Luego de una decepción amorosa Lila viaja a Londres buscando la contención de su padre pero en el camino encuentra algo más que solo amor y contención familia. Una nueva historia da comienzo en medio de toda su crisis sentimental.
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capítulo 7
Las puertas del hotel se abrieron como una alfombra roja improvisada. Flashes estallaron en cuanto Lila y Carla bajaron del coche negro que las había llevado hasta allí. Ambas modelos estaban radiantes: Carla con su vestido negro ajustado y botas bucanero de lentejuelas; Lila, con su vestido plateado que parecía tejido con estrellas y una seguridad que ocultaba la tormenta interior.
Apenas pusieron un pie sobre la alfombra que conducía a la entrada del evento, los fotógrafos comenzaron a gritar sus nombres. Posaron juntas, como acostumbraban hacerlo en las galas internacionales. Carla sonreía, haciendo gestos coquetos. Lila, por su parte, mantenía una expresión serena, desafiante.
—¡Lila! ¡Señorita Facchini! ¡Una palabra, por favor! ¡Sobre la cancelación del compromiso! ¡Hay rumores! ¡Queremos saber la verdad!
—¡Se dice que usted inventó los rumores de infidelidad porque no aceptó la ruptura! ¡Erick ya dio su versión!
Lila se detuvo por un instante. Respiró profundamente. Luego, giró hacia los periodistas, con una sonrisa calculada.
—Chicos, hoy no vine a dar entrevistas. Solo quiero celebrar que esquivé una bala.
Algunos rieron, otros no se conformaron.
—¿Señorita Facchini, entonces confirma que fue usted quien terminó el compromiso?
—¿Está diciendo que Erick Altron no vale la pena?
Ella lanzó un beso al aire, como si fueran flashes invisibles.
—No estoy rogando por nadie. El compromiso está cancelado y punto. No hay necesidad de explicaciones.
Sin decir más, giró con Carla y ambas entraron al hotel con paso decidido. En la recepción, dos asistentes las guiaron hacia el área de la piscina, donde la fiesta privada ya había comenzado. Música house, luces de neón, cuerpos danzando al ritmo de beats electrónicos, copas rebosantes de champán. Todo tenía el glamour y el caos controlado de una fiesta de alto nivel.
Desde un auto estacionado a poca distancia, Dimitri y Vladímir observaron todo en silencio. Dimitri apretó los puños al ver a Lila posar frente a las cámaras, deslumbrante, sonriente... vulnerable.
—No puedo creer que haya salido así vestida...
Vladímir, con las manos en los bolsillos y una ceja alzada, replicó:
—Es una modelo internacional, Dimi. ¿Qué esperabas?
—Esperaba que no tuviera que fingir que está bien... Que se permitiera estar triste al menos un día...
—O tal vez solo quiere mostrarle al mundo que no se va a derrumbar por un imbécil.
Ambos bajaron del coche. Con identidades discretas y sin anunciarse, ingresaron al hotel. Desde la terraza del segundo piso pudieron ver la piscina. Carla y Lila eran el centro de atención. Todos los hombres las miraban; algunos, descaradamente.
Lila ya estaba en su tercera copa de vino espumoso cuando comenzó a reír a carcajadas, colgándose del cuello de Carla. Sus movimientos se habían vuelto torpes, sus pasos erráticos. Carla, también visiblemente ebria, la imitaba con una energía contagiosa.
Dimitri no esperó más. Empujó la puerta que daba a la terraza y bajó con paso firme hacia la pista de baile. Vladímir lo siguió, más contenido.
—¡Lila!
Ella se giró tambaleante. Al verlo, arrugó el rostro con molestia.
—Tú... ¿Quién te invitó?
—Vine por mi cuenta. Ahora vamos a casa. Tú y yo hablaremos seriamente mañana.
—Ay, Dimi, no jodas. Ya no soy una niña. Tengo veintitrés años, por si se te olvida. Ya soy lo bastante grandecita para soportar tus celos. Búscate una novia, ¿quieres?
Dimitri apretó la mandíbula, su mirada centelleante de ira.
—No me provoques, Lila. Vamos antes de que pierda la poca paciencia que me queda.
—Ya, ya... déjame tranquila.
Carla, al ver el intercambio, se acercó.
—Lila, ¿qué pasa, nena?
—Carly, ven. Dimitri me quiere llevar a casa.
—¿Qué? ¡Por qué!
—Porque no tiene nada mejor que hacer. Vamos, amiga, a bailar.
Carla tomó la mano de Lila y ambas comenzaron a moverse en el centro de la pista, ajenas al mundo, riendo y seduciendo al ambiente con cada paso. Dimitri se quedó helado, los ojos clavados en ella.
Vladímir se cruzó de brazos, divertido.
—Vaya, es la primera vez que te veo así. ¿Qué te pasa?
—Es ella. Tiene la habilidad de sacarme de quicio. Es que mírala... esos tipos están que se la comen con la mirada y ella pareciera no darse cuenta. Además, esa amiguita suya no me gusta nada.
Vladímir observó a Carla moviéndose con soltura, acentuando cada curva con un movimiento cálido, provocador.
—Bien, intentaré convencer a tu hermana de ir a casa. Es claro que a ti no te escuchará. Intenta tú convencer a su amiga. No se irá sin ella.
Ambos asintieron y se acercaron. Pero antes de que pudieran hablar, las chicas los vieron y comenzaron a bailarles.
Vladímir se tensó. Lila giró hasta quedar frente a él, con una sonrisa traviesa.
—Y tú, señor consejitos... ¿Sabes cómo divertirte o también eres un amargado?
Carla, riendo, se acercó a Dimitri y comenzó a moverse a su alrededor con ritmo, provocativa.
—Vamos, Dimi... una canción y ya. Prometo no intentar seducirte... mucho.
Dimitri la miró como si quisiera evaporarla, pero Carla no se amedrentó. Lila se tomó de los hombros de Vladímir y siguió danzando con él, sin percatarse del ligero rubor que comenzaba a teñirle las mejillas al joven Ivanov.
Dimitri se inclinó hacia Carla y dijo, apretando los dientes:
—Tú y yo también hablaremos luego. Estás jugando con fuego.
Carla río, giró sobre sus talones y dijo:
—Querido... yo soy fuego.
La fiesta continuaba, los tragos seguían fluyendo, pero los hermanos Facchini sabían que la noche no podía terminar allí. Y menos con Lila completamente desbordada por la mezcla de alcohol, orgullo herido y la necesidad de demostrarle al mundo que podía brillar incluso entre ruinas.
Pero ambos sabían también que, tarde o temprano, el brillo falso se desvanece, y Lila tendría que enfrentar la verdad que se había negado a mirar esa noche. Y ahí estarían ellos... para sostenerla o para hacerla reaccionar.
dañó a su familia por un desliz que ni siquiera fue seguro.
Su madre se merecía eso por dañar todo.
Pero Lila no
Básicamente ellos dañaron la relación de sus hijos.
TODO.
Ella traicionó a su familia, y luego hizo escoger a sus hijos, más que nada el hecho de que el otro se enteró de la peor forma, no fue capaz de nada.
le segunda el padre al no ser fuerte y dejarla a tiempo, que dañó a sus hijos.
y para colmo ella se descarga con su hermano que no tiene culpa, no es obligación querer hablar con su madre
Que fastidio cuando dices algo y no cumplen, yo me largaba de ahí 🙄🙄
dos hermanos y ahora con quién. dioooooos que dilema