Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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capitulo 11: Una última despedida
La noche cayó sobre la mansión Romero con un manto de tristeza y desolación. Cielo se encontraba en su habitación, abrazada a sí misma, con el corazón roto por la visión de Gabriel y Isabel en el restaurante. Las lágrimas no cesaban de rodar por su rostro, y la sensación de traición y dolor la envolvía por completo. La lluvia seguía cayendo afuera, como un reflejo del tormento que se desataba en su interior.
Cielo había decidido que, al día siguiente, se enfrentaría a la realidad con una nueva determinación. Sabía que debía dejar de aferrarse a la esperanza de cambiar a Gabriel y aceptar que su vida en la mansión no tenía futuro. La única cosa que le quedaba por hacer era enfrentarse a su dolor de la manera más completa posible. Sin embargo, la tristeza y la desesperación la llevaron a un acto que no había anticipado.
En medio de su tormento emocional, la puerta de la habitación se abrió con un chirrido. Gabriel, tambaleándose y visiblemente borracho, entró en la habitación. Su ropa estaba desordenada y su andar era inestable. La mirada en sus ojos, borrosos por el alcohol, era una mezcla de confusión y desdén.
Cielo se dio vuelta al escuchar el ruido, su corazón se aceleró con una mezcla de esperanza y desesperanza. Aunque sabía que Gabriel estaba en estado de ebriedad, un pequeño rincón en su corazón aún anhelaba un gesto de amor genuino. Gabriel, sin prestar mucha atención a Cielo, se acercó a la cama y se tumbó a su lado.
Sin decir una palabra, Gabriel comenzó a desvestirse torpemente. Cielo, aún en shock, observó cómo él intentaba acercarse a ella. A pesar de su dolor y la confusión que sentía, Cielo se vio arrastrada por una necesidad desesperada de sentir a Gabriel cerca una última vez.
Mientras Gabriel la besaba y sus manos recorrían su cuerpo, Cielo trató de aferrarse a cada segundo, deseando que este último encuentro fuera significativo. Entre susurros y lágrimas, Cielo le dijo:
—Te amo, Gabriel... Por favor, dime que esto significa algo para ti...
Sin embargo, en el momento más íntimo, Gabriel murmuró algo que rompió el corazón de Cielo aún más:
—Yo también, Isabela...
Las palabras fueron como un golpe mortal para Cielo. La mención del nombre de Isabela en lugar del suyo propio fue un recordatorio doloroso de la traición y el desamor que había estado sufriendo. Cada caricia, cada beso, se sintió como una burla cruel. Cielo, con el corazón destrozado, decidió que no podía seguir en esa vida de ilusiones.
A medida que la noche avanzaba, Cielo se entregó a Gabriel con una sensación de resignación. Su mente estaba fija en una sola idea: esta sería la última vez que permitiera que su corazón fuera herido de esta manera. Quería experimentar al menos una vez más el contacto con el hombre que había amado con toda su alma, antes de cerrar ese capítulo de su vida para siempre.
Cuando la última ola de pasión se desvaneció y Gabriel se quedó dormido al lado de Cielo, ella se levantó lentamente de la cama, con el cuerpo cansado y el corazón aún roto. La luz de la mañana empezaba a filtrarse a través de las cortinas, y Cielo sabía que era el momento de tomar una decisión final.
Con lágrimas en los ojos, pero con una determinación inquebrantable, Cielo se vistió y preparó su mente para el futuro. Sabía que debía dejar de esperar algo de Gabriel y de la familia Romero. No permitiría que su vida se convirtiera en un ciclo interminable de dolor y desilusión.
Esa noche, Cielo decidió que no se permitiría sentir compasión por Gabriel ni por nadie más en el futuro.
Había escuchado antes que existía un modo de dejar de amar y desilusionarse, que es la terapia de choque, constaba de seguir en la relación que quieres acabar o vez que te ha causado demasiado daño, al ver como te tratan, como te hablan puedes tener la fuerza de decir basta esto no me gusta o no da más y pues ella se rio de sí misma al pensar que se lo aplicaba sin querer, siendo humillada día tras día, sus ganas de pelear por esa relación se estaban yendo a la basura, su amor no era correspondido y se burlaban de una manera cruel, despreciaban sus esfuerzos por decir que era pobre y que solo querían el dinero, pero complacen a los que son los verdaderos oportunistas, porque la familia Romero tenía muchas personas que si tenías dinero te dan la mano, si no ni siquiera te voltea a ver.
Lo único bueno de todo es que no abandono sus estudios y que solo faltaban 3 meses para graduarse, después de eso se divorciaría, porque no quería entrar en guerra y tener problemas en sus estudios, ya que nadie sabía sus antecedentes, ella quería seguir así, acabaría las 2 carreras y volvería a por lo que era suyo.
Se preparó para enfrentarse a la vida con una nueva perspectiva. Sabía que debía ser fuerte, que debía luchar por su dignidad y por su felicidad, y que la única forma de encontrar paz era cerrar el capítulo de su vida con Gabriel de una vez por todas.
Con el amanecer como testigo, Cielo se alejó de la cama y se dirigió a su futuro con la determinación de enfrentar lo que viniera con el corazón lleno de coraje y la mente clara de que no se dejaría vencer.