– He vivido tantas vidas que me resultan absurdas las personas que matan por poder y avaricia, o aquellas que quieren ser jóvenes eternamente. De nada sirve vivir sin un propósito o amor verdadero.
— Soy Gustavo Chevalier, el emperador del vasto imperio Terra Nova, pero durante muchos años fui el paladin de mi hermano. Fui testigo de cómo amó a su ahora esposa con todo el corazón en sus diferentes facetas.
— Han pasado siglos, pero yo sigo añorando su olor, su dulzura, su reconfortante presencia y su preciosa sonrisa, que iluminaba mis días.
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Amada mía, no has cambiado en nada
— Majestad, el ducado de York no puede quedar sin un señor.
— El ducado ya tiene un administrador. Ese ducado es de la familia imperial; ya dejé eso claro. Marqués Galván, ya que está tan interesado en el ducado perteneciente a mi familia, quiero un informe detallado de la situación de salud y economía de cada habitante del marquesado. Tres eruditos supervisarán su labor —dijo el emperador sonriendo con amabilidad, mientras el marqués palidecía. Su territorio quedaba cerca del ducado de York y este poseía un gran terreno usado para la ganadería, el cual le sería muy beneficioso, ya que el costo de la carne era muy elevado, pero ahora estaba perdido.
La reunión terminó y el emperador salió satisfecho. Poco a poco iba a limpiar la Corte; había demorado en hacerlo porque no los consideraba un riesgo, solo eran estorbosos. Pero ahora que estaba luchando por el amor de su vida, se dio cuenta de que tenía que limpiar la Corte antes de casarse, ya que esa bola de codiciosos sería un grave peligro para su amada, y era mejor prevenir que lamentar.
— Padre, te llegó correspondencia —le dijo el príncipe cuando se lo encontró en un pasillo. Ambos se detuvieron por un breve instante.
— ¿Dónde está? ¿Y a dónde vas con tanto afán? —preguntó el emperador, observando a su hijo con detenimiento. Aparte de ser emperador, era padre y no podía descuidar la relación con su hijo.
— En sus aposentos. Iré al archiducado; voy a visitar a Cloy —dijo el príncipe, haciendo una reverencia para retirarse. Ya iba demasiado tarde al archiducado y la archiduquesa era estricta con el horario de visita.
— Síguelo, no descuides su seguridad —le dijo el emperador a un hombre que estaba oculto de la vista de los demás. Aunque el emperador se mostraba como un dirigente compasivo, tenía sus propios secretos.
Al entrar a sus aposentos, Amina se deleitaba con su comida.
— Veo que llegaste bien, me alegra —dijo el emperador, mientras soltaba el compartimento de la pata del ave y, con suma delicadeza, sacaba el pergamino. Al tenerlo en sus manos, el olor a peonías inundó sus fosas nasales, haciéndolo suspirar.
— Debo ser completamente honesta: me han tomado por sorpresa sus sentimientos, pero es su necedad la que ha captado mi atención. No estás en mis sueños, pero quiero ser cómplice de los tuyos hasta que las cartas nos guíen por la ruta del amor. Sin esperarlo, te estás apoderando de mis pensamientos. Comienzo a anhelar nuestro primer encuentro. Quiero saber de tus días, si te gusta el arte, la literatura o la poesía, la casa o el arte de la espada, si prefieres lo dulce o lo salado, el té o el vino. Quiero conocer a profundidad, a mi futuro esposo.
Atentamente: tu prometida M.M.
— Amada mía, no has cambiado en nada; sigues siendo una mujer maravillosa. Aunque no sé si, cuando me conozcas, tu interés seguirá siendo el mismo. — El emperador le tenía miedo a la diferencia de edad que existía entre ellos. Mónica estaba en sus diecinueve años, mientras él ya estaba en sus treinta y nueve. La mayoría en el imperio creía que Bastian y él se llevaban un año, pero lo cierto es que la emperatriz madre tuvo al emperador a comienzos del año y a su hermano Bastian a finales de año. Los hermanos solo se llevaban meses de diferencia.
— Temo que me rechaces por mi edad. — En su vida pasada, ambos tenían la misma edad, pero en esta vida, la diferencia era abismal. El caso de Margaret y Bastián era diferente porque ellos recordaron sus vidas pasadas, pero él estaba consciente de que Mónica no lo haría. Con un gran peso en su corazón, escribía su respuesta que tendría que enviar al anochecer. Sin embargo, ese mismo día, en el ducado Mesellanas, la semilla de la envidia germinaría con más fuerza por un obsequio que llegó a la propiedad.
— Dices que vienes de parte del prometido de mi cuñada, pero no nos puedes entregar el obsequio a nosotros. ¿Qué falta de respeto es esta? ¡Eres un insolente! — Le reclamó Lisa, la esposa del hermano de Mónica, al mensajero.
