Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 7
En un rincón tranquilo del Café de Flore, uno de los lugares más icónicos del Barrio Latino de París, Isabella Dupont estaba sentada en una mesa junto a la ventana, observando la lluvia ligera que caía sobre las calles adoquinadas. El café, con su decoración art déco, mesas de mármol y sillas de cuero verde oscuro, era un refugio acogedor para los parisinos y turistas que buscaban escapar del bullicio de la ciudad. Las paredes estaban adornadas con fotografías en blanco y negro de escritores y artistas que alguna vez habían frecuentado el lugar, mientras que el aroma del café recién hecho se mezclaba con el sonido de la conversación en voz baja y el tintineo de las tazas.
Frente a Isabella, sentado en una silla de respaldo alto, estaba Philippe Marchand, uno de los antiguos socios de su padre. Philippe, con su cabello gris cuidadosamente peinado hacia atrás y su barba bien recortada, proyectaba la imagen de un hombre acostumbrado a tratar con los poderosos. Su traje, perfectamente ajustado, era de un tono gris oscuro que complementaba la atmósfera del lugar.
Isabella, con una chaqueta ligera y un suéter de cuello alto para protegerse del frío otoñal, observaba a Philippe con una mezcla de ansiedad y determinación. Sabía que este era el primer paso en su camino hacia la venganza, pero no estaba segura de lo que Philippe tenía en mente.
—¿Entonces, cómo puedes ayudarme a entrar en Montserrat Construcciones? —preguntó Isabella, sin poder contener la impaciencia en su voz.
Philippe esbozó una ligera sonrisa, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Ya tengo una idea, Isabella —respondió, sacando una carpeta de cuero marrón de su maletín y colocándola sobre la mesa frente a ella—. Quiero que te aprendas esto.
Isabella frunció el ceño, tomando la carpeta con algo de cautela. La abrió lentamente y vio una hoja de vida detallada con una foto de ella, pero bajo un nombre diferente: Isabella Tremblay. La ficha describía a una joven francocanadiense con experiencia en arquitectura y diseño de interiores, graduada de la Universidad de Montreal. En la sección de experiencia laboral, había varios puestos ficticios en prestigiosas firmas de arquitectura en Canadá y Europa.
Isabella estudió la hoja de vida con atención, leyendo cada detalle. Había referencias, habilidades, y hasta certificaciones, todo perfectamente inventado pero lo suficientemente creíble como para que pasara cualquier examen superficial.
—Isabella Tremblay… —murmuró, probando el nombre en sus labios—. ¿Y además de esto, qué más necesito saber?
Philippe la observó detenidamente antes de responder, como si estuviera evaluando su disposición a seguir adelante.
—Paciencia, Isabella. Paciencia —dijo con calma, sus ojos fijos en los de ella—. Lo primero que debes hacer es memorizar cada detalle de esta hoja de vida. Aprende a ser Isabella Tremblay en todo sentido. Necesitarás responder a cualquier pregunta sobre tu experiencia y formación sin dudarlo. Esto no es solo una identidad falsa, es una nueva vida que estás asumiendo.
Isabella asintió lentamente, comprendiendo la magnitud de lo que estaba a punto de hacer. Sería un juego peligroso, pero estaba dispuesta a correr el riesgo. No había vuelta atrás.
Philippe se levantó de su silla con elegancia, dejando un billete de cincuenta euros sobre la mesa para pagar la cuenta. Luego, sacó un pequeño fajo de billetes del bolsillo interior de su chaqueta y lo colocó discretamente frente a Isabella.
—Aquí tienes doscientos euros —dijo en voz baja, manteniendo el contacto visual—. Es suficiente para que cubras algunos gastos iniciales. Ve a tu departamento, despídete de tu vieja vida y prepárate. A las siete, quiero que estés en Le Jules Verne, en la Torre Eiffel. Allí conocerás a alguien que puede ayudarte a entrar en Montserrat Construcciones.
Isabella tomó el dinero con manos firmes, sintiendo el peso de la responsabilidad que conllevaba. Sabía que este era el momento de dejar atrás todo lo que había conocido y abrazar la nueva identidad que Philippe le había dado.
—Gracias, Philippe —dijo Isabella, guardando el dinero en su bolso—. No te defraudaré.
