Idealizado

Ese viernes, Elena se despertó, se vistió en silencio. Jeans entallados, una remera blanca ajustada y el cabello suelto. Apenas un toque de rímel y un labial suave. No era rebeldía lo que llevaba puesto, era dignidad. Ganas de sentirse linda. Normal. Joven.

En la cocina, su madre preparaba el desayuno con una taza en las manos y ojeras en los ojos. Llevaba una bufanda a pesar de que no hacía frío. Elena la miró, sintió un nudo en la garganta y luego saludó rápido:

—Buen día, ma. Nos vemos más tarde.

—¿Y tu padre?— preguntó ella bajito, como temiendo la respuesta.

—No pienso esperarlo. Ya sé lo que me va a decir.

Su madre la miró con algo entre miedo y orgullo. No dijo nada. Solo asintió con los ojos.

Elena salió con el corazón al galope y una sensación de libertad. Aunque doliera.

...----------------...

En el colegio, todo parecía igual, pero dentro de ella había un incendio. En el primer recreo, como siempre, se encontró con Carla cerca del árbol del patio. Lucas llegó unos minutos después. Estaba nervioso, más callado de lo normal.

—Hola, El… —le dijo, y sus ojos buscaron los suyos como si necesitaran coraje.

—Hola —respondó ella, sintiendo mariposas en el estómago.

Durante todo ese recreo, Lucas la miraba, se reía bajito, se tocaba la nuca como si estuviera armando una frase en su cabeza. Elena notaba todo. Lo veía perfecto. Tan dulce, tan tierno, tan distinto. Un chico que no gritaba, que no la humillaba, que la hacía sentir importante con solo mirarla.

...----------------...

En el segundo recreo, por fin se animó.

—Che, Elenita… —empezó Lucas, rascándose la cabeza con una sonrisa nerviosa—. Este… después de la salida no tengo nada que hacer, y pensaba... ¡no sé! Si querés salir, dar una vuelta o... no sé, comer algo. Lo que quieras.

Elena sintió que le explotaba el pecho. Fingiendo calma, sonrió.

—Sí. Me gustaría.

Lucas sonrió aliviado. Carla, a un costado, los miró y guiñó un ojo cómplice.

...----------------...

Volvieron juntos en colectivo, como ya se había hecho costumbre. En el camino, planearon verse esa tarde. Su padre no estaría, trabajaría hasta la noche. En casa, su mamá la esperó con una mirada interrogante.

—Voy a salir un rato. Con Lucas.

La madre cerró la heladera y se dio vuelta.

—¿Lucas es el que te espera en la parada, no?

Elena asintió.

—Es buen chico. Solo cuídate, hija. Y volé bajo.

Elena sonrió. Le dio un beso en la mejilla y salió.

...----------------...

Lugo caminaban por calles tranquilas, hablando de todo: películas, sueños, lo que odiaban del colegio.

En un momento, se sentaron en una banca solitaria. Lucas la miró, más serio.

—No sabés cómo me alegra que hayas dicho que sí. ¡Me hacés sentir tan bien!

Elena bajó la vista, con una sonrisa idiota.

—¡Vos también! —soltó.

Y como si el mundo se detuviera, Lucas se acercó despacio. Elena cerró los ojos. Fue un beso suave, tierno, el primero. Y fue perfecto. Porque no hubo apuro. Solo ganas.

Una hora despues volvieron caminando, sin decir demasiado, pero sonriendo. Pero al llegar, el infierno la esperaba.

...----------------...

Su padre estaba en la puerta, con cara de tormenta.

—¿Se puede saber de dónde venís?

—Fui a dar una vuelta.

—Seguro con uno de esos vagos que no hacen nada. Y vos como una loca pintarrajeada por la calle, haciéndote la mujer. ¡Tenés 16, Elena! Dejá de hacer papelones. Así empiezan, y terminan igual que tu tía. ¡En la calle!

Elena lo miró con firmeza, sin levantar la voz.

—Soy una adolescente. No hago nada malo. Solo quiero vivir mi vida con respeto. Como cualquier chica de mi edad.

Y sin esperar más, entró a su habitación. Se encerró, temblando por dentro, pero con la cabeza en alto. Abrió su cuadernito, ese donde guardaba su alma, y escribió:

"Hoy besé a Lucas. Y fue hermoso. Porque no fue forzado, ni apurado. Fue sincero. Fue limpio. Fue de verdad. Con él me siento vista, cuidada, querida. Ojalá pudiera quedarme en ese instante para siempre. Ojalá todos conocieran lo que es que alguien te valore sin dañarte.

Mi papá no entiende. No quiere entender. Pero yo ya no voy a dejar que me aplaste. ¡No más! No por miedo, no por costumbre. No porque sea "mi familia".

Lucas es mi respiro. Y aunque idealice todo esto, es lo más cerca que estuve de sentirme libre."

Y cerró el cuaderno, con los labios rozando una sonrisa.