Elena es la primera princesa del imperio Viton, su padre la ama sobre el resto y le permite hacer cosas que se consideran de hombres así reciba quejas por esto.
Gracias a esto sus hermanas la envidian y la engañan una vez, permitiéndoles dañarla grandemente haciéndola desaparecer.
Elena no muere aunque era lo que querían pero su rostro fue destrozado y le impide regresar.
Vive con el médico que la salvo y a su cabaña llega la solución a sus problemas, un rostro nuevo, una vida nueva, pero tendrá que pagar por eso al ayudar a su nuevo esposo a completar también su propia venganza. Intentando en el camino de superar dejar atrás todo lo que vivió ¿podrán amar de nuevo?.
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Cap 9
Envio este capítulo ya que olvide colocar la foto de los personajes 😅.
En primer lugar como me imaginé a Elena antes de lo ocurrido.
Andrea.
Max (si no les gusta mi Max lo siento, pero está guapetón para mí 🤣🤣, su mirada me mato 🤤)
continuemos....
Cap 9
La comida terminó en completo silencio tras las palabras de Andrea, la duquesa estaba sumamente molesta aunque intentaba disimularlo.
Andrea lo sabía ya que sentía una gran presión ante la mirada de todos incluida la de Max, está segura que tampoco le gustó lo que dijo.
Tras salir del comedor la duquesa entrelazó su brazo con el de Andrea.
—Hija, ven conmigo que te tengo una sorpresa, que sé que te gustará. —Andrea sonrió.
—Está bien madre, esposo —miró a Max, quien hizo lo mismo —acompañare a madre, te esperaré en la habitación.
“No, no lo hagas” —Max deseo en ese momento que ella pudiera leer la mente, no debería irse con ella.
Ante el silencio de Max ella volvió a hablar.
—No te preocupes, todo estará bien —le guiño el ojo y volvió a mirar a la duquesa —vamos madre.
Max solo pudo verla alejarse con esa mujer, dio dos pasos con la intención de seguirla y escucho la voz de su padre.
—Max, ven conmigo. —se giró y fue hacia su padre, ambos se dirigieron al despacho ya que tenían cosas que hacer.
Andrea por su parte estaba entrando al salón principal con la duquesa, está se sentó en la silla de los mayores y Andrea a su lado en el lugar que corresponde.
—Madre, ¿De qué sorpresa me hablaste?
—Llamenla —no pasó mucho cuando entró al salón una doncella, está se arrodillo frente a Andrea con lágrimas en los ojos.
—Señora, por fin regreso, estaba muy preocupada. —Andrea sonrió al imaginarse quién era.
—Mara creí que no querrías volver conmigo.
—Señora ¿Por qué dice eso? Usted sabe que yo soy su fiel doncella.
—Ya no quiero tenerte —Andrea la miraba y noto a esta mirar de reojo a la duquesa, una clara señal de que no sabía que hacer —el médico me recomendó alejar a algunas personas de mi lado, y siendo tú la única que me acompañaba tengo que dejarte ir.
—Pero señora… —esta clavo si frente en el suelo y continuó llorando —por favor, permítame quedarme a su lado.
—Lo siento pero debo seguir las indicaciones del médico, con las atenciones de Max será suficiente. —miro a la duquesa con una sonrisa —madre, no creo que mi propia doncella sea mi sorpresa ¿Verdad?
La duquesa comenzó a reír de forma nerviosa —¿Cómo crees? —llamó a su doncella, le dijo algo al oído y esta salió del salón —ya envié a buscarla, es solo que creí que te agradaría tener a tu doncella de nuevo, falle al enviarla a servir a mi hijo.
—Madre, de ahora en adelante puedes hacer con ella lo que quieras.
—Está bien, será como tú dices —la doncella seguía en el suelo —ya levántate y regresa, espera en mi habitación.
A esta no pareció disgustarle, se levantó secando las lágrimas, le dio una mirada a Andrea sonriendo y salió.
Andrea no la quería por dos cosas, la primera porque siente que ella se confabulo con la duquesa y la segunda es que ella no es la verdadera y la doncella podría darse cuenta de esto.
No pasó mucho cuando llegó al salón la doncella que salió con anterioridad trayendo en sus manos una pequeña caja.
—Ya llegó, entregársela —dijo la duquesa señalando a Andrea.
Al abrir la caja Andrea terminó sonriendo.
—Gracias madre —dentro de ella había un par de aretes de jade y diamante, en forma de gota, siendo sumamente brillantes —están hermosos.
Andrea con una sonrisa en sus labios y con la caja en manos salió del salón, no sin antes despedirse de la duquesa a quien la sonrisa se le borró en cuanto la vio salir.
“Está maldita mujer, jamás había tenido que darle algo como eso”
Andrea aún con la sonrisa en su rostro regresó a la habitación, creyó por un momento que Max no estaría pero se equivocó.
Apenas entró la puerta se cerró tras de ella, al girarse Max la agarró de los hombros.
—¿Qué te hizo? ¿Bebiste algo? ¿Te dio algo para comer? ¡YA RESPONDE! —Andrea estaba con sus ojos abiertos a más no poder quedando muda al instante. Sacudió su cuerpo para que la soltara.
—¡SUELTAME! —dio dos pasos hacia atrás alejándose de él.
—¡Habla ahora!
—No me vuelvas a agarrar de esa forma
—Pero… Necesito que respondas —iba a dar pasos hacia ella pero al ver la mirada de miedo que tenía se detuvo —lo siento, es solo que…
—No me dio nada, no bebí nada, pero por ahora déjame sola. —Max sin decir palabras se dio la vuelta, abrió la puerta y salió cerrando tras él.
“¿Por qué?” —aquel susto solo la llevó a recuerdos, recuerdos dolorosos que desearía olvidar rápidamente.
Camino hacia la cama y se sentó en ella, su respiración estaba acelerada y quería llorar, necesitaba desahogarse pero no les daría el gusto de derramar una lágrima, se arrodilló sobre la cama y con su puño derecho comenzó a golpear sobre esta. En cada golpe que daba se repetía en su cabeza lo mismo.
“Malditas, las acabaré a todas”.
Siendo este un alivio momentáneo funcionó, su mano dolía pero las ganas de llorar que era lo que quería evitar ya no estaban.
Volvió a sentarse en la cama y al ver su mano roja noto que se excedió está vez, aún así valió la pena, buscó en la mesa algo que le sirviera para cubrirse y al no encontrarlo optó por romper el vestido con el que llegó.
Max al salir de la habitación caminó por los pasillos hacia su despacho, sin embargo, golpeó la primera columna que se encontró.
El estaba preocupado por Andrea por eso abandonó a su padre en poco tiempo y la esperó en la habitación, no obstante, fue esa misma preocupación que lo llevó a asustarla.
“Soy un idiota” —un solo golpe basto para romper sus nudillos, no quiere que su esposa sustituta pase por lo mismo. —”espero que ella pueda perdonarme” —entró al despacho y pidió a Marcos su asistente y mano derecha una venda para cubrir su mano, está sangraba.