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El Fin Justifica Los Medios

El Fin Justifica Los Medios

Status: En proceso
Genre:Romance / Arrogante / Amor-odio / Duque
Popularitas:26k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Arane

Lisel, la perspicaz hija del Marqués Luton, enfrenta una encrucijada de vida o muerte tras el súbito coma de su padre. En medio de la vorágine, su madrastra, cuyas ambiciones desmedidas la empujan a usurpar el poder, trama despiadadamente contra ella. En un giro alarmante, Lisel se entera de un complot para casarla con el Príncipe Heredero de Castelar, un hombre cuya oscura fama lo precede por haber asesinado a sus anteriores amantes.

Desesperada, Lisel escapa a los sombríos suburbios de la ciudad, hasta el notorio Callejón del Hambre, un santuario de excesos y libertad. Allí, en un acto de audacia, se entrega a una noche de abandono con un enigmático desconocido, un hombre cuya frialdad solo es superada por su arrogancia. Lo que Lisel cree un encuentro efímero y sin ataduras se convierte en algo más cuando él reaparece, amenazando con descarrilar sus cuidadosos planes.

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Capítulo 9. Pastel de Manzana

Durante dos largos días, Lisel se encontró confinada en su habitación, su única salida permitida era para los desayunos con Margaret. Los cuales eran más bien ayunos forzados por la tensión en el ambiente.

Carlier había ordenado que se le diera tiempo para reflexionar sobre sus acciones. Una excusa que Lisel sabía que no era más que un castigo velado. A pesar de que la montaña de trabajo administrativo y su nuevo libro de medicina la mantenían ocupada, la ansiedad comenzaba a crecer en su interior.

Entonces, como un rayo de esperanza en medio de su reclusión, la voz familiar de Deysi irrumpió en su mundo aislado.

—Señorita —dijo Deysi, entrando en la habitación y corriendo hacia Lisel. —Pensé que nunca me dejarían venir a verla. Es indignante que me asignen tantas tareas lejos de usted cuando soy su única criada.

La frustración era evidente en el rostro de Deysi, una muestra de su lealtad y preocupación genuina por Lisel. A lo largo de los años, Deysi había pasado de ser solo una criada a convertirse en la única amiga de Lisel y la persona en quien más confiaba.

—Mi hermano me ha escrito —continuó Deysi, su rostro iluminándose con un atisbo de emoción. —Me ha enviado una lista de ingredientes para el brebaje que usted quiere.

Esa tarde, Lisel, con el pretexto de ir brevemente a una casa de té, logró escapar de la mansión que se había convertido en su prisión. Acompañada por Deysi, se dirigieron al mercado, donde Deysi buscaría los ingredientes de la larga lista que habían recibido.

Mientras Deysi se ocupaba de las compras, Lisel se desvió hacia un humilde establecimiento conocido como El Guiso del Guardián.

Había asegurado a su madrastra que se reuniría con otras damas nobles en El Salón de Ámbar, un lugar lujoso y popular entre la nobleza para encuentros de té.

Margaret probablemente solo había aceptado porque creía que Lisel pasaría un mal rato allí. Dada su carencia de amistades y habitual marginación por parte de las otras mujeres de la nobleza.

Al entrar en El Guiso del Guardián, Lisel fue recibida por la cálida sonrisa de la anciana dueña, Doña Clara, quien se alegró visiblemente de verla.

—¡Lisel, cuánto tiempo! —exclamó Doña Clara, irradiando una amabilidad genuina.

El viejo local, desprovisto de ventanas y habitualmente vacío, era el refugio perfecto para que Lisel disfrutara de una comida tranquila y sabrosa. Después de tomar nota del extenso pedido, Doña Clara ajustó el nudo de su delantal y prometió regresar enseguida con la comida.

Lisel esperaba con ansias, imaginando el sabor de esos platos que pronto degustaría, cuando la puerta se abrió de nuevo.

Para su sorpresa, un hombre de alta estatura y vestido con finas ropas nobles entró en el humilde local.

Lisel, sorprendida por la inesperada aparición del duque Alaric en aquel lugar tan humilde, no pudo evitar exclamar:

—¡Duque Bertram!

Alaric, respondió con un saludo formal, como si también le sorprendiera verla allí. Con su habitual expresión seria, la miró. Se dirigió hacia donde ella estaba y le pidió permiso para acompañarla, sentándose mientras hablaba, sin esperar aprobación.

