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Mi Sumiso Incubus

Mi Sumiso Incubus

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Dominación / Equilibrio De Poder / BDSM / Demonios / Chico Malo
Popularitas:8.2k
Nilai: 5
nombre de autor: AC MirikaVerena

Balvin, un joven incubus, se encuentra en su última prueba para convertirse en jefe de territorio: absorber la energía sexual de Agustín, un empresario enigmático con secretos oscuros. A medida que su conexión se vuelve irresistible, un poder incontrolable despierta entre ellos, desafiando las reglas de su mundo y sus propios deseos. En un juego de seducción y traición, Balvin debe decidir: ¿sacrificará su deber por un amor prohibido, o perderá todo lo que ha luchado por conseguir? Sumérgete en un mundo de pasión, peligro y decisiones que podrían sellar su destino. ¿Te atreves a entrar?

**Advertencia de contenido:**

Esta historia contiene escenas explícitas de naturaleza sexual, temas de sumisión y dominación, así como situaciones que pueden ser sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción.

NovelToon tiene autorización de AC MirikaVerena para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Donde las Almas Vagan

El día había avanzado más de lo que Balvín hubiera deseado. El resplandor del sol atravesaba las persianas del elegante departamento donde había aparecido, uno de los muchos que Agustín poseía. Con el ceño fruncido y sin señales de su anfitrión, Balvín recorrió las habitaciones con una creciente irritación. ¿Dónde estaba?

Después de recorrer el lugar en vano, su intuición lo llevó a salir al exterior. Caminó hacia los jardines privados que se extendían detrás del edificio, su mirada afilada rastreando cada rincón. Allí, a lo lejos, lo encontró: Agustín, el humano, estaba jugando al golf, rodeado de sus guardias.

Balvín frunció aún más el ceño. *Por supuesto que estaría disfrutando bajo el sol*, pensó con cierto desdén. El aura despreocupada y resplandeciente de Agustín lo irritaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Agustín, con una expresión de calma imperturbable, ya había sentido su presencia antes de que los guardaespaldas reaccionaran. Cuando uno de ellos intentó alzar su arma hacia Balvín, el empresario levantó una mano sin apartar la vista de la pelota. La señal fue suficiente para que el guardia se detuviera, aunque su mirada permanecía fija en el recién llegado.

A pesar de sus intentos de disimular, Balvín notó cómo los guardias, a su alrededor, intercambiaban miradas. No podía negar que admiraban su belleza, una reacción que estaba acostumbrado a provocar, pero que en este caso no hacía más que aumentar su incomodidad. No estaban allí para admirar su físico, se dijo a sí mismo, pero la atención no pasó desapercibida para Agustín.

El empresario, aunque seguía con su juego, endureció ligeramente su expresión, volviéndose severo. Las sonrisas que normalmente intercambiaba con su personal desaparecieron, reemplazadas por una mirada firme y fría mientras volvía a concentrarse en el siguiente golpe.

Balvín lo observaba desde la distancia, sintiendo cómo la irritación crecía en su pecho. El humano parecía tan… radiante, demasiado radiante para alguien que estaba, en teoría, bajo la amenaza de un enredo inigualable. Pero había algo más en Agustín, algo que molestaba profundamente a Balvín: incluso en medio de este conflicto, el humano sonreía.

Balvín suspiró con desagrado, soltando el aire en un largo exhalo. A pesar de su desagrado, había algo tranquilizador en verlo así, con esa aparente disposición hacia la situación. Quizás eso era lo que le enfurecía más: la facilidad con la que Agustín parecía aceptar todo lo que estaba ocurriendo. Mientras él, el Incubus que había pasado siglos en su formación, se sentía al borde del colapso con solo estar cerca de él.

Finalmente, Balvín se acercó más, dejando atrás las sombras de los árboles que bordeaban el campo. El césped verde bajo sus pies lo hacía sentir fuera de lugar, casi ridículo en comparación con la solemnidad que había en el aire.

—¿Así es como piensas pasar el día? —preguntó Balvín con voz fría pero serena.

Agustín no respondió de inmediato, concentrado en su siguiente golpe. El suave "clink" de la pelota resonó en el aire antes de que el empresario se girara lentamente hacia Balvín. Sus ojos azules brillaron con algo que parecía una mezcla de diversión y curiosidad.

