Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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LUCHA CON LOS PENSAMIENTOS
...ITANS:...
La Señorita Sandra apareció al pie de mi cama.
— General Itans — Murmuró mientras se desataba el blusón.
— ¿ Qué hace aquí Señorita Sandra? ¿ Por qué hace esto ? — Pregunté indignado, se trepó encima de mí mientras me mostraba su desnudes.
— Usted me desea, tome mi cuerpo — Dijo mientras me tocaba el pecho, deslizó sus manos mientras empezaba a besarme, no pude evitar besarla y tocar ese cuerpo pálido y delicado, era tan suave como imaginaba.
Desperté sobresaltado, con la respiración cortada y envuelto en sudor, no había nadie en mi cama. Mi corazón seguía latiendo rápido y mi miembro estaba tenso. ¿ Qué rayos fue eso ? Me sentí avergonzado conmigo mismo por tener tal sueño y me aparté el sudor de la frente.
Me levanté, aún estaba oscuro y fuí al baño, tomé un poco de agua directamente de la llave del lavabo, me eché agua en el rostro, intentando disipar ese indebido sueño.
Salí del baño después de secarme y me senté en la cama. Solo se escuchaba el sonido de un búho afuera, a parte de eso había un silencio denso. Estaba en el campo y la noche era más oscura que en la ciudad, en ocasiones me despertaba sin reconocer el oscuro entorno, estaba acostumbrado a mi habitación en el palacio y a las luces de los faroles de la ciudad iluminando la ventana desde la lejanía.
Recordé el sueño y me sentí como un mal hombre, yo no era un depravado, éste era el primer sueño erótico que tenía, ni siquiera con Anabella tuve algo así. De los dos, ella era la que siempre estaba deseosa de placer, yo no sentía la necesidad de tener ese tipo de apetencias, a veces se molestaba en ocasiones porque la rechazaba, yo no era un hombre obsesionado con aliviar mis necesidades masculinas, ni obligué a Anabella en ningún momento, ella era la que siempre buscaba mi contacto. Yo intentaba no propasarme con ella y se burlaba de mí por mi forma exagerada de respetar, era la única que tocaba, pero aún así no podía evitar sentirme como un mal hombre.
Aún me dolía el pecho cuando la recordaba así que mis pensamientos volaron de nuevo al sueño.
La Señorita Sandra.
Me estaba atormentando, recordé su cuerpo desnudo cuando la saqué del fondo del agua y mi miembro se tensó de nuevo. No, esto ya era demasiado¿ Qué me sucedía? Ese sueño era un error, pensar en la Señorita Sandra así era un error.
Enterré las manos en mi cabeza mientras intentaba concentrarme en otra cosa que no fuera la Señorita Sandra.
Ese chico moreno era su pretendiente, su futuro prometido, me sentí extraño con la noticia pero yo no tenía porque sentirme mal, tenía que recordar que yo estaba allí para hacer reportes, no para pensar en la señorita protagonista de ese sueño impuro.
Me acosté de nuevo después de reprenderme a mí mismo por esos pensamientos.
...****************...
Desperté a la mañana siguiente, el sonido de las aves era mi alarma.
Me levanté y abrí una de las ventanas, había una neblina manchando el campo de blanco.
Lo primero que ví me recordó de nuevo el sueño.
En el pozo estaba la Señorita Sandra, tirando de la cuerda para mover la polea y sacar el balde del pozo, la polea parecía haberse trabado. Tiraba con fuerza.
Me empecé a vestir, me coloqué los pantalones y las botas, fui por mi camisa y observé de nuevo por la ventana, fruncí el ceño cuando noté a un campesino cerca, observando a la señorita, aprovechando que estaba entretenida con la cuerda. La observó de una manera sucia mientras se aproximaba, le habló pero desde allí no pude escuchar lo que dijo, pero por su sonrisa era algún piropo, la señorita Sandra se volvió incómoda.
Salí del cuarto cuando se aproximó más.
Me acerqué y mis pasos hicieron que el campesino volviera su vista hacia mí, era un hombre como cincuenta años, de barba descuidada y un poco pasado de peso.
