Es Tu Hijo

El tablero de avisos anunció que el vuelo 930 procedente de Wisconsin, acababa de aterrizar. Una multitud empezó a reunirse en torno a la salida de puerta doble de la sección de aduana. De pronto, Octavio se sintió aterrado. Durante las semanas anteriores todos los preparativos le habían ocupado la mente, al grado de excluir toda emoción. Estuvo demasiado distraído para permitirse pensar en lo que sentiría cuando aquellas puertas metálicas se abrieran y un hijo suyo entrara a su vida. Lo que había estado discutiendo por teléfono no era un problema teórico, sino carne y huesos, un niño vivo.

La puerta doble se abrió al fin. Salió la tripulación del avión, parloteando sobre la magnífica carne asada de México, sobre todo en el norte del país, y la posibilidad la posibilidad de llegar a tiempo barrio nuevo.

Conozco ese antro, decía el capitán al pasar junto a Octavio.

En un instante en que las puertas abiertas dejaron ver la sección aduanal, Octavio estiró el cuello tratando de ver algo adentro. Vio la fila de pasajeros pero no distinguió a ningún chico.

Estaba tan distraído, que empezó a fumar. En realidad, desde que había dejado de hacerlo en la escuela secundaria, lo que se llevaba a la boca era la pluma. En cierta forma lo tranquilizaba, hasta que se daba cuenta de lo que estaba haciendo. En ese momento se sentía apenado y se la guardaba en el bolsillo.

Las puertas volvieron a abrirse. Esta vez salió una sobrecargo con una maleta de cuero verde, sirviendo de guía a un muchachito de cabellera enmarañada, que aferraba contra el pecho una bolsa de vuelo. La sobrecargo repasó con rápida mirada a la multitud expectante y no tardó en descubrir a Octavio.

¿Señor Saldaña?

Sí.

Hola, supongo que no tengo que presentarlos, se dirigió luego al pequeño y le dijo:

Que te diviertas.

Y siguió su camino.

De pronto, los dos varones se encontraron solos. Octavio contempló un momento al chico, ¿se parece en algo a mí?, pensó.

¿Tú eres Owen?

El niño asintió con un movimiento de cabeza y extendió la mano, Octavio se inclinó y correspondió al saludo.

Good afternoon, mister, saludó el chico, con cortesía.

Su inglés era bastante fluido.

¿Did you have a good trip?, (¿tuviste un buen viaje?).

Sí, contestó él, ya en español. Pero hablo español. Desde pequeño me dieron clases particulares.

Qué bueno, comentó Octavio.

Por supuesto, espero practicarlo. Gracias por haberme invitado.

Octavio tuvo la impresión de que también las frases del pequeño estaban bien ensayadas. Recogió la maleta verde de cuero.

¿Puedo ayudarte con tu bolsa de vuelo?

No, gracias, respondió el chico sujetándola con más fuerza.

Mi coche está aquí afuera, explicó Octavio. ¿Estás seguro de que no te falta nada?

Sí, señor.

Comenzaron a caminar, atravesaron las puertas y entraron al estacionamiento. El brillo de la luz solar empezaba a disminuir a medida que iba cayendo la tarde. El húmedo calor de México era todavía intenso. El pequeño seguía a Octavio de cerca, en silencio.

Así que el viaje estuvo bien, ?eh?, volvió a preguntar Octavio.

Sí, muy largo, pero bien.

¡Oye!, ¿y qué tal estuvo la película?

Era otra pregunta que Octavio había preparado cuidadosamente.

No la vi, venía leyendo un libro.

¡Ah!, ya entiendo.

Para entonces ya había llegado al coche de Octavio.

Mira, Owen, mi coche. ¿no te hace sentir en casa?

El niño levantó la vista y sonrió a Octavio, ¿qué significaría eso, un sí o un no...?

¿Quieres dormitar en el asiento trasero?, sugirió Octavio.

No, señor Saldaña, preferiría ver el paisaje.

Por favor, no seas tan formal, Owen. Llámame simplemente, Octavio.

Me siento muy despierto, Octavio, corrigió Owen.

Una vez dentro del auto, Octavio preguntó:..

¿Sabes sujetarte el cinturón?

No.

Déjame ayudarte.

Estiró los brazos para alcanzar el cinturón. En la maniobra rozó el pecho de Owen, con el dorso de la mano.

"¡Dios mío!, pensó, ¡es real! ¡Mi hijo es real!"