Un Viaje A Lo Desconocido

Los gritos empezaron a despertar a todas esas plantas Carnívoras, de todos los tamaños, con diferentes formas. La escena estaba aterradora, al ser tan grandes, no llegaban a ver a los chicos y solo lanzaban mordidas en el aire, sonando aterradoras.

Los cuerpos de todos los estaban en un estado de shock, sin atreverse a dar un solo movimiento. Solo uno de ellos sabía que debían correr por sus vidas o terminarán tragados por esas criaturas.

—¡CORRAN!— Grito Winder señalando un espacio donde casi no había de esos monstruos, un escape para ponerse a salvo.

Renata caía a cada rato, Gabriel decidió llevar a Alicia en su espalda, una buena idea que también agarro winder, al ver a su novia sin energía para correr, no por estar cansada, solo era el susto que entraba en su cuerpo y lo debilitaba.

—¡No quiero morir!, ¡no quiero morir!— murmuraba Gabriel sin dejar de correr. Alicia no sabía si reír o molestar aún más, con todos ellos. Los responsables de estar ahí.

—¡No debí pedir tanta aventura, esto es mucha!— exclamó Renata llorando, aferrada al cuerpo de winder, sin deseo de voltear, en cada paso que daban, ella sentía a esas criaturas muy cerca.

—¡Quisiera que todo esto fuese un sueño!— exclamó Alicia sin dejar de llorar.

Ambos chicos ya no daban más, sus piernas no tenían más fuerza para seguir corriendo con las chicas en sus espaldas, aferradas a ellos, más que nunca. Cuando pensaron que todo estaba perdido, una luz brillo para ellos, sintiendo más fuerza para correr, saliendo de ese lugar tan aterrador.

Solo se escuchaban como las plantas Carnívoras se comían entre ellas, al no obtener sus cuerpos.

El lugar donde llegaron estaba hermoso, flores de distintas formas y colores, plantas colgantes que daban un hermoso ambiente.

Los chicos se aseguraron que esas plantas no fueran asesinas o venenosas. Quedándose un poco tranquilos al notar que no era así, que todo estaba tranquilo, podían descansar un rato más.

—No quiero estar aquí, quiero ir a mi casa— lloraba Alicia sin parar, arrepentida de ir a ese lugar.

—Vamos a encontrar la salida, mi Ali, perdóname— la tranquilizaba Renata, abrazándola. Acompañándola en su llanto, aunque su arrepentimiento no los devolvería a su casa.

Gabriel y Winder buscaban la salida, que los llevará a ese templo donde seguro estaba la Salida a casa.

Así pasaron varios minutos, ya sus cuerpos estaban descansados, pero nuevamente el hambre y la sed, hacía presencia. Llevándolos a buscar que comer para luego ir por agua.

Lo que ellos no esperaban, era ver otras cosas peores, aterradoras, dejándolos con una mínima esperanza de sobrevivir a eso.

Sus cuerpos se detuvieron, sin atreverse a dar un solo movimiento, solo observando como esas criaturas se acercaban a ellos a pasos lentos.

Parecían clones de iguanas, sapos, con dientes afilados, garras extremadamente grandes. Con solo un rasguño, morían desangrado.

—¡Hay no!, ahora si moriremos— murmuró Gabriel.

—Tengo miedo— susurró Alicia, con su corazón latíendo a mil.

—¿Y si corremos?— Sugirió Renata al ver que ya estaban más cerca.

—¡CORRAN!— grito Winder nuevamente, esta vez las chicas sí corrían, siendo casi arrastradas por los chicos. Las garras y los dientes de esos animales pasaban a centímetros de sus cuerpos.

No había plantas que no quedará destrozadas por esos animales, solo para llegar a los chicos, que seguían corriendo, la adrenalina que sentían sus cuerpos, le daban fuerzas para seguir dando pasos largos para salvar sus vidas.

Ninguno se atrevía a voltear, solo corrían y corrían con la esperanza de llegar a un lugar seguro, donde sus vidas tuvieran a salvo.

Con lo que no contaban ellos, era caer al agua, en un río, con una corriente fuerte que los arrastraba sin control.

Por la cabeza de todos ellos, solo pasaba que en esa ocasión, si morirían, era imposible salir de esa corriente que los arrastraba quien sabe a donde.

Winder y Gabriel luchaban por llegar donde estaban las chicas, pero no podían, llenándose de impotencia y rabia, viéndolas como se desesperaban por nadar a la orilla.

Sus cuerpos eran golpeados por las piedras que estaban en ese río, nada podía ser peor que eso, cuando ya no tenían esperanza, sus cuerpos llegaron a un lugar más seco, donde podían levantarse y buscar la orilla. Gabriel y Winder no perdieron tiempo y con la poca fuerza que tenían, ayudaron a las chicas a llegar a la orilla.

Las chicas no dejaban de toser sin parar, sin duda ya no necesitaban agua para saciar su sed, con la que habían tragado era suficiente.

Winder ya empezaba a desesperarse, la puesta del Sol estaba llegando y ellos aún no llegaban al lugar donde, según él, estaba la salida de ese lugar.

No sabina que más sorpresas encontrarían, cuando peligro tenían que pasar para salir de ahí y lo más importante, si lograrían sobrevivir a más peligro. Estar vivos, era sin duda un milagro o mucha suerte.

Ninguno se atrevía a decir una sola palabra, cansados, adoloridos, tristes, llenos de rabia. Una palabra que saliera de uno, sacaría lo de adentro de todos y sería Renata la más afectada.