Décimo libro de saga colores.
Después de su tormentoso matrimonio, el Rey Adrian tendrá una nueva prometida, lo que no espera es que la mujer que se le fue impuesta tendrá una apariencia similar a su difunta esposa, un ser que después de la muerte lo sigue torturando. 
¿Podrá el rey superar las heridas y lidiar con su prometida? Descúbrelo en la tan espera historia.
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8. La princesa y el retrato
...ADRIAN:...
— ¿Por qué aceptó? Majestad — Protestó el general Morgan, en medio del consejo — Aceptar el compromiso es lo que ese reino quiere, no caiga en el juego.
— He tomado la decisión y ya no hay marcha atrás, la boda se realizará en una semana, tiempo suficiente para que preparen todo y se encarguen de convocar a todos los nobles — Dije, con firmeza, todos en el consejo se observaron.
Levi estaba presente, pero no tenía derecho a opinar, de hecho, estaba mirando todos los rostros, con la boca apretada en una línea. No le convenía desobedecer mi autoridad, tenía planes para él, aunque lo haría después.
Ya estaba preparando, silenciosamente lo que necesitaba, una de mis naves y un nuevo capitán, el capitán Albert Mercier, primero de Lord Leandro Mercier, tenía buenas referencias así que lo contraté.
— Majestad ¿Los nuevos caballeros serán nombrados ese día? — Preguntó el líder de la hermandad de caballeros.
— Por supuesto, después del casamiento y la coronación.
— ¿Todo el mismo día? — Jadeó Morgan.
— No planeo gastar más tiempo y piezas en eventos políticos.
— Majestad, le está dando lo que quiere a esa princesa y a su rey.
— Soy lo suficientemente competente para estar conciente de mis decisiones — Afirmé, con expresión severa.
Les ordené retirarse.
Todos marcharon a sus asuntos.
Levi se quedó unos segundos sentado.
— Ya puedes retirarte.
— Ciertamente, sabes lo que haces — Dijo, levantándose con elegancia, marchando con su aire de misterio y superioridad.
Infeliz.
Salí del consejo y caminé por los pasillos.
Me detuve en seco.
La princesa Freya se hallaba curioseando por los pasillos, observaba todo y pasaba sus manos por las paredes, mientras daba una mirada a la ventana.
Apreté mi boca en una línea.
Su apariencia lo hacía muy difícil, me sentía perturbado, pero en ésta criatura extraña, no veía más que apariencia y expresiones faciales, el carácter de Vanessa no se encontraba, su voz era más suave, su postura más insegura.
Escuchó mis pasos y observó hacia mí.
Las vestimentas negras eran otro motivo misterioso, su piel pálida y su cabello recogido descuidadamente.
Me detuve frente a ella.
— ¿Qué hace aquí?
— El castillo es grande y me cuesta recordar.
— Sabe que tiene prohibido...
— Lo sé — Se apresuró, con impaciencia — Pero, no le parece incoherente que me prohíba frecuentar ciertos lugares cuando ni siquiera conozco todo el castillo.
— ¿Quiere conocerlos para andar curioseando?
— Me gustaría preguntarle si hay algún lugar de entretenimiento en este lugar... Empiezo a aburrirme y tal vez me empeñe más en curiosear porque no habrá otra cosa que hacer — Dijo, con impertinencia.
— Puede divertirse en la biblioteca.
— ¿Qué es una biblioteca? — Su curiosidad aumentó, la forma en que arqueaba las cejas al hablar, con confusión, sus labios rojos se entre abrían.
Después de nuestro intercambio en el almuerzo, pensé que no volvería a verla, pero aquí estaba y me preguntaba si lo hacía al propósito.
¿Será qué si es una princesa ingenua?
— ¿En serio no sabe que es?
Negó con la cabeza — Explíqueme.
— Es un lugar donde se almacenan libros.
Alzó las cejas — ¡Oh, eso si me gusta! Tengo tres libros en la valija, los únicos que tenía en Polemia ¿Cuántos tienen aquí?
— Miles, supongo.
— ¿Tanto? — Hizo un gesto más efusivo.
— Hay millones de bibliotecas en todo Floris.
— Increíble — Jadeó en voz baja, observando por la ventana y luego volvió a observarme — ¿Me podría llevar a la biblioteca?
— Ahora no puedo. Busque a un sirviente que la guíe.
— Escuche, si usted mi vigila personalmente podrá comprobar que no tengo malas intenciones.
— Nada me asegura que haga lo mismo en mi ausencia — Fruncí el ceño.
— Solo quiero leer, me gusta saber cosas nuevas y sé que un rey jamás ocultaría información importante en su biblioteca, es un lugar obvio — Resopló y me tensé.
— Bien, la llevaré.
Sonrió — Gracias.
Tragué con fuerza.
