La Maldición Del Lobo

...En la penumbra de la noche, el eco de las palabras no dichas resonaba más fuerte que cualquier grito, dejando una estela de suspenso y terror que se desvanecía en el aire frío....

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Ezekiel:

Después de salir de la oficina de Bellatrix, me fui sobando la mejilla. A pesar de ser un poco bajita, pega como una bestia. No sé cómo se atrevió a abofetearme así, después de que le di un beso que la dejó sin aliento.

«¿Acaso no le gustó?»

« ¿O es que tiene miedo de admitir lo que siente por mí?»

No importa, pronto será mía. Tengo que encontrar la forma de dominar a esa bestia. Sé que es una de las pocas que quedan en el mundo, y por eso la quiero. Por eso y porque es hermosa, inteligente y salvaje.

Gruñí por lo bajo, sintiendo que mi mejilla estaba ardiendo demasiado. Sin embargo, hice como que no pasó nada. Me monté en mi troca, pero antes inspeccioné la troca de Bellatrix con calma. Era una trocá negra, de aspecto elegante. Tenía un sistema de seguridad avanzado, pero yo sabía cómo burlarlo. Así que decidí ponerle una cámara con voz, para poder ver y escuchar todo lo que hacía y decía.

La cámara era pequeña y discreta, y la coloqué en el espejo retrovisor. Así podría captar el interior y el exterior del vehículo. Luego me subí a mi troca y me alejé de allí. Al menos me fui victorioso de haber besado a la bestia. Reí levemente y me dirigí a mi empresa.

Mi empresa era una de las más poderosas del país. Se dedicaba a la investigación y el desarrollo de tecnologías innovadoras, especialmente en el campo de la biología y la genética. Tenía una sede imponente, de varios pisos, con un diseño moderno y vanguardista. El exterior era de cristal y metal, reflejando la luz del sol. El interior era lujoso y aterrador a la vez. Había salas de reuniones, oficinas, laboratorios, cámaras de seguridad, y también celdas. Celdas donde guardaba a mis especímenes, a mis cobayas, a mis monstruos.

Entré en el edificio, saludando a los guardias y a los empleados que me veían con respeto y temor. Subí al ascensor y pulsé el botón del último piso, donde estaba mi despacho. Allí tenía una pantalla gigante, donde podía ver las imágenes de la cámara que le había puesto a la troca de Bellatrix. Quería saber qué estaba haciendo, dónde iba, con quién hablaba. Quería saber todo sobre ella, para poder conquistarla, o mejor dicho, para poder atraparla.

Una vez estando en mi despacho de trabajo, empecé a teclear la computadora. Tenía que revisar unos informes, unos contratos, unas cuentas. El trabajo digno de un mafioso sanguinario como yo. No me importaba lo que tuviera que hacer para conseguir lo que quería. Extorsionar, amenazar, matar. Todo era válido en este mundo cruel y corrupto.

Pero no solo me dedicaba a eso. También tenía otros planes, otros proyectos, otros sueños. Quería crear algo nuevo, algo diferente, algo mejor. Quería fusionar la ciencia y la magia, la razón y la emoción, la vida y la muerte. Quería crear una nueva raza, una nueva especie, una nueva humanidad. Una humanidad que fuera superior, que fuera perfecta, que fuera mía.

Para eso necesitaba a Bellatrix. Ella era la clave, ella era el secreto, ella era el milagro. Ella era la única que podía darle vida a mi obra maestra. Ella era la única que podía ser la madre de mis hijos. Ella era la única que podía ser mi reina.

Pero antes de eso, tenía que resolver unos asuntos pendientes. Tenía que reunirme con urgencia con mis socios, con mis aliados, con mis enemigos. Tenía que aumentar mi imperio, mi reinado, mi poder. Tenía que eliminar a todo aquel que se interpusiera en mi camino, que me desafiara, que me traicionara.

Así que llamé a mi secretaria y le pedí que convocara una reunión en la sala principal. Le dije que avisara a todos los que debían estar presentes, que no aceptara excusas, que no tolerara retrasos. Le dije que fuera discreta, que fuera eficiente, que fuera leal. O si no, sabía lo que le esperaba.

En pocos minutos, la sala se llenó de gente. Había hombres y mujeres de todas las edades, de todas las razas, de todas las clases. Había empresarios, políticos, militares, científicos, periodistas, artistas, religiosos, criminales. Todos ellos tenían algo en común: me debían algo, me temían algo, me odiaban algo.

Me senté en la cabecera de la mesa, con una expresión seria y fría. Miré a cada uno de ellos con desprecio y superioridad. Les hablé con voz firme y autoritaria.

