Nica es el fruto de un rico hacendado, dueño de muchas tierras productoras de caña y algodón, y de un amorío con una de sus esclavas.
Y aunque su padre prometió protegerla, no vivió mucho para cumplir su promesa.
Apenas su padre murió, su tío y sus primos se encargaron de hacerle la vida un infierno. Le recalcaba a cada momento que ella solo era una sucia esclava con sangre impura corriendo por sus venas.
Y qué por lo tanto, su vida no valía nada.
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A La Deriva.
La cena en la casa de los Hurtado se llevó a cabo en el jardín de la hacienda, debido a la cantidad de gente presente no entraban todos en el comedor.
Como Antonio tenía la costumbre de comer antes que los demás, quienes tardaban rezando, fue el primero en terminar su plato. Se sintió satisfecho y tuvo las intenciones de irse a dormir, hasta que sintió la mirada pesada de su padre sobre él.
Armando carraspeó su garganta en señal de que era momento de dar "el gran paso".
Antonio rodó los ojos con disgusto, y recibiendo una última mirada amenazante se levantó para tomar su copa y golpearla con la cuchara.
—Con permiso familia, señor Héctor Montalván y compañía. —Antonio refinado llamó la atención de todos. —Me complace compartir mi honor en querer casarme con la señorita Lilianne, por lo que le pido su bendición, señor Héctor, para despojar a la flor que me ha cautivado desde el primer momento que la ví. No solo por su deslumbrante belleza, sino por su forma única y especial de ser.
Esas palabras conmovieron a Lilianne y a las señoras de la mesa, quienes sonrieron con ternura.
—¿Lilianne? —Héctor miró a su hija, decidió darle la decisión a ella. —¿Cómo respondes?
—Si es del gusto de nuestras familias, con gusto acepto su petición de matrimonio, joven Antonio. —Accedió la rubia, sonrojada.
—¡Excelente, nuestros hijosestán oficialmente comprometidos! —Armando se alzó con su copa de tanta emoción que casi tira la silla.
—Hagamos un brindis, por Antonio y Lilianne. —Imitó Héctor junto a Lady Gwendoline.
—Dios los bendiga y les conceda un matrimonio feliz. —Vociferó la madre de Antonio, Laura mientras levantaba una copa de zumo.
Después de la cena, las dos familias se pusieron a compartir en la sala de la casa grande, charlando de diversas cosas, más el tema principal era el matrimonio entre Antonio y Lilianne. Como los preparativos, la fecha y el lugar. De tal manera, que a uno de los Hurtado comenzó a irritarse.
—¿Tanto escándalo por una boda? —Refunfuñó Julián, el segundo hijo de Don Armando. Se quiso escapar desde que terminó la cena, pero su madre le exigió quedarse para no faltarle el respeto a sus invitados.
—¿De qué te quejas? ¿De qué no es la tuya? —Bromeó Antonio de buen humor.
—Vaya, pareces muy... feliz. —Confesó Julián, extrañado.
Antonio y Julián eran los hermanos que mejor se llevaban, mientras que Mateo, el menor de los tres no congeniaba con ellos al ser tan menor. Honestamente, Julián pensó que si Antonio se llegara a casar el se opondría de inmediato, pues no se imaginaba a su hermano siendo de una sola mujer.
—Lilianne no está mal. —Expresó Antonio, indiferente. —Bueno, quizá tu no veas eso. Contigo debería hablar de, no sé... ¿El hermano?
—Cállate. —Julián lo miró mal.
Eso no fue obstáculo para que Antonio riera a carcajadas. Sin embargo, su risa no duró mucho cuando se le acercó su futuro cuñado.
—Así que usted, Antonio Hurtado, pronto será mi cuñado. —Mencionó Aquiles sin poder asimilarlo todavía.
—Con todo gusto, joven Aquiles. —Aseguró Antonio con una sonrisa forzada
—Más le vale que haga a mi hermana feliz. —Aquiles dijo esa frase en tono de amenaza, en busca de intimidarlo. —Porque no toleraré que mi hermana esté con cualquier patán que rompa su corazón.
No estaba demás decir que aquella amenaza terminó atemorizando hasta al propio Julian, y eso que la advertencia no iba para él. Antonio tragó saliva, incómodo.
—Ejem... ¡Oh, santo cielo! ¿Qué hora es? Es hora de descansar. —Evadió Antonio. —Seguramente estén cansados del viaje, deben descansar.
—Tiene razón, joven Antonio. Está llegando el sueño y hay que partir temprano. —Héctor estuvo de acuerdo con su yerno. Hacia rato quería irse a dormir, pero su compadre lo atosigaba con palabras y bebida.
—Schließlich... (Finalmente.) —Agradeció Olivia, quien llevaba horas aburrida.
Los esclavos de Armamdo fueron encomendados a dirigir a los huéspedes a sus respectivas habitaciones. Olivia vió el paraíso cuando una esclava le dijo que dormiría en una habitación diferente que Aquiles, debido a que ella no se sentía cómoda de compartir habitación con él por los momentos.
En ese instante, Nica se escondió detrás de la escalera a esperar pacientemente a estar sola con Lilianne. Debía advertirle sobre Antonio y evitar el matrimonio cuanto antes. Cuando de repente, sintió un fuerte agarre en su brazo y fue arrastrada hacia una habitación solitaria.
—¿Qué haces aquí, pordiosera? —El agresor se trataba de su tío Héctor, mirándola con desprecio.
—Y-Yo...
—Te prohíbo de manera inminente que te relaciones con la familia Hurtado. No quiero que te vean por nada del mundo. —Ordenó el señor Montalván. —¿Entendido?
Nica asintió la cabeza. Más Héctor quería una mejor respuesta e hizo presión en el agarre de su brazo.
—¡¿Entendiste, sucia pordiosera?!
—¡S-Si! —Gritó adolorida. —N-No tendrá queja de mi parte...
—Bien. —Héctor la soltó, complacido. —El señor Armando tiene dos hijos menores además de Antonio. Si me llego a enterar de que anduviste de fácil con alguno de ellos no dudaré en matarte a latigazos... ¿Quedó claro?
Nica asintió de nuevo. De hecho, su intención no era llamar la atención de ningún Hurtado, sino huir de ellos.
—Vete, no quiero que me relacionen contigo.
La castaña tuvo que ocultar su frustración e irse de la casa grande bajo la mirada despectiva de su amo. Tal vez esa noche no se pudo, pero mañana no dudaría en advertirle a Lilianne.
Apenas Nica se encontró en el exterior de la casa grande, con los grillos cantando y el viento marino revolviendo la vegetación se preguntó...
¿Dónde iba a dormir?
nunca más te leo. q falta de respeto son indeseable, engañan al lector.
el señor Angeli de Liliana 🙈