— Tengo órdenes claras de solo entregarle el presente a la primera señorita Mónica Mesellanas o, en caso de que ella no esté, al duque Alfonso Mesellanas. — Dijo el hombre con calma; esa mujer no le intimidaba en lo absoluto.
— Qué absurdo, somos su familia. Yo soy el siguiente Duque. Deja el obsequio y retírate —le dijo Octavio, el hermano de Mónica.
— ¿Ya posee el título? —preguntó el caballero con calma. Eran nobles importantes y, a fin de cuentas, no podía ofenderlos.
— No, pero...
— Entonces no puedo entregárselo. Mi señor es sumamente estricto. — Cuando la pareja intentó nuevamente hacer un escándalo para obtener el baúl, el Duque hizo acto de presencia, frenando sus acciones.
— ¿Qué está pasando aquí? ¿Quién es el caballero? —preguntó el Duque con educación y aparente serenidad.
— Padre, este insolente es el mensajero del prometido de Mónica y se rehúsa a dejar un simple obsequio en nuestras manos. Nos está tildando de ladrones —se quejó Lisa, quien llama "padre" al Duque.
— ¿Es cierto eso? —preguntó el Duque con cautela; no creía que el emperador mandara un caballero irrespetuoso.
— Su gracia, mi señor me ordenó entregar el obsequio a la primera señorita, Mónica Mesellanas, o a usted. No tengo permitido darle el obsequio a alguien más. La dama aquí presente está muy insistente en que ella podría recibir el obsequio, pero podrá entender mi situación: son órdenes de mi señor —dijo el hombre, haciendo una reverencia. El duque miró con molestia a su nuera por mentirle en la cara.
— Si hay una cosa que detesto son las mentiras. Controla tu lengua viperina; si tus acciones causan deshonra al ducado Mesellanas, tu castigo será severo. — El duque estaba muy molesto con Lisa; ese hombre frente a ellos no era cualquier caballero; por su porte, se notaba que era alguien muy cercano al emperador, lo que dejaría muy mal parado al ducado Mesellanas con el emperador.
— Pietro, busca a Mónica y que venga cuanto antes —le ordenó el duque al mayordomo.
Mónica estaba tomando té mientras analizaba los últimos acontecimientos. El compromiso la tenía un poco turbada; se había preparado un té con las flores de manzanilla y lavanda que había recogido del ramo de flores que su madre había aventado al suelo, ya que consideraba el regalo muy poca cosa, estaba tan metida es sus pensamientos que no se dio cuenta, cuando el mayordomo se acercó a ella.
—Milady, su padre solicita su presencia.— Monica reacciono de inmediato, se había desconectado de la realidad, por mucho tiempo.
—Vamos. No lo hagamos esperar. —Mónica siguió al mayordomo en compañía de su doncella. Al llegar adonde estaban su padre, su hermano y su cuñada, no lucían muy felices, sus caras de enojo eran demasiado evidentes.
—Mónica, tu prometido te mandó este baúl, que ha sido motivo de discordias absurdas. Ábrelo; solo tú puedes recibirlo. —El duque estaba dejando en claro que, de ahora en adelante, solo Mónica estaba autorizada a recibir los obsequios de su prometido y que nadie más podía inmiscuirse.
Al abrir el baúl, el Duque casi se desmaya, mientras su hijo y nuera abrían los ojos asombrados; para ellos, era algo imposible de ver.
—Mi señor quiso representar sus sentimientos en su obsequio. El diamante rojo es extremadamente raro de conseguir, por no decir imposible, pero él tuvo la dicha de hacerlo. Así espera tener la dicha de conseguir su amor. —Mónica quedó sin habla; ella no podría usar tal obsequio. Si conseguir un diamante rojo era casi imposible, su prometido tenía que ser alguien demasiado poderoso para tener acceso a tantos, para mandar hacer un collar, unos pendientes y una corona de semejante magnitud. Lo que la desconcertaba más: ¿quién era realmente su prometido?
Pero debía reconocer que él conocía muy bien las normas del imperio, ya que solo las primeras señoritas de las casas de los pilares del imperio podían usar tiaras o coronas sin ofender a la emperatriz o a la familia imperial.
Asi, me imagino el regalo de la discordia
😅😅😅
Cambio de nombres: Margaret en lugar de Mónica
1- tendrá el testimonio en tiempo real de las víctimas del depravado conde.
2- despertará a la realidad de todo lo que el Emperador ha hecho por su pueblo, en especial las mujeres.
3- tendrá la posibilidad de ayudar a esas chicas con sus habilidades de sanadora.
Tal vez así entienda que el amor que el Emperador siente por ella es real, puro y sincero; desde siempre y para siempre.