Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
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VISITA INESPERADA.
...Santos:...
Hace días que hacia ejercicio y no llevaba el conteo de mis pasos, ni el control de mi ritmo cardiaco.
Se que mi reloj se quedó en mi habitación, quería comenzar a llevar el control de nuevo, por lo que en la mañana decidí tocar la puerta de Reachel para saber si podia proporcionármelo cuando bajara hacer ejercicio conmigo.
Toque la puerta, pero no respondió. Me atreví a abrirla.
La cama estaba vacía, tal vez ya estaba abajo esperándome.
Fui al armario por el reloj.
Me quede inmóvil cuando la silueta trasera de Reachel apareció frente a mis ojos. La puerta del baño estaba ligeramente abierta.
Sus cabellos ondulados le llegaban a mitad de la espalda, podia ver su pequeña cintura, seguido de unos glúteos firmes y redondeados.
Pase saliva con dificultad. Ella había dejado caer su camisón.
Un impulso me llevo a acercarme lentamente a la puerta sin que se diera cuenta.
Me atreví a entrar tomándola de las caderas, inhale la piel de su hombro cerrando los ojos, aparte el cabello de su cuello y comence a besarlo.
—Santos ¿que haces? — Jadeó.
— Hace mucho me moría por hacer esto.— Le dijé al oido.
La gire y me vio a los ojos. — Yo también.
Nos dejamos llevar, nos besamos y pegué su cuerpo al mío.
Me obligué a salir de mi ensoñacion, tome mi reloj y salí imadiatamente de ahí sin que ella me notara.
Mi reloj comenzó a marcar un ritmo o cardiaco muy acelerado. Menos mal ya había salido de la habitación.
Esperé un tiempo hasta que Reachel bajó, fuimos hacer ejercicio y para nuestra sorpresa cuando volvimos habia un hombre esperándonos.
— Buenas tardes, mi nombre es Alfonso Centeno.— Estreché su mano.
— Buen día, Santos Bianco.— Atrajé a Reachel por la cintura. — Mi esposa Reachel Bianco.
Era la primera vez de la presentaba de ese modo.
— ¿En que podémos ayudarlo? — Preguntó ella.
Hice una seña para que todos tomáramos asiento.
— Vengo de párte de la notaría donde se ha llevado a cabo el testamento del difunto padre de la señora. — Reachel y yo cruzamos ligeramente una mirada, pero continuamos escuchando. — Hemos recibido una queja de su hermano Franco Zenón informando que el matrimonio en el que ustedes se encuentran es un fraude.
— ¿Fraude? — Se indignó Reachel.
Solo era cuestión de tiempo para que Franco comenzará a estar fastidiando.
— ¿En que se supone que estamos cometiendo Fraude? — Nececitaba los detalles.
— Solo sería un Fraude si no se están cumpliendo las condiciones que marca el testamento.
— ¿Condiciones? — Reachel estaba confundida y yo también.
— Señorita cuando se le entregaron los papeles del testamento ¿Se sentó en algún momento a leerlos? — Preguntó el hombre.
— Si, pero por encimita nada más. — Se avergonzó ella.
— A pues muy mal, por que ahí vinen una serie de especificaciones que se deben de cumplir.
— Traere los papeles. — Reachel quiso ir por ellos.
— Si me permiten solo me gustaría inspecciónar la casa, esperarlos me tomó mas tiempo del previsto, por lo que dejaré la entrevista de los empleados para la próxima semana— Aclaró el hombre.
¿Entrevistar a los empleados ? ¿De que se trataba esto?
— ¿Revisar la casa? — Preguntó mi hermosa esposa.
— Si necesito ver la habitación conyugal.
— ¿Como por? — Cuestioné.
— Nececito ver que los esposos estén durmiéndo juntos.
Fruncí el seño.
— Creo que eso es una intromisión a la privacidad. — Refuté un poco molesto.
— El que la señora haya aceptado la herencia me lo permite, así que por favor si pudieran indicarme donde se encuentra.
— Esta bien que vaya. — Me vió Reachel y con mucho pesar lo guiamos a la habitación.
Entró, tras el entramos nosotros. Avisó que revisaría el armario dirigiéndose hacia allá.
— Todo parece estar en orden.
— ¿Disculpe pero que está buscando? — Le pregunté
— Algún indicio de que este matrimonio. Sea solo una fachada.
