En el corazón del Bosque de Dragonwolf, donde dos clanes milenarios han pactado la paz a través del matrimonio, nace una historia que nadie esperaba.
Draco, el orgulloso y temido hijo del clan dragón, debe casarse con la misteriosa heredera Omega del clan lobo y tener un heredero. Louve, un joven de mirada salvaje, orejas puntiagudas y una cola tan inquieta como su espíritu, también huye del destino que le han impuesto.
Sin saber quiénes son realmente, se encuentran por casualidad en una cascada escondida... y lo que debería ser solo un escape se convierte en una conexión inesperada. Draco se siente atraído por ese chico libre, borrachito de licor y risueño, sin imaginar que es su futuro esposo.
¿Podrá el amor florecer entre dos enemigos destinados a casarse sin saber que ya se han encontrado... y que el mayor secreto aún está por revelarse?
Una historia de miradas tímidas, corazones confundidos y un embarazo no deseado.
NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Bienvenido a casa
—Me dijiste que lo matara y haga creer que murió inconsciente o por un infarto—Draco continua, con un tono más duro—. Ese lobo hizo lo que quiso conmigo, ¿sabes? Tú me mandaste a hacer esto, así que te aguantas, padre. No puedo hacer las cosas precipitadas. Los lobos no son tan débiles como pensábamos.
El Rey Dragón lo observa fijamente, como si estuviera evaluando su lealtad y sus palabras. Sin embargo, el resentimiento era claro en sus ojos. No estaba completamente convencido.
—Ese lobo... —dijo, con tono grave, como si saboreara la idea—. Mátalo cuando tengas oportunidad. No puedes permitir que alguien te marque de esa manera y quede vivo. Especialmente, un omega licántropo.
Draco lo mira, completamente desconcertado, antes de negar con la cabeza.
—No, padre… No puedo por ahora. Además si está enfermo no va a concebir.
El Rey Dragón frunce el ceño, con la ira claramente reflejada en su rostro.
—¿No puedes? —exclama—. ¡Es tu obligación! Ya no estamos en la época de las dudas, Draco. ¡Asegura tu reinado y elimina esa amenaza ahora! Más adelante te buscare una buena esposa Dragoniana.
Pero Draco, ya cansado de ser presionado, dio un paso atrás.
—Este lobo... no es una amenaza, padre. Te lo aseguro. No puedo matarlo, ni quiero hacerlo. Nos perderemos en problemas. Nosotros somos dragones pero los lobos son más. Además son la parte obrera, sirvientes y estrategas. Ese lobo ya está marcado, no hará nada en mi contra.
El Rey Dragón lo mira con furia, pero al ver la determinación en los ojos de su hijo, se queda en silencio. Tras unos largos segundos, habla con voz rasposa.
—Está bien… No lo mates ahora. Pero no olvides que en algún momento, tendrás que terminar lo que empezaste. Evita a toda costa que salga embarazado.
La situación, aunque parecía calmarse por un momento, seguía siendo volátil. El aire entre padre e hijo estaba cargado de desconfianza y desacuerdo, pero al menos por ese momento, no se discutieron más detalles.
Dentro de la cueva donde Louve y Draco habían pasado los tres días, las emociones seguían siendo contradictorias. Louve, mirando su reflejo en un estanque que hay en la cueva, no sabía si sentirse asustado, confundido o… extraño. El dolor había desaparecido, pero una sensación rara de vacío lo envolvía.
"¿Qué pasó aquí?" Pensó, mirando las marcas en su cuerpo. Pero algo en él había cambiado, algo que no lograba entender… y una parte de él… estaba preocupado. ¿Realmente Draco sentía lo mismo que él? O era solo un mandato, un deber para el dragón.
Las preguntas seguían sin respuesta, mientras fuera, el campamento se preparaba para lo que venía después, sin saber que la boda de Draco y Louve había marcado más que solo el inicio de una unión. La guerra entre sus razas estaba lejos de terminar.
Los dos mundos, el de los dragones y el de los licántropos, comenzaban a disolverse en la celebración de la unión, Draco sentía una presión interna creciente. No era solo la responsabilidad de su clan, ni las expectativas de su padre, sino algo más profundo, un lazo que se estaba formando con Louve. Algo que no podía ignorar.
Cuando Louve finalmente salió de la cueva, su presencia provocó un silencio momentáneo. El omega estaba vestido con la ropa ceremonial de los licántropos, una capa blanca y fina que le caía sobre los hombros, con detalles dorados que reflejaban la luz de la tarde. Su cabello, que aún conservaba un tono ligeramente grisáceo en algunas partes por la marca de Draco, caía con suavidad sobre su rostro. Los ojos de Louve brillaban, pero había una mezcla de confusión y vulnerabilidad en ellos.
Draco no pudo evitar detenerse en su lugar. Su corazón pareció saltarse un par de latidos, la presión en su pecho se intensificó, y por un instante, pensó que todo lo que había hecho no tenía sentido, que no había forma de salir de esa situación. Louve no era solo un simple omega que debía ser subyugado; en sus ojos había algo más, algo que lo atrapaba.
—Louve… —murmura Draco, sintiendo una incomodidad creciente, sin saber cómo expresarlo.