__Bienvenidos a esta reunión. Sé que algunos de ustedes están ocupados, pero les aseguro que esto es más importante que cualquier otra cosa que tengan que hacer. Estamos aquí para hablar de negocios, de acuerdos, de alianzas. Estamos aquí para hablar de mi futuro, de mi visión, de mi legado.

Hice una pausa y vi sus caras. Algunos estaban atentos, otros nerviosos, otros aburridos. No me importaba lo que pensaran o sintieran. Solo me importaba lo que hicieran o dijeran.

__Como saben, estoy trabajando en un proyecto muy especial, muy ambicioso, muy revolucionario. Un proyecto que cambiará el mundo, que cambiará la historia, que cambiará la realidad. Un proyecto que requiere de recursos, de apoyo, de colaboración. Un proyecto que les beneficiará a todos, si me ayudan, si me siguen, si me obedecen.

Les mostré una imagen en la pantalla. Era una imagen de un laboratorio, donde había varios tubos de cristal, donde había varios cuerpos flotando. Eran cuerpos humanos, pero no eran normales. Eran cuerpos modificados, mejorados, transformados. Eran cuerpos que tenían rasgos de animales, de plantas, de elementos. Eran cuerpos que tenían poderes, habilidades, dones. Eran cuerpos que eran míos.

__Estos son mis hijos, mis creaciones, mis monstruos. Los he creado con la ayuda de la ciencia y la magia, con la ayuda de la genética y la alquimia, con la ayuda de la vida y la muerte. Los he creado con un propósito, con un destino, con una misión. Los he creado para que sean los nuevos amos, los nuevos líderes, los nuevos dioses.

Les expliqué con detalle el proceso, el método, el objetivo. Les expliqué cómo había obtenido el material genético, cómo había combinado los elementos, cómo había activado las células. Les expliqué cómo había logrado que fueran compatibles, que fueran estables, que fueran viables. Les expliqué cómo había logrado que fueran únicos, que fueran perfectos.

Les vi las caras de nuevo. Algunos estaban asombrados, otros horrorizados, otros fascinados. No me importaba lo que pensaran o sintieran. Solo me importaba lo que hicieran o dijeran.

__Ahora necesito que me ayuden, que me apoyen, que me colaboren. Necesito que me den más recursos, más información, más acceso.

Les pedí que me dieran lo que quería, lo que necesitaba, lo que merecía. Les pedí que me dieran todo, sin condiciones, sin límites, sin reservas.

Les dije que si lo hacían, serían recompensados, serían protegidos, serían privilegiados. Les dije que si lo hacían, serían parte de mi proyecto, de mi visión, de mi legado.

Pero también les dije que si no lo hacían, serían castigados, serían eliminados, serían olvidados. Les dije que si no lo hacían, serían mis enemigos, mis rivales, mis víctimas. Después de que ellos opinaran, empecé con la segunda idea.

Les había explicado mis estrategias para aumentar nuestro poder y controlar los negocios ilícitos de la ciudad. Teníamos que eliminar a la competencia, infiltrarnos en las instituciones, chantajear a los políticos y expandir nuestro territorio. Mis socios asintieron con respeto y admiración. Sabían que yo era el líder indiscutible de nuestra organización y que nadie podía desafiarme.

Terminé la reunión y me fui a mi oficina. Mientras caminaba por el pasillo, pensaba en cómo destruir a Bellatrix. Era una bruja de hielo. Era la heredera de una de las familias más ricas y poderosas del mundo mágico. Y era mi enemiga.

Pero también había algo en mí que la quería. Su belleza era inigualable. Su cabello azul, sus ojos azules, su piel pálida, sus labios rojos. Quería que ella supiera su lugar. Quería que se sometiera a mí. Quería poseerla.

Pero ella era difícil de dominar. No después de que casi matara a Morgan. Eso la había hecho enfurecer. Y luego el beso. Había sido un acto impulsivo, una forma de provocarla y humillarla. Pero también había sentido algo. Una chispa, una conexión, una atracción. Quería marcarla en ese momento, hacerla mía. Pero se me quitó cuando ella me abofeteó la mejilla. Esa aún me faltaba cobrársela.

Nos odiábamos. Pero yo le haría saber que conmigo nadie podía.

Recordé el último trabajo que había hecho para alzar las estrategias de mis enemigos y tenerlos vulnerables. Había mandado a unos de mis hombres a sabotear el almacén de armas de los Varela, una banda rival. Habían colocado explosivos y los habían detonado, causando un gran incendio y una enorme pérdida. Los Varela estarían debilitados y furiosos. Y yo aprovecharía esa oportunidad para atacarlos y acabar con ellos.

Una vez hecho todo, salí de mi oficina y de mi empresa. Me monté en mi troca y arranqué a toda velocidad. Tenía un plan. Un plan para acercarme a Bellatrix y hacerla caer en mi trampa. Sabía que ella estaba alojada en el hotel más lujoso de la ciudad. Era el hotel de su familia, donde tenía una suite exclusiva. Yo iba a conseguir una habitación cerca de la suya. Y luego la haría mía.

