NovelToon NovelToon
El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:5.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

ViI. Plan.

Jadeó.

Otra vuelta más en la cama. Las sábanas ya estaban arrugadas por su cuerpo inquieto, empapadas por el sudor frío de su insomnio. Dormir era un lujo que su mente no estaba dispuesta a permitirle.

Pensamientos como cuchillas la invadían. Sin orden. Sin pausa. Sin tregua.

El ventanal empañado había sido cerrado horas atrás, en un intento inútil por contener el frío. La calefacción, aunque suficiente, no lograba calentar ese nudo que crecía en su pecho. Un frío interno, más fuerte, más corrosivo. Un frío que venía del miedo.

Bufó, vencida. Se incorporó con brusquedad y se sentó en el borde de la cama. Hundió la cara entre las manos, respirando entrecortadamente.

"No puedo más, no puedo más, no puedo más."

Se levantó. Una vez más. Dio una vuelta completa alrededor de la cama. Luego otra. Y otra. Y otra más.

Sus pasos eran erráticos, frenéticos. Como si al moverse pudiera huir de su propio encierro mental.

Pero nada funcionaba.

La ansiedad la estaba devorando.

Lágrimas calientes resbalaron por sus mejillas, y ni siquiera se dio cuenta de que había empezado a llorar. Solo cuando sintió la piel húmeda se apresuró a secarse con las manos temblorosas.

Había perdido el control.

Se abrazó a sí misma, temblando. La desesperación había desintegrado su lógica. Y con ella, su estrategia.

Todo lo había hecho mal.

Todo.

–Tú puedes... –susurró. Pero su propia voz le pareció débil. Lejana. Una mentira disfrazada de consuelo.

La esperanza era ya un concepto ajeno. Una palabra sin peso. Un eco hueco.

Pero algo tenía que hacer. Cualquier cosa. Lo que fuera. Porque quedarse quieta era como esperar su propia sentencia.

Inspiró profundo, varias veces. Luchando contra el pánico. El corazón le palpitaba en la garganta. Cada respiración dolía como si tragara cristales. Pero debía calmarse. Aunque fuera un engaño. Aunque fuera temporal.

Fue entonces, en medio de ese remolino mental, que una idea cruzó su mente como una chispa en la oscuridad. No era brillante. Ni segura. Ni siquiera lógica.

Pero era algo.

Un plan rudimentario comenzó a formarse. Precario. Arriesgado. Desesperado.

Sabía que sus movimientos estaban limitados. Las cámaras, la vigilancia. Pero también sabía algo más: él bajaba la guardia cuando creía que tenía el control absoluto. Ella podía usar eso. Jugar a su juego.

Quizá no lo lograría esa noche. Quizá no la siguiente. Pero debía empezar a erosionarlo. Paso a paso.

Mostrarle debilidad. Fingir sumisión. Cansancio. Que se creyera el único con control.

Y entonces, justo ahí, dar el golpe.

¿Estúpido? Tal vez.

¿Suicida? Posiblemente.

Pero mejor eso que enloquecer entre esas paredes.

Decidida, se levantó con torpeza. Caminó hacia la puerta. Una mano temblorosa en el marco. La otra en el pomo.

Sabía que estaría cerrada. Lo sabía.

Pero aún así, giró con fe de tonta.

Nada.

"Tratas con captores, Bella", se recriminó con rabia. Y miedo.

Apretó los labios, los relamió con torpeza, como si eso sirviera para calmar el temblor que no se detenía.

Golpeó la puerta.

Una vez.

Dos.

Tres.

Después, se acercó a la cámara. Levantó el rostro.

Estaba temblando. El miedo le roía los huesos. Y sin embargo, habló.

–William...

Solo decir su nombre la desgarró por dentro.

Era la primera vez que lo pronunciaba en voz alta, directamente para llamarlo.

Y con ello, algo en ella se quebró.

–Por favor ven un momento... ¿sí? –dijo en voz baja, fingiendo dulzura. Pero sonó más como un ruego.

Silencio. Solo el zumbido leve de la cámara.

Repitió su nombre. Varias veces. Cada vez más bajo. Más derrotada. La respuesta fue el eco hueco de una habitación vacía.

Ni una voz. Ni un paso.

Volvió a sentarse en la cama, derrotada.

"Estúpida", pensó. "Ingenua."

¿Cómo podía esperar algo de él?

De un hombre que dormía en paz mientras otros vivían atrapados por su voluntad.

Miró sus piernas, abrazando sus propios muslos descubiertos. Llevaba aquel pijama blanco, infantil, simple. Sentía frío. Frío en la piel. Frío en el alma. Frío hasta en los huesos. Se levantó con la intención de buscar algo más que ponerse.

Pero el sonido seco de la cerradura girando la paralizó.

Un clic.

Y toda su determinación se desmoronó como un castillo de naipes.

Retrocedió de golpe. Como un reflejo primitivo. Como si su cuerpo supiera lo que su mente aún no aceptaba.

La puerta se abrió.

Y William estaba allí. En el umbral.

Su silueta en penumbra, como una sombra que respira.

Bella tragó saliva. Sintió el impulso de correr, de gritar.

Pero no lo hizo. Ya no podía permitirse el lujo del pánico. Era tarde para eso, no podía echarse para atrás ahora.

—¿Me llamabas? —inquirió con voz grave, emergiendo de las sombras como un dios pagano. Su cuerpo desnudo de la cintura para arriba brillaba bajo la luz débil. Solo un pantalón de chándal gris pendía peligrosamente de sus caderas. Y aún así, era más que suficiente para lucir brutal, salvaje. Gigante.

La tenue iluminación de la lámpara apenas bastaba para perfilar su silueta. Pero a Bella no le hacía falta más para visualizar todo. Corpulencia feroz. Tatuajes oscuros que se expandían por músculos tensos. Todo en él parecía diseñado para intimidar... o destruir.

—S-sí… —tocó su pecho e inspiró hondo. El oxígeno, de pronto, parecía escaso. Como siempre que estaba junto a él, todo en ella se alteraba. Y la forma en que la miraba no ayudaba. Ni siquiera lograba formular una oración. Miró su rostro duro, severo e imperturbable, cerrándose más su garganta—. ¿Te desperté? —preguntó, intentando sonar lo más serena posible.

Arqueó una ceja, ladeando la cabeza hacia la derecha. Se cruzó de brazos, haciendo que su musculatura se contrajera, viéndose más grande. Aumentando su naturaleza peligrosa, la cual emanaba en cada poro de su piel.

—Muñequita… —sonrió con malicia, salpicada de vacilación—. ¿Qué quieres?

Demonios, parecía ver cada una de sus intenciones. Mojó sus labios con ansiedad.

—No puedo dormir. Y tenía sed. —Observó que deslizaba la vista hacia la mesilla de noche. Lo siguió, divisando la bandeja en la cual predominaban una jarra de agua, junto a su vaso. Volvió a verlo, y este la observaba con atención. Verlo lamer sus labios de esa forma la desorientó—. Quiero leche.

—¿Leche? —dijo con tono neutro, pero con la mirada fija, como si quisiera leerle el alma.

—Sí, mi mamá me preparaba siempre un vaso desde niña. Y desde entonces bebo uno antes de dormir. Yo prefiero añadir miel, así está dulce —contó, sin percatarse de que se encontraba sonriendo.

Aunque su expresión no cedía ni un ápice, la intensidad en su mirada se tornó más profunda, casi penetrante, al contemplar su sonrisa. Aquello la incomodaba y la ponía nerviosa. Bajó la vista, intentando ocultar su inseguridad.

—¿Y quieres ir a la cocina, no es así? —preguntó, con un matiz vocal bajo; ronco, varonil.

Bella asintió.

—¿Puedo? —inquirió.

—Si te comportas, sí.

