QUIERO A MI PAPÁ

Al día siguiente Rosa Angélica iba a trabajar, ya su hijo estaba bien, también cumplía sus seis meses, Rosa Angélica lo estaba durmiendo, pero él no quería dormir, estaba muy inquieto; ella le dijo:

ROSA: ¿qué pasa mi amor…? Vamos a dormir que mañana trabaja mañana, vamos a dormir mi rey.

Terminando ella de hablar cuando el niño dijo ¡PAPÁ! Mirándola a los ojos, ella sorprendida por lo que había escuchado le preguntó:

ROSA: ¿ qué mi amor ?

El niño sin quitar la mirada de ella volvió a decir PAPÁ no lo decía tan perfecto pero ella le entendió muy bien

Ella no sabía si llorar o reír, le empezó a preocupar lo que ella tanto temía, empezó a pedir a Dios por encontrar o recordar al padre de su hijo, igual se emocionó por escuchar su primera palabra y no perderse de ese momento; ella sintió como si su hijo le estuviera preguntando por su padre, sintió pena con su pequeño bebé, porque ni ella misma sabía quién era el padre, ella lo abrazó, comenzó acariciar su espalda hasta que se quedó dormido.

De los compañeros más cercanos que estaban con ella el día de la fiesta no sabia casi nada, algunos se habían ido a estudiar a otras ciudades y otros trabajaban y casi no tenían tiempo para reunirse.

Rosa Angélica ya tenía 3 meses trabajando duro, era agotador pero no tenía de otra porque era difícil encontrar trabajo, y más porque su hijo seguía con lo mismo, lo llevaban al hospital y los exámenes salían bien, Rosa pedía permisos para cuidar de su hijo, ya Jonier tenía 9 meses y solo decía papá, no reía como los demás niños que la madre juega y hace cosas y ellos ríen a carcajada o sonríen, Jonier solo miraba a su madre serio, Rosa Angélica podía hacer cuanta locura para hacerlo reír, pero no lo conseguía.

Llegó la mañana y Rosa se fue al trabajo, se despidió de su madre y de su hermoso hijo, iba Un poco tranquila porque el niño estaba bien de salud, no tenía fiebre y rogaba para que no le diera, que fuera ya un niño sano.

Al llegar a su trabajo le informaron que llegara a la oficina del administrador, ya ella se imaginaba para que la citaba; al entrar el administrador que era un señor de unos cincuenta años la miró con pena, no quería despedirla pero tampoco podía hacer nada por ella. Rosa Angélica entendió y le dijo que no se preocupara, que ella sabía que eran órdenes que él tenía que cumplir.

Así pasaban los días y los meses, Rosa Angélica continuaba en las mismas, trabajaba, pedía permisos y la despedían; ella lloraba todas las noches por el difícil momento que pasaba, pero sabía que era algo que no estaba en sus manos, no podía cambiar algo que ya estaba destinado.

Ya Jonier cumplía su primer año y estaba con fiebre, le compraron una torta y celebraron los cuatro, no estaban del todo feliz por la salud de él, pero si porque estaba con vida junto a ellos.

Rosa Angélica ya se había acostumbrado a trabajar, la despedían y volvía a conseguir trabajo, lo único que no quería acostumbrar era a estar sin trabajar, no podía darse ese lujo.

Así paso el tiempo y el niño seguía con la misma fiebre, ya tenía tres años y la única palabra que decía era "QUIERO A MI PAPÁ" lo veían sonreír cuando soñaba con su el y amanecía sin fiebre; Rosa le pedía en voz alta a ese angelito que la ayudara con su hijo, que le quitara esa fiebre, que ayudara ser un niño sano y feliz, que le diera una señal de lo que le producía esa fiebre.

Ella tenía fe que un día todo cambiará, tenía fe que su vida tenía que ser mejor junto a su hijo y sus padres que siempre han estado apoyándola en todo momento, más la madre que había dejado de trabajar para cuidar de su nieto y que su hija trabajara.

Rina le dolía ver a su hija pasando por un momento muy difícil, ella le pedía a Dios que los ayudara seguir adelante, que le diera fuerzas a su hija para seguir adelante.

un día Rina llegó y vio a su hija pensativa, se acercó a ella y le dijo:

RINA: Lo que hoy parece un huracán en tu vida, mañana comprenderás que solo era el viento abriéndote un nuevo camino, de esta vamos a salir con la ayuda de Dios, solo tenemos que ser pacientes y tener fe en él.

ROSA: ¡¡pero hasta cuando mamá!! Ya son tres años esperando salir de esto, he tenido mucha fe, me duele mi hijo, me duele por todo lo que estamos pasando, ¿hasta cuando voy a tener fe?

Ella comenzó a llorar, ya todo la estaba desesperando, cuando ella wuedaba sin trabajo la madre salía a trabajar, las dos no podían estar en casa, lo que ganaba Octavio no alcanzaba; la madre la miró y dijo:

RINA: hasta lo último hija, hasta lo último, la fe es lo último que se pierde. Es muy importante que conserves la calma, no permitas que tus emociones tomen el control de la situación, y no dejes que la razón entre en juego y haga su trabajo. Mi vida, necesitas tener la mente despejada para analizar bien las cosas. Si el cambio afecta a tu tranquilidad, no reacciones a él de manera inmediata, mejor toma el tiempo necesario para analizar las cosas.

ROSA: ¡¡tú sabes que no es fácil mamá!! tú has estado viendo por todo lo que estoy pasando hace tiempo.

RINA: si hija, desde el primer día, pero no veas el lado negativo de las cosas, es muy posible que los cambios solo pueden depararte cosas malas. Pero, aunque nuestra mente comience a imaginar de forma inconsciente todas las posibilidades negativas que acarrearía una situación nueva y desconocida, debemos luchar contra esos pensamientos y no darles alas, porque si no solo conseguiremos que nuestro miedo, y las tensiones que este provoca aumenten cada vez más.

ROSA: ¿ te estás escuchando mami? es que no se trata de un cambio de objeto, o de dudas por algo material, se trata de mi hijo... de mi... hijo.. mami, no puedo y no quiero acostumbrarme a su fiebre repentina, ¿hasta cuando?