Estacioné la troca y entré al hotel. El lugar era impresionante, con una decoración elegante y sofisticada. Me acerqué al mostrador de la recepción, donde una mujer rubia me atendió con una sonrisa falsa.

__Buenas tardes, señor. Bienvenido. ¿En qué puedo ayudarle? __me preguntó con voz dulce.

__Quiero una habitación __le respondí con frialdad.

__Por supuesto, señor. ¿Qué tipo de habitación desea? Tenemos varias opciones disponibles, desde las más sencillas hasta las más lujosas. Todas con los mejores servicios y comodidades __me dijo, mostrándome un folleto.

__No me interesa eso. Quiero una habitación cerca de la suite de Bellatrix __le dije, mirándola fijamente.

La mujer se sorprendió y se puso nerviosa. Trató de disimular, pero yo noté su cambio de actitud.

__Lo siento, señor, pero eso es imposible. La suite de la señorita bellatrix es privada y está reservada solo para ella y sus invitados. No podemos asignarle una habitación cerca de la suya __me explicó, con voz temblorosa.

__No me importa lo que puedas o no puedas hacer. Yo te estoy diciendo lo que quiero. Y lo quiero ahora. No creo que quieras tener problemas conmigo __le amenacé, sacando un sobre con dinero y poniéndolo sobre el mostrador.

La mujer se quedó sin habla. Miró el sobre y luego me miró a mí. Sabía quién era yo. Sabía que era peligroso. Sabía que no debía negarme.

__Está bien, señor. Déjeme ver qué puedo hacer __dijo, cogiendo el sobre y tecleando en su computadora.

Después de unos minutos, me entregó una llave.

__Aquí tiene, señor. Su habitación es la número 312. Está en el tercer piso, al final del pasillo. Es la más cercana a la suite de la señorita bellatrix. Espero que disfrute de su estancia __me dijo, con voz forzada.

__Gracias. Eres muy amable __le dije, con sarcasmo.

Tomé la llave y me dirigí al ascensor. Subí al tercer piso y caminé hasta el final del pasillo. Abrí la puerta de mi habitación y entré.

La habitación era de lujo. Tenía una cama king size, un sofá, una mesa, un televisor, un minibar, un baño privado y un balcón con vista a la ciudad. Era perfecta para lo que tenía en mente.

Me senté en la cama y esperé. Esperé a escuchar la dulce voz de mi bestia. La voz de Bellatrix.

El tintineo del whisky en mi copa era el único sonido en la vasta habitación. Mi mansión, imponente frente al hotel, parecía más un castillo que una casa. Pero mi mente estaba lejos de allí, atormentada por la imagen de Bellatrix sometida a mis pies. Una obsesión que me consumía.

__Traigan mi ropa, __ordené a mis guardaespaldas con voz firme. Cuatro de ellos se apresuraron a obedecer, desapareciendo en la penumbra de la mansión. Pronto, regresaron con un traje de lujo, digno de un mafioso de mi calibre.

La tela sedosa y oscura se deslizaba sobre mi piel, otorgándome una presencia imponente. El contraste de los colores resaltaba mi figura, una armadura de poder en la oscuridad de la noche.

El eco de un portazo resonó desde la habitación contigua, anunciando la presencia de Bellatrix. Más que una bruja poderosa, era una espía astuta, capaz de detectar mi presencia antes de que pudiera actuar.

Cuando por fin ella se presentó ante mí, vestida con un ceñido short negro y una camisa roja que delineaba cada curva de su cuerpo, sentí una mezcla de excitación y frustración. Ella me empujó con desdén, desafiante.

__¿Qué quieres, Ezekiel?, __preguntó Bellatrix, su voz era fría y distante.

__Quiero hablar contigo, Bellatrix, __respondí, tratando de mantener la calma.

__No tengo nada que hablar contigo, __replicó ella, su tono era cortante.

__Creo que sí, __insistí__, Necesitamos resolver nuestras diferencias.

Bellatrix soltó una risa amarga, __No tengo interés en resolver nada contigo, Ezekiel.

Y con esas palabras, ella se marchó, dejándome con las palabras en la boca. La puerta se cerró con un golpe que resonó en mi habitación. La ira se apoderó de mí, una furia silenciosa que amenazaba con desbordarse.

Quería castigarla, enseñarle el respeto que merecía. Pero me contuve, consciente de que la paciencia era mi mejor aliada en ese juego peligroso.

Con un suspiro de resignación, me dejé caer en la cama. La noche había sido larga y aún no había terminado. Sabía que el encuentro con Bellatrix era solo el comienzo.