—¿Hay alguna otra manera de disfrutar una mañana como esta? ¿Te apetece? —replicó Agustín con una leve sonrisa.

La respuesta despreocupada de Agustín solo incrementó la irritación de Balvín, pero el Incubus intentó controlarse. No había venido para discutir trivialidades. Tenían asuntos más importantes que tratar. Sin embargo, antes de que pudiera articular alguna respuesta mordaz, Agustín le lanzó una mirada más penetrante, como si lo estuviera evaluando. Su voz se volvió más seria:

—Te ves… cansado. ¿Te estás sintiendo bien?

Balvín no respondió de inmediato. ¿Cómo podría explicarle la fatiga que lo invadía? La interacción con Agustín había dejado secuelas que no esperaba. Pero no estaba dispuesto a mostrarse débil, mucho menos ante él.

—Estoy bien —respondió, aunque tenso, sin vacilar.

La respuesta fue cortante, pero no lo suficiente como para que Agustín no notara la incomodidad detrás de esas palabras.

—Al menos quedó claro que no eres muy resistente —dijo Agustín en tono de broma, pero Balvín lo fulminó con la mirada.

—El autocontrol nos separa de las bestias, animal —pensó Balvín, reprimiendo el impulso de gritarle. Quería echarle en cara que todo había sido su culpa por no detenerse en toda la noche, pero se contuvo.

—Humano y animales... ¿Qué nos diferencia con exactitud? —bromeó Agustín, lanzando otro golpe que envió la bola al hoyo.

—Por lo visto, a ti nada.

Agustín asintió, sin negar que en parte había sido su culpa. Giró de nuevo hacia el campo de golf, pero esta vez, sus ojos permanecieron en Balvín por un momento más largo.

—Supongo que todo ya está listo, pongámonos en marcha —dijo mientras entregaba su palo de golf a uno de sus hombres y encendía un puro. Notó la mirada de incertidumbre en Balvín y, con un gesto de la cabeza, sus guardias se retiraron.

—¿No tienes miedo de ir al Limbo? —preguntó Balvín, suspirando cansado—. Es un lugar peligroso y desconocido.

—¿Miedo? Para nada. ¿Acaso no te das cuenta de que el peligro me intriga más que asustarme? El Limbo es solo otro juego en mi tablero.

Lejos de estar complacido con la respuesta, Balvín se puso en marcha.

—No comprendo tu indiferencia. La mayoría de los humanos se aterrorizaría solo al pensar en eso.

—Quizás es porque nunca me he dejado dominar por el miedo. Pero dime, ¿qué es lo que te inquieta tanto de mí? Te noto agitado cada vez que estamos juntos.

—No es que esté agitado, simplemente... me desconcierta cómo haces que me sienta tan fuera de lugar. Tu actitud es... diferente, y eso me intriga.

—¿Eso es lo que te preocupa? Si crees que esto es raro, te garantizo que lo que me haces sentir es mucho más interesante.

Balvín se detuvo y ambos se miraron por un rato, entrecerrando los ojos con desconfianza.

—Entonces, ¿estás diciendo que te intriga mi reacción tanto como a mí la tuya? —preguntó Balvín, esbozando una leve sonrisa de lado.

—Exactamente. Ambos estamos en terreno desconocido, y me gusta la forma en que nuestros mundos chocan.

—Bien —suspiró Balvín, esbozando una sonrisa casi imperceptible. No podía negar que reconocía el valor de Agustín—. Supongo que mientras sigas dispuesto a jugar, podré tolerar tu falta de miedo. Pero no esperes que me relaje demasiado.

—No lo haría. Después de todo, la emoción es parte del juego, ¿no?

_____________

 

Dentro del departamento, Balbín guió a Agustín hacia la cama. Luego se acostó junto al joven, quien, lejos de incomodarse, se dedicó a molestarlo sosteniéndolo por la cintura.

—Recargamos —se ofreció Agustín, pero no solo fue rechazado; Balbín agarró su mano y la acomodó en su pecho, a la altura del corazón.

—No quites tu mano de tu pecho, a menos que quieras volver en partes.

"¿No sería mala idea tratar con un fragmentado?", pensó Balbín. Agustín, que no se perdió ni una de las expresiones de Balbín, notó la seriedad absoluta del Incubus.