La Señorita Sandra me observó con la cuerda aún en sus manos.
Me detuve y el sujeto retrocedió, borrando su expresión de malas intenciones. Llevaba una onza en la mano.
— ¿ Éste sujeto la está molestando Señorita Sandra? — Pregunté, observando al hombre de forma firme.
— Oiga, yo solo estaba dándole los buenos días a la señorita, eso no es delito — Se quejó, frunciendo el ceño.
— ¿ Eso es cierto Señorita Sandra? — Pregunté y ella se tensó.
— Sí... — Murmuró.
— Fué solo eso, no se lo tome a pecho — Dijo ese hombre, observándome como si quisiera un buen golpe de mi parte, pero se alejó.
Observé a la Señorita Sandra, seguía con las mejillas rojas.
— ¿ Ésta segura que fué solo eso ? — Insistí y asintió con la cabeza.
— Sí, me dió los buenos días, tenía intenciones de decir algo más pero por fortuna llegó usted... Normalmente empiezan con silbidos y piropos de mal gusto.
— No dude en hacerme saber si uno de esos campesinos se propasa con usted, los hombres no tienen ningún derecho en tomarse atrevimientos y más sino son consentidos por usted — Dije mientras tomaba la cuerda que sostenía — Permítame ayudarle con esto.
Se tornó nerviosa y sonrió tímidamente.
— Muchas gracias, algo sucede con la polea, está trabada — Me explicó con la mirada en el pozo, tiré fuertemente de la cuerda, las venas de los brazos se me tensaron y sentí la mirada de la señorita mientras alaba la cuerda, se empezó a mover, la polea soltó un chirrido.
Solté un gruñido mientras ascendía el balde y ella alzó las cejas.
Tomó el balde y vertió el agua en otro que tenía en el suelo.
Solté la cuerda.
— Solo necesita un poco de aceite — Dije mientras ella tomaba el balde.
— Gracias de nuevo.
— A la orden.
Tenía los labios agrietados, recordé como me besaba en el sueño, de ahí no iba pasar.
Bajó su mirada y se sonrojó aún más.
Seguí su mirada y me percaté de que no llevaba camisa.
— Disculpe Señorita Sandra, no fué mi intención mostrarme así ante usted — Dije apenado, me observó con diversión.
— No se preocupe.
Corrí de vuelta al cuarto y tomé mi camisa, me la coloqué rápidamente.
Salí de nuevo, la Señorita Sandra caminó de vuelta a la casa con el balde, la seguí y la alcancé, me incliné, tomé la agarradera del balde y se detuvo.
— Permítame ayudarla — Dije y lo soltó, estaba un poco pesado pero para mí no lo era, me preocupaba la forma en que la señorita trabajaba.
Elevé mi cabeza y mi naríz rozó la suya, mi corazón se aceleró de nuevo cuando nuestros rostros quedaron a centímetros de tocarse.
Sentí la respiración rápida mientras nos observamos en trance, sus ojos se encontraron con los míos. Bajó sus ojos a mi boca y no pude evitar hacer lo mismo.
Me aparté rápidamente y apreté mi mandíbula.
Parpadeó y también dió un paso atrás.
— ¿ Su padre volvió? — Pregunté, fingiendo que ese acercamiento no ocurrió.
— Sí, lo hizo después de la cena.
— ¿ Ese pretendiente... — Empecé a decir pero guardé silencio, la Señorita Sandra se mostró atenta y sorprendida, ya lo había soltado así que decidí seguir — ¿ Desde hace mucho que la corteja ?
Pensé que no respondería pero después de un momento habló.
— Desde hace tres años pero cuando ni familia cayó en la ruina él dejó de venir, su familia le prohibió tratarme, no querían tener relación alguna con unos pobres campesinos — Dijo con un poco de molestia.
— ¿ No hizo nada al respecto?
Negó con la cabeza — Lo amenazaron con quitarle la herencia y dejarlo en la calle si se acercaba a mí... Ayer fué que volvió, su familia cambió de opinión cuando se enteraron de que Liliam está comprometida con el rey.
