𝖤𝗌𝗉𝖾𝗋𝗈 𝗊𝗎𝖾 le 𝗀𝗎𝗌𝗍𝖾
𝖸 𝗊𝗎𝖾 𝗆𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝖾𝗇 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝗅𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝗈 𝖺 𝗎𝗌𝗍𝖾𝖽𝖾𝗌
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8
Maria salió de la habitación, con el rostro pálido y ojeroso. Se unió a la conversación, colocando una mano tranquilizadora en el hombro de Rafael mientras miraba a Carlo con expresión grave.
—Hay... hay cosas que nunca te hemos contado, hijo. —dijo Maria, su voz quebrada por la emoción. —Cosas que creíamos que jamás volverían a afectarnos. Pero parece que hemos estado equivocados.
Se detuvo un momento, luchando por encontrar las palabras adecuadas para explicarle a su hijo la verdad sobre el bosque y su familia.
Desde dentro de la habitación, el sonido de la risa histérica de Elica volvió a llenar el pasillo. Acompañada de murmullos incoherentes, su risa era un recordatorio constante de la locura y el terror que estaban viviendo.
—¡El bosque me quiere! —gritó Elica entre carcajadas. —¡Quiere que vuelva! ¡Quiere que sea suya para siempre!
Los médicos intentaban nuevamente controlarla, pero ella se resistía con fuerza, repitiendo las mismas frases una y otra vez como un mantra macabro.
El médico salió de la habitación con una expresión de frustración y preocupación en su rostro. Se acercó a la familia, sacudiendo la cabeza con desaliento.
—Necesitamos sedarla más fuerte. Su estado mental es crítico y está empeorando rápidamente. No sé cuánto tiempo más podrá resistir así.
Miró a los padres de Elica con seriedad, sabiendo que el pronóstico era sombrío.
—¿Qué está pasando realmente con su hija? ¿Hay alguna historia familiar que pueda estar desencadenando esto? Necesitamos toda la información posible para tratar de ayudarla.
Elica seguía riendo mientras el médico hablaba con sus padres. Su risa se mezclaba con sollozos y palabras incomprensibles, pero entre los sonidos desquiciados, se podía distinguir una frase que heló la sangre de todos.
—¡Ya vienen por mí! ¡Los puedo ver! ¡Los fantasmas del bosque están aquí!
Se retorció violentamente en la cama, sus ojos abiertos de par en par, mirando fijamente a través de la ventana hacia el exterior, como si estuviera viendo algo que nadie más podía ver.
Maria sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar las palabras de Elica. Se giró hacia el médico, con lágrimas en los ojos.
—Ella... ella siempre ha sido así. Desde que era pequeña. —confesó con voz temblorosa. —Tenía pesadillas terribles sobre el bosque, y a veces decía cosas que no tenían sentido. Decía que los árboles le hablaban, que había algo en las sombras que la observaba. Pensamos que era solo imaginación infantil, pero...
Se detuvo, incapaz de terminar la frase, mirando a su esposo con una mezcla de miedo y culpa.
*Carlo apretó la mano de Maria con fuerza, tratando de mantener la calma mientras hablaba.
—Nunca le dimos importancia. Intentamos llevarla a terapia, pero ella siempre decía que los terapeutas no le creían. Que ellos también estaban poseídos por los fantasmas. —explicó, su voz quebrándose. —Así que dejamos de intentarlo. La mantuvimos alejada del bosque y la protegimos lo mejor que pudimos.
Rafael escuchaba en silencio, procesando toda la información que estaba recibiendo. Sentía un nudo en la garganta mientras comprendía que sus padres habían estado ocultándole algo tan importante sobre su hermana durante todos esos años.
—¿Por qué no me dijeron nada? —preguntó con voz dolida. —Soy su hermano. Debí haber sabido esto. Debí haber estado ahí para ella.
La risa de Elica se volvió aún más histérica, llenando la habitación con un sonido perturbador. Los médicos intentaban inyectarle más sedantes, pero ella parecía inmune al dolor y a cualquier tipo de tranquilizante. Entre risas, comenzó a gritar palabras incoherentes y fragmentos de frases que no tenían sentido para nadie más que para ella.
—¡Los árboles me llaman! ¡Los fantasmas me quieren! ¡Vienen por mí! ¡Vienen por todos nosotros! ¡Nadie está a salvo!
De repente, Elica dejó de reír y se quedó completamente inmóvil. Sus ojos, que habían estado desenfocados y llenos de locura, se centraron en un punto fijo en el techo. Su respiración se volvió lenta y profunda, como si estuviera en trance.
—Ella está aquí... —murmuró con una voz monótona y mecánica. —La madre del bosque está aquí.
Todos en la habitación se quedaron paralizados ante las palabras de Elica. La mención de la "madre del bosque" causó un silencio sepulcral. Los médicos intercambiaron miradas de horror, y Maria se llevó las manos a la boca para ahogar un grito.
—¿Qué significa eso? —preguntó el médico principal, acercándose cautelosamente a Elica. —¿Quién es la madre del bosque?
Elica giró lentamente la cabeza hacia el médico, su mirada vacía y distante. Sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra mientras respondía con voz monótona.
—La madre del bosque es la bruja que gobierna sobre los fantasmas. La que les da vida y les ordena atormentar a los vivos. —explicó, como si estuviera recitando un viejo cuento de terror. —Ella me ha elegido para ser su sacrificio. Para llevarla al mundo real.
El médico se quedó boquiabierto ante la respuesta de Elica. Miró a sus colegas con expresión preocupada y luego volvió a mirar a la niña.
—Eso... eso no es posible. No existe tal cosa como una bruja del bosque. —dijo, intentando mantener la calma profesional. —Es producto de su imaginación alterada por la enfermedad.
Pero sus palabras sonaban más como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo que a los demás. Los otros médicos intercambiaron miradas nerviosas, claramente afectados por las palabras de Elica.
Elica volvió a reír, pero esta vez era una risa diferente. Era una risa fría y cruel, como si estuviera burlándose del médico y de su incredulidad. Entre carcajadas, comenzó a hablar nuevamente, su voz mezclando la locura y el conocimiento de algo antiguo y oscuro.
—Oh, doctor... qué ingenuo eres. —dijo con un tono burlón. —Los médicos siempre creen que pueden curar la locura con medicamentos y terapia. Pero la locura es solo el velo que nos protege de la verdad más terrible. La bruja existe, y pronto tendrá un nuevo cuerpo para vagar por este mundo.
El médico retrocedió un paso, visiblemente perturbado por las palabras de Elica. Su confianza profesional se estaba desmoronando frente a la evidencia de una locura que iba más allá de lo que había visto en su carrera.
—Esto... esto es demasiado. Necesito hablar con los otros médicos y con los padres. —dijo, dirigiéndose a la puerta. —Necesitamos evaluar mejor su estado y tomar decisiones urgentes.
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