—Creí que no sería un viaje físico.

—Y no lo será —respondió Balbín, mirándolo fijamente mientras apretaba la mano de Agustín—. Cuando te desplaces al mundo espectral, el calor de tu energía vital le recordará a tu subconsciente que sigues vivo y unido a tu cuerpo.

De pronto, Agustín sostuvo la mano del Incubus y se perdió en sus ojos. Aunque sorprendido, Balbín no se movió. Agustín pensó: ¿Por qué lo hizo? Quizás fue que parecía demasiado ansioso. A alguien como él eso no debería importarle, pero tal vez temía que, por los nervios, algo malo ocurriera en el viaje. Sí, fue un intento de reconfortarlo. Balbín retiró lentamente la mano y se recostó a su lado.

—Toca tu corazón —ordenó Agustín, desviando la atención de su actitud.

—Cierra los ojos —pidió Balbín, y Agustín obedeció—. Hoy, mi vitalidad eres tú —dijo mientras sostenía la mano de Agustín.

Agustín abrió abruptamente los ojos, sorprendido al verse de pie junto a la cama. Todo parecía igual, pero los colores se alternaban con una nubosidad que lo rodeaba. Lo que más llamó su atención fue su propio cuerpo, que brillaba como si fuese radiactivo.

—Es asombroso —dijo Agustín.

—Lo es —respondió Balbín, aún en la cama, hasta que de repente su caparazón empezó a desmaterializarse, agrupando sus partículas en brazaletes que ahora adornaban las muñecas del espectro.

Agustín quedó asombrado por la apariencia de Balbín. Contradecía toda la información que había recolectado sobre los supuestos horrorosos Incubus; la belleza de Balbín era aún más impresionante en esta forma espectral. Un aura radiante y angelical rodeaba su cuerpo, y la tenue luz hacía resaltar sus rasgos distintivos. La brumosa bata que cubría su silueta despertó en Agustín el deseo de arrancársela y disfrutar de su figura en su totalidad.

—Cálmate —dijo Balbín al levantarse de la cama. Agustín reaccionó, notando que seguía resplandeciendo—. Si te exaltas, la magnitud que alcanzará tu magna nos pondrá en peligro.

Balbín, al notar el continuo incremento de la magna en el ambiente, se plantó frente al humano.

—No puedo no excitarme —se defendió Agustín, dándole otra mirada—. Estoy fuera de mi cuerpo, pero sigo siendo yo.

—Inténtalo.

—¿Algún consejo? —preguntó Agustín, intentando tocar el rostro de Balbín, pero él lo esquivó casi en pánico, dándose la vuelta. Agustín rechinó los dientes.

—Imaginar que respiras profundo debería ser suficiente.

Habiendo hecho aquello, Agustín rápidamente asimiló su cuerpo espectral, desplazándose de aquí para allá. Esto no puso muy feliz a Balbín, pues cada una de estas situaciones lo llevaba a una sola y temerosa conjetura que esperaba que el armero negara.

—Vamos, tengo que guiarte —ordenó Balbín.

Agustín se desplazó demasiado rápido; aún no controlaba su velocidad, quedando muy cerca del rostro de Balbín. Este, asombrado, no retrocedió, aunque lo deseara. Lentamente, movió la mano y, con sumo cuidado, observó la mano que Agustín le tendía.

—¿Algo anda mal?

Balbín negó y, finalmente más decidido, tomó la mano de Agustín. De inmediato, una descarga recorrió sus cuerpos, obligándolos a mirarse con total curiosidad. La cálida corriente los envolvió, y Balbín, a pesar de no necesitar respirar, pareció jadear por un instante antes de que Agustín pudiera confirmarlo. Ambos se desplazaron fuera de la ventana, literalmente volando.

Como un par de cometas, sobrevolaron la brillante y despierta ciudad de Las Vegas. Agustín notó la cantidad de brumosa y colorida magna de la que Balbín había hablado.

—Hermosa, ¿no crees, humano? —preguntó Balbín, observando el asombro de Agustín.

—Definitivamente es una locura.

—Este distrito... cada rincón será mío.