Guié a la princesa por los pasillos.
— ¿Por qué algunas partes del castillo lucen tan diferente? — Hablaba detrás de mí.
Le encantaba preguntar.
— Está siendo remodelado.
— Algunas partes lucen como mi torre, con piedra gris sin pulir.
Otra similitud con Vanessa, ella conservó el castillo como una mazamorra, solo para alimentar su gusto retorcido por el sufrimiento.
Bajé escaleras y ella me siguió.
— Majestad... ¿Ya tiene fecha para el matrimonio?
— Le informaré cuando sea apropiado — Dije, observando por encima de mi hombro.
— Entiendo ¿Cómo haré con el vestido? Lamentablemente, no tengo uno de color blanco...
— Mis costureros se encargarán de eso, no tiene porque preocuparse.
— Oh, está bien.
Me alcanzó y caminó a mi lado.
— Majestad... ¿Después de la boda usted y yo dormiremos juntos?
Me estremecí ante su pregunta y me detuve en seco.
Su tartamudeo no le impedía preguntar.
— Yo duermo solo.
— Oh — Me evaluó, sus mejillas estaban un poco rojas y la nariz también — Majestad... ¿Qué hay de nuestro deber marital?
— ¿Su padre le habló de eso? — La observé con curiosidad.
La única mujer que toqué fue Vanessa o más bien ella me tocó, al único al que le ordenaba tocarla era al duque Dorian. A mí solo me usó cuando estaba encadenado, solo cuando me endurecía, la mayoría del tiempo no lograba hacerlo, mi temor y repulsión eran más fuertes, así que ella se empeñaba más en castigarme por ser tan mal amante.
Tocarla a ella, con el rostro de Vanessa, no sé si podría.
— Me lo explicaron, es parte de un matrimonio.
— No tiene que cumplir con esa parte — Dije, de forma sincera — No me interesa.
— Pero... ¿Cómo pretende tener hijos? — Se preocupó.
— No deseo tenerlos.
— ¿Por qué se casará conmigo? — Se desconcertó.
— Porque así lo quise.
— Pero... Si no puedo ejercer mi papel de reina y tampoco el de mujer... ¿Qué se supone que haga aquí? — Ondeó su mano y su respiración era pesada, como si estuviera enojada.
— Debe suponer un alivio que yo no exija el deber marital — Dije, acercándome a ella y elevó su rostro para mantener la mirada en mí.
— ¿Por qué cree que me alivia?
Me tensé — A nadie le gusta que lo obliguen a hacer cosas con un desconocido.
— Soy una princesa, es mi deber — Gruñó, frunciendo el ceño.
— Cierto, los deberes no se pueden ignorar, pero la mayoría prefiere no tener que hacerlos y yo le he dado ese privilegio.
— Así no me siento útil en nada. Prefiero marchar a casa a que me encierren, sería igual a que estar aquí con condiciones y reglas.
Yo también quería sentirme útil, obedecí a mi padre y solo fui el títere de una reina, lo que yo le estaba dando a la princesa era mejor y aún se sentía inservible, pensé que estaría alegre con mi decisión.
Éramos tan similares en nuestras situaciones.
— Aceptó mis condiciones.
— No tenía opción — Apretó las manos en la falda de su vestido — Pero, pensé que sería útil incluso siendo una yegua de crías.
— Eso tampoco es vida — Negué con la cabeza.
— ¿Para qué quiere una esposa? — Siseó.
— No quiero esposa.
— ¿Y por qué se casa?
— Porque me han desafiado, porque mi poder es cuestionado y no voy a quedarme de brazos cruzados, dejaré a su rey y al rey de Hilaria como lo que son, un par de conspiradores.
— Mi padre no es un conspirador — Defendió.
— ¿Hacer un trato sin mi consentimiento le parece poco?
— Estoy segura de que es un mal entendido.
Resoplé — No hay mal entendido en las acciones de cada rey, solo ambición y poder.
— Mi padre no es así, él es...
— ¿Cómo sabe qué no lo es si no sabe cuál fue el objeto de éste enlace?
— Tal vez no lo sepa a ciencia cierta, pero confío en él, sé que solo quiere ayudar a nuestro reino, que buscó desesperadamente una ayuda — Dijo, sus ojos estaban muy brillantes — Y ver que todo fue por inútil, me duele y usted es un egoísta.
— No soy un egoísta — Me enfurecí — Solo protejo mi reino.
— ¿Y quién protege a Polemia?
— ¿Su padre no lo hace bien?
— No tiene ejércitos, ni aliados, ni recursos — Sus ojos se llenaron de lágrimas — Me sacrificó por ello... Estoy seguro de que esa es la razón, mi padre hizo esto para buscar apoyo.
— Lo hizo mal, no debió jugar con mi autoridad.
