En la penumbra de un mundo que pocos osaban mirar, nacía una niña destinada a cargar un deber más grande que ella misma. Su sangre era un puente entre mundos: mitad vampiro, mitad bruja, y su destino ligado a uno de los seres más temidos de la noche: El Príncipe Vampiro
Su existencia, frágil y poderosa a la vez, despertó susurros de miedo y esperanza entre aquellos que conocían la verdad. Nadie podía tocarla sin consecuencias, y nadie debía apartarla de su camino: la unión con el príncipe no era un capricho, era un deber. Una unión que cambiaría el equilibrio dos mundos y que, de alguna manera, dependía de su supervivencia y su aceptación.
¿ El único problema? : Ambos se odiaban y ella odiaba el Clan.
⚠️❗️🔞 - Bocavulario inapropiado, Amoríos, maltrato emocional, Sangre .
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Observándote
En el comedor, Lucía la observaba con sus amigas.
Tenía una sonrisa ladeada, una que causa problemas.
—Mírala… como si todo esto fuera suyo —murmuró, rodando los ojos.
—Lucía… déjalo. No vale la pena —dijo una de sus amigas, aunque sin demasiada convicción.
—No es que valga la pena —replicó ella, tomando una pequeña compotera con fruta—. Pero me molesta su actitud. Y que Adrian la mire.. Apenas llego y el ya esta detrás de ella, yo lo conozco casi 5 años y nada.
Se levantó con paso elegante, sosteniendo la compotera en la mano.
Sus amigas se miraron entre sí, pero no intentaron detenerla.
Evelyn acababa de abrir un libro junto a su bandeja cuando notó una sombra alzarse frente a ella. Levantó la vista y encontró a Lucía, sonriendo con ese aire falso de cortesía.
—¿También comes sola?. Qué curioso — inclinándose un poco—. Deberías tener más cuidado.. a veces los accidentes ocurren.
Evelyn frunció apenas el ceño.
—¿Necesitas algo?
—Nada en especial— alzando la compotera—. Solo quería compartir un poco de fruta.
Evelyn alcanzó a intuir lo que iba a hacer. Un segundo más y la fruta terminaría sobre el cuaderno abierto.
Pero una mano firme sujetó la muñeca de Lucía antes de que pudiera vaciarla.
—Eso no parece un accidente —dijo una voz grave a su lado.
Lucía parpadeó, sorprendida.
Adrian llegó en ese momento, se puso de pie junto a la mesa de Evelyn. Su mirada no tenía rastro de amabilidad.
—Suéltame, Adrian —murmuró,forzando una sonrisa—. Solo bromeaba.
—No lo parecía —replicó, sin aflojar la presión—. Aquí no se hostiga a otros estudiantes. Especialmente en mi presencia.. Y menos si es importante para mi ...
Un murmullo recorrió la mesa cercana. Evelyn,cerró el cuaderno, manteniéndose tranquila, 《 Estos hermanos tienen un gran problema de apego facil》
—Está bien Adrian, Si se divierte así, déjala. No vale la pena discutir.
Adrian apartó lentamente la mano, pero sin dejar de observar a Lucía.
—Tienes suerte de que ella sea más paciente que yo —con un tono,casi cortante—. Vuelve a tu mesa.
Lucía apretó los labios, evidentemente molesta por la humillación pública, 《 ¿ Ella le importa?》estaba furiosa por escucharlo, pero no dijo nada. Dio media vuelta y regresó con paso rígido hacia sus amigas, que la miraban con gestos incómodos.
Adrian se volvió hacia Evelyn. Por un momento pareció querer decir algo, pero ella se limitó a alzar una ceja.
—No necesitabas intervenir.. ¿ Tu hermano te mando a vigilarme ? —comentó—. Podía manejarlo.
—Lo sé .. Y si, pero lo hice por mi cuenta esta vez.—respondi, sentándose frente a ella—. No tienes por qué tolerar eso.
Además… —su mirada se suavizó un poco— no pienso quedarme quieto si alguien intenta humillarte.
Evelyn bajó la vista
—Supongo que .. Gracias —
Adrian asintió, la miro por un momento con su sonrisa ladina.
El comedor volvió a llenarse del ruido habitual, aunque no faltaban las miradas curiosas dirigidas hacia ellos.
••
El pabellón de entrenamiento olía a sudor y madera vieja. Nada como un ambiente glorioso para batirse a duelo con la diva local.
Lucía apareció tarde, como si desfilara en una pasarela invisible. Traía esa sonrisa que juraría ensaya frente al espejo cada mañana. Yo ya estaba atándome los guantes cuando sentí sus ojos clavados en mí.
—Tú y yo — señalándome con la daga de práctica.— Pensé que después del comedor ya habías tenido suficiente drama por hoy.
Ni caso. Caminó hasta el centro con la gracia de quien cree que todos le aplauden.
Me puse en guardia. No porque me intimidara, sino porque prefería terminar con esto rápido, y la paciencia mía era muy poca, solo para mis hermanos y mi padre la tenía y era demasiada para mi gusto.
El combate empezó. Ella atacó primero, lanzándose con esa velocidad felina que tanto presume. Yo esquivé un par de embestidas, devolví un par de golpes, y pronto la cosa se volvió un vaivén de dagas de madera y pisadas rápidas.
En un momento intentó barrerme los pies.
Listo, ya había predicho ese truco desde que levantó la ceja, Marcus siempre lo hacía, y eran más brutos a comparación de ahora.
Giré sobre un talón, le tomé el brazo y la empujé lo justo para que perdiera el equilibrio. Casi se fue de bruces.
El murmullo del público fue música para mis oídos.
