Sonia está perdidamente enamorada del mejor amigo de su hermano. Dante es 8 años más grande que ella por lo que sólo la ve cómo una niña.
A Sonia no le importa y cómo la vea el. Siempre está tratando de ganarselo. Pero al cumplir los 18 años de da por vencida ya que el se compromete con una mujer que aparentemente es perfecta.
Sonia decide dejar de ser una arrastrada y sale del país con el corazón roto. Y con la importante decisión de enamorarse de alguien más.
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¿Todavía me quieres?
Horas antes.
...Dante....
Ayer después de que Sandra se fue tomé más. Tomé tanto que hoy tuve que venir al hospital.
— Buenos días Dante. — Me saludó el doctor.
— Buenos días. Pensé que ya se había retirado. Hace mucho que no lo veo.
— Me volví loco sin hacer nada. ¿Cómo te sientes?
— Cómo si un camión me hubiera pasado encima.
— Es normal. Sabes que no debes tomar tanto. Ya pasaron vários años pero tú operación fue delicada. Debes tener cuidado.
— Lo olvidé. Nadie me lo recordó.
— Qué raro. Sonia siempre fue muy diligente. Recuerdo que hasta tomó clases de fisioterapia para ayudarte en tu recuperación.
— ¿Ella hizo qué?
— Tomó un curso de fisioterapia. Le dije que no podía pero ella le insistió tanto que no pude negarme. ¿Ella no te lo dijo?
— Lo hizo pero no le creí.
Flashback.
Años atrás.
Me dolía horrible la espalda. Sonia llegó a mi habitación y me saludó animadamente.
— Buenos días Dante. — Me dió un beso en la mejilla. — ¿Te pasa algo.?
— Me duele la espalda.
— No te preocupes. Yo me encargo. — Me quitó la camisa.
— ¿Pero qué estás haciendo.? — Mi mente trabajó muy rápido.
— Te voy dar un masaje. — Soy un pervertido. ¿Cómo pude pensar que ella quería otra cosa? Me reproché.
— ¿Sabes dar masajes?
— Claro. Empecé un curso hace unos meses. Vamos a probar si funcionó.
— ¿Soy tú experimento?
— No. Ya masaje varias espaldas y piernas. Aprobé el curso así que no tienes de que preocuparte.
Después del masaje me preguntó cómo me sentía. Sus manos parecían mágicas. Desaparecieron el dolor. Aunque seguía sin creer que había tomado un curso sólo por mi.
— Gracias. Me siento mejor.
Ella me dedicó una sonrisa y me ayudó a ponerle la camisa.
Fin del flashback.
— ¿Dónde está ella? Me gustaría saludarla.
— Ella está trabajando.
— Es raro que no haya venido. Siempre te puso antes que todo.
— ¿De qué hablas?
— Quería estudiar medicina. Hasta me pidió que la dejara hacer sus prácticas aquí. Nunca ví a nadie tan entusiasmada. Aunque después de mi retiro no la he vuelto a ver.
— Tengo que irme.
— Cuídate. Me la saludas.
— Claro. — Me fuí a la oficina. Al llegar subí a la de Sonia. Iba tocar su puerta pero me arrepentí en el último momento. No tenía caso preguntarle nada. Tal vez hizo muchas cosas por mi, pero eso no justifica lo mal que la pasó Sandra.
Fui a la oficina de ella. Ayer dije algo que no debí decir así que me disculparía.
— Buenos días señor. — Me saludó su secretaria.
— Buenos días. ¿Sandra está en su oficina.?
— Si señor. Pero está con el su sobrino. — Seguro vino a pedirle dinero.
— No importa. Voy a entrar. Tú deberías ir a comer. Ya es tarde.
— Gracias señor. Con permiso. — Se marchó. Yo me acerque a la puerta. La ví entreabierta. Jorge y Sandra estaban teniendo una discusión.
Ese niño no le tiene el más mínimo respeto.
— ¡No te daré ni el 1% de mis acciones!. — Dijo Sandra.
— ¿Qué pasa? ¿Porqué los gritos? — Entré para defenderla.
— Sólo habló civilizadamente con mi tía. ¿No es verdad?
— Lárgate. — Sandra estaba muy enojada.
— ¿Estás segura de que no me darás lo que pedí?
— No te daré nada.
— Fue tu decisión. — Se acercó a mí. — Tío tengo algo que decirte.
— No te atrevas. — Sandra se puso nerviosa.
— Tío sabías que Sonia nunca amenazó a mi tía. — Lo miré sorprendido. — Mi tía se alejó de ti porque no quería cuidar de un lisiado.
— Lo que dice es mentira. Seguro Sonia le pago para que te engañara.
— Basta tía. Sabes perfecto que no miento. Te contaré lo que realmente pasó. — Me quedé callado, Jorge podrá ser cualquier cosa pero no un mentiroso. — Sonia llegó con mi tía. Le pidió amablemente que hablara con ella. Yo estaba ahí así que hicieron que me fuera. Fungi irme pero me quedé escondido en un rincón. Sonia le dijo a mi tía que tú la extrañabas, que fuera a verte y mi tía se negó. — Sacó su teléfono y puso un audio.
— Dante te extraña. Quiere verte. — Era la voz de Sonia.
— Yo no quiero verlo. — Dijo Sandra.
