Me Muero Con Él

Marcos

Capítulo 9 - Enfrentando Mis Temores

Después de que los padres de Alejandra se marcharan, un tenso silencio se instaló en la humilde habitación. Puedo sentir la mirada de mi padre sobre mí, una mezcla de preocupación y confusión reflejada en sus ojos.

Alejandra se encuentra de pie frente a nosotros, su expresión llena de determinación y sinceridad. Puedo ver que está luchando por encontrar las palabras adecuadas para convencernos de su propuesta.

—Marcos, señor, sé que todo esto puede parecer increíble —dice Alejandra, dirigiéndose a mi padre con una voz suave pero firme—. Pero les aseguro que mis intenciones son completamente honestas.

Mi padre la mira con cautela, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Señorita, aprecio su interés por ayudar a mi hijo —responde él, con un tono que denota su desconfianza—. Pero mi familia no está acostumbrada a recibir este tipo de atenciones de alguien de su clase social.

Alejandra asiente con comprensión, y puedo ver cómo se esfuerza por mantener la calma.

—Entiendo su preocupación, señor —dice ella, con sinceridad—. Pero les propongo que trabajemos juntos, como socios, para ayudar a Marcos a conseguir esa beca.

Siento que mi corazón late con fuerza ante la posibilidad de que esta oportunidad sea real. ¿Será posible que, con la ayuda de Alejandra, pueda lograr mis sueños sin tener que renunciar a mi familia?

—Señorita, ¿qué es lo que obtendría usted a cambio de todo esto? —pregunta mi padre, con escepticismo—. No puedo creer que simplemente quiera ayudarnos sin pedir nada a cambio.

Alejandra lo mira con determinación, y puedo ver que está decidida a convencerlo.

—Señor, lo único que quiero a cambio es la oportunidad de ver a Marcos cumplir sus sueños —responde ella, con una sonrisa sincera—. Quiero ser testigo de cómo su talento y su determinación lo llevan a alcanzar grandes logros.

Veo cómo mi padre la mira con una mezcla de sorpresa y cautela, y sé que está luchando por procesar todo lo que está sucediendo.

—Marcos, ¿tú qué piensas de todo esto? —me pregunta, dirigiendo su atención hacia mí.

Trago saliva, sintiendo que todas las miradas están puestas en mí. Sé que debo ser cuidadoso con mis palabras, pero también siento que esta podría ser la oportunidad que tanto he estado buscando.

—Papá, yo... —comienzo a decir, sintiendo que las palabras se atropellan en mi boca—. Creo que deberíamos al menos considerar la propuesta de Alejandra.

Veo cómo mi padre me mira con una expresión que refleja su preocupación.

—Marcos, ¿estás seguro de que eso es lo que quieres? —pregunta, con una voz que trasluce su inquietud—. No puedo dejar que te conviertas en un proyecto de caridad para alguien de la clase social de esa joven.

Aprieto los puños con fuerza, sintiendo que la frustración se apodera de mí.

—Papá, ¿por qué tienes que pensar eso? —le digo, con una voz más elevada de lo que pretendía—. Alejandra está ofreciendo ayudarnos de una manera completamente desinteresada.

Veo cómo mi padre me mira con severidad, y sé que debo moderar mi tono.

—Marcos, entiendo que estés emocionado por la posibilidad de conseguir esa beca —dice él, con una voz más calmada—. Pero no podemos aceptar la ayuda de alguien que claramente tiene una posición social muy diferente a la nuestra.

Siento que la frustración me consume, pero también sé que debo respetar la posición de mi padre. Él ha luchado toda su vida por mantener nuestra dignidad y nuestro orgullo, y no puedo pedirle que renuncie a eso.

—Papá, sé que es difícil para ti confiar en alguien como Alejandra —le digo, con una voz más serena—. Pero te juro que sus intenciones son genuinas. Ella no quiere nada a cambio, solo ayudarnos a cumplir nuestros sueños.

Veo cómo mi padre me mira con una expresión de conflicto, y sé que está sopesando las implicaciones de aceptar la oferta de Alejandra.

—Marcos, entiende que no puedo permitir que alguien de su clase social se involucre en nuestra vida —dice él, con firmeza—. Nuestra dignidad y nuestro orgullo son lo único que tenemos, y no voy a dejar que nadie los ponga en riesgo.

Siento que la decepción me invade, pero también entiendo la posición de mi padre. Él ha luchado toda su vida por mantener la integridad de nuestra familia, y no puedo pedirle que renuncie a eso.

—Papá, yo... —comienzo a decir, pero me detengo, sin saber cómo expresar todo lo que siento.

Alejandra se acerca a mí, tomando mis manos con suavidad.

—Marcos, sé que esto debe ser muy difícil para ti —dice ella, con una voz llena de empatía—. Pero quiero que sepas que no voy a renunciar a ti.

Siento que mi corazón se acelera ante sus palabras, y no puedo evitar mirarla con asombro.

—Alejandra, ¿qué quieres decir con eso? —le pregunto, sintiendo que la esperanza renace en mi interior.

Ella me mira con una determinación que me deja sin aliento.

—Marcos, voy a luchar por ti, por tu familia, por tus sueños —dice ella, apretando suavemente mis manos—. No importa cuántos obstáculos se interpongan en nuestro camino, voy a hacer todo lo que esté en mi poder para ayudarte a alcanzar tus metas.

Siento que la emoción me embarga, pero también sé que debo ser realista. No puedo dejar que Alejandra se arriesgue por mí, no puedo permitir que mi familia se vea envuelta en problemas por mi culpa.

—Alejandra, yo... —comienzo a decir, sintiendo que las palabras se atropellan en mi boca—. Yo aprecio tu oferta, de verdad. Pero no puedo aceptar.

Veo cómo la expresión de Alejandra se llena de confusión y dolor, y siento que el corazón se me encoge.

—¿Qué? ¿Por qué, Marcos? —pregunta ella, con una voz llena de incredulidad—. ¿Acaso no confías en mí?

Sacudo la cabeza, sintiendo que la culpa me invade.

—No es eso, Alejandra —le digo, con sinceridad—. Es solo que... no puedo permitir que tú o tu familia se vean involucrados en nuestros problemas.

Veo cómo ella me mira con una mezcla de determinación y tristeza.