— Dígale eso a su padre y deje de tratarme como si tuviera la culpa de todo esto — Siseó, derramando lágrimas — No tengo libertad, vine a un reino que no conozco, con personas que me miran como si fuese un monstruo, solo porque me parezco a una tirana.
La tomé de la muñeca y la llevé hacia la biblioteca.
Se calló en seco y se dejó guiar con un poco de miedo.
Abrí una puerta y se sorprendió al hallar estantes con libros organizados, muchos corredores, libros y más libros.
Yo la solté y caminé por los corredores.
Recordé el pergamino y busque hasta hallarlo.
— Creí que había tirado y quemado todos los retratos, pero acabo de recordar que había uno sin terminar aquí, fue uno de los últimos, Vanessa decidió romperle los dedos al retratista porque la hizo demasiado madura — Dije y me estremecí.
— ¿Muy madura?
— La hizo como tal, pero Vanessa se negaba a verse más madura — Le entregué el pergamino.
Lo abrió con un poco de duda.
Soltó el pergamino, lanzando al suelo el lienzo de la impresión.
— Entienda que no es un simple parecido — Dije, notando mi impresión.
El pergamino se abrió en el suelo.
Una mujer de piel blanca y cabellos negros, tenía mi rostro, aunque parecía un poco insensible, sus rasgos eran como un espejo para ella.
— No comprendo ¿Cómo es posible? — Se llevé una mano al pecho y derramé lágrimas.
— Su padre debe saberlo.
— No... Mi padre... Él no sería capaz...
— No puede ser una simple casualidad — Dije, viendo como respiraba entrecortado y cerraba los ojos.
— Tiene que serlo... Yo no conocí a esa reina... — Se aproximó — Mi padre tampoco la debe conocer...
— El rey Barbany debe estar al tanto de la historia de Floris, de sus gobernantes — Insistí — Y si usted lo oculta, será reprendida...
— Por favor... Majestad... Crea en mí...
Sonaba sincera, pero no quería fallar, si Freya conspiraba en mi contra, debía averiguarlo.
— Lo lamento, pero entienda, no puedo confiar en usted.
Me evaluó — Majestad, no esperaba un recibimiento agradable, no soy de Floris... Hablo otro idioma y pertenezco a un lugar que nadie quiere visitar... Pero, usted me ha atacado solo por eso... Sin razón de peso — Me tensé y ella se aproximó más — Solo fui cordial.
— Lo sé.
— ¿Y aún me trata así?
— Lo lamento, no es ensañamiento, como le dije antes, intento proteger mi reino.
Asintió con la cabeza, limpiando sus lágrimas.
— Agradezco que no me quiera ni para procrear, sería algo desagradable — Siseó.
¿Algo desagradable?
¿Yo era desagradable?
Me detuve a pensar, tal vez tuve dos amantes a duras penas, pero el resto me rechazó, lo respeté y lo tomé de manera educada, pero en el fondo me sentía tan despreciado cuando sucedía.
Solo buscaba atención masculina, así que no sabía demasiado sobre la femenina.
La única atención femenina que experimenté me dejó atormentado, tanto que no volvería a recuperarme.
Freya tenía su rostro y eso me dejaba inquieto, por su presencia mis pesadillas volvieron con más fuerza ¿Cómo podría dormir a su lado sin despertarme desquiciado al encontrarla allí?
La volvería a confundir con Vanessa.
Eso era seguro.
Pero, Freya no parecía retorcida, quería creer que era verdad.
Ésta nueva versión, más joven, tanto que me asustaba.
Yo pisaba los cuarenta.
— Haré su estadía más amena — Dije, me había dado la espalda, pero volvió a girar su cuerpo para observarme — Podrá dar paseos prudentes a la cuidad y los alrededores, solo en carruaje y sin llamar la atención.
Su expresión se relajó.
— Lo agradecería mucho.
— No es nada.
— No haré nada imprudente — Dijo, acercándose y tomando mi mano como gesto de agradecimiento — ¿Puedo llevar a mi hermana?
— Por supuesto, siempre y cuando se mantengan al margen, sin despegarse de los guardias.
No podía ser tan rígido, no cuando yo perdí mi libertad cuando llegué a Floris por primera vez, sabía lo que era estar encadenado. Tal vez no confiara en la princesa, pero no podía actuar como un tirano, no cuando trataba de impartir justicia.
Alejó su mano y se conformó con eso.
— ¿Puedo ver los libros?
Asentí con la cabeza.
Observó la biblioteca y empezó a caminar hacia los estantes.
El retrato de Vanessa seguía tirado en el suelo y pisé su rostro con mi bota.
Pensaba que la piel de la princesa era helada, pero resultó ser bastante cálida.
Mi mano aún sentida la piel de su delicada mano y la cerré.
Desconcertado por la sensación.
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