— ¿Porqué.?
— Eso no te incumbe.
— Sandra.
— Señorita Sandra para ti. — Dijo con desdén.
— Señorita Sandra. Dante la extraña mucho. Lo haría muy feliz si fuera a verlo. — ¿Enserio hizo eso por mi?
— Escúchame niña. No sé porque te tomas atribuciones que no te corresponden. Pero te dejaré claro algo. Yo soy joven y hermosa. ¿Si lo notas verdad?
— Lo hago.
— ¿Y tú piensas que una mujer cómo yo quiere estar con un paralítico? — Volte a ver a Sandra. Su rostro irradiaba preocupación. Esa era su voz. Esa era la verdad que Sonia trató de decirme, esa es la verdad que yo no escuché.
— ¿No lo amas? — Preguntó Sonia.
— Me queda claro que eres muy ingenua. Pero lo entiendo. Tú edad te hace ser así. — Hizo una pausa. — No pienso quedarme al lado de alguien que sólo me va tener cómo su enfermera. ¿Comprendes? — La miré con rabia. La última ves que escuché ese audio decía que no importaba si era mi enfermera y ahora estoy viendo su verdadera cara.
— Quita eso. — Dijo Sandra y se acercó a Gorge con la intención de quitarle el teléfono. Sin embargo no logró nada porque la detuve.
— Lo entiendo. Antes pensaba que el se aburriría de usted y la dejaría. Nunca imaginé que usted sería la tonta que lo deje primero.
— ¿Tonta?
— Si. Tonta. Usted es una tonta. O simplemente alguien que no sabe amar. Sea cual sea la razón sólo quiero pedirle que nunca se acerque a el.
— No pienso hacerlo.
— Eso esperó. Ya tomó su decisión. Y esperó que más tarde no se arrepienta de ella.
— Nunca me arrepiento de mis decisiones.
— No vuelva a aparecer en su vida. O de lo contrario le diré a mi padre que destruya a su familia. Soy su adoración así que no dudará en hacer lo que le pido. — El audio terminó ahí.
— Yo grave ese audio para molestar a Sonia. Pero me arrepentí al ver su sinceridad y no lo usé. Mi tía lo descubrió por accidente y se lo envío al móvil. — Dijo Jorge.
— Entonces no querías estar al lado de un paralítico. Tampoco querías ser mi enfermera y mucho menos pensabas regresar conmigo.
— Dante ésto...
— No digas nada. De verdad fuí un estúpido. Todo esté tiempo me deje engañar por tí.
— Fuiste más que un estúpido. Ni siquiera notaste que el audio estaba manipulado. No pensé que fuera a engañarte tan fácilmente pero lo logró. — Jorge se burló de mí. No lo culpaba. Yo mismo me burlaba de mí.
— Creó que no es necesario decir que tú y yo ya no somos nada.
— Dante.
— Adiós Sandra. Es un alivio haber terminado contigo. Hace mucho que dejé de quererte.
Sonia.
Se me pasó la hora de la comida. Estaba muriendo de hambre cuándo entró Linda.
— Te traje comida.
— Quién te viera tan eficiente.
— Ya vez. — Dejó la comida en mi escritorio y se sentó. Yo dejé los planos y me levanté para ir a sentarme con Linda. La puerta se abrió de repente. Era Dante. Con una expresión nada agradable. — Estoy a punto de comer. Lo que sea que quieras puede esperar. — El se acercó a mi y rodeó mi cintura con sus brazos. Me quedé en shock, esperaba cualquier cosa menos eso.— ¿Pero que diablos? — Lo empuje pero sólo logré que el me abrazara más fuerte.
— Quédate así. Sólo un minuto por favor.
¿Queeeeee.? Está situación me estaba dando miedo.
— Suéltame. No sé que te fumaste pero deberías ir al médico.
— Perdóname. — Me abrazó de nuevo.
— ¿Pero qué carajos estas haciendo? — Lo empuje. — Enserio ve al médico.
— Sonia lo siento. Por favor perdóname.
— ¿De qué hablas?
— Ya se lo que pasó hace cuatro años. Se que nunca amenazaste a Sandra y...
— A... ¿Es eso? No te preocupes. Fue hace cuatro años. Ya no importa. Tampoco tienes que pedir perdón.
Linda.
Wow. Sonia enserio maduro. No puedo creer que diga eso con esa calma.
— Ahora necesitó comer. Por favor retirate.
— ¿Eso es todo lo que vas a decir? — Dante parecía decepcionado.
— ¿Qué más debo decir? Eso está en el pasado. Yo no vivo en el pasado. Tú tampoco deberías hacerlo.
— Al menos dime qué soy una basura. Eso me haría sentir mejor.
— ¿Porqué piensas que quiero hacerte sentir mejor?
— Se que ni eso merezco. Pero al menos gritame pégame. No se. Desquita todo lo que hiciste por mi. Todo lo que no supe valorar.
— Si. Hice muchas cosas pero las hice porqué quise. Tú no me pediste nada.
— ¿Todavía me quieres?
— ¿Qué? — Yo tampoco podía creer que le preguntará eso.
— Linda sal por favor.
— No quiero. Ésto está mejor que mi novela de las 8. — Sólo me hacían falta las palomitas.
— Linda fuera. — Sonia habló con determinación así que salí huyendo.