Pero Louve no dijo nada en respuesta. Su mirada era tranquila, pero su cuerpo temblaba ligeramente, como si aún estuviera lidiando con todo lo que había sucedido en los últimos días. Sin embargo, al ver la mano extendida de Draco, Louve la acepta con una mezcla de resignación y sumisión.
La ceremonia continuó, como lo dictaban las tradiciones, mientras avanzaban hacia el monumento sagrado del campamento, un lugar donde los miembros de las dos tribus, dragones y lobos, unían sus destinos con flores y arroz, simbolizando la fertilidad y la continuidad de la paz entre ambos pueblos. La gente comenzó a lanzar flores y arroz sobre ellos mientras Draco y Louve permanecían de pie, casi inmóviles, sintiendo el peso de la mirada de todos los presentes.
Draco, al estar tan cerca de Louve, no pudo evitar tomar su mano, un gesto que tenía tanto peso como cualquier promesa hecha en la antigüedad. La suavidad de su piel, el contraste entre su fuerza y vulnerabilidad, lo hacía sentir más real, más cercano de lo que le gustaría admitir.
Mientras el arroz caía sobre ellos y las flores se esparcían a sus pies, Draco no podía evitar pensar en el futuro que les esperaba. La carga de ser el heredero de su clan, la presión de las expectativas de su padre, y el creciente vínculo con Louve lo consumían. Sabía que no podía dar marcha atrás, que este compromiso era más que una obligación; era un destino que había sido sellado.
El regreso a la cueva fue silencioso. No había palabras entre ellos mientras cruzaban el campamento de regreso a la intimidad de su morada. Una vez dentro, la puerta se cerró detrás de ellos, y la quietud del lugar se sintió aún más pesada. Louve miró alrededor, con sus ojos en busca de algún tipo de consuelo, pero no encontró nada más allá de las paredes de piedra que rodeaban la cueva. Sin embargo, algo había cambiado en su interior, algo que había comenzado a florecer con el toque de Draco.
—¿Tienes hambre?— le pregunta Louve—Mami trajo mucha comida.
Draco no dijo nada solo tomo su capa y salió sin siquiera mirarlo.
Una hora después Draco regresa empapado en sudor. Y cuando va a la habitación, Louve lee un libro.
Draco se quedó allí, observando a Louve, sintiendo cómo el aire se cargaba con una energía densa. Él ya no podía retroceder.
—Bienvenido a tu hogar—le dice Louve al verlo y eso lo desarmó.
El destino de los dos había sido sellado, y ahora tenían que aprender a navegar juntos en este mar de emociones, deseos y promesas.
Dracon se acerca a él con el ceño fruncido, lo toma del brazo y lo saca de la cama, arrastra a Louve de la mano como si fuera un prisionero y no su recién desposado.
—Habla —gruñe sin mirarlo—. ¿Desde cuándo sabías que yo era tu prometido? Seguro te morías de la risa allá en la cascada... jugando a ser inocente.
Louve lo miró confundido, su corazón le latía fuerte, sus mejillas ardiendo por la vergüenza y rabia contenida.
—¿Qué...? Yo no sabía que eras tú —dijo dolido—. Si lo hubiera sabido, ¡jamás te hubiera hablado así! Ni... ni te hubiera contado nada...
Dracon se detuvo en seco, girando lentamente, sus ojos Azules fríos, duros.
—¿Crees que te voy a creer? ¿Que fue casualidad? —se burla con amargura—. ¡Perfecto! El lobo más débil y delicado resulta ser un actor profesional. Me atrapaste bien, Louve... hasta lograste que confiara en ti en esa cueva. —escupe las palabras como veneno—. Pero no eres diferente al resto.
Louve apretó los labios, sus ojos cristalinos brillaban entre dolor y rabia.
—Yo... no te mentí —susurra.
Dracon desvió la mirada, maldiciendo para sí.
"Mierda... pero me vine dentro tantas veces... y si está embarazado... "—su mente comenzó a trabajar a mil por hora— "¡No puede pasar! ¡No puede tener un hijo mío! Eso complicaría todo" —piensa.
De pronto, sin decir más, soltó bruscamente a Louve.
—Quédate aquí y no salgas a ningún lado—ordena con voz áspera.
Y salió disparado como alma que lleva el diablo directo al sector de las dragonianas. Buscaba a una persona específica.
—¡Madre! —exclama con cierto desespero al encontrarla—. Necesito saber... ¿cómo evitar que una... hembra quede embarazada después del apareamiento?
La Reina Dragón, alta, elegante y de mirada filosa, lo observó con una ceja arqueada. El silencio entre ambos se volvió denso.
—¿Hembra...? —repite lentamente, ladeando la cabeza con una sonrisa que no era amable—. ¿Qué hiciste, Dracon?
—Nada —responde demasiado rápido.
Ella chasqueó la lengua, avanzando hacia él con esa gracia letal que sólo las dragonianas sabían tener.
—Dime que no planeas esterilizar a tu esposa —lo corta con frialdad—. Dime que no cometiste una barbaridad por alguna orden absurda de tu padre...o que preñaste a alguien más fuera del matrimonio.
Dracon suda frío.
—Es... es para un caballo —miente sin vergüenza—. No quiero que preñe un caballo que tengo, a ninguna yegua por ahora.
Su madre lo mira tan fijamente que jura que lo veía desnudo por dentro.
—Qué curioso... —susurra ella con sarcasmo—... un caballo. Qué problema tan... oportuno.
q esperabas