— Eso no es apropiado — Gruñí y alzó sus cejas — Si la quiere debió quedarse a su lado — Me observó detenidamente, admirada y me sentí nervioso.
Seguí caminando, tratando de aligerar los nervios. Llegamos al patio y fruncí el ceño cuando encontramos a ese chico de nuevo, recién llegado, con un caballo cenizo amarrado a la columna. Lo traje con el pensamiento.
— Buenos días Sandra — Se acercó y ella pareció sorprendida de encontrarlo allí.
— Buenos días Derek.
— Vine a visitarte y a hablar con tu padre, no tuve la oportunidad ayer — Explicó el chico — Además, debemos recuperar el tiempo perdido — Sonrió, ese chico me parecía un chiquillo, delgado y de rostro infantil.
La Señorita Sandra — Está bien pero ahora estoy un poco ocupada, debo preparar el desayuno y...
— Te ayudaré con eso — Se adelantó, casi suelto en voz alta que yo la estaba ayudando pero me contuve.
— Muchas gracias Derek, eso es muy lindo de tu parte — Sandra le dedicó una sonrisa, sentí una irritación que no comprendí.
Derek me observó — Buenos días General Itans.
— Buenos días — Dije seriamente.
— ¿ Usted se está quedando aquí? — Preguntó, evidentemente tratando de cuidar lo suyo, sí, la Señorita Sandra ya tenía un hombre a su lado y yo debía mantenerme a raya.
— Sí, tengo asuntos que atender con el Señor Cuper y no puedo perder tiempo marchando y volviendo — Me acerqué y le tendí el balde, observó confundido — Usted se ofreció a ayudar a la señorita, empiece con esto.
— Oh... Ah, si lo haré, no necesita recordarme mi deber de pretendiente — Dijo con una mirada arrogante y tomó el balde, pareció desconcertado por el peso, ya que su cuerpo se tambaleó cuando sostuvo el balde.
Se veía a leguas que ese chico no movía ni una silla, se notaba a simple vista que no trabajaba en nada, no sería útil para la Señorita Sandra, si se casa con él tendrá que hacer todo, nunca iba tener descanso.
Ya no necesitaba seducirme para salir de sus pesados trabajos y de su vida monótona pero no haría gran diferencia ya que al lado de ese chico seguramente le esperaba un futuro igual.
Aunque ese chico no la merecía, si se marchó en el momento en que más lo necesitó no era digno de ella y más si esa familia era una interesada.
Sentí pena por ella pero ese no era mi problema.
La Señorita Sandra entró y el chico le siguió, entré. Ella se alejó a la cocina y el tal Derek la siguió.
Seguramente la señorita quería a ese chico y por eso lo había aceptado a pesar de semejante error.
La Señorita Clara venía bajando las escaleras.
— Buenos días Señorita Clara — Dije cuando se me quedó observando con desdén.
— Buenos días General Itans.
Unos pasos se escucharon, el Señor Cuper apareció pero extrañamente la Señorita Clara subió las escaleras corriendo, huyendo de la presencia de su padre.
— Buenos días General Itans — Dijo él.
— Buenos días.
— Estuve revisando su trabajo, lo hizo excelente — Se acercó y me dió una palmada suave en el hombro.
— Tengo padres comerciantes.
— Con razón lo hizo tan bien.
— No lo hice solo, su hija también hizo su parte — Dije y alzó sus cejas.
— ¿ Dónde está ella ? — Preguntó el Señor Cuper.
— En la cocina, su pretendiente la está ayudando con el desayuno.
Entrelazó sus manos — Excelente, así irán acostumbrándose para cuando se casen.
Me tensé ante la idea.
— ¿ Cuántos años tiene ese chico? — Pregunté en voz alta.
— La misma edad que Sandra.
No pregunté más.
Me parecían muy jóvenes para casarse, la Señorita Sandra necesitaba a un hombre maduro que no le diera una vida miserable.
¿ A tí qué te importa lo que necesita ? No es mi problema la vida futura de esa señorita, mi tiempo en la hacienda era transitorio, apenas el rey solicitara mi presencia yo me iba marchar.