero Solorzano
Guau excelente hasta donde voy me gusta no es la clásica novela donde hay odio.amor o divorcio.aunque también me encantan muchas gracias tienes otras novelas me puedes dar los nombres.👍👍
Nidia Mojica
Gio quiere ser papá.
Nidia Mojica
Jajaja ese Gio es tremendo, traumados los suegroa de Jay.
Nidia Mojica
Jajajaja esos dos no aprenden.
Nidia Mojica
Huy ese señor si que da miedo.
Sofi
me encanta
Muriel
Quiero más aventuras🎈
Sayuri//acuario
Después de leer tu historia, me he quedado con ganas de más. Necesito saber qué pasa después. 😫👀
ZodiacKiller
😍Es genial, sigue así.
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