Cómo Proteger Al Protagonista

____________ al día siguiente.

— ¡Esto es una aberración!— exclamó Erika, la madre de Miranda.— ¡¿Cómo se dejaron quitar el documento legal del testamento y se lo dieron a esa mocosa?!

— mi señora. Se nos escapó de las manos. Pensamos que tendríamos todo bajo control al sobornar al abogado de la señorita Diana. Pero...

— ¡¿Pero que, carajo?!

— es confidencial. Nos prohibieron decir quién fue acargo del caso de la señorita Diana. Además. Ya no estaremos trabajando para usted, lo lamento.

En eso, el abogado se marcha sin agregar de más. Segundos después de haber cerrado la puerta, Miranda baja apresurada.

— madre.

— ha, Miranda. Esa Diana consiguió apoyo de no se quién y ahora, tiene los papeles de testamento original.

— eso no es posible.— comentó, con molestia.

— pero lo es. Hasta tiene la maldita carta que le dejó el conde. No la queme porque no me dejaron los abogados, pero debí hacerlo de todas formas.— suspira y se tumba más en el sillón.— ya no se que haré. De seguro se alió con un duque o un aristócrata muy rico.

Miranda no estaba en ese plan, quién no quería perder todo lo que tenía gracias al testamento. Así que piensa reunirse con Diana para resolver esto.

— madre, yo lo resolveré, no habrá problema alguno para mí.

Rápidamente se marchó, al jardín y más allá de ahí, donde habitaba un laberinto muy bien conservado. Ahí toma una rosa de peculiar rojo carmesí oscuro. Tomó una y con ella se la llevó a su recámara.

Le desprendió pétalo por pétalos y luego lo remojo en un frasco, su color rojo se desteñia como sangre en agua. Y ella pensó.

“ esto ayudó al conde a morir más rápido de su enfermedad mientras que mi madre tenía los papeles listos en ese entonces. No sé que está ocurriendo, pero esto no está pasando como debería pasar"

— no reencarne en una villana para nada.

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Diana tenía entre sus manos el testamento, frente a su abuela, le cuenta que era lo que había realmente.

— como se atreven.— se levanta, enfurecida.— mi hijo murió y utilizaron su nombre para robar lo que por ley es tuyo.

— abuela...

— yo también insistí en buscar la verdad después de la muerte de tu padre, pero igual que tú, nunca tenía respuesta por más que insistiera. Me alegra saber que tú si lo lograste.

— bueno. Tuve ayuda de cierta persona. Sin él, realmente no tuviera este documento en las manos.

Aquel testamento contenía más que todo el nombre de Diana en los bienes de la familia Cauciel. Y sobre todo, sus fértiles tierras. Donde ella era la heredera primordial de los Cauciel y dueña de la casa en la que Miranda y Erika viven.

Además, la carta con palabras muy exactas dejaba a Diana como la representantes de los Cauciel al ser la primogénita. Agregando lo mucho que la ama y la quería, que solo quería darle una familia para que no se quedará sola. Pero al final, pudo darse cuenta de las verdaderas intenciones de ella.

— ¿Que piensas hacer Diana? Sea lo que sea, contarás con mi apoyo.

— gracias abuela. Lo tuve pensando toda la noche y pienso ir sin avisar con la ayuda de mi amigo.

— oh, veo que ese amigo y tú son unidos. Muy poco hacen eso y menos con algo tan delicado. Quisiera conocerlo.

Sonríe de manera agridulce, ya que aunque quisiera, no sería tan posible.

— él está ocupado por su trabajo. También me gustaría que lo conocieras.

— bueno, ese el rol de un emperador.— Diana la mira sorprendida, Beatrice sonríe de manera cómplice— en mi ventana se puede ver la entrada principal. Cielo... Ese hombre parece sacado de una novela de pasiones... Muy buen candidato para ti.

— abuela. No vayamos más allá. Solo somos amigos que nos estamos ayudando.

— aja, si, y yo nací ayer. Niña, ese hombre te vino a ver sin importar los códigos de su deber, eso demuestra lo mucho que le interesa, le daré una semana... Bien, vayamos a la sala, las nuevas señoritas ya debe estar llevando.

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— emperador. Ahora los navíos imperial ya llegaron al puerto de Heine. Hoy en la noche los recibiremos con gran honor.— había comentado uno de los miembros de la corte.

— luego de entregarles sus respectivas recompensas, le haremos un banquete por su triunfo. ¿Qué dice usted, su majestad?

— lo acepto. Mañana mismo si es posible.

Esa repuesta fue lo más rápido que se había oído del emperador. Es más, fue como una oportunidad que él estaba esperando.

— bien, bien, con la aprobación de su majestad, damos la reunión terminada.

Al salir de esa habitación, Dorian caminaba sin ninguna presencia. Hasta ahora.

— su majestad, si me permite. Puedo presentarle a mi hija Sofía, para que lo acompañe en el banquete...

Había aparecido un ministro que es barón de la casa Freyn. Pero no fue el único.

— tontería. Mi pequeña Carla es la ideal para su majestad.

Y otro más apareció deteniendo el paso del emperador.

— ¡Ya dejen al emperador en paz! ¡No sé aprovechen del banquete para dar a sus hijas como trofeo! — lo escolta hasta el umbral del jardín. Solos, le dice— lo lamento su majestad. Ya saben cómo se ponen cuándo piensa que tienen oportunidad de acercarse a usted.

— ¿Y tú no?

— pero es diferente. Candy es una mujer que vale la pena conocer y jamás lo decepcionará.

Dorian no podía más con esto. Obstinado de que los ministros que se acercaron para ofrecerle a sus hijas.

— esto es un maldito dolor de culo.— expresó con toda sinceridad. Y se marchó sin más.

— ¡Pero necesita una compañera para el banquete!

— no lo necesito...— luego susurra— ya tengo una.

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