Grei Villalobos, una atractiva colombiana de 19 años, destaca por su inteligencia y un espíritu rebelde que la impulsa a actuar según sus deseos, sin considerar las consecuencias. Decidida a mudarse a Italia para vivir de forma independiente, busca mantener un estilo de vida lleno de lujos y excesos. Para lograrlo, recurre a robar a hombres adinerados en las discotecas, cautivándolos con su belleza y sus sensual baile. Sin embargo, ignora que uno de estos hombres la guiará hacia un mundo de perdición y sumisión.
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Capitulo 14 Eres una mujer Vulgar
Grei Villalobos
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Él solo sonríe ante mi comentario. Terminamos de bañarnos y él busca unas toallas para llevarme hacia la cama.
—Descansa. No te preocupes por el almuerzo; yo me encargaré de eso. No quiero que salgas de esta habitación hasta que regrese.
Asiento y lo observo mientras sale de la habitación. Me recuesto; no es que tenga a dónde ir ni la energía suficiente para hacerlo. Me siento tan agotada y cansada, pero no puedo negar que ese hombre es apasionado. La experiencia que compartimos fue más de lo que jamás había imaginado. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que me tiene secuestrada y me ha amenazado. Cierro los ojos y, sin darme cuenta, caigo en un profundo sueño.
Siento cómo mi cuerpo se mueve y un gemido escapa de mi boca. Al abrir los ojos, veo a ese hombre sobre mí, entrando y saliendo, con su rostro reflejando el placer que siente. Me aferro a las sábanas mientras él levanta mis caderas, posicionándome en cuatro, continuando su penetración. Con sus dedos, roza mi zona más sensible hasta que no aguanto más, demostrando una habilidad increíble, mientras sus movimientos aumentan en intensidad. Llega un momento tan exquisito que mis piernas tiemblan y un líquido caliente desciende por mis muslos. Luego, se aleja de mí para limpiarme antes de asearse él mismo. Se coloca una toalla alrededor de la cadera y se acerca a una mesa mientras yo lo observo, acomodándome en la cama. Sus hombros son anchos, su espalda está bien definida y una pequeña cicatriz adorna su piel. Es un hombre alto, de piel clara y cabello oscuro. Parece como si fuera un modelo de revista.
Lo sigo con la mirada mientras se acerca a mí y me entrega un plato. Lo recibo con curiosidad y veo que es lasaña.
—¿La hiciste? —le pregunto.
—No, la compré en la ciudad —responde, mientras comienza a comer.
Termino mi comida y él toma ambos platos, colocándolos en la mesa. Camina hacia la puerta y, antes de marcharse, dice:
—Muñeca, quiero que para esta noche estés lista. Quiero que te pongas el disfraz de colegiala.
Justo cuando voy a responder, cierra la puerta. Abro los ojos, preguntándome cuándo se cansará. Me levanto de la cama y voy al baño para darme una ducha. Al finalizar, me dirijo al armario y encuentro varios disfraces, entre ellos el de colegiala. Al verlo, sonrío pendeja; nunca pensé que esto me sucedería. Creía que solo ocurría en las novelas que leía. Es una locura. Dejo el disfraz a un lado y busco ropa más cómoda: una blusa y un short. Al cambiarme, me acerco a la ventana y veo que el sol está por caer; dentro de poco será de noche. Noto a varios hombres caminando por los alrededores, armados. Empiezo a contarlos: hay seis, todos en la parte delantera. Tengo la oportunidad de escapar por la parte de atrás. Sin embargo, al observar el lugar, me doy cuenta de que estoy en una hacienda rodeada por un bosque. Debe haber una carretera; si logro llegar allí, podré pedir ayuda e ir a la policía. No confío en Matteo; no sé qué tiene planeado. Tal vez, después de esas cuatro semanas, decida matarme para que no lo denuncie. No pienso quedarme hasta ese momento para averiguarlo; debo conseguir las llaves que tiene y escapar de aquí.
Camino hacia la puerta, la abro y bajo las escaleras, donde busco un vaso y bebo agua. Paso mi mano por mi frente; no me estoy cuidando y este hombre ha estado en mí varias veces. Dejo el vaso en la mesa y me dirijo a la sala. Allí lo veo bajando las escaleras, vistiendo un elegante traje azul oscuro que realza su piel. El aroma de su colonia me envuelve.
—¿Qué haces aquí abajo? —pregunta.
—Vine a tomar agua. Matteo, tú no te cuidaste y yo tampoco.
Se acerca a mí y me coloca el cabello tras la oreja.
—No debes preocuparte por eso, muñeca; yo te apliqué una inyección anticonceptiva.
Intenta darme un beso, pero lo rechazo y me alejo de él. Este hombre había planeado todo con cada detalle, es un verdadero miserable.
—Eres un bastardo, no me sorprende nada de lo que eres —le digo, molesta, mientras camino a su lado.
Me toma del brazo, jalándome hacia él. Intento escapar de su agarre, pero él me sostiene con fuerza, tomándome de la cadera con una mano y de mi cabello con la otra.
—Muñeca, parece que quieres que sea más severo en los castigos. Lo que te hice en ese cuarto no será nada comparado con lo que haré cuando regrese, para que entiendas de una vez que yo soy tu amo y debes respetarme.
—No te he faltado al respeto. Te he dicho exactamente lo que eres. ¿Te duele que te llame desgraciado, canalla, que te aprovechas de una chica frágil como yo? Haces lo que quieres conmigo, sin importar lo que yo desee.
Veo cómo sonríe mientras toma mi mejilla, presionándola con fuerza.
—No eres una chica frágil. Si te encuentras en esta situación es porque me has Robado. Te has comportado de manera tan bajá y vulgar, y por eso te trato así. Estoy seguro de que disfrutaste de lo que ocurrió en esa habitación, así que no te hagas la inocente. Además, no entiendo por qué te molesta. La inyección que te administré fue para evitar un posible embarazo; no tengo intención de ser padre de un hijo con una colombiana, y menos con alguien como tú.
—¿Soy una mujer vulgar y de poco valor para ti? Si eso piensas, ¿por qué perder tu tiempo conmigo? ¿Crees que alguna vez querría tener un hijo contigo? Preferiría morir a que un hijo mío llevara tu sangre sucia.
— porque debo cobrar por lo que me robaste. Además, estoy disfrutando de esta situación tanto como tú. Debo irme, pero dentro de tres horas volveré, y espero que estés preparada.
Él aprieta aún más mi mejilla y me da un beso en los labios. Yo le golpeo el pecho y él me suelta, alejándose mientras abre la puerta con las llaves. Luego sale y cierra la puerta con seguro. Me limpio los labios y le muestro el dedo medio.
—¡Hijo de perra, que esté lista tu madre! No pienso dejarme tocar por ti.
Si él tiene las llaves originales, debe haber copias. Corro hacia las escaleras. Debo encontrarla; necesito escapar de aquí.