— ¿Tendría alguna relevancia?
— Si claro, no iría con las condiciones que impone el testamento.
Asentí extrañado.
— Debemos leer esos papeles. — Le dijé a Reachel sin que el hombre me escuchara.
Ella solo apretó sus labios y resopló.
— Parece que si están compartiendo alcoba.
Afortunadamentee Reachel se había estado quedando ahí.
— ¿Es todo? — A Reachel se le notaba lo nerviosa.
— Solo una cosa mas.— Esta situación me estaba revazando, me parecia indígnate para ella. — Un beso.
— ¿Como? — Mire al hombre con una mezcla de enojo e incredulidad.
— Un beso, deben de mostrarme una pequeña muéstra de afecto.
— No haremos eso. — Corte.
— Lo siento, pero si no lo hacen tendré que realizar inspecciones más exhaustivas. Si realmente son un matrimonio no veo cuál sea el problema. No tiene que ser un gran beso, solo pequeño para cumplir con el requisito.
— Escuche no haremos eso…
— Podémos hacerlo. — Me interrumpió Reachel. — Cariño es solo un pequeño beso, no es nada que no hayamos hecho antes. — Hizo referencia al día que nos besamos y la evalué.
Me tensé recordando.
— ¿Estas segura? Nunca te han gustado las muestras de afecto en público. — Dijé para despistar.
— Está bien, solo por esta ocacion. — Dijó.
Yo estaba sin poder creerlo.
— Bien. — Acepté.
— Los espero. — Dijó el hombre.
Nos pusimos uno frente al otro. Ella me veia con ojos expectantes y brillosos, sus manos se movían nerviosas, su respiración ya estaba acelerada, veia su pecho subir y bajar.
Pase saliva, mi respiración se fue entrecortando.
Nos acercamos un poco.
— ¿Lista? — Asintió.
Su postura estaba rígida y seguramente tambien la mía.
No podía avanzar.
— Hazlo. — Me dijó.
La tomé de la barbilla y me inclinéis para depositar un tierno beso en sus labios.
Tenía los ojos cerrados, pero pude sentir como su postura se relajó poco a poco y la mía también.
La sensación me envolvió, mi cuerpo comenzó a pegarse al de ella, terminé colocándo mi otra mano en su cintura atrayéndola.
Mis labios comenzaron a moverse de manera lenta prácticamente solos, me correspondió.
Colocó sus manos en mi torso. Y por un momento sentí como si sus manos se aferraran a mi.
El beso se profundizó, estaba embriagado ante el la sensación de estarla besando, no se que estaba haciendo, pero no iba a detenerme.
Duró más de lo previsto, por fin había tenido un hermoso beso de sus labios.
Seria su esclavo por la eternidad solo por esto.
— Bien con eso es suficiente.
Interrumpió el hombre haciendo que nos separáramos lentamente.
Mi reloj comenzó a emitir la alárma de un ritmo cardico alto, la apagué enseguida.
Me puse nervioso, pero al parecer no le dieron mucha importancia.
Ella se veia cohibida, era extraño verla de esa forma, con la mejillas sonrojadas.
— ¿Necesita algo más? — Pregunté.
— No, por mi párte es todo. — Comenzamos a caminar a la salida. — La próxima semana vendré de nuevo a entrevistar a los empleados.
— ¿Como para que? — Pregunté mientras íbamos por las escaleras. — ¿Acaso no fue suficiente con el beso?
— Preguntaré cosas sobre su relación, como se llevan, si duermen juntos. No coma ansias señor Bianco. — Llegamos hasta la puerta. — Me despido, nos vemos luego. — Dijó.
— Hasta luego. — Cerré la puerta tras el.— Nececitamos ver esos papeles.
Fuimos directo al estudio, ahí es donde Reachel los había guardado en un cajon.
Ella los tomó y me los tendió. — Tu léelos.
Comence a hacerlo.
La primera párte era la que ya nos habian leído anteriormente.
Continué leyendo hasta que llegue a una párte que decía.
“Condiciones del matrimonio”.
Empecé a leer en voz alta.
— “Los cónyuges deberán virvir en el mismo domicilio” “Los cónyuges deberán compartir tiempo juntos a diario” “Los cónyuges deberán trabajar juntos en la empresa” “ Los cónyuges deberán salir a cenar juntos por lo menos dos veces a la semana”
Así estuve un buen rato leyendo un sin fin de condiciones, entre las que estaba que ninguno podia tener pareja, etc, pero Reachel y yo ya cumplíamos con todo eso.
