Continuación de la emperatriz bruja y reencarne en una jodida villana.
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capítulo 8
El portal se abrió con un destello azul plateado que rompió la calma del gran salón del trono en Málaga. Los guardias imperiales reaccionaron al instante, alzando sus lanzas, pero una voz firme los detuvo:
—¡Bajen las armas! —ordenó la capitana Sarah Marshall desde lo alto de la escalera, con su porte imponente y la mirada fija en la figura que emergía del portal—. Conozco esos rostros… y si están aquí, no es por gusto.
Leonor fue la primera en dar un paso al frente. Vestía su túnica imperial de batalla; sus ojos denotaban urgencia y cansancio. Maximus apareció a su lado, seguido por el mago supremo, Regulus, cuya presencia hizo que incluso los más valientes tragaran saliva.
—Sarah… —dijo Maximus, asintiendo con respeto—. Necesitamos hablar con tu hija. Es de extrema urgencia.
La capitana asintió con seriedad y se volvió hacia los sirvientes.
—Busquen a la emperatriz Camila. Díganle que los Imperios de Atenea y Zenda exigen audiencia inmediata.
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Minutos después, Camila entró al salón con paso firme. Llevaba su corona y una capa escarlata ondeando tras ella. A sus costados, los príncipes Alcides y Úrsula observaban con curiosidad la presencia del emperador Maximus y de su tía Leonor.
—Leonor. Maximus… —saludó con un tono contenido, aunque su rostro mostraba confusión y sorpresa al verlos allí, a esa hora, y sin previo aviso—. ¿A qué debo esta visita que rompe los protocolos más básicos de seguridad imperial?
Regulus dio un paso al frente, pero Leonor lo detuvo con un leve gesto. Fue ella quien habló:
—Camila… ¿Podemos hablar en privado? Esto es serio.
La emperatriz la miró con seriedad y, tras asentir, los dirigió hasta su oficina. Solo ingresaron los adultos.
—Y bien, ¿qué sucede, Leonor?
Leonor suspiró y le explicó en pocas palabras la misión que ahora debían cumplir sus hijos. Al terminar, agregó:
—Hay una nueva elegida esta vez… La oscuridad ha despertado. Y tus hijos forman parte de la nueva generación que deberá enfrentarse a ella... junto con las mías.
La emperatriz no respondió al instante. Solo los miró en silencio, hasta que soltó una risa breve e incrédula.
—¿Otra guerra mágica? ¿Otra elegida? —su mirada se endureció—. ¿Y ahora quieren arrastrar a Alcides y Úrsula a esta locura? No, gracias. No crié a mis hijos para ser carne de cañón.
—No es una elección, Emperatriz Camila —intervino Regulus, con la voz grave como un trueno—. Sus hijos han heredado el fuego ancestral. Son los únicos que pueden despertar a los últimos dragones. Sin ellos, la nueva guardiana no podrá cumplir su destino. Y todos los imperios caerán.
—Disculpe… pero, ¿quién es usted? Leonor, tendrás que disculparme, pero hoy no voy a permitir que mis hijos se pongan en peligro por una estúpida profecía…
Sarah dio un paso adelante.
—Camila… los ojos de Maximus no mienten. Si él está aquí, si Leonor también lo está, es porque la amenaza es real.
—¿Estás diciéndome que si no los entrego, los condeno a todos? —preguntó, entre la incredulidad y el enojo.
—No se trata de entregarlos —aclaró Leonor con suavidad—. Se trata de prepararlos. Guiarlos. Como no hicieron con nosotros.
Maximus se adelantó por fin.
—Y no estarán solos, Camila. Esta vez, los adultos estaremos a su lado. No cometeremos los errores del pasado. Ya basta de sacrificios inútiles.
Un largo silencio reinó, hasta que la emperatriz de Málaga bajó la mirada… y suspiró.
—Entonces que empiece el entrenamiento esta misma noche… Pero una cosa les dejo clara: si algo le ocurre a uno de mis hijos, no tendrán que temerle a la oscuridad. Me tendrán que temer a mí.
Regulus inclinó la cabeza, aceptando el trato.
—Hecho. Pero prepárate, Emperatriz. Porque el enemigo ya despertó… y no tiene intención de esperar.
—Aún no me han dicho: ¿quién es este?
Regulus sonrió divertido y agregó:
—Soy el mago supremo Re…
—Ya veo. Muy bien, Merlín… será mejor que cumplas tu palabra, porque por mis hijos mato. Y como del muerto.
Sarah, al ver cómo su hija le hablaba al mago de la torre, intervino:
—Hija, yo confío en el mago. Y si dice que los va a proteger, eso hará.
—Más le vale… Ahora déjenme a solas con mi prima. Debo hablar con ella antes de informarle de todo esto a mi esposo.
Una vez los tres salieron de la habitación, Camila miró a Leonor seria y agregó:
—¿Qué tan peligroso es esto?
—Te mentiría si dijera que no es nada… Camila, entiendo tu miedo. Yo también estoy enviando a mis hijas…
—Tus hijas dominan su magia a la perfección. En cambio, Alcides aún se descontrola y Úrsula es muy temperamental.
—Regulus los ayudará…
—Esa es otra duda que tengo. ¿Quién es ese sujeto? ¿Desde cuándo sigues las órdenes de la Torre?
—Regulus no es como los ancianos de la Torre. Él es un enviado de la diosa y un viejo amigo. Fue mi maestro y mentor.
Camila suspiró, y Leonor agregó:
—Escúchame, prima. Confío plenamente en él, y sé que protegerá a nuestros hijos. No conozco a nadie más poderoso…
—¿Entonces por qué no hace él el trabajo sucio? Estamos enviando a niños a una guerra que ni siquiera sabemos si pueden ganar.
Leonor se acercó, tomó las manos de Camila y dijo:
—Confía en que todo saldrá bien. Y si algo malo les llega a pasar a mis hijas o a los tuyos, juro por la diosa que la oscuridad y el mal tendrán miedo de nosotras.
Camila por fin sonrió y, asintiendo, agregó:
—Muy bien. Iré a buscar a Manuel. Estoy segura de que esto será más difícil para él que para mí.
Sin más, la emperatriz salió de su oficina, dejando a Leonor suspirando… pero en cuanto se encontró sola, murmuró:
—Atenea, será mejor que cumplas tu palabra y protejas a nuestros hijos… porque juro que iré al infierno y me convertiré en un maldito dolor de cabeza si algo le llega a pasar a mi familia.
Sin más, salió y se encontró con Regulus, Sarah, Maximus y sus sobrinos, que hablaban seriamente…