Philippe esbozó una sonrisa, asintiendo con aprobación.
—Lo sé, Isabella. Lo sé.
Sin más que decir, Philippe se dio la vuelta y salió del café, dejándola sola con sus pensamientos. Isabella observó cómo desaparecía entre la multitud que paseaba bajo la lluvia ligera, y luego volvió su atención a la carpeta que tenía frente a ella. Respiró hondo, cerró la carpeta y se levantó de su asiento.
Salió del café y caminó por las calles mojadas de París, con el sonido de sus pasos resonando en el pavimento. Se dirigió hacia su apartamento, ubicado en un barrio modesto del distrito 19. Era un área alejada del glamour y la opulencia de los distritos más céntricos, pero para Isabella había sido un lugar seguro durante los últimos años, lejos del doloroso pasado que había dejado atrás.
El edificio en el que vivía era viejo y algo descuidado, con paredes agrietadas y una escalera estrecha que llevaba a su pequeño apartamento en el tercer piso. El lugar era modesto, con una sola habitación, un pequeño baño compartido con los demás inquilinos del piso, y una pequeña cocina en un rincón del salón. Las paredes estaban pintadas de un blanco que ya empezaba a amarillear, y el mobiliario era básico: una cama individual, una mesa pequeña, una silla y un armario donde apenas cabían sus pocas pertenencias.
Isabella cerró la puerta tras de sí y dejó su bolso sobre la mesa. Se acercó a la ventana, desde donde podía ver los tejados de París extendiéndose bajo el cielo nublado. Durante los últimos años, su vida había estado llena de dificultades. Tras la muerte de su padre, Jean-Luc, ella había decidido quedarse en París para continuar sus estudios y trabajar. Había obtenido pequeños trabajos ocasionales como decoradora de interiores, un campo relacionado con su formación en arquitectura. También había dado clases privadas de inglés para llegar a fin de mes, luchando por mantenerse a flote mientras se preparaba para algo más grande.
Isabella dejó escapar un suspiro, sintiendo el peso de las decisiones que había tomado. Sabía que estaba a punto de embarcarse en algo peligroso, algo que podría cambiar su vida para siempre. Pero también sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada en una vida que no le ofrecía más que la sombra de lo que una vez había conocido.
Abrió la carpeta nuevamente, repasando los detalles de la vida de Isabella Tremblay, memorizando cada línea, cada detalle, cada mentira que tendría que convertir en verdad. Sabía que si quería destruir a Clara Montserrat, debía convertirse en alguien completamente nuevo.
Después de pasar unas horas memorizando la información, Isabella se preparó para lo que vendría. Se vistió con cuidado, eligiendo un vestido negro sencillo pero elegante, que realzaba su figura y le daba un aire de profesionalidad. Se maquilló con discreción, asegurándose de que su apariencia fuera impecable. Sabía que la primera impresión sería crucial.
Cuando el reloj marcó las seis y media, Isabella salió de su apartamento, cerrando la puerta tras de sí con una mezcla de determinación y nostalgia. Sabía que ese sería el último día en que caminaría por esas calles como la Isabella Dupont que había sido. A partir de ahora, sería Isabella Tremblay, una joven arquitecta francocanadiense que buscaría abrirse camino en uno de los imperios de construcción más grandes del mundo.
Tomó un taxi hasta Le Jules Verne, el famoso restaurante en la Torre Eiffel, donde Philippe le había dicho que conocerían a alguien importante. Mientras el taxi avanzaba por las calles iluminadas de París, Isabella se preparaba mentalmente para la reunión. Sabía que esta sería la primera prueba real de su nueva identidad, y no podía permitirse fallar.
Al llegar al restaurante, Isabella pagó al taxista y salió del coche, mirando la imponente estructura de la Torre Eiffel que se alzaba majestuosamente sobre ella. Respiró hondo, sintiendo el aire fresco de la noche en su rostro, y se dirigió hacia la entrada, lista para dar el siguiente paso en su plan de venganza.
Sabía que a partir de ese momento, todo cambiaría. Pero también sabía que estaba lista para enfrentar lo que viniera. La vida de Isabella Tremblay apenas comenzaba, y con ella, el camino hacia la destrucción de Clara Montserrat.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho