Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 17
Capítulo 17
Al día siguiente, después de haber disfrutado de mi paseo en el jardín, decidí que quería probar algo nuevo. La idea de ver a los caballeros entrenando me había despertado una curiosidad insaciable, y tras haber observado todo el proceso, sentí que debía involucrarme más. Así que, después de un rato de reflexión, me dirigí hacia la arquería. Al llegar allí, pedí a uno de los oficiales que me prestara un arco.
—Quiero intentar disparar —le dije con calma, aunque con una leve chispa de emoción en mi voz.
El comandante, al escuchar mi petición, me observó con una ligera sorpresa, pero sin rechazarla, accedió sin objeciones. En ese momento no sabía que no podía contradecir las órdenes que el Duque había dado: darle a la Duquesa lo que pidiera, me enteré más tarde por el comandante, sentí pena por el comandante que se vio obligado, pero bueno, lo usaré a mi favor…. Así que me entregaron un arco y me mostraron cómo posicionarme.
Recuerdo que cuando me posicioné, algo en mí resonó profundamente. El movimiento de tensar el arco, el sentir la cuerda en mis dedos, me trajo recuerdos de otra vida, de otro tiempo. No era la primera vez que empuñaba un arma, aunque en este caso no fuera una pistola. Durante mis entrenamientos pasados, solía practicar puntería, disparando junto a mis compañeros, al menos una vez por semana. Aquella época, aquella sensación de adrenalina y control, me faltaba. Aunque el arco no era el mismo tipo de arma, el hecho de apuntar y liberar me resultó familiar. Y, al igual que en esos viejos días, sentí una conexión instantánea.
Fui probando varias veces. No me costó demasiado encontrar el ritmo, y la satisfacción de ver que mis flechas iban a parar donde las quería me trajo una sonrisa. La práctica fue efectiva, aunque sabía que aún me faltaba mucho por aprender. Recordaba cómo mis compañeros me solían animar, cómo el compañerismo era fundamental en esos momentos. Aquí, sin embargo, el ambiente era diferente, más frío, más distante. Pero aun así, el simple acto de disparar me trajo una sensación de alivio, como si pudiera dejar escapar un poco de la tensión acumulada dentro de mí.
Después de unas cuantas rondas, me acerqué al comandante, quien observaba mis intentos desde la distancia.
—Comandante, ¿le molestaría si sigo viniendo a tomar lecciones? —le pregunté con una sonrisa. No esperaba que me pusiera objeciones, pero era cortesía preguntar.
Él parecía sorprendido, pero no dudó en responder.
—No, señora. No me molesta en absoluto. El Duque dijo que le diéramos lo que pidiera. Si desea continuar, por mí no hay problema. —
Su respuesta fue sincera, sin reservas. Me despedí con una ligera inclinación de cabeza y me retiré, satisfecha con lo que había logrado en tan poco tiempo. Mientras me alejaba, pude escuchar algunos susurros de los demás caballeros, que se preguntaban qué le había pasado a la Duquesa. Parecía que mi actitud había cambiado bastante. Muchos comentaban lo rara que era, aunque más lo hacían por lo amigable que me había mostrado esa vez. En otras ocasiones, siempre los había ignorado por completo, pero esta vez fue diferente.
De regreso a mis habitaciones, me sentí más ligera, como si hubiera encontrado una pequeña vía de escape en medio de la confusión que me rodeaba. Necesitaba un baño, así que me sumergí en la bañera, dejando que el agua caliente aliviara mis músculos cansados. Mientras me sumergía en la tranquilidad del agua, mi mente comenzó a reflexionar sobre la conversación que había tenido con el Duque el día anterior.
¿Qué hago ahora? me preguntaba mientras me secaba con una toalla. ¿Debería quedarme o divorciarme?
Diana entró en la habitación mientras me vestía, y no pude evitar compartir mis pensamientos con ella.
—Diana, ¿qué opinas de esperar un poco para divorciarme? —le pregunté, mientras me acomodaba la ropa.
—¿De veras, señora? —preguntó, sin creer del todo en lo que escuchaba.
Ella me miró, sorprendida, pero antes de responder, dejé que mi voz se deslizara hacia un tono más ligero.
—Sí, piénsalo —respondí con calma, pensativa—. Si me quedo un poco más, podría adaptarme. Podría estudiar y, quién sabe, incluso buscar algún negocio rentable. Soy mujer en una época difícil, ¿por qué no aprovecharme un poco del estatus de mi marido? Además, si me divorcio, me iría sola. Y, honestamente, me agradas, Diana. Me gusta conversar contigo. —
Diana me miró, sus ojos brillaron de felicidad al escuchar mis palabras.
—Si decide irse, señora, yo la acompañaré. Le debo tanto por darme esta oportunidad como su criada. —
Su respuesta me sorprendió, aunque no lo demostré.
—No me debes nada, Diana —le respondí, mientras sonreía suavemente—. Yo te debo a ti. Sé que si no fuera por ti, sería otra muchacha, probablemente obligada a seguir las órdenes sin poder hacer nada para cambiarlo. No quiero que te sientas atrapada, pero si decides quedarte, será porque lo deseas. Lo único que sé es que debo asegurarme de que tengas algo con qué vivir. Si no, ¿cómo podríamos comer? —bromeé, intentando quitarle el peso a la conversación.
Ella rió dulcemente y, al mirarme, supe que entendía perfectamente.
—Con lo básico estaré bien, señora. Pero, como le dije, estoy feliz de que se quede un tiempo más aquí. El Duque puede parecer frío por fuera, pero tiene su lado dulce y buena persona. —
Sonreí, aunque mi mente seguía procesando todo lo que había dicho.
—No me quedo por él, Diana —admití finalmente—Mi familia es una basura. Si me divorcio, lo más probable es que intenten casarme de nuevo bajo algún mal acuerdo. Aquí, al menos, puedo formar algo. Con el tiempo, podré salir con poder. Si me quedo, tendré lo que necesito para luchar por mi futuro, sin tener que volver a ese pantano de donde provengo. —
Diana asintió, comprensiva.
—Sí, señora. Me parece un buen plan. —
Y aunque no lo dijimos en voz alta, ambos sabíamos que, por primera vez, las decisiones que tomaría en adelante serían mías, y mías solas.