Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Ocho.
Al día siguiente, Rodrigo fue a ver a Anselmo. La secretaria no quiso dejarlo pasar le dijo que estaba ocupado. Pero este se abrió paso y entró.
Anselmo estaba detrás de su escritorio.
_ Usted, me mintió - dijo apenas entró. La secretaria entró corriendo y se disculpó por no poder detenerlo.
_ No te preocupes, solo cierra la puerta - la mujer asintió y salió rápidamente.
_ Buenos días, Rodrigo.
_ ¿Usted sabía que su esposa tiene problemas de visión?
_ Sí, sufre de una enfermedad que se está llevando su vista poco a poco. A veces tiene lapsos de ceguera. La verdad, no pensé que le ocurriría en ese momento, de forma tan conveniente.
Al joven se le heló la sangre al notar la crueldad con la que hablaba.
_ ¿Lo que dijo sobre ella no es cierto, verdad? - temía escuchar la respuesta, pero en su corazón ya lo sabía.
_ No, Naomi ha sido una buena esposa. Siempre atenta a mis necesidades, complaciente y dispuesta a todo por mí. Yo nunca la he amado realmente. Me casé con ella, porque el amor de mi vida murió trágicamente y ella estuvo allí, siempre disponible. Y se embarazó, luego perdió al bebé y me dio pena. Luego llegó mi hijo, él es la luz de mis ojos y así fueron pasando los años. Ella más se entregaba a nuestro matrimonio, más me ahogaba, me hartaba, siempre tan sumisa. Hace tres años, conocí a una mujer de la cual estoy enamorado y quiero rehacer mi vida. Pero mi familia y amigos idolatran a Naomi y mi hijo, no podría soportar que él pensara que lo abandono por una mujer.
_ Y prefirió que todos pensarán, que ella había sido la culpable de todo - concluyó con profunda amargura en su voz - Usted, es un monstruo.
_ Tal vez, pero usted me ayudó, no lo olvide. Yo no sabía que ella estaba sufriendo uno de esos lapsos de ceguera, en ese momento. Fue usted quien decidió, aprovecharse de eso para manosear a mi esposa.
_ Esa no fue mi intención, simplemente pensé que usted ya había tomado la foto, que de todas formas iba deshacerse de ella. Solo quise hacerlo enojar. Jamás pensé que eso la hundiría así - tenía los ojos vidriosos, quería llorar.
_ Lo hecho, hecho está. Y ya no puede retractarse, porque hace media hora envié el dinero en su nombre, a la cuenta de la financiera. Además, ella estará bien, le enviaré un abultado cheque todos los meses. No somos tan diferentes - se había acercado a él y ahora colocaba su mano en su hombro - no soy un monstruo, solo un maldito.
_ Sí, tiene razón soy un maldito al igual que usted, y espero pagar por lo que hice. Como estoy seguro, usted también pagará por todo lo que hizo.
Se dio la vuelta y salió de su oficina.
Cuando llegó a su auto, golpeó su frente contra el volante y comenzó a llorar.
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Un mes y medio había pasado, desde que firmó los papeles del divorcio. Anselmo no había vuelto por ahí. Naomi estaba cada vez peor, los dolores en sus ojos eran insoportables, los lapsos de ceguera eran cada vez más largos y cuando su vista volvía era muy borrosa. Se la veía demacrada y descuidada.
La señora Estela se encargaba prácticamente, de todo. Pero los ánimos de la casa eran terribles. Al principio, le habían dicho a Pablo que su padre estaba de viaje, pero como la depresión de su madre iba en aumento tuvieron que decirle la verdad. Fue un golpe muy duro para él, eso más el hecho de que su madre se estaba quedando ciega. El niño comenzó a tener ataques de ira en la escuela y a descuidar sus notas. Y para colmo de males, en los últimos días, había llegado a sus oídos el rumor de que el divorcio fue porque su madre le había sido infiel a su padre.
_ Abuela, quiero que me hables con la verdad. No me mientas. Tú y mamá siempre me dicen que no es bueno mentir.
La mujer asintió, se bajó a un costado del camino y apagó el motor del auto.
_ Dime, que quieres saber.
_ Todos me dijeron que papá y mamá se dejaron porque ya no se amaban. Yo lo acepte, pero no lo creí. Pensé que tal vez papá ya no amaba a mamá. Porque papá nunca se mostró muy afectuoso con mamá. Pero el otro día en la escuela - hizo una pausa, como intentando tener valor para pronunciar aquellas palabras - mi amiga Luciana dijo que mi mamá engañó a mi papá con otro hombre. Que él los descubrió en una fiesta ¿Es eso cierto, Abu? - sus ojos infantiles se llenaron de lágrimas y expresaban un dolor tan grande, que ningún niño del mundo debería sentir jamás.
_ Es lo que tu padre dijo. Pero tu madre dijo que ella pensó que era tu padre, porque estaba casi ciega en ese momento. Aun así, tu papá no quiso escuchar nada.
_ ¿Tú le crees, Abu? ¿A mi mamá?
_ Sí, hijo. Yo, le creo a tu madre. Ella siempre ha sido una maravillosa esposa y una excelente madre. Jamás hemos tenido una queja de ella.
_ ¿Y por qué mi papá, no quiere creerle?
_ No lo sé. Tal vez es su orgullo de hombre herido, tal vez su ego no se lo permite. No sé - acarició su cabeza.
_ Tal vez no quiere, porque no la ama - agachó su mirada con tristeza. Era tan pequeño, pero había llegado a la misma conclusión que su abuela.
_ ¿Tú confías en tu madre, amor?
_ Sí, Abu - sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas - Yo creo en ella, porque ella es la mejor mami del mundo. Ella no haría algo así, yo sé que no - se arrojó a los brazos de su abuela y lloró todo lo que se había guardado hasta ese día.
_ Llora mi pequeño, llora hoy todo lo que quieras. Porque mañana debemos sonreír y volver a empezar.