—¿Eso era todo? —pregunté, arqueando una ceja.
Su expresión fue… oro puro.
Si las miradas mataran, estaría enterrada bajo el pabellón.
El instructor interrumpió antes de que pudiera atacar de nuevo.
—Suficiente. Buen control.– Me miró — Esto es entrenamiento, no un espectáculo – termino mirando a Lucía
Ella apretó los dientes y volvió a su sitio. Yo me quité los guantes, y volví a la fila.
Fin del drama. O eso creí.
Sentí el zumbido en el bolsillo de mi chaqueta..
Saqué mi celular. El numero en la pantalla no lo tenia.
> ×:—“¿Cómo va tu día en la academia?”
Ni tuve tiempo de suspirar, sabiendo quien podía ser porque llegó otro mensaje.
> ×—“¿Alguien te ha molestado?”
Levanté la vista y, por puro instinto, eché un vistazo a las esquinas altas del pabellón.Y ahí estaban.
Sombras. Pequeñas y pegadas a las columnas, como manchas de humo que se movían apenas cuando las miraba de frente.
— Me mando escolta. —murmuré para mí, soltando una risa seca.
No podía decidir si sentirme acosada o halagada.Tecleé despacio:
> Yo:—“Todo bajo control.
En serio, deberías buscarte un pasatiempo menos… invasivo.”
Guardé el comunicador ,Adrian se acercó, curioso.
—¿Alguien interesante ? —preguntó.
— Lo dudo. —encogiéndome de hombros.
—¿De quién? —insistió
—Nada que importe —le corté,
Porque la última cosa que necesitaba era un debate entre príncipe y su hermano guerrero con sus preguntas bien invasivas
La siguiente ronda comenzó.
Ajusté los guantes otra vez, aunque esta vez, mientras caminaba al centro, no pude evitar mirar de reojo a las sombras.
No parecían hostiles, solo vigilantes… pero vaya si daban fastidio.
—Demasiado controlador… —murmuré para mí, con una media sonrisa.
Por lo menos me daban material para reírme en medio del entrenamiento.
••
El resto de la tarde pasó sin más incidentes, salvo alguna que otra mirada asesina de Lucía cada vez que pasaba cerca.
Yo ya ni me molestaba en devolverlas; demasiada energía desperdiciada.
Cuando el entrenamiento terminó, salí del pabellón ajustándome la chaqueta. El aire de la tarde era fresco y olía a lluvia lejana.
Una sensación casi agradable… hasta que vi una de esas sombras escabullirse entre los arbustos, como si quisiera recordarme que no iba sola.
—Deberían ponerles un uniforme —murmuré—. Por lo menos sabría a quién mandarle la factura por el susto.
Me acomodé en el asiento junto a la ventana, Adrian iba concentrado en su celular, dejé que mi cabeza chocara suavemente contra el cristal. Necesitaba cinco minutos sin gente, sin preguntas, sin ojos clavados en mí.
Cinco minutos.
Ja.
El comunicador vibró otra vez.
> ×:— “Terminarás tarde. Ven a mi oficina al llegar”
《 Parece mi padre 》 seco, como si diera órdenes en un campo de batalla y no a una simple estudiante.
Tecleé de vuelta, despacio:
> Yo: —“¿Siempre tan encantador o solo cuando manda mensajitos? Estaré ahí"
Guardé mi celular antes de que pudiera responder.
El auto cruzó el puente hacia la entrada del castillo, y por un segundo me quedé mirando las torres recortadas contra el cielo encapotado. Era un lugar impresionante… pero a veces me recordaba más a una jaula dorada que a un hogar.
Al bajar, un guardia me indicó que Gabriel me esperaba.
Ni un “buenas tardes”, ni un “¿cómo fue el día?”.
Solo un gesto con la cabeza que decía ve recto al matadero.
Genial.
Las sombras no me siguieron esta vez, aunque no me engañé: seguro que ya estaban en algún rincón mirando.
La puerta de la oficina de Gabriel estaba entreabierta.
Toqué una vez con los nudillos.
—Pasa —la voz de él se oyó firme, como si hubiese sabido que ya estaba ahí.
Empujé la puerta con el hombro y entré.
El lugar olía a pergamino, tinta y a esa extraña mezcla de madera y acero que parecía seguir a Gabriel a todas partes.
Él estaba de pie junto a la ventana, dándome la espalda, con las manos detrás.
—¿Querías verme? —.
Se giró despacio, la luz tenue dibujando sombras en sus facciones.
No sonrió.Nunca sonríe eso se lo llevo Adrian.
—Sí. Tenemos que hablar
“Tenemos que hablar”. Tres palabras que nunca anuncian nada bueno.
Me dejé caer en la silla frente a su escritorio, intentando sonar despreocupada.
—Bien. ¿Sobre? ¿Mi excelente desempeño en el comedor? ¿O tal vez tu obsesión por mandarme espías con pinta de manchas de humo?
Un destello de molestia cruzó sus ojos, pero se desvaneció enseguida.
—No era espionaje. Era protección —respondió, acercándose al escritorio y apoyando una mano sobre la madera pulida—. Hay cosas que necesitas saber. Y no pienso seguir discutiendo por mensajes.
Me recliné un poco hacia atrás, arqueando una ceja.
—Suena como el comienzo de una conversación… incómoda.
Gabriel no lo negó.
Se sentó al otro lado, su mirada fija en la mía, tan seria que por un instante me olvidé de las bromas.
—Es sobre tu madre .
El silencio cayó entre nosotros como una losa.
— Okey.. —murmuré, obligándome a mantener la voz firme— Dime...
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