Sonia está perdidamente enamorada del mejor amigo de su hermano. Dante es 8 años más grande que ella por lo que sólo la ve cómo una niña.
A Sonia no le importa y cómo la vea el. Siempre está tratando de ganarselo. Pero al cumplir los 18 años de da por vencida ya que el se compromete con una mujer que aparentemente es perfecta.
Sonia decide dejar de ser una arrastrada y sale del país con el corazón roto. Y con la importante decisión de enamorarse de alguien más.
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Yo no quiero verlo.
Los días pasan. Las visitas de Sonia son frecuentes. Pero la que no ha ido ni a pararse es Sandra.
Dante siente que le están ocultando algo así que le pregunta al doctor porqué después de tantos días el sigue sin poder mover las piernas.
El doctor le dice la verdad y Dante se enoja mucho con todos. Entiende el porque Sandra no ha ido a verlo y el porqué su madre de pone tan mal cuando le pregunta.
El llora y grita desesperado. Su madre llega a calmarlo.
— ¿Porqué me mentiste.?
— Hijo yo... Yo sólo quería protegerte.
— ¿Engañandome?, vete. No quiero ver a nadie.
— Hijo.
— QUÉ TE VAYAS. — Dante se siente muy mal.
Sonia qué iba llegando escuchá los gritos de Dante. Ella quiere entrar a verlo pero la madre de el se lo impide.
— Es mejor que te vayas.
— Pero Tía.
— El está muy mal. No quiero que te haga una grosería.
— No lo hará. Te lo prometo. — Sonia entra a la habitación.
— Te dije que no quiero verte.
— Dante. — El se gira.
— Sonia.
— Dante lo siento mucho.
— ¿Porqué no me lo dijiste.?
— Pensé que lo sabías.
— No lo sabía. No volveré a caminar. ¿Cómo será mi vida ahora? — Se pone a llorar de nuevo.
— Será igual que antes. Una silla no te define.
— Eso piensas tú. Pero el resto del mundo no pensara lo mismo.
— ¿Y a quién le importa el resto del mundo?
— A mi me importa. Sandra ni siquiera ha venido a verme. Creó que ya no quiere estar conmigo.
— Sería muy tonta si no quisiera estar contigo sólo porqué no puedes caminar.
— Eres muy joven para saber eso.
Sonia se queda callada.
— Por favor déjame solo. La soledad es lo que necesitó en éste momento.
— Está bien. — Sonia sale de la habitación.
...Sonia....
Es increíble que esa vieja no haya venido ni siquiera una vez. No que lo quería mucho. Tendré que ir a su casa y hablar personalmente con ella.
Averigüe la dirección y le pedí al chófer de mi padre que me llevará. El llamó a mi padre para informarle. Sólo esperaba que el no se negara. Y cómo a su princesa nunca le niega nada me dejó ir.
En el camino iba pensando que le diría a esa hija de su... Mamá.
Tenía toda una discusión armada en mi cabeza. Siempre me preparó con anticipación para cualquier cosa. No soy muy buena improvisando.
Llegué toqué y O sorpresa.
— ¿Qué haces tú en mi casa.? — Jorge me abrió la puerta. Lo cuál me pareció muy extraño.
— ¿Tú casa?
— Si. Mi casa. ¿Me estás acosando?
— ¿Tengo cara de ser una acosadora?
— Si.
Hice un gesto de disgusto. ¿Yo una acosadora?, eso ni de chiste.
— Estoy buscando a la señorita Sandra Sevilla.
— ¿Para que quieres a mi tía?
— ¿Tú tía? — Claro por eso no relacione los apellidos. Ella es Sevilla y esté... La verdad no se cómo se apellida. Pero tampoco me importa mucho.
— ¿Y bien?, ¿Porqué la estás buscando?
— Me vas a tener en la puerta todo el día. — Mis piernas ya estaban cansadas.
— Pasa. — Dijo con disgusto. Yo entré y el me guío a la sala. Ahí me encontré a Sandra.
— Tía está niña te está buscando.
— ¿Niña? — Volteó y me observó. — Hola. ¿Quién eres? — ¿No me conoce?, ¿qué le pasa?, ¿cómo puede fingir que no me conoce.
— Soy Sonia. La amiga de Dante.
— A claro. Eres esa chiquilla.