Me detuve de leer cuando vi que las tres últimas condiciones eran un poco más subidas de tono.
— ¿Que, que pasa?
Continué leyendo en voz alta.
— “Los cónyuges deberán mostrar un beso de afecto, cada vez que vaya el evaluador” — Reachel negó con la cabeza. — “Los cónyuges deberán dormir en la misma habitación”. — Hice otra pausa, pues el rostro de Reachel era un poema. — “ Los cónyuges tienen un lapso de cinco años para tener un hijo” — Ella cayó sobre su asiento, con la mirada perdida en el piso. — ¿Estas bien? — Me agache y la tome de la manos.
— Santos lo siento tanto. Creí que podría devolverte tu libertad pronto.
— Reachel, no te has dado cuenta que no hay nada que no haría por ti.
— Tu mereces estar toda la vida con la mujer que amas. — Mi corazón se aceleró.
— Y lo estaré, no te preocupes por eso. — Dijé esperando que ella pudiera entender mis problemas.
— ¿Y realmente vale la pena? — La mire confundido. — ¿Realmente vale pena estarnos sacrificando por esto? Ponernos en riesgo desafiando a mi hermano, sabemos que un enfermo mental.
— Siempre has tenido claras tus metas, es una de las cosas más me gustan de ti. — Me sonrió — Veremos cómo lidiar con tu hermano y también resolveremos lo de las condiciones del testamento, pero quiero verte segura de ti.
— ¿Y tu? — Jadeó.
— No te preocupes por mi, si tú estás bien, yo estoy bien.
Salimos del estudio, después de desyunar nos preparamos para ir al trabajo.
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Me encontraba en mi oficina revisando trabajo de los empleados, era una de las cosas que siempre hacía y tambien designaba trabajos.
— Mara ¿Puedes comunicarme con Elena, por favor? — Pedí a través del teléfono de la ofina.
Había surgido un proyecto importante de unos departamentos, tal vez ella junto con Reachel y Romina pudiesen llevar a cabo la decoración interior.
— Enseguida señor.— Espere un momento y la voz de Elena se escuchó.
— Dime Santos en que puedo ayudarte.
— Elena necesito que nos veamos, quisiera hablarte de un proyecto en la empresa, y debo instruirte sobre los demás negocios de Elliot.
— Entiendo Santos ¿Reachel y tú podrían venir a casa esta noche?
— Si claro.
Llegó el anochecer y fui por Reachel a su oficina.
— Es hora de irse.
— Claro.
Ella tomó sus cosas y salimos rumbo a casa de Elena.
Pude ver que la mujer había mejorado la seguridad y no era para menos, estaba embarazada y había un loco maniático acechándola, además de que solo se encontraba con su padre el cual era un hombre mayor y enfermo.
Ella nos guió hacia el comedor, una vez que terminamos de comer comenzamos a hablar de trabajo.
— Elena sabemos como te sientes, pero debido a que llevaste a cabo el proyecto del hotel nos gustaría que llevaras a cabo el proyecto de los departamentos. — Le comentó Reachel.
— Chicos aunque yo aceptara, mi mente se encuentra todo el tiempo pensando en Elliot, no puedo concentrarme sólo de pensar en que tal vez me necesita y no estamos ahí para el.
— Elena, no creo que a Elliot le gustase ver que tu vida se quedó suspendida por el.
— Solo es en lo que él vuelve. — Me respondió. Tal vez el nunca volera. Ella se veia realmente afectada, ni siquiera sé si sería capaz de salir de la casa. — Deberían darle la oportunidad a Romina, ella estuvo conmigo en todo el proyecto del Hotel, es muy inteligente, minuciosa y capaz, estoy segura de que podrá con eso y más, yo los apoyaré desde aquí.
— De acuerdo.
Nos resignamos. No seguimos mucho tiempo ahi cuando decidimos marcharnos.
— Se veia realmente afectada. — Dijó Reachel.
— Supongo que es normal, cuando amas a alguien con tanta intensidad, imagino que debe ser difícil consevir tu vida sin esa persona.
Solo asintió y dirigió su vista nuevamente hacia la ventana a del auto.