En está historia, inspirada en la película «La laguna azul» veremos como Perla y Dayhan, por incidente inesperado, ambos quedan varados en un sitio remoto, mientras que todos los buscan con desesperación, pero ese incidente parece que los ayudará a entenderse mejor de lo que ellos creen. ¿Que pasará con esos adolescentes?
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Capitulo 8
Ellos continuaron buscando algo: una casa habitada, un camino, una forma de volver de regreso, pero solo encontraron monte y mar.
—Perla, creo que es mejor volver al bote —sugirió Dayhan.
— Sí, vamos, muero de hambre, al menos está la cena de anoche. —explicó ella.
Volvieron al lugar donde dejaron el bote. Perla buscó la cena que había preparado para su noche romántica.
—Al menos sirvió de algo pedir esta cena. —dijo la chica mientras compartía las raciones.
Perla había pedido al restaurante unas brochetas de camarones, pinchos de cerdo a la parrilla, almejas en salsa picante, acompañado de un postre de uvas con miel y chocolate. En pequeños envases había sal y salsa picante.
Le pasó la mitad a Dayhan y se sentaron en la arena. Él empezó a comer y la miraba de reojo con una leve provocación.
—¡Literal!, no entiendo tu manera de mirarme, ¿ahora por qué me miras así? —preguntó con timidez.
—¿Qué hacías ahí? —indagó curioso.
—Estaba contemplando la noche —mintió y bajó la mirada.
—¿En serio? ¿Con todo esto? — preguntó intrigado.
—¡Claro!, quería tomar aire fresco y comer algo.
Dayhan miró el inmenso mar, luego le dio una mirada evasiva y sonrió, en tono de burla.
—Te salió mal la sorpresa que le hiciste a «tu cielo» — comentó Dayhan y, volvió a reír.
—Eres un idiota. —dijo molesta.
—Y tú una mentirosa —afirmó el chico.
Se quedaron en silencio, pero él continuaba con una sonrisa en su rostro.
—Eres patético. —dijo Perla al verlo sonreír.
—Por la forma en la que estás vestida, diría que le ibas a hacer un estriptis. —comentó él, con burla.
—No tengo que hablar de esas cosas contigo. —expresó furiosa y avergonzada.
—Debería, porque por esa «sorpresa» estamos aquí, lejos. —él se levantó y empezó a mirar las cosas que había en el bote.
—Si lo que te preocupa es que estamos perdidos, deja los nervios, estoy segura de que mi papá no tarda en encontrarnos. En cualquier momento llega un avión, o un barco viene por nosotros.
— Eso espero.
— Quiero irme ya, de este lugar — pidió la chica.
— Me imagino que a la señorita le aterran los insectos y bichos raros. — dijo él.
— Exactamente, no estoy acostumbrada a este tipo de sitios.
— Lo olvidaba. Tú perteneces a otro nivel, nada que ver con la selva, choza, monte y culebra. — dijo con sarcasmo.
— Eso suena a sarcasmo.
— ¿Sabes lo que significa sarcasmo? — bromeó el adolescente.
— Ahora me estás llamando bruta.
— Para las personas tan superficiales, a veces es difícil distinguir las palabras.
— Estás equivocado, pero no me interesa lo que piensas de mí, y vamos a dejar esta conversación. Tu opinión, no cuenta. — explicó ella.
La noticia de la desaparición de los estudiantes llegó a los padres de Perla. Ellos inmediatamente fueron a hablar con el señor Raúl.
— ¿A dónde demonios tu hijo se llevó a mi hija? — preguntó Alberto, molesto.
El señor los miró confundido, no tenía idea de lo que hablaban ellos.
— ¿De qué hablas, señor? Mi hijo está en el viaje de los estudiantes. — aclaró Raúl.
— Él secuestró a mi hija, no aparecen, están perdidos, fue él ¿verdad? — lo agarró por el pecho.
— Le juro que mi hijo no tiene nada que ver con eso, señor. Es incapaz de hacer algo así. — habló con sinceridad.
— Desde anoche nadie sabe dónde están. Desaparecieron en alta mar, hay varios equipos de rescate buscándolos, pero parece que se los tragó la tierra.
El señor Raúl empezó a llorar. Cuán grande es el dolor de un padre, saber que su hijo está perdido, cuando es lo único que tiene en la vida.
— Señor, somos humildes, pero no somos malas personas. Dayhan jamás secuestraría a su hija. — explicó con tristeza.
La señora Rocío le gritó un sin número de dichos al señor Raúl. Lo golpeó en la espalda. Él lo único que hizo fue cubrir su rostro, mientras su corazón se rompía en mil pedazos. Por sus mejillas rodaban lágrimas de dolor. Los señores Thompson estaban seguros de que Dayhan, había secuestrado a Perla.
Los encargados del viaje decidieron regresar a la ciudad, ya que era más difícil para ellos permanecer en la isla con más estudiantes a cargo. Las autoridades del lugar, la guardia costera, la defensa civil y el personal de rescate que envió el señor Alberto Thompson, se encargaban arduamente de la búsqueda de los chicos.
El tiempo seguía su curso y ya estaba por oscurecer. Dayhan y Perla permanecieron en el mismo punto, debajo de una mata de coco, con la esperanza de ser rescatados. Él se levantó para recoger las cosas que había en el bote y empezó a caminar hacia la choza.
—¿A dónde vas? ¿Por qué agarras mis cosas? — preguntó Perla.
—Todo lo que hay aquí lo voy a necesitar — explicó el chico.
—¿También las toallas íntimas? — preguntó Perla con burla.
—Veo que tienes sentido del humor. Excepto las toallas.
Seguían caminando uno tras otro. A ella no le gustaba la idea de ir a la choza.
—¿No te aterra entrar ahí otra vez?
—No me voy a quedar aquí afuera, habiendo un lugar donde pasar la noche. En la choza vamos a estar más seguros.
—No estás pensando dejarme aquí sola, ¿verdad? Además, todas esas cosas son mías.
—Todo lo que hay es para los dos, incluso el cepillo de dientes, hasta que vengan por nosotros.
—No voy a compartir mi cepillo conmigo. — se negó la señorita.
—Pues no lo uses. — simplificó el chico.
Entraron a la choza, él jaló la cobija que tenía la cama y le puso la que había en el bote. Sacó las cosas de la bolsa, agarró la linterna y luego se acostó. Ella se quedó mirándolo.
—¿De verdad no te molesta dormir así? — miró todo a su alrededor. Él se sentó en la cama.
—¿Tienes una mejor idea? Porque si es así, dímelo.
Perla se sentó en la silla de madera y empezó a llorar. Dayhan la observó sin saber qué decir, se acercó para tratar de calmarla. Se bajó frente a ella y le puso la mano en el rostro.
—Vamos a salir de aquí.
—Jamás imaginé estar en esta circunstancia, es horrible. — dijo con sollozos.
—Tranquila, nos van a encontrar, pero debemos sobrevivir con lo que tenemos.
—No tenemos nada.
—Podría haber sido peor, ¿no crees?
Esas palabras hicieron que Perla cambiara un poco de ánimo. Unos minutos después, ya más relajada, él le ofreció acostarse en la cama y se acomodó en la cobija que estaba en el suelo.
ella es más terca que una mula,a el le faltan pilas para poner esa mujer en su sitio, y la maddy está queda.
voy a seguir leyendo a ver si estoy se compone jejejeje