¿Chiquilla?, ¿de dónde estoy chiquita?, soy bastante alta para mi edad, bueno mi cuerpo aún no se ha desarrollado cómo el de mis compañeras pero no por eso soy una chiquilla.
— ¿Podemos hablar?
— Ya lo estamos haciendo.
— A solas. — Observe a Gorge. Ella le hizo un gesto con los ojos y el se fue de inmediato. Me sorprendió lo obediente que puede ser.
— ¿De qué quieres hablar?
— Dante te extraña. Quiere verte.
— Yo no quiero verlo.
— ¿Porqué?
— Eso no te incumbe.
— Sandra.
— Señorita Sandra para ti.
Vieja mamona. Ya decía yo que no podía ser tan perfecta.
— Señorita Sandra. Dante la extraña mucho. Lo haría muy feliz si fuera a verlo.
— Escúchame niña. No sé porque te tomas atribuciones que no te corresponden. Pero te dejaré claro algo. Yo soy joven y hermosa. ¿Si lo notas verdad?
— Lo hago.
— ¿Y tú piensas que una mujer cómo yo quiere estar con un paralítico?
— ¿No lo amas?
— Me queda claro que eres muy ingenua. Pero lo entiendo. Tú edad te hace ser así.
No me equivoqué al decir que entré más grandes más pendejas.
— No pienso quedarme al lado de alguien que sólo me va tener cómo su enfermera. ¿Comprendes?
— Lo entiendo. Antes pensaba que el se aburriría de usted y la dejaría. Nunca imaginé que usted sería la tonta que lo deje primero.
— ¿Tonta?
— Si. Tonta. Usted es una tonta. O simplemente alguien que no sabe amar. Sea cual sea la razón sólo quiero pedirle que nunca se acerque a el.
— No pienso hacerlo.
— Eso esperó. Ya tomó su decisión. Y esperó que más tarde no se arrepienta de ella.
— Nunca me arrepiento de mis decisiones.
— No vuelva a aparecer en su vida. O de lo contrario le diré a mi padre que destruya a su familia. Soy su adoración así que no dudará en hacer lo que le pido.
Ella sonrió con malicia. Me dió una mirada que decía. "Haré mi vida sin el y estaré muy bien." Eso de poder leer a las personas es un don increíble.
— Si ya dijiste todo vete. Hay cosas más importantes que debí atender.
— Bien. — Salí de esa casa. Al día siguiente visité de nuevo a Dante. El seguía cabizbajo. Tres días después le dieron el alta. Dos meses después seguía igual de triste. Apenas y quería comer y no iba a la empresa.
— ¿Estás triste por ella?
— No la menciones.
— Hay muchas mujeres en la tierra.
— ¿Y creés que alguna de ella quiera estar con un lisiado cómo yo?
— No te llames así. Y claro que hay... Yo conozco a una que si quiere.
— ¿Quién?
— Una mujer muy bonita, inteligente, que haría lo que sea con tal de verte feliz.
— ¿Quién es ella?
— La tienes frente a tí.
— ¿Qué? — Me miró sorprendido. Yo le sonreí. El se rió a carcajadas. — ¿Tú?, no me hagas reír. Eres una niña.
Bueno. Al menos le saqué una enorme sonrisa.
— Yo estoy enamorada de ti. Quería decírtelo en el momento indicado y creó que es esté.
— ¿Estás enamorada...? — Su cara de sorpresa era muy grande. Los hombres son muy tontos para darse cuenta de estas cosas.
— Si.
— Pero tú... Tú eres mi amiga.
— ¿Y eso que importa?
— Lo siento Sonia. Yo sólo te veo cómo una niña. No puedo corresponder tus sentimientos.
— No te estoy pidiendo que lo hagas. Lo único que te pido es que no pienses negativo. Aún en tú condición eres un hombre muy guapo y estoy segura de que aparté de mi. Cualquier otra mujer quisiera estar contigo.
— ¿Dijiste para darme ánimos?
— No. Lo dije porque de verdad lo siento. Y para que sepas que pasé lo que pasé siempre estaré contigo.
— ¿De verdad?
— Si. En mi tienes una amiga incondicional. Y si más adelante te enamoras de mi también puedo ser tú novia. — Sonreí. El me regresó la sonrisa.