Sinopsis: "La Felicidades No Está Hecha Para Mí" es la desgarradora historia de un joven que lo pierde todo. Después de que su familia muriera en un trágico accidente automovilístico, su mundo se derrumba por completo. Sumido en la desesperación y el dolor, el joven lucha por encontrar un sentido a su vida. Sin embargo, en medio de su sufrimiento, el joven encuentra un rayo de esperanza cuando conoce a alguien que logra despertaren él un sentimiento que creía perdido: el amor. A medida que su relación avanza, el joven comienza a vislumbrar un futuro más allá del abismo de la tragedia. Pero la felicidad que parecía al alcance de su mano se ve truncada cuando, de forma inesperada, su nuevo amor es brutalmente asesinado. Devastado por este nuevo golpe del destino, el joven se enfrenta a la dolorosa realidad de que la felicidad tal vez no esté hecha para él.
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Encontrando el Equilibrio
Capítulo 9: Encontrando el Equilibrio
Continúo con mi semana de descanso, dedicándome a recobrar el equilibrio y a reencontrarme conmigo mismo. Durante ese tiempo, me tomo el espacio y la tranquilidad necesarios para reflexionar sobre mi situación y las prioridades en mi vida.
Paso largas horas durmiendo, permitiendo que mi cuerpo se recupere del desgaste acumulado por el estrés y la agotadora rutina laboral. Me obligo a desconectar completamente del trabajo, evitando revisar mi correo electrónico o atender llamadas de la oficina.
En lugar de eso, me dedico a disfrutar de los pequeños placeres que había descuidado. Preparo comidas saludables y reconfortantes, y me tomo el tiempo para saborearlas con calma. Salgo a caminar por las tranquilas calles de la ciudad, respirando profundamente el aire fresco y dejando que mi mente se libere de las preocupaciones.
Además, hago un esfuerzo por mantener una comunicación constante con Lucía y mi tía Mariana. Hablo con ellas todos los días, compartiendo mis reflexiones y escuchando atentamente sus consejos y palabras de aliento. Siento cómo poco a poco, el nudo que oprimía mi corazón se va deshaciendo, dejando espacio para la tranquilidad y la esperanza.
Durante estas conversaciones, Lucía me confiesa lo mucho que me ha extrañado y lo preocupada que ha estado por mí. Me cuenta cómo ha sido su día a día sin mi presencia, y me expresa su deseo de que yo regrese pronto a casa.
"Hermano, te necesitamos aquí. Tía Mariana y yo queremos que estés con nosotras, que compartamos más tiempo juntos. Sé que tu trabajo es importante, pero tu salud y tu felicidad lo son aún más", me dice con la sabiduría que la caracteriza.
Sus palabras me conmueven profundamente, haciéndome tomar conciencia de lo mucho que me he alejado de ellas en mi afán por cumplir con mis responsabilidades laborales. Prometo a Lucía que, en cuanto termine esta semana de descanso, haré todo lo posible por volver a visitarlas y reencontrarme con mi familia.
Por su parte, mi tía Mariana también se muestra preocupada por mi bienestar, pero a la vez me transmite su apoyo y comprensión. "Martín, sé que has estado trabajando duro para lograr tus metas, y eso me llena de orgullo. Pero no puedes descuidar tu salud y tu familia en el proceso. Nosotras siempre estaremos aquí para ti, sin importar lo que pase".
Sus palabras son como un bálsamo para mi alma herida. Saber que cuento con el apoyo incondicional de mi tía Mariana me da la seguridad que necesito para encontrar el camino de vuelta a la felicidad y el equilibrio.
Conforme avanzan los días, comienzo a sentir cómo la carga que oprimía mi pecho se va aligerando. Me permito disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como leer un buen libro, salir a caminar por el parque o simplemente sentarme a contemplar el atardecer.
Incluso me reúno de nuevo con mis compañeros del grupo de excursiones, quienes me reciben con calidez y entusiasmo. Juntos, volvemos a explorar los hermosos parajes que rodean la ciudad, y siento cómo la serenidad y la conexión con la naturaleza me devuelven la paz interior que tanto había extrañado.
Cuando finalmente regreso a la oficina, lo hago con una nueva perspectiva y una determinación inquebrantable. Me reúno con mi jefe y le expreso mi gratitud por haberme concedido ese tiempo de descanso, explicándole cómo este me ha ayudado a recobrar el equilibrio.
"Entiendo que el trabajo ha sido sumamente demandante, y le agradezco por su comprensión. Ahora me siento mejor preparado para enfrentar los retos que se presenten, pero le ruego que considere la posibilidad de redistribuir algunas de mis responsabilidades", le solicito con humildad.
Para mi sorpresa, mi jefe se muestra receptivo a mis sugerencias y se compromete a buscar una solución que me permita mantener un ritmo de trabajo más saludable. Siento un enorme alivio al ver que mi esfuerzo y dedicación han sido valorados, y que la empresa está interesada en preservar mi bienestar.
Una vez reintegrado a mis labores, comienzo a implementar cambios en mi rutina diaria. Me aseguro de tomar descansos regulares, de comer de manera más nutritiva y de reservar un tiempo para actividades que me aporten tranquilidad y satisfacción personal.
Además, hago un esfuerzo consciente por mantener una comunicación más fluida con Lucía y mi tía Mariana. Nos conectamos a diario, compartiendo nuestras vivencias y fortaleciendo los lazos que nos unen a pesar de la distancia.
Escuchar las voces de mis seres queridos me llena el corazón de calidez y me recuerda constantemente lo que realmente importa en la vida. Ya no permito que el trabajo consuma cada uno de mis pensamientos y energías, sino que procuro encontrar un equilibrio que me permita atender mis necesidades emocionales y familiares.
Poco a poco, voy recuperando la vitalidad y la alegría que había perdido en medio del estrés. Me siento más relajado y enfocado en mi labor, y puedo dedicar tiempo a explorar nuevos intereses y hobbies que me aporten satisfacción personal.
En una de esas tardes libres, decido dar un paseo por un parque cercano a mi departamento. Mientras camino, me detengo a observar a las familias que disfrutan de la tranquilidad del lugar, riendo y compartiendo momentos juntos. Siento una profunda nostalgia al ver esas escenas, pues me recuerdan lo mucho que extraño a Lucía y a mi tía Mariana.
Casi sin darme cuenta, me encuentro sacando mi teléfono y marcando el número de mi hermana. Ella responde de inmediato, y puedo percibir la alegría en su voz.
"¡Hermano! ¿Cómo estás? ¿Cómo te has sentido?", pregunta con entusiasmo.
"Bien, Lucía. Mucho mejor, de hecho. Estaba pensando en ustedes y en lo mucho que las extraño. ¿Qué les parece si programo un viaje para ir a visitarlas pronto?", le propongo, sintiendo cómo una sonrisa se dibuja en mi rostro.
Los gritos de emoción de Lucía me llenan el corazón de alegría, y puedo escuchar cómo corre a compartir la noticia con mi tía Mariana. Saber que mi regreso es tan esperado me da la certeza de que he tomado la decisión correcta.
Tras organizar los detalles de mi visita, me despido de Lucía, sintiéndome más ligero y optimista que en mucho tiempo. Camino de vuelta a mi departamento, y en el trayecto, me detengo a admirar el maravilloso atardecer que se extiende ante mí.
En ese momento, siento una conexión profunda con mi entorno, como si la naturaleza misma me recibiera con los brazos abiertos…
:(