—Dijiste que íbamos a evitar a otros, pero ir tan alto no es demasiado... —dijo Agustín, algo nervioso ante la continua altura que iban alcanzando por encima de las nubes—. Vamos a caer en picada al limbo.

—Bueno, la realidad es distinta a como creen. A excepción de uno, los demás reinos siempre han estado por encima de sus cabezas.

—El infierno debe estar debajo.

—...Algo mucho peor. No es un reino en sí, pero es igual de grande que uno —apretó el agarre—. Estamos por cruzar. Controla tu magna y, al cruzar, no se te ocurra soltarme la mano hasta que te indique que es completamente seguro, ¿entiendes?

—Eres un guía bastante precavido.

Balbín sonrió de lado y apretó su mano. Estaban aún más altos que antes, pero antes de que pudieran ver más allá de la atmósfera, todo se volvió oscuro. Balbín cerró los ojos un momento, concentrándose, y luego se lanzó hacia adelante, arrastrando a Agustín con él. Atravesaron la barrera que separaba el limbo de la dimensión que conocían, sintiendo una presión casi física al cruzar.

De repente, el entorno cambió. Las nubes se desvanecieron y fueron rodeados por un vasto paisaje gris, lleno de sombras y ecos distantes. La atmósfera era densa, con un ligero zumbido que parecía vibrar en el aire.

Agustín estaba de pie sobre una nube espesa y los susurros y ecos invadieron sus oídos, arrastrándolo a un trance. Estaba solo en ese paisaje gris, rodeado de súplicas de voces desconocidas. De repente, las manos de Balbín se acercaron a su rostro, trayéndolo de vuelta.

—No hagas caso a nada de lo que escuches —le advirtió Balbín, con firmeza.

Agustín lo tomó de las manos y buscó a su alrededor, descubriendo que Bal siempre había estado de pie junto a él. Frunció el ceño.

—¿De dónde vienen…?

Balbín movió la cabeza y señaló detrás de Agustín, quien al voltear, miró más allá, donde grandes charcos de agua negra se extendían.

—Eso no es agua —aseguró Balbín.

—Espejos de néctar abismal —añadió Balbín, volviendo a tomarle la mano y tirando de ella—. Cae en uno y tu alma se hará añicos en un instante. Olvídate de reencarnar.

— ¿Qué más debo saber antes de que lleguemos? —preguntó Agustín, con una mezcla de curiosidad y temor.

— No te dejes llevar por los espejos de néctar. Son engañosos —respondió Balbín, su tono era serio—. Pueden hacer que te enfrentes a tus peores miedos. La mente juega trucos aquí, y el limbo se alimenta de ellos.

Agustín asintió, sintiendo una presión creciente en su pecho. La idea de enfrentarse a sus miedos más profundos le hacía dudar. Sin embargo, la presencia constante de Balbín a su lado le otorgaba un extraño sentido de seguridad.

Saltaron hacia un lado, sobre el camino de nubes, continuando su peligroso trayecto.

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1
Mili Linue
estoy asustada.
quiero ver a Balbín admitir que le gusta Agustin
Mili Linue
jjajaj perdón pero ahora veo a este William con orejas de gato jajajajaja miam miam
...necesito terapia.
Mili Linue
deja a mi esposo fuera de tus cochinos pensamientos/Silent/ celosa
Mili Linue
si ya esta perdído
Mili Linue
jajajjaaj hijo de la constitución
Mili Linue
Mi esposo llegó
Mili Linue
muestrale quién manda /Smirk//Applaud/
Mili Linue
yo entendí esa referencia
Mili Linue
/Scare/ díablos señorito!
Mili Linue
/Brokenheart//Brokenheart//Brokenheart//Whimper//Frown/
Mili Linue
DALE CON LA SILLAAAA /Angry/
Mili Linue
bo ves que apenas camina¡!!! /Sob//Sob//Sweat/
Mili Linue
/Puke//Puke//Puke/
Mili Linue
/Speechless//Speechless//Speechless/ y a este que le pasa
Mili Linue
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!
me embaracé. Siwel cásate conmigo¡!
Mili Linue
/Skull/
Mili Linue
stoy confundida con el tiempo
Mili Linue
siiiiii seré discreta /Shhh/
Mili Linue
no me asustes!
Mili Linue
no estés triste ya no stas solito
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