—Me comportaré, lo prometo —dijo rápidamente.

William frunció el ceño.

—¿Y a qué viene ese cambio repentino? —inquirió con la mirada entrecerrada, como si intentara leerla por dentro—. ¿Qué estás tramando?

—Nada... simplemente me cansé de estar encerrada.

Su mirada descendió con lentitud por el cuerpo de Bella. El movimiento fue descarado. Intenso. Estudiaba cada centímetro de su piel como si le perteneciera. Ella notó que su respiración se volvió más pesada… y entonces lo vio. El bulto. Creciendo. Evidente.

No sabía nada de hombres, pero sabía exactamente qué era eso. Y el hecho de que no lo escondiera, sino que lo acentuara metiendo las manos en los bolsillos mientras la seguía mirando de aquella forma, la dejó paralizada.

<>, se recriminó, observando cualquier cosa que no fuese él.

—¿No es un poco pequeño? —Lo observó tragar saliva, sin desviar la vista de su cintura.

—No hay pijamas de mi talla...

Un gruñido seco, grave, salió de su garganta, haciéndola saltar en el sitio. Lo vio, sorprendida.

—Ponte algo encima —ordenó, demandante.

—Pero...

—Ese pijama solo insinúa tu cuerpo. No necesito que nadie más vea tu silueta. —Su voz era baja, pero cada sílaba arrastraba una oscuridad latente—. Y además hace frío. No quiero verte temblar.

Eso sonó más a amenaza que a advertencia.

Con exasperación fue al closet. Sentía su mirada clavada, implacable, durante todo el trayecto, pero no se atrevió a girarse, ni a verlo.

Se apresuró a tomar un albornoz, pues era la única prenda que podía cubrirla; los demás pijamas eran iguales al que tenía puesto. Simples. Arianna pensó que había acertado en su talla, pero no fue así. Volvió a la habitación, y lo encontró frente a la cama, acariciando con la yema de sus dedos las sábanas donde había estado durmiendo.

Tragó saliva. La tensión en el aire era tangible.

Debía seguir con el plan. Podía conseguirlo.

Él cortó cualquier distancia que existiera entre los dos. Solo fueron segundos los que tardó en sentir su calor corporal. Tomó aire. Debía aclarar su mente antes de perder la cabeza, y pensar con claridad si quería salir de allí.

Pensó que le diría algo. Pero solo se dedicó a verla. Como si estuviera deleitándose con cada una de sus facciones. Se sentía tan pequeña con él tan cerca, solo quería encogerse para desaparecer.

Deslizó la mirada hacia abajo, incapaz de contenerla por más tiempo. Volvió a ver aquellas cicatrices antiguas, trazos irregulares que surcaban su piel como testigos silenciosos de violencia. Pero fue el tatuaje lo que la dejó sin aliento. Ese cuervo. Negro, agresivo, de alas abiertas como si estuviera a punto de lanzarse al cuello de su presa. La tinta parecía viva, como si el ave acechara incluso desde su pecho. Le heló la sangre.

No sabía nada sobre heridas, pero esas marcas... No eran cortes comunes. Eran profundos. Aquello no lo había hecho un accidente. Lo había hecho alguien con odio. Y el cuervo, posado entre las sombras de su piel, lo confirmaba: ese hombre no era solo peligroso. Era oscuro. Salvaje. Imparable.

Automáticamente volvió a verlo, cuando él la agarró por el brazo.

—No quiero ruido, pequeña —su tono demandante era mucho más que una advertencia—. No soy alguien paciente. Si repites lo del otro día, te castigaré. ¿Entendido?

Asintió con inquietud. No dudaba de que cumpliría lo que decía. Tampoco quería averiguarlo.

Su agarre se deslizó a su codo, caminando hacia la puerta. No obstante, Bella se detuvo.

Él volteó, mirándola.

—Estás... —tragó saliva, intentando no ver cada uno de sus músculos, y tatuajes—. No tienes puesto nada arriba.

Sus labios se ensancharon en una sonrisa, con evidente burla.

—¿Quieres que me cubra? —sus ojos se deslizaron hacia su boca, detonando peligro—. ¿No quieres que nadie me vea? —preguntó en un tono bajo, ronco.

—No es eso —aclaró su garganta, con dificultad—. Hace frío, te enfermarás.

Bella dio un brinco cuando él agarró su mano y la llevó a su pecho. Tomó aire instantáneamente al percibir que su piel ardía, quemando su palma. Podía sentir su corazón latir desbocado.

Oía su respiración irregular; su pecho subir y bajar bajo su mano.

Quiso apartarla, pero él no lo permitió.

—¿Parece que tengo frío?

Miró al suelo.

—N-no… —titubeó, parpadeando varias veces para no marearse.

<<¿Qué pasa contigo, Bella?>>, esa pregunta resonaba en su cabeza como un torbellino.

Se atrevió a verlo de nuevo, totalmente cohibida.

—Muñeca... si supieras el poder que tienes —su voz se volvió una sombra grave, como un susurro que raspaba el aire—. Podrías hacer arder el mundo entero, y ponerlo de rodillas.

Bella sintió que el aire se evaporaba entre ellos cuando él acortó la distancia. No caminó. Se deslizó como un depredador. Y entonces, su aliento golpeó su boca, cálido y abrasador, como si pudiera marcarla con solo respirar.

—Incluso… —La palabra tembló en su garganta. Trató de sostenerle la mirada, pero era como mirar un abismo que la reclamaba—. ¿Tú también…?

Él rio. Una carcajada baja, gutural, que no sonaba divertida, sino peligrosa. Como si acabara de oír algo deliciosamente inocente.

—Sí… —ronroneó, con la voz tan grave que era casi un gruñido—. Pero no del modo en que te imaginas.

Su mirada descendió a sus labios, lenta, como si los pesara con hambre contenida.

1
Cristina Rodriguez
Interesante novela.... pero no Sta completa
Paz Bach
Así me gusta Bella!!!! Dale no te quedes atrás jajaja
Paz Bach
Si cuervo y llegará el día que esa mujer te ponga una correa... 😌
Paz Bach
🤣🤣🤣😂 no puedo de verdad estoy como loca me enfado luego me rio
Paz Bach
Já! ahora resulta, disque su mujer, veremos a ver si consigues que sea tu mujer 😉😏
Paz Bach
no ya... mataste a tu padre muchacha con eso
Paz Bach
😭😭😭😭
Paz Bach
William tendrás que besar el piso por donde camina bella porque lo que estás haciendo es de ser un desgraciado!!!!!
Paz Bach
entiendo que está haciendo todo esto para salvar a su padre... pero aún así Bella... agh! ya no sé estoy que me como las uñas 😭
Paz Bach
esooo no se deje comisario será muy Cuervo y toda la cosa pero el amor de padre puede con todo!!!
Paz Bach
ay no pues la ironía personificada... 🤣
Cristina Rodriguez
excelente novela.. gracias escritora por compartir su historia... es mi tema de lectura mafia
Lina Montoya Blanquicett
pégale duro Chama !!ahora es cuando comienza la guerra de poderes!! dale dónde le duele más al hombre en su eterno orgullo
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que es más para el!! idiota yo veré cuando esté llorado pidiendo cacaoo !! miserable
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que más para el...idiota te vas tragar tus palabras yo veré cuando estés llorando pidiendo cacaoo!!! miserable
Lina Montoya Blanquicett
que dolor como padre saber que tú conoces a tu hija cuando miente y que te lo sostenga en la cara eso hace doler el alma inmensamente 😭
Lina Montoya Blanquicett
este hombre es un depravado!!! depravado ..que dolor
Lina Montoya Blanquicett
hay bendito!!
Lina Montoya Blanquicett
mato al papá !! con esa palabras
Lina Montoya Blanquicett
desgraciado!!! en verdad y lo más triste que así hay gente
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play