En un mundo donde los humanos temen a los lobos y los lobos temen a su propia naturaleza, Rachel Montemayor despierta en un calabozo, atrapada entre dos identidades. A lo largo de su vida, ha luchado por controlar su lobo interior, pero ahora, en la víspera de ser vendida como esclava en la ceremonia de ascenso de Desmond, su destino parece sellado. Mientras las ofertas se lanzan como dagas en el aire, Rachel debe decidir: ¿se someterá a la vida de un objeto, o encontrará la fuerza para reclamar su libertad y desatar el poder que siempre ha llevado dentro?
¿Es Ethan un Villano o un Héroe Trágico?
¿Puede la cercanía sanar las heridas del pasado?
¿Es posible cambiar el corazón de un hombre frío como Ethan?
En un juego de traiciones, poder y autodescubrimiento, Rachel se embarcará en una lucha que podría redefinir no solo su vida, sino el equilibrio entre humanos y lobos.
Podrá Rachel descubrir: ¿Qué hay detrás de la fachada del 'hombre de corazón frío'?
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El Renacer
Desperté en un ambiente sombrío y húmedo, con mi mente envuelta en una neblina de recuerdos confusos. Rachel Rouge ya no existía; mi antigua identidad como química se había desvanecido. Ahora era Rachel Montemayor, atrapada en un oscuro calabozo, sin poder liberar a mi lobo interior desde los 24 años. La angustia de haber estado restringida tanto tiempo me consumía, marcando un nuevo capítulo en mi existencia, lleno de misterios y anhelos por lo perdido.
Con cada segundo, los recuerdos de mi vida pasada invadían mi mente, como un torrente desbordante. Imágenes de laboratorios y fórmulas químicas se entrelazaban con instantes de mi infancia, llenos de risas y la calidez de mi familia. Todo esto contrastaba con la profunda conexión que había perdido con mi lobo. El dolor de la transformación se hacía cada vez más intenso, como si mi cabeza estuviera a punto de estallar.
—¿Qué me está pasando? —susurré, llevándome las manos a las sienes, tratando de calmar el caos en mi mente.
La cruda realidad de mi situación se tornó clara y desalentadora. Sabía que pronto vendrían a buscarme para ofrecerme como esclava. Desmond, el líder de la manada, planeaba venderme en un mercado negro durante su ceremonia de ascenso como nuevo alfa. La idea de ser tratada como un objeto, despojada de dignidad y libertad, me invadió con terror. Sin embargo, no estaba dispuesta a retroceder; rendirme era algo ajeno a mí.
—Así que este es el juego, ¿verdad? —exclamé con una risa irónica—. Vamos a ver qué tan bien juegas, Desmond, porque a partir de ahora, tu vida será un auténtico infierno.
Recordé las narraciones sobre la ceremonia, un evento donde los alfas exhibían su dominio. Desmond quería utilizarme como trofeo para el que pagara más. La mera idea de ser un objeto a la venta despertaba en mí ira y determinación; no permitiría que mi valía se redujera a un precio.
El eco de pasos retumbó en el pasillo, creando una atmósfera tensa. Desmond apareció, sonriendo con arrogancia, acompañado de hombres armados con cadenas y cuerdas. Un escalofrío recorrió mi espalda, pero decidí no oponer resistencia; me mantuve quieta, sin mostrar temor.
Cuando la puerta del calabozo se entreabrió, Desmond sonrió desbordante de arrogancia.
—¿Estás lista para tu nuevo hogar, Rachel? —pronunció despreocupado, como si hablara de un objeto.
Me enderecé, sintiendo la fuerza en mi interior. —Estoy más que lista —respondí con determinación, sonriendo mientras disfrutaba de haber dañado su orgullo.
Desmond, irritado, me miró con desdén. Sus ojos ardían de desprecio, como si quisiera desgarrar mi rostro. Su expresión reflejaba furia y hostilidad, evidenciando su ira.
—Vamos a ver cuánto tiempo puedes sostener esa arrogancia —dijo, firme, dejando claro que no había lugar para el debate.
Mientras me llevaban hacia la ceremonia, sentía que estaba en un sueño del cual no podía despertar. Los ecos de mi vida pasada se mezclaban con la dura realidad de mi nueva existencia, creando un torbellino de emociones. A medida que avanzábamos, recuerdos vívidos se entrelazaban con imágenes del presente, haciéndome sentir como una sombra atrapada entre lo que fui y lo que me aguardaba.
Una parte de mí anhelaba rebelarse y luchar por recuperar el control de mi vida. Sin embargo, otra parte aceptaba mi futuro con resignación. Esa lucha interna creaba un nudo de contradicciones en mi pecho: el deseo de escapar y la impotencia ante la inevitabilidad de mi situación. Así, mientras avanzaba hacia lo desconocido, me sentía como una hoja arrastrada por el viento.
—Soy Rachel Montemayor... —me repetí en la mente, intentando infundir valentía en esta nueva identidad—. No permitiré que me derroten tan fácilmente.