Ante la expresión anonada de Lisel, el duque argumentó su autoinvitación.

—Aún no estoy familiarizado con la capital —explicó Alaric, observando el ambiente sencillo del establecimiento.

—Este lugar me pareció tranquilo para comer, pero ciertamente no esperaba encontrarla aquí. Espero que no le moleste mi compañía. No tengo muchas amistades en Castelar con las que compartir mi tiempo.

Lisel sintió un leve alivio ante las palabras de Alaric. Quizás, pensó, simplemente se sentía solo en la capital. Después de todo, estaba lejos de su hogar en el norte, en un entorno completamente diferente al que estaba acostumbrado.

Sin embargo, le resultaba difícil creer completamente en la soledad del duque, especialmente tras haber observado sus interacciones en la cena.

Recordaba cómo se había movido entre los nobles, con una habilidad innata para la conversación y la estrategia. Era evidente que Alaric sabía cómo manejar la atención y las expectativas de aquellos que buscaban su favor.

—Tengo curiosidad —dijo Alaric mirandola con sus fríos e inquisitivos ojos grises, mientras su voz seria rompía el breve silencio que los separaba.

—¿Qué hace una noble señorita en un lugar como éste?

—Ah, el lugar lo eligió Deysi —respondió, con voz temblorosa ocultando una mentira. Sabía que no podía revelarle que aquel humilde local era su único refugio para poder comer en paz en toda la capital.

—Ella está haciendo algunos encargos para mí.

—¿Deysi? —inquirió Alaric.

—Oh, sí, es mi criada. Disculpe, tengo la costumbre de llamarla por su nombre.

En ese momento, Doña Clara, la anciana dueña del lugar, llegó a la mesa con una bandeja repleta de comida. Lisel se sonrojó profundamente al ver el estofado, bocaditos de pavo seco y queso fresco una generosa porción de pastel de manzana depositados frente a ella.

—Parece que ha habido un error en mi comanda. Yo solo pedí té negro —dijo Lisel.

Su excusa sonaba claramente forzada. Alaric, sin embargo, no mostró signo alguno de incredulidad.

—¿Algo para usted, señor? —preguntó Doña Clara a Alaric.

—Un vino de uva Grisel Noir —solicitó de forma automática.

La expresión de Doña Clara reflejó la sorpresa y la incredulidad ante una solicitud tan específica y lujosa.

Lisel, al escuchar la solicitud, no pudo evitar soltar una risita sutil. Consciente de lo fuera de lugar que resultaba un pedido de vino Grisel Noir en un lugar tan sencillo como aquel.

Viendo la expresión de la anciana y dándose cuenta de su error, Alaric modificó rápidamente su pedido.

—Entonces, ¿podría ser una jarra de su mejor cerveza? —corrigió, adaptándose con elegancia a la realidad del establecimiento.

—Perfecto —respondió Doña Clara, con una sonrisa ensanchándose al marcharse para preparar la orden.

Lisel miró la comida frente a ella, sintiendo cómo su estómago le rugía de hambre. Todo el día había soñado con disfrutar de las delicias preparadas por Doña Clara, y ahora, la incomodidad de la situación le impedía siquiera tomar un bocado.

Además, temía que comer con tanto entusiasmo delante del duque Alaric pudiera parecer inapropiado, dada su posición en la nobleza y la sencillez de los platos.

—¿No va a comer? —preguntó Alaric, observándola con curiosidad.

—No, no era mi pedido —respondió Lisel con voz temblorosa intentando ocultar la frustración.

—Sería una pena desperdiciar tanta comida —comentó Alaric, con un tono juguetón que contrastaba con su usual seriedad.

Tomó un trozo del pastel de manzanas con sus dedos, sorprendiendo a Lisel por su falta de uso de cubiertos. Con la porción en mano, la acercó a la cara de Lisel.

—Come —dijo, con un brillo en sus ojos grises.

Lisel, nerviosa y sorprendida por la acción directa de Alaric, sintió sus mejillas arder. Bajó la cabeza y apretó los puños. Luchando contra la tentación de comer su tarta preferida tras días de hambruna y el deseo de mantener las apariencias.

—Se la daré a De... a mi criada —afirmó, intentando sonar casual mientras por dentro se lamentaba por no poder disfrutar del festín que se extendía ante ella.

Alaric, viendo la renuencia de Lisel, llevó el trozo de pastel a su propia boca, manteniendo su aura de elegancia incluso al comer con las manos.

—Está delicioso —afirmó, saboreando el pastel.

En ese momento, Lisel, luchando contra su frustración interna, se rindió finalmente a la tentación. Justo cuando estaba a punto de pinchar su tenedor en el sabroso pastel, Deysi entró apresuradamente en El Guiso del Guardián llamándola alegremente. Con su habitual energía, no notó inmediatamente la presencia del duque junto a Lisel.

—Oh, mis disculpas si interrumpo —se disculpó Deysi, sorprendida y avergonzada por la presencia del hombre.

—Para nada —respondió Lisel apresuradamente, levantándose con tal rapidez que parecía como si el taburete bajo ella estuviera ardiendo. La idea de haber estado a punto de hacer el ridículo delante del duque la incomodaba profundamente.

—Duque Bertram, me retiro. Espero que disfrute de la velada —dijo, intentando mantener la compostura mientras la sensación de vergüenza y frustración la abrumaba.

Mientras se alejaba hacia la puerta, la voz firme de Alaric la detuvo.

—Lady Lisel —la llamó, causando que ella se detuviera y se girara hacia él.

—Llámame Alaric.

Sorprendida y abrumada por la petición del duque, Lisel, sin saber cómo responder adecuadamente, salió corriendo del local. Dejando a Alaric mirando su partida con una expresión de diversión.

Después de que Lisel saliera del local, Alaric llamó a Doña Clara, la anciana propietaria.

—Empáqueme todos estos alimentos para llevar y hacedme saber cuál es el importe a abonar —pidió Alaric.

La respuesta de Doña Clara vino acompañada de una sonrisa cálida.

—Oh, señor, los pedidos de Lisel no tienen coste aquí.

Alaric, sorprendido por esa inesperada cortesía, la miró con curiosidad.

—Gracias a esa chica aún puedo usar mi mano después de quemármela con la olla hirviendo —explicó Doña Clara con una voz llena de gratitud.

—También salvó a mi nieto cuando se cayó de un árbol el verano pasado. Seis puntos en la ceja —continuó Doña Clara, tocándose la ceja para ilustrar.

—Ella hizo un gran trabajo. Toda una hazaña.

—Ciertamente es impresionante —afirmó el duque en voz baja.

Alaric no quiso rebatir la decisión de la dueña de no cobrar por la comida en señal de gratitud hacia Lisel. Tomó los paquetes de comida que la anciana le entregó y salió del establecimiento.

Mientras caminaba, cargando cuidadosamente la comida bien empacada, una idea comenzó a formarse en su mente.

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DMGA
Cuando caiga esa p$rr$ quiero que sea a lo grande. Ni para ser madre sirve la sucia de Margaret.
José Blanco Suárez
Me encanta,mucha intriga 😊
Betzy Moises
Excelente
Gladys Zapata
mmmm alguien está en problemas
Gladys Zapata
uyyy ésto se va a poner bueno cuando Alaric se entere de la verdad
Conxi Js
Se podía sentir el dolor de los latigazos y la calidez como Alaric la cuida...solo espero que Margaret acabe en el infierno por lo que le ha hecho a la pobre Lisel 😓 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
Conxi Js: /Heart//Rose/
Conxi Js: /Rose//Gift//Good//Heart/
total 2 replies
Marsi
Ya no más dolor para ella.
DMGA
Espléndido, vulnerable, reconfortable y muy emotivo (aplausos 👏🏻👏🏻).
Hay mucho romance entre líneas, no se lo han dicho abiertamente pero él se lo demuestra.
Adoré este capítulo, lloré y me transporte a esa habitación.
Gracias 🫂
DMGA
🤦🏻‍♀️
DMGA
déjate cuidar cariño, por favor
DMGA
cómo le dijo Missandei a la Khaleesi: Dracarys. Que malo TODO 😡🔥
DMGA
Que bello, se siente culpable.
DMGA
😭😫
DMGA
Estoy tan sensible, lloro por Lisel, lloro por ese abrazo que mi precioso Duque le quiere dar y no puede.
DMGA
Lo adoro
DMGA
Dios, estoy segura de que se muere por abrazarla pero al mismo tiempo debe estar fuerte para ella.
DMGA
tengo el corazón chiquito 😩
DMGA
😢😫
Gladys Zapata
uyyy ésa vieja loca interesada
Gladys Zapata
jajajaja pobre chica
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