Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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Otro reinicio
El sol se filtraba por las enormes ventanas de la habitación, iluminando el rostro de Aranza, quien, por primera vez desde su reencarnación, no había despertado de forma trágica. Ni caída de la cama, ni ataques de tos, ni sirvientas asustadas gritándole al cielo por su frágil condición.
No, esta vez se despertó como una persona decente: con calma, en su enorme y cómoda cama.
—Vaya, un mes y sigo viva —murmuró con satisfacción, estirándose lentamente—. Todo un récord.
Se sentó en la cama y miró a su alrededor con cierta pereza. Ya había logrado establecer una rutina en esta vida ridícula: comer, pasear por los jardines, hacer berrinches discretos cuando algo la molestaba, y ahora, entrenar... o al menos intentarlo.
Justo cuando se preparaba para salir de la cama, una de sus criadas, Emilia, entró con una bandeja de desayuno.
—Buenos días, mi lady. Espero que haya dormido bien —saludó con una sonrisa.
Aranza se frotó los ojos y tomó el jugo que le ofrecían.
—Dormí de maravilla. No morí durante la noche, lo que ya es una victoria.
Emilia parpadeó, confundida, pero prefirió no comentar nada.
—Mi lady, ¿ha escuchado las noticias?
Aranza alzó una ceja mientras mordía un pedazo de pan.
—Si no es que alguien murió o que la gota maldita volvió a fastidiarme, entonces no.
—El príncipe Aldrin ha regresado al palacio.
Aranza se detuvo a medio bocado.
—¿Y?
La criada la miró con algo de incomodidad.
—Bueno… todos esperaban que él viniera a visitarla inmediatamente, pero ha pasado una semana y ni siquiera ha mandado un mensaje.
—Ajá, ¿y? —repitió Aranza, tomando otro sorbo de jugo, sin el menor interés en la conversación.
Emilia la observó como si le hubieran salido cuernos.
—Mi lady, la gente está hablando. Dicen que el compromiso podría romperse.
Aranza tragó el pan con calma y se encogió de hombros.
—Pues, felicidades a todos esos chismosos. Que disfruten el espectáculo.
Emilia abrió la boca, luego la cerró y volvió a abrirla.
—¿No está preocupada?
—No.
—¿No le duele que el príncipe la ignore después de tanto tiempo comprometidos?
—No.
—¿No se siente humillada?
Aranza dejó su taza de jugo sobre la mesa con un sonoro clink y miró a la criada con una media sonrisa.
—Querida Emilia, ¿te gustaría saber qué me duele de verdad?
La joven tragó saliva y asintió lentamente.
—Que este pan está seco. Eso me duele.
Emilia casi se desmaya del desconcierto.
Mientras Aranza disfrutaba de su desayuno sin el menor interés en Aldrin, el resto del mundo no dejaba de hablar del asunto.
En los jardines, los sirvientes cuchicheaban a escondidas:
—¡Pobre lady Aranza! Debe estar devastada.
—¿Y si está llorando en su habitación en este momento?
—¿Cómo podrá soportar la vergüenza?
Lo que ninguno sabía era que Aranza, lejos de estar llorando, estaba tumbada en una banca disfrutando la brisa matutina.
—Es lindo ver cómo la gente está más preocupada por mi vida amorosa que yo —murmuró con diversión.
Justo en ese momento, una brisa fría recorrió el jardín y, como si fuera una maldición, la gota maldita apareció flotando frente a ella.
—¡Oh, por Dios! —exclamó Aranza, llevándose una mano al pecho—. ¿Todavía existes? Creí que te habías evaporado por falta de utilidad.
La gota flotó con aire irritado.
—Muy graciosa. He venido a informarte algo importante.
Aranza suspiró.
—Déjame adivinar. ¿Es sobre el compromiso roto? ¿O vienes a ofrecerme otro trabajo basura para sobrevivir en este mundo?
—Nada de eso. Como has durado un mes sin morir de forma ridícula, tu punto de reinicio ha cambiado.
Aranza se sentó derecha, interesada.
—Espera, ¿qué? ¿Ya volvió a actualizar?
—Si mueres ahora, no volverás al día en que despertaste por primera vez en este mundo. Tu reinicio será desde este mes exacto.
Aranza entrecerró los ojos.
—O sea… que no tengo que pasar por todas las muertes estúpidas otra vez. Ya te estabas demorando con la actualización, hasta creía que alguien más te había eliminado.
—Exacto a lo primero. A lo segundo soy inmortal.
La joven sonrió con satisfacción.
—Bueno, por fin algo positivo en este maldito infierno.
La gota rodó los ojos.
—Te lo advierto, no te confíes. Sigues siendo una inútil en combate, y si no mejoras, morirás pronto.
—Sí, sí, ya lo sé. Pero al menos no tendré que revivir la escena de la mesilla asesina o la del lobo hambriento.
—Y tampoco la vez que intentaste correr y te desmayaste.
Aranza hizo un puchero.
—¿Es necesario que me recuerdes eso?
—Solo diciendo la verdad.
—Pues aquí tienes otra verdad: vete al diablo.
Y